La ley de la igualdad

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La ley de la igualdad (1931)
de Felipe Pinglo Alva
vals peruano

La brisa sin igual de esta noche invernal el recuerdo me trae de la mujer que amé con
íntima fruición y fervoroso amor.
Momentos de pasión renacen en mi ser tan sólo al evocar
pasajes que grabó y que nunca borró mi romántico ayer.
Sus manos de mujer las siento sobre mí en tierno acariciar
el dulzor de sus besos siento entre mis labios calmar la insaciable sed
el aroma sin igual de su cuerpo sensual encuentro al aspirar
la brisa de esta noche tan galana y tan gentil.

Hoy como aquel tiempo feliz, quisiera yo
enajenarme de placer con las caricias
que su amor siempre brindó con frenesí a mi querer
en explosiones de ternura y de pasión voraz comprendo
que es irrealizable mi ambición
ya sé de sobra hoy que tu afecto mío no es pero con todo
me atormenta tu recuerdo
me subyuga y me cautiva en nostálgica prisión.

Si es un pecado amar no se debe culpar al que incurriera
pues nuestro corazón sediento de pasión no piensa que hay error
al pretender querer con todo nuestro amor, sin antes comprender
que en todo hay distinción, pues la ley de la igualdad jamás se conoció. Tal vez cometí
una equivocación al creer que tu amor
sería eternamente todo mi consuelo, todo mi albedrío
no contemplé tu rol, no vi mi situación ni cuan distintos somos forjé mis
ilusiones por forjar y nada más.

La vida es cruel y hay que saberla comprender
es un compendio de dolor, de vanidad, de placer.
El oropel impuso ya su majestad
por más que ansiamos no encontramos nunca la igualdad.
Si amar con fervor impusiera el Creador
¿cómo es posible que trunquemos esa ley?
demos tributo a tan noble mandamiento
sin pensar en la opulencia, abolengo o distinción.