La limpieza no manchada/Acto I

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La limpieza no manchada
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

Salen la QUIETUD y la DUDA.
QUIETUD:

  Salid de casa, acabemos,
y dejaos de replicar.

DUDA:

Ya que me queréis echar,
no me echéis haciendo extremos.
  ¿Qué os hice yo, que me echáis
de vuestra casa?

QUIETUD:

¿Y es poco
traerme a preguntas loco?

DUDA:

¡Si vos la ocasión me dais!

QUIETUD:

  ¿Yo la ocasión?

DUDA:

Vos, Quietud.

QUIETUD:

Duda, acortemos razones;
que esto de andar en cuestiones
no lo sufre mi salud.
  Yo no te quiero en mi casa;
el mundo es largo.

DUDA:

Ya en hombre
me he transformado; que el nombre,
seguro por todos pasa.
  Que mal pienso que pudiera
vivir mujer y desnuda
de defensa, aunque soy duda,
donde de mí no la hubiera.

QUIETUD:

  Pues si en hombre transformada,
segura vas para todo,
déjame aquí.

DUDA:

¿De ese modo
me enviáis sin darme nada?
  Los sabios que despreciaron
el mundo, cuanto tuvieron,
como caso dél no hicieron,
ninguna cosa llevaron.
  Tal, en el mar, de su mano,
echó su hacienda a los peces;
tal, despreció algunas veces
el oro de algún, tirano.

QUIETUD:

  Tan desnudo como vienes,
algún sabio caminaba,
y en llevarse a sí llevaba
consigo todos sus bienes,
  Diógenes se reía
de Alejandro, y estimaba
más el desdén que mostraba,
que el favor que le hacía.

DUDA:

  La Duda soy, transformada
en un hombre ya.

QUIETUD:

Y no yerras.

DUDA:

Andaré por esas tierras.
como mujer desdichada.

QUIETUD:

  Ten cuenta de no volver
más a mi casa.

(Vase.)


DUDA:

No soy
pertinaz: a todos doy
el lugar que han de tener:
  No dudo cosa ninguna
en la fe ni en la razón,
pero en cosas de opinión,
soy duda, que tengo alguna.
  Estas obras producidas
de la gran naturaleza,
tienen suprema belleza,
o juntas, o divididas.
  ¿Qué es ver de los celestiales
el circular movimiento,
y entre aquél y este elemento,
enemistades mortales?
  Fuego puro y rayo leve
la superficie semeja,
que con la luna empareja;
que esto mismo se le debe
  al aire en sus tres regiones,
y tras él al agua luego,
que es defensora del fuego.

(Sale la CONTEMPLACIÓN.)
CONTEMPLACIÓN:

¿Quién eres tú, que te pones
  en esa transformación
de ti mismo?

DUDA:

Soy la Duda;
y vos, ¿quién sois?

CONTEMPLACIÓN:

Quien te muda,
que soy la Contemplación.

DUDA:

  A la fe, que sois venida
a buen tiempo. ¿Cómo fue
esto del agua?

CONTEMPLACIÓN:

¿Que esté
de la tierra dividida?
  Por los hombres la mandó
Dios al agua congregarse;
que era imposible juntarse
como luego se juntó.
  Y así preguntaba Dios
allá en la Sabiduría,
quién a las aguas vestía.

DUDA:

Él me ha juntado con vos:
  soy un pobre labrador:
ya me véis; de mí algún día
nació la Filosofía,
y por mí se hizo mayor.
  Iba a la corte a servir,
y no con poco temor;
que vivir con un señor
no es vivir, sino morir.
  Están muy necesitados,
tienen mil obligaciones,
y han de andar en opiniones
si han de pagar sus criados.
  No sé dónde me leí,
que entrando en Jerusalén
Cristo, nuestro amado bien,
dijo a un Apóstol ansí:
  «Dile a aquel hombre, que tiene
el Señor necesidad;
que siendo Su Majestad
tan rico, a tenerla viene.»
  ¿Por qué se llamó Señor?

CONTEMPLACIÓN:

El que es señor en la tierra,
padece continua guerra
entre el caudal y el temor:
  ¿Quieres tú servirme a mí,
que ando siempre por el cielo?
Pues cuando me humillo al suelo,
es para buscarle allí.

DUDA:

  Haréisme notable bien.

CONTEMPLACIÓN:

Ya eres mío.

DUDA:

Vuestro soy,
porque si con vos estoy,
en el cielo estoy también.

CONTEMPLACIÓN:

  Allá no hay duda ni fe.

DUDA:

Digo, pues, Contemplación,
¿dónde vivís?

CONTEMPLACIÓN:

Estas son
mis casas.

DUDA:

Aquí, ¿por qué?

CONTEMPLACIÓN:

  Este monasterio santo
tiene una divina Esposa
de Cristo, sabia y hermosa,
a quien por puntos levanto
  en alta contemplación
para que Dios la revele
misterios que dudar suele,
porque están en opinión.
  Vesla aquí.

(Salen SANTA BRÍGIDA y el CUIDADO.)

{{Pt|BRÍGIDA:|
Mira, Cuidado,
que me dejes descansar.
{{Pt|CUIDADO:|
Si vos no me dais lugar,
¿cómo he de estar descuidado?

BRÍGIDA:

  Estas dudas me fatigan,
saber cómo comprehende
aquel pecado de Adán
a todos sus descendientes.
¿Cómo el niño que no tuvo
conocimiento, ni tiene
memoria que vido el árbol
de la vida y de la muerte,
ni escuchó en el Paraíso
por entre sus ramas verdes
a la primera mujer,
la que habló con la serpiente,
fue concebido con mancha,
y que sus padres le engendren
en pecado?

}}
CUIDADO:

Si vos, Brígida,
andáis siempre desa suerte,
¿por qué os quejáis del Cuidado
y no queréis que os apriete?
Mirad, los medios humanos,
de poca salud parecen;
acudir a los divinos
fue santo consejo siempre:
avisar quiero al Silencio
para que él mismo os revele
dónde preguntéis a Dios
las dudas que se os ofrecen.

BRÍGIDA:

  Pues parte, Cuidado mío.

(Vase el CUIDADO.)
CONTEMPLACIÓN:

Agora puedes llegar,
que en ella, Duda, has de hallar
dueño y maestro, confío.

BRÍGIDA:

  ¿Quién es?

CONTEMPLACIÓN:

Tu Contemplación.

BRÍGIDA:

¿Quién en pena tan aguda
viene contigo?

DUDA:

La Duda,
que en ti logra su afición.
  Hame echado la Quietud
de su casa: no te asombre;
que vengo a perder el nombre
en el mar de tu virtud.
  O para decir mejor,
en el mar de aquella ciencia
divina, cuya excelencia
tiembla el Serafín mayor.

BRÍGIDA:

  A la alteza de riquezas
de aquella Sabiduría,
a quien Pablo encarecía,
bien tu ignorancia enderezas.
  Mas de Dios es más seguro
el creer que el entender.

DUDA:

Eso que quieres saber
es lo que saber procuro.
  Demás, Brígida, que a mí
cuantos viven me han tenido;
dejo lo que es, sé que ha sido
lo que nunca merecí.
  Hasta que se satisfagan
al fin del todo entenderme,
no se excusan de tenerme
por diligencias que hagan.
  Duda y teme el pretendiente
si con el pleito saldrá;
el labrador, si tendrá
agua en mayo suficiente.
  Los letrados, que no son
de tan bárbaro consuelo
que traigan de cada pelo
colgada una provisión,
  dudan la plaza, victoria
el soldado, aunque valiente,
la cátedra el pretendiente,
y más si tiene memoria.
  El soberbio, de caer;
el caído, si ha de alzarse;
el malo, si ha de salvarse,
y el bueno, si lo ha de ser.
  Duda el puerto el que navega,
el fin el que va a reñir,
si el enfermo ha de vivir,
si ha de ganar el que juega.
  No dudar es, en efeto,
acción de necio engañado,
porque ningún confiado
se puede llamar discreto.

BRÍGIDA:

  La que yo tengo, es saber
cómo fue a todos igual
el pecado original:
dispuesta siempre a creer
  lo que la Iglesia tuviere,
o enseñaren sus doctores.

CONTEMPLACIÓN:

Bien dices, y los mejores
modos con que esto se adquiere
  son tu piedad y oración;
y tu piadoso deseo
levanta el alma, que creo
que voces del cielo son.
(Sale JOB viejo, muy lleno de llagas, como le pintan, y canten dentro:)
  No se hallará, Esposa mía,
quien sin pecado se vea,
aunque un tierno infante sea
cuya vida es solo un día.

JOB:

  Perezca la memoria
de aquel amargo y lastimoso día,
principio de mi historia
y de la vida miserable mía;
pierda la noche el nombre
en que se dijo: «Concibióse el hombre.
  Pues fue tal su destino,
cubra aquel día un tenebroso velo,
y aquel Señor divino
no pregunte por él desde su cielo,
ni el claro sol le ilustre;
la sombra de la noche le deslustre.
  oscuridad le ocupe
y en fuego le convierta.

BRÍGIDA:

Voy creyendo
las dudas que no supe.

CONTEMPLACIÓN:

Aqueste es Job, que viene maldiciendo
el día en que ha nacido
y noche amarga en que engendrado ha sido.

BRÍGIDA:

  Pues ¿qué piensas agora?

CONTEMPLACIÓN:

Que del pecado original se queja.

JOB:

No goce clara aurora
la oscura noche que sin luz me deja;
luna ni estrellas vea,
oscuro torbellino la posea.
  Ni en los días del año,
ni en los meses se muestre en importuna
soledad de mi daño,
ni sea digna de alabanza alguna.
¡Oh, noche infeliz mía!
Tu horror maldiga quien bendijo el día.
  Aquellos que viciosos
a Leviatán ofrecen, y aborrecen
los rayos luminosos,
y las oscuras sombras apetecen;
caliginoso velo
cubra les luces de que se honra el cielo;
  espere vencedora
la luz de su tiniebla, y no la vea
levantar el aurora
que los amenos campos hermosea,
pues no encerró y detuvo
aquel vientre infeliz en quien anduvo;
  pues por ella padezco
persecución, trabajos y miserias;
por ella, en fin, merezco
verme en tales desdichas y lacerías.

BRÍGIDA:

¡Extrañas maldiciones!

CONTEMPLACIÓN:

Está cercado Job de mil pasiones.

JOB:

  ¿Por qué luego en naciendo
mi desdichada vida no acabada?
¿Por qué fui recibiendo
del regazo del ama que me daba,
en la miseria mía,
su pecho aquel amargo y triste día?

DUDA:

  Señor Job, ¿tanta impaciencia?
Si todo el mundo os alaba
de sufrido, ¿qué es aquesto?
No dicen vuestras palabras
con lo que de vos se cuenta.

JOB:

Las maldiciones que echaba,
fueron al pecado, Duda;
en aquella noche amarga
fui concebido.

DUDA:

Tenéis
razón, y es bastante causa:
en grande miseria os veis,
siendo Rey, y de la casa
de Esaú, si no me engaño;
que Raquel engendró a Sara,
y él a vos, aunque Idumeo
alguna opinión os llama.
¡Qué de ganados tuvistes!
¡Qué de ovejas, qué de cabras!
¡Qué de hijos y pastores!
¡Qué de casas y labranzas!
Doscientos años vivistes,
y aún cuarenta y ocho os faltan;
ciento cuarenta gozastes
vuestra hacienda restaurada.
A fe que pagaron bien
la paciencia.

JOB:

Es Dios quien paga.

DUDA:

¿Cómo dijistes un día
a aquella gente non sancta
que disputaba con vos,
que ojalá fuera su alma
la que, en lugar de la vuestra,
padeciera penas tantas?

JOB:

Quise decir que les diera
mayor consuelo que daban
a mis desdichas.

DUDA:

Alabo
entre virtudes tan raras
sufrir a vuestra mujer,
necia, importuna y pesada;
porque en viendo, a un hombre pobre,
o le dejan, o le matan
a puro decirle afrentas;
y fuera desto, me espanta
la paciencia que tuvistes,
no sólo en que vuestra casa,
y la hacienda que teníais,
voraz el fuego abrasara,
sino en ver que vuestros hijos
alegres comiendo estaban.
cuando un viento del desierto
las columnas arrebata
con soplo horrible y furioso,
y de su centro las saca,
con que los sepulta juntos
entre piedras, tierra y tablas:
Jacob, por un hijo solo,
cuando tantos le quedaban,
no quiso admitir consuelo.
(Vase.)
Y vos... Él se va.

CONTEMPLACIÓN:

Repara
en que, más que su mujer,
a Job la paciencia gastas.

DUDA:

Olvidéme que esto era,
que Brígida contemplaba
en las lecciones de Job
con los éxtasis del alma.

BRÍGIDA:

  En fin, que Job maldecía
la noche, por el pecado
original.

CONTEMPLACIÓN:

Tu cuidado
en partes te divertía.

DUDA:

  Sí, pero Brígida intenta
saber cómo el niño ha entrado,
con la parte en el pecado.

CONTEMPLACIÓN:

Porque al padre representa,
  en la carne que le dan
Eva y Adán.

DUDA:

Está bien;
Dios se lo perdone, amén,
y pague al segundo Adán.

CONTEMPLACIÓN:

  De la forma del bautismo
es el ejemplo bastante;
al adulto y al infante
le dice el cura lo mismo.
  Yo te lavo es argumento
de mancha que no se vía,
y esto dice cada día
la forma del Sacramento
  con que el cristiano se alista
debajo de la bandera
de Cristo, y aún si naciera
libre el niño en la conquista
  del cielo, no hubiera Dios
muerto por él: luego ¿era
Cautivo?

BRÍGIDA:

De esa manera,
de la culpa de los dos
  nacieron nuestros pecados,
enfermedades y penas;
la muerte, que en sus cadenas
nos trujo gran tiempo atados;
  la villana rebeldía
de la carne a la razón
y al espíritu, que son
partes de la duda mía.

DUDA:

  Es así; pero, una duda
escuchad.

CONTEMPLACIÓN:

Veamos cual es.

DUDA:

¿No habéis visto que después
que el pintor la tabla muda,
  acabada una figura,
pone faciebat al pie,
por dar a entender que fue
imperfecta la pintura?
  Pues a Dios le sucedió
lo mismo pintando a Adán,
si en el bautismo le dan
lo que en el agua faltó.

BRÍGIDA:

  Sí, mas la respuesta dió
Cristo, y la absolución,
de la regeneración
del santo bautismo vió.
  Nicodemus se espantaba
que el hombre otra vez naciese,
o cómo al vientre volviese
de su madre, preguntaba.
  Luego el fecit puso ya
el bautismo a la figura,
que lavada en agua pura,
limpia y acabada está.

CONTEMPLACIÓN:

  Dios perfecta la acabó;
pero frescas las colores,
la culpa, con sus errores,
desde luego le quedó.
  Esta marca original
le quedaba desde entonces.

DUDA:

No los hiciera en dos bronces,
y no, en polvo, ¡pesia tal!
  ¿Qué mucho que se borrara
la imagen en polvo hecha?
Más tarde fuera deshecha,
si en oro o plata labrara.
  ¿Queréis ver cuál fue el error
de esa mancha contagiosa?
Que otra vez pidió la esposa
manzanas, muerta de amor.
  Mirad si se pega bien
el gusto de la manzana.

CONTEMPLACIÓN:

¡Qué alegoría tan vana,
y qué pesada también!

DUDA:

  ¿Esta te parece vana?

CONTEMPLACIÓN:

No es que manzanas quería.

DUDA:

Pues ¿qué?

CONTEMPLACIÓN:

Remedio pedía
de la primera manzana.

(Sale el REY DAVID con corona y ropa de levantar.)
DAVID:

  Piedad, Señor divino,
según tu gran misericordia, canta
mi lengua; en el camino
de tanto error el ánimo levanta
en remediar mis males,
pues eres la salud de los mortales.
  Lávame más, Dios mío,
y borra mi pecado;
limpia mi mancha en el piadoso río
que nace de aquel mar de tu costado.

CONTEMPLACIÓN:

David es éste; advierte
con qué arrepentimiento se convierte.

DAVID:

  Pequé, Señor divino,
a ti solo pequé, y en tu presencia
hice tal desatino,
porque se justifique tu sentencia;
aunque también confío
que tu palabra cumplirás, Dios mío.
  Pero traeré en disculpa
la mancha original, pues que mi madre
me concibió en la culpa
que trajo al mundo mi primero padre.

CONTEMPLACIÓN:

¿No ves que la confiesa?

BRÍGIDA:

David lo dice con sentencia expresa.
  Voyme con tierno llanto,
Contemplación, desengañada y triste;
nunca lo estuve tanto,
aunque después sabrás en qué consiste;
que adonde el alma tira,
por más alto coral pone la mira.
  Virgen hermosa y pura,
corona de las Vírgenes, sospecho
que nunca sombra oscura,
trayendo vos al sol en vuestro pecho,
cubrió vuestra belleza,
honra de la mortal naturaleza.
  Esto saber deseo;
hacedme esta merced, Virgen piadosa;
en esto agora empleo
de mi contemplación la luz dichosa.

CONTEMPLACIÓN:

-¿Voy contigo?

BRÍGIDA:

Bien puedes.

(Vase.)
DUDA:

-Tú ¿qué dices de mí?

CONTEMPLACIÓN:

Que aquí te quedes.

(Vase.)


DUDA:

  Señor David, tiernamente
vuestra canción escuché;
que cierto que me obligáis
a sentir y a padecer.
Aunque ofendistes a Dios,
bien lloráis si le ofendéis;
músico sois extremado,
y versos hacéis también;
ofréceseme una duda;
la Duda soy, ya me veis:
¿cómo siendo vos un hombre
bueno, pues Dios dijo dél
que era conforme a su gusto,
por gozar a Betsabé
hicistes matar a Urías,
dándole el mismo papel
en que firmastes su muerte?
¡Esta buena fue, a la fe!
Pero también el profeta
os hizo en la causa juez
con el cuento, de la oveja,
y vos, con decir pequé,
templáis el arpa, y templastes
a Dios, que también lo fue,
aunque sólo en tres clavijas
sus cuerdas mudas se ven:
quedad con Dios, y haced versos
pues que tan bien los hacéis,
que cantando a Dios, encantan,
que áspid de metal que fue,
pues tal la colgó de un palo
en su figura Moisés.

DUDA:

La sierpe del Paraíso
fue al principio una mujer;
Hércules puso en sus armas
las que mató en su niñez;
pero no cantéis pesares;
cantad, David, de placer;
que andamos de desengaño,
aunque de duda nos veis.

(Vase.)
DAVID:

  Nació una fuente clara y deleitosa,
que, dividida en varios arroyuelos,
daba a las aguas de los cielos celos,
en cuyo manto su cristal reposa.
El lirio azul y la encarnada rosa
le daba margen, matizando velos,
y él a sus plantas, en torcidos hielos,
humor por alma de su vida hermosa.
Pisóla un animal, bebió engañado,
y como quedó turbia su corriente,
ninguno la bebió sin ser manchado.
¡Oh, gran desgracia! La primera fuente
enturbiaron las plantas del pecado,
por causa de mujer y de serpiente.

(Vase.)


(Salen el PECADO, la SOBERBIA y el RIGOR.)
PECADO:

  Ninguno ha de pasar por este puente
sin que deje firmado que es mi esclavo.

SOBERBIA:

Alabo tu soberbia justamente,
y en tus soldados el cuidado alabo.

PECADO:

¡Que me persiga Dios eternamente!
¡Que hiciese una Iahel, que con un clavo
me pasase la frente, en que se atreve
sobre mi ardiente sol fijar su nieve!
  ¡Que digan que teniendo los despojos
de tanto rey y príncipes mortale,
me quiera dar con una niña enojos
derogando mis términos fatales!
Mas ¿qué mucho, si es niña de sus ojos,
a quien sirven los ojos celestiales,
el sol de manto de inmortal pureza,
y el alba siendo toca a su firmeza?
  ¡Viven los cielos, si los cielos viven
para mí, pues he sido indigno dellos,
que si todas sus fuerzas aperciben,
tengo de hacer segunda guerra en ellos!
Y pues mi marca original reciben
cuantos nacen. por míos he de vellos,
pues, que de mí también marcados salen;
corra el Jordán, de que después se valen.

SOBERBIA:

  Eso no apruebo en ti, que no quisiera
que de aqueste Jordán te consolaras,
y que en vidas humanas se dijera,
sino que dél y cielo blasfemaras.

PECADO:

Ir a mi imperio y cetro consideras,
que es el mayor si en mi poder reparas,
pues todos cuantos nacen me obedecen.

SOBERBIA:

¿Qué honor después de que se van te ofrecen?

PECADO:

  Dios, ¿no crió también de ángeles bellos
ejércitos inmensos, de los cuales
Él mismo se consuela de tenellos,
aunque no sean en méritos iguales?
Pues si Dios se consuela de perdellos,
téngalos yo para menores males;
que aunque los laven cristalinos ríos,
no me podrán negar que fueron míos.
  Esta niña que sola me atormenta,
es la que agora me condena a llanto,
que dicen que pasó libre y exenta;
pero ¿quién, si no Dios, pudiera tanto?
¡Ah, transgresora de mi ley, sangrienta!
¿Hasta cuándo tu pie divino y santo
quebrará mi cabeza?

SOBERBIA:

¿Qué blasonas,
si humana vida a tu rigor pregonas?

PECADO:

  Llama al Género humano, imprime el nombre
deste Pecado original con fuego,
que el agua misma del bautismo asombre.

SOBERBIA:

¡Hola, ministros de mi centro ciego,
venga el Género humano!
(Dentro)
Allá va un hombre.
(Salen el GÉNERO HUMANO y el RIGOR.)
[-ego]

SOBERBIA:

Aquí al hombre, como pides, tienes.

PECADO:

¡Con qué ignorancia y desvergüenza vienes!

GÉNERO:

  Ya, Pecado original,
¿qué tengo yo que temerte,
si bien tan fiero y mortal,
si me libró de la muerte
aquella agua celestial?
  Esta y el divino amor
me lavó de aquella mancha
que me dio el primer error.

PECADO:

¡Cómo el villano se ensancha!
¿Qué te parece, Rigor?

RIGOR:

  Que le aflijas y maltrates,
y que en él tus fuerzas pruebes
hasta que a palos le mates;
que los hierros le renueves,
y que tu imperio dilates;
  haya un nuevo Faraón
que este Israel en prisión
mil siglos pueda tener,
ni plagas puedan hacer
que ablandes tu corazón.

GÉNERO:

  ¿Qué importa, Rigor, si cría
un Moisés que me defienda
y al mar del bautismo guía,
donde la gracia se extienda
lavando la culpa mía?
  Pasará mi ser mortal
por canceles de cristal
en su arena a tus caballos;
carros, armas y vasallos
tendrán sepultura igual.

PECADO:

  ¿Hay desvergüenza más fiera?
Herrad de nuevo su cara,
y a palos y a coces muera;
vengan los hierros.

GÉNERO:

Repara
que más que ese hierro, espera
  un agua con que borrado
quedará tan fácilmente
mi error antiguo pasado,
que la blanca nieve afrente.

RIGOR:

David le trae engañado.

PECADO:

  Vengan los hierros.

RIGOR:

Ya acabo.

(Hiérranle la cara.)
PECADO:

A ver qué dicen.

RIGOR:

Esclavo
del pecado original.

PECADO:

Con esta marca imperial
llevo mi potencia a cabo.

RIGOR:

  Pecado, no importa nada;
de poco puede servir
tu letra y tu mano airada;
que bien sé que es escribir
sobre tabla barnizada.
  Vendrá el agua pura y viva,
y aquel soberano fuego
que borrará cuanto escriba;
que todo obedece luego
a la divina saliva.
  Oye el sordo y habla el mudo.

PECADO:

Uno por uno herraré
mis esclavos.

GÉNERO:

Yo no dudo
que los hierres, pero sé
lo que su palabra pudo:
  Que en oyendo el efetá,
se han de abrir lengua y oídos.

PECADO:

En fin, ninguno podrá
alabarse, en los nacidos,
que sin mis hierros está.
  Después laven a placer;
que a fe que habrá que hacer:
ensanche Dios el Jordán.

GÉNERO:

Algunos se escaparán,
Pecado, de tu poder.

PECADO:

  ¿Quién en el mundo?

GÉNERO:

Yo sé
uno que por pies se os fue.

PECADO:

Ni aun el niño, Job decía,
cuya vida es sólo un día,
sin que en mi poder esté.

GÉNERO:

  Mira en aquel monte santo
al profeta Jeremías.

PECADO:

De ver su rostro me espanto.

(En medio de un monte, en lo alto, se volverá una tramoya a modo de peña, donde aparezca sentado el profeta JEREMÍAS, con su cabellera blanca y larga y barba larga, con baquero y ropa.)
GÉNERO:

Ya se pasaron los días
de los trenos de su llanto:
  ¡Padre, sed testigo vos,
pues os santifica Dios
de vuestra madre en el vientre!

PECADO:

Pues decidle que otro encuentre,
siquiera porque haya dos.

JEREMÍAS:

  La poderosa mano
del inmenso Señor de cielo y tierra,
a quien resiste en vano
la bárbara torpeza que destierra
la carne que nos cubre,
en mí el poder de su valor descubre
  yo fui santificado
de mi madre en el vientre generoso,
y tres leguas criado
de la santa ciudad, centro dichoso
del mundo, aunque morada
de mis temores en la edad pasada.
  Principio di a mi llanto
desde muchacho tierno, en profecía
con sentimiento tanto
de su cautividad, que el alma mía,
con doblado martirio,
miraba opuesto del tirano Asirio.
  Después lloré a Judea,
benjamín desigual a su rüina,
para que el mundo crea
que la ira de Dios fuerte y divina,
aunque más se mitiga,
si no se enmienda, al que avisó castiga.

(Desaparece.)


GÉNERO:

  ¿Estás contento agora
deste testigo ilustre?

PECADO:

Ya te dije
que poco se mejora
esa probanza suya, aunque testigo
que apedreó el Egito
y en Dafnes yace muerto en su distrito.

GÉNERO:

  Su santidad famosa
aprueba el ver que su sepulcro santo,
y el jaspe de su losa,
los áspides destierra con espanto
del sacro mausoleo
que enciende el aire con olor sabeo.
  Pero si te parece
que no hace fe un testigo, atento mira
adonde resplandece
la viva luz que aquella casa aspira
del Bautista divino.

PECADO:

¿De dónde agora a tu memoria vino?

GÉNERO:

  ¿No sabes que le dijo
que las gentes, el ángel a su madre,
harían regocijo
en su natividad? Pues hoy su padre
tiene su advertimiento,
de polo a polo el general contento.
  Mira a Isabel, su prima
de la niña que temes, y que el cielo
por sacra Reina estima,
y mira el niño, que pasando el velo
del vientre de su madre,
vió al Hijo eterno del eterno Padre.
  Advierte a Zacarías
cómo viene animando a los pastores,
para que en estos días
coronen de laureles y de flores
de su puerta las jambas,
por donde entraron las del cielo entrambas.
  Que María por ellas,
que fue en Ezequiel puerta divina,
entró pisando estrellas
como del sol la aurora cristalina.
y el Niño, sacra rosa
en el regazo de su Madre hermosa.

PECADO:

  ¡Quién no tuviera ojos
por no mirar lo que mi pena ha sido!

RIGOR:

¿Esto te cansa enojos?

PECADO:

¿No es gran dolor que Juan haya nacido
también santificado?

GÉNERO:

Oye la fiesta, original Pecado.
(Salen cantando y bailando, y pastores.)
(Cantan:)
  Y repiten las aves
del verde bosque:
Si la gracia ha venido,
Juan es su nombre.

BELARDO:

  Publíquense aquestas fiestas.

PASTOR:

Ea, pues, Belardo, ponte
encima de aqueste risco,
y las fiestas se pregonen.

(Súbese a un monte.)


BELARDO:

Selvas y bosques del mundo,
sabed que vino esta noche
un hombre en forma de ángel
y un ángel en forma de hombre:
Un hombre que a Dios ha visto,
y le adoró, y se conocen
antes de nacer los dos,
y antes que nadie los goce.
Un privado de su Rey,
que es ya, para más favores,
antes que Dios hombre nazca,
de su casa gentilhombre.
Un amante que le acecha
por dos canceles de flores,
uno estéril y otro virgen.
y fértiles desde entonces.

(Cantan:)
GÉNERO:

  Corred, corred, pastores,
que ha venido la gracia
de los amores.
Y repiten las aves
del verde bosque:
Si la gracia ha venido,
Juan es su nombre.

BELARDO:

  El profeta que esperaban
los siglos, viene conforme
a la esperanza divina.
dando a los desiertos voces.
El sobrescrito divino
de la carta de Dios hombre,
que por letra conocido,
cruz y forma reconoce.
El que ha de dar luz al sol,
y ser arcos de colores,
que sobre su frente misma,
dando luz al sol se opone.
(Cantan:)
  Y repiten las aves
del verde bosque:
Si la gracia ha venido,
Juan es su nombre.

(Salen pastores, y detrás ZACARÍAS, padre de SAN JUAN, vestido a lo judaico, traerá a SAN JUAN en brazos o de la mano, vestido con pieles, y su cruz con su bandera, y la encomienda de SAN JUAN, con alpargates y caballerica.)
ZACARÍAS:

  Hijo por mi bien nacido,
luz de mis ojos, que entonces
no conocí lengua y voz,
que diste tan altas voces.
Voz de Dios que te cortó
por verdad tan cierta Herodes,
que al preguntar el jüez,
que era verdad no responde.
Hoy cumples dichosos años,
y hoy día te reconocen
los bosques y estas selvas,
recibiéndote con flores.
Ea, pastores amigos,
celebrad todos conformes
al varón santificado.

(Vase.)


GÉNERO:

¡Di agora que no lo oyes!

PECADO:

Desesperado me voy:
¡Que éstos el mundo alboroten
con que fue santificado!

GÉNERO:

Allá vayas y no tornes.

(Vase.)
RIGOR:

Herodes te venga dél:
Razón será que os enojen
bailes; Bautista, guardaos
de que la cabeza os corten.

ZACARÍAS:

Hijo, ¿dónde vais agora?

SAN JUAN:

Al desierto.

ZACARÍAS:

¿A quién no rompe
las entrañas esta voz?
Porque esta voz es conforme
a la que ha de predicar
de penitencia a los hombres.
(Cantan y bailan lo siguiente, y vuélvese a entrar ZACARÍAS y SAN JUAN de la mano, y los pastores y pastoras bailando con mucho regocijo.)
(Cantan:)
  Pastorcico nuevo
de color de Dios,
aunque sois estrella,
parecéis al sol