La limpieza no manchadaLa limpieza no manchadaFélix Lope de Vega y CarpioActo II
Acto II
Salen SANTA BRÍGIDA y la CONTEMPLACIÓN.
BRÍGIDA:
No puedo, eterno Señor,
dejar de ser importuna,
que como estoy a la luna,
me mata su resplandor:
Della pretende mi amor
saber si tanta pureza
tuvo perpetua limpieza
en algún tiempo menguante,
aunque de oíllo se espante
la misma naturaleza.
Naciendo santificados
Jeremías y el Bautista,
no hallo razón que resista,
gran Señor, a mis cuidados:
Si vuestros rayos dorados
la honraron eternamente,
¿cómo eclipse se consiente?
¿O tiene jurisdicción
la cabeza del dragón
en la luz de aquel Oriente?
BRÍGIDA:
El espejo de inocencia.
la purísima María,
donde fue punto en un día
toda vuestra omnipotencia,
y ella la circunferencia
con su vientre soberano,
¿no tuvo de vuestra mano
lo que otros santos tuvieron.
y sus méritos vencieron
a todo mérito humano?
La que al Autor de la vida
nos trujo, ¿muerta nació?
¿Tan gran lunar afeó
la luna del sol vestida?
En la estrella esclarecida,
del sol limpia tramontana,
¿tocó la mancha villana
de la desdicha de Adán,
si a Jeremías y a Juan
libró tu luz soberana?
(Aparece un ÁNGEL.)
ÁNGEL:
Brígida, de tus cuidados
los tiene tu Esposo eterno
advierte en lo que preguntas,
que este es su primer consuelo.
Tuvo mi Reina y Señora
las gracias y privilegios
que tuvieron otros santos.
BRÍGIDA:
Paraninfo de los cielos,
escucha mis ignorancias.
ÁNGEL:
Prosigue tu santo intento,
y no tienes que dudar
de que se le concedieron
las gracias que son debidas
al mayor Santo del cielo.
BRÍGIDA:
Dime, intérprete divino
del soberano silencio,
de qué manera obró Dios
este divino misterio
de la santificación
de la Virgen, que no entiendo:
si fue como a Jeremías
o al Bautista, que les dieron
la gracia antes de nacer,
o tuvo otro privilegio.
ÁNGEL:
Al profeta Jeremías
se le dió el poder inmenso,
como al niño en el bautismo,
sin tener conocimiento.
También al Santo Bautista,
como a varón, conociendo
a Dios, que le visitó
dentro del virgíneo seno.
Que en el aquel salto glorioso
que dió en el claustro materno
a la presencia de Cristo,
fe y amor correspondieron
para recibir la gracia;
y a la Reina de los cielos
acelerándola el uso
de la razón, pudo a tiempo
disponerla y prepararla
a la gracia que la dieron.
Esperó en su Dios, y amóle
con amor y pecho tierno;
mira cómo amará ahora
quien lo comenzó tan presto.
BRÍGIDA:
¡Oh, gloria de los mortales!
¡Oh, soberano secreto!
Contemplarte quiero.
ÁNGEL:
Escucha
lo que le cantan los cielos. (Dentro canten:)
Si cuando niña has amor,
¿qué harás cuando mayor?
BRÍGIDA:
Aún me queda que dudar;
dime, santo mensajero,
¿el profeta Jeremías
y el santo Bautista, fueron
concebidos en pecado?
ÁNGEL:
Sí, Brígida, sí lo fueron,
porque a la naturaleza
había la gracia algún tiempo
de adelantarse.
BRÍGIDA:
¡Ay de mí! (Cúbrese.)
Ya, Virgen, no tengo ejemplo
de qué valerme: ¿qué haré?
¿Cayó la Virgen? No creo
que cayó, bien que la mano
debieron de darla luego.
Con razón Job maldecía
de la noche el manto negro.
CONTEMPLACIÓN:
Espera, no te congojes;
que es la Virgen sin ejemplo,
y más que una bendición
tuvo Dios para sus siervos.
(Vase.)
BRÍGIDA:
Virgen del mar, estrella, sol del mundo,
gloria del cielo, de los hombres vida,
puerta de Ezequiel esclarecida,
ejemplo sin primero ni segundo.
Arca del Testamento más profundo,
jamás entre las aguas sumergida
del diluvio mortal; siempre vestida
de inmensa caridad, de amor profundo.
Todos pecaron en Adán, Señora;
pero si fue también ley y estatuto
que muriese una vez el que ha nacido,
hoy vive Elías, soberana aurora;
no paguéis vos el general tributo.
ni manche a Dios la culpa su vestido.
(Sale la ALEGORÍA: es una mujer cubierto el rostro con un velo.)
ALEGORÍA:
¡Brígida!
BRÍGIDA:
¿Quién es?
ALEGORÍA:
Sosiega,
no te turbe la luz mía;
yo soy.
BRÍGIDA:
¿Quién?
ALEGORÍA:
La Alegoría,
que a darte consuelo llega.
BRÍGIDA:
Ya, señora, mis oídos
a tu dulce voz inclinas.
ALEGORÍA:
Hay en las letras divinas,
Brígida, muchos sentidos.
La historia es lenguaje llano,
como cada paso al arte;
pero dejando esto aparte,
no se pase el tiempo en vano.
Oye, Brígida, un secreto
a que alegre te convido.
{{Pt|BRÍGIDA:|
Despertaré mi sentido,
aunque dél no me prometo
que entienda.v
ALEGORÍA:
Pues el mayor
es una fiesta que quiero
hacerte.
BRÍGIDA:
La fiesta espero,
y hazme primero un favor.
}}
ALEGORÍA:
¡Pide!
BRÍGIDA:
Que del rostro el velo
te quites.
ALEGORÍA:
Soy conocida
por él; después de entendida
me le quitarás.
BRÍGIDA:
Harélo.
¿Convidaré mis criados
y amigos?
ALEGORÍA:
Seguramente;
haz que no falte un oyente;
que son votos extremados;
llama, en tanto que descubro
el secreto; verle has,
y visto, me quitarás
el velo con que me cubro.
(Vase.)
BRÍGIDA:
¡Cuidado, Contemplación,
Duda!
(Salen los tres.)
DUDA:
¡Qué priesa nos das!
Entretenernos querrás
con seis horas de oración.
BRÍGIDA:
Antes, hijos, os convido
a una fiesta milagrosa.
CUIDADO:
¿Fiesta aquí?
BRÍGIDA:
Maravillosa;
pero en diverso sentido,
sentaos, que hoy habéis de ver,
pues cuidadosos andáis,
lo que todos desáis,
y lo que espero entender.
CONTEMPLACIÓN:
Yo, Brígida, por mi parte.
seré tu contemplación.
DUDA:
Yo tus dudas, porque son
principios de mejorarte.
CUIDADO:
Yo tu cuidado, que al fin
te dejaré sin fastidio.
BRÍGIDA:
El entendimiento envidio
del más alto serafín.
(Siéntense y salen los músicos.) (Cantan:)
Reinando el invicto Asuero
desde Etiopía a la India,
obedecido de ciento
y veinte y siete provincias,
de su imperio, el tercer año
estando en su asiento un día,
a sus príncipes y grandes,
persas y medos, convida.
Llamó a la hermosa Vastí,
su mujer, porque quería
que viesen los convidados
las prendas que más quería.
Inobediente a su esposo
y obediente a sus desdichas,
no le obedece la Reina,
y el Rey del reino la priva.
(Vanse.)
CUIDADO:
Del rey Asuero iban cantado;
¿qué tiene aquesto que ver
con lo que quieres saber?
CONTEMPLACIÓN:
¡Mucho, con callar, Cuidado!
DUDA:
¿Quién es aquéste que sale?
(Sale el TIEMPO a echar la loa.)
CUIDADO:
Este es el Tiempo.
DUDA:
¿El Tiempo es éste? ¡Qué hará
de pedir aguas y soles!
CUIDADO:
El Tiempo a todos socorre;
con eso va todo ya,
que es lástima.
CONTEMPLACIÓN:
¿De qué modo?
DUDA:
Perdido a remate todo.
CUIDADO:
No va, Duda, ya lo está.
CONTEMPLACIÓN:
Dejalde hablar; que parece
que queréis darle vejamen.
BRÍGIDA:
Mas ¿qué aguardáis, que me llamen?
DUDA:
Diga; silencio merece.
CUIDADO:
¿Es esto por pasatiempo?
BRÍGIDA:
Sí, mas no consideráis
que mientras del Tiempo habláis
se os está pasando el tiempo.
TIEMPO:
Fué, Duda, de mucha gente.
DUDA:
Por mi duda ha comenzado.
TIEMPO:
Saber si el tiempo pasado
fue mejor que no el presente.
Y si en estas disensiones
constituyeron por juez
al mismo Tiempo, esta vez
nos sacará de cuestiones.
Allá en mis principios fui
dividido en cuatro edades,
en que tantas variedades
han llovido sobre mí.
Nombre de la Edad de Oro
tuvo mi primera edad;
perdone la antigüedad
y su sagrado decoro.
Abre, pues, sagrada Esposa,
del alma los ojos bellos,
darás alcance con ellos
a tu duda cuidadosa.
Oye atenta: entenderás
misterios de gloria llenos,
porque Dios no diera menos
al alma que quiso más.
(Vase.)
BRÍGIDA:
¿Hay tan notable favor?
CUIDADO:
El Tiempo ha llegado a tiempo.
DUDA:
Yo he notado...
CUIDADO:
¿Qué?
DUDA:
Que el Tiempo
se ha hecho grande hablador.
Haced que no se le abra
la puerta.
CONTEMPLACIÓN:
Engañóte el nombre;
que en este tiempo no hay hombre
que ose hablar una palabra.
DUDA:
La fiesta comienza ya;
estad atentos los tres.
CUIDADO:
Como tú, Duda, lo estés,
nadie palabra dirá.
(Tocan chirimías, y salen el REY ASUERO y AMÁN, bizarros, y gente de acompañamiento.)
ASUERO:
Quedo advertido, Amán, de lo que agora
quisieres proponerme.
AMÁN:
Ya olvidada
de tu grandeza, ¡oh Rey! que Persia adora,
una canalla vil, gente obstinada,
que no la mira la rosada aurora,
ni la parte del mundo celebrada,
más libre, más feroz y más exenta
en las provincias que por suyas cuenta;
Nabucodonosor, Rey tan famoso
de la ciudad de Nino, haciendo guerra
a Judea y Samaria victorioso,
gran parte della trasladó a su tierra:
su número infeliz creció dichoso
por todo lo que su distrito encierra;
no son dignos, señor, de las ciudades
que gobiernan entrambas Majestades.
A muerte, como es justo, los condenas:
asegura, señor, tu Real corona;
viertan la sangre las traidoras venas
del hebreo feroz que te baldona;
sientan de tu rigor las justas penas,
sin que dellos se libre una persona,
y si pierdes tributo por perdellos,
diez mil talentos te daré por ellos.
ASUERO:
Amán, este es mi gusto, aquéste toma,
y haz dellos a tu gusto, y los talentos
guárdalos para ti, que estoy seguro
que procuras el bien de mis Estados,
que solicitas su dichoso aumento,
y que empleas tus fuerzas en servirme
industrioso, leal, prudente y firme.
Haz de esa gente lo que tú quisieres;
vivan o mueran por tu gusto solo.
AMÁN:
Prospere el cielo, gran señor, tu vida,
sin que la muerte y tiempo te lo impida,
y del resto del mundo que te falta,
te dé tan presto posesión tan justa,
cuanto merece tu persona augusta.
Estimo y reconozco que dirijas
a sólo tu servicio mis aumentos,
que el alto y gran lugar en que me pones,
debo estimar, señor, por mil razones.
ASUERO:
Yo sé lo que mereces, y te estimo
por primero en mi casa, y mi persona
te confiesa deber, cetro y corona.
Honrarte quiero, Amán, y que mi trono
en solo un grado se aventajé al tuvo.
AMÁN:
De esa grandeza tu valor arguyo.
(Vase el REY.)
ARSINDO:
Vengádote has del arropme hebreo.
AMÁN:
No he podido tomar mayor venganza,
como no se ejecute mi deseo,
que aflige diferida la esperanza:
¡que no se me sujete Mardoqueo,
ni apenas su persona haga mudanza
a mi grandeza cuando ve que paso!
ni muda el cuerpo, ni apresura el paso!
¡Que un esclavillo vil no me respete,
que no me tenga en nada siendo menos!
ARSINDO:
Despacha de tu letra lo acordado.
AMÁN:
Hoy haré que por todas las provincias
Se despachen, Arsindo, provisiones
para que mueran todos en un día:
trece del mes de Agar quiero que sea;
no se perdone desde el tierno, infante
hasta el viejo decrépito, ni tenga
el acero, piedad de la hermosura,
aunque tiemble al herir la mano dura.
ARSINDO:
Así te vengarás de tu enemigo.
AMÁN:
Merece la soberbia tal castigo.
(Vanse los dos.)
DUDA:
Esta representación
es otra crueldad de Herodes.
CONTEMPLACIÓN:
Bien es que se la acomodes,
que es buena comparación.
Y pues que hay niños aquí,
que por tragedia la cuentes
de otros tantos inocentes.
CUIDADO:
No ha de suceder ansí.
DUDA:
Cuando a César le contaron
que mató Herodes impío
sus hijos, siendo judío,
que nunca puerco mataron;
«en casa de Herodes, dijo,
aunque reina el interés,
harto mejor pienso que es.
ser puerco del Rey, que hijo.»
Mas, por mi vida, que Asuero
representaba muy bien.
CUIDADO:
¿Y no el Amán?
DUDA:
Sí, también,
y con semblante severo.
CONTEMPLACIÓN:
Escuchad, que viene Ester
lindamente aderezada,
de la corona adornada,
porque se deja entender
que es la mujer la corona
del varón.
BRÍGIDA:
Bien está en ella,
que fue virtuosa y bella.
(Salen ESTER y CELSA, dama, y un CRIADO.)
DUDA:
¡Oh, qué extremada persona!
CONTEMPLACIÓN:
Gran contento me da a mí
de que repudiase Asuero
a la que quiso primero.
CUIDADO:
¿Quién fue?
CONTEMPLACIÓN:
La reina Vastí.
ESTER:
Tan triste Mardoqueo,
que todo su valor desautoriza.
CRIADO:
Su honrada frente veo
cubierta, Reina hermosa, de ceniza,
y en vez de su vestido,
un lazo pardo alrededor ceñido.
La ropa tan costosa
que le enviaste ayer de aquel brocado,
guarnecida y preciosa,
bordada en perlas de uno Y otro lado,
despreció libremente:
la púrpura arrojó, no la consiente.
ESTER:
Parte luego, y pregunta
de su dolor la causa.
CRIADO:
Ya he sabido
lo que su pena junta.
BRÍGIDA:
A tierno sentimiento me ha movido.
DUDA:
¡Qué bien pintó el poeta
mudo el silencio y ocasión secreta!
CRIADO:
Es la causa, señora
que ayer se publicó un edicto fiero
contra tu gente: llora
de ver que todos mueren.
ESTER:
Y yo muero:
¡Qué riguroso edito!
¡Parece que con sangre le han escrito!
CRIADO:
Ruégate Mardoqueo
que hables al Rey y que piedad le pidas.
ESTER:
Harélo, si los veo
en peligro tan fiero de las vidas;
que no es bien que mi gente
en peligro se vea tan urgente.
Mas ha ya treinta días
que no me ha visto el Rey, y estoy dudosa:
las humildades mías
merecieron llegar a ser su esposa;
mas poco amor se llama
el que puede pasar sin lo que ama.
Ni sé si ya me quiere,
ni si el amor me tiene que solía,
pues que dello se infiere
pasar, no treinta, no, ni un solo día,
sin el amado objeto;
si la causa cesó, cese el efeto.
CRIADO:
Bien sabes que te adora.
ESTER:
Tengo, amigo, a sus leyes justo miedo,
que a su presencia agora
nadie puede llegar, ni llegar puedo;
que es terrible sentencia
querer hablarle sin tener licencia.
Tiene pena de muerte,
si el Rey no extiende en él su cetro de oro,
[-erte]
quien llega a verle. Mis desdichas lloro,
si me quita la vida
primero, amigo, que las otras pida.
De mi poco respeto
ofendido, mi esposo, hará matarme;
mas hablarle prometo,
aunque a la muerte vaya a aventurarme.
(Vanse.)
CRIADO:
Yo espero en Dios, señora,
que has de ser de tu pueblo redentora.
BRÍGIDA:
¿Qué quiere aquesto decir?
CONTEMPLACIÓN:
No, más del caso de Ester.
BRÍGIDA:
Pues ¿qué tengo de entender?
DUDA:
Mucho, con callar y oír.
Deja que Ester al Rey vaya,
a quien tan dudosa vi;
porque argumentos aquí
es llevar hierro a Vizcaya.
(Salen ASUERO y AMÁN con el cetro del REY, siéntese en un trono, y AMÁN más bajo.)
AMÁN:
Con tu sello Rëal se apercibieron
las cartas para todas las provincias.
ASUERO:
Ya te he dicho que todo lo remito
a tu querer; entréguesete el pueblo;
será inviolable ley tu gusto solo.
(Sale ESTER muy temerosa, y una CRIADA con la falda.)
ASUERO:
¿Quién es la que se aventura
contra mi ley, y entra agora
sin mi licencia?
AMÁN:
Señor,
Ester, tu querida esposa.
ESTER:
¡Ay, que el Rey me mira airado!
CRIADA:
No temas, llega, señora.
BRÍGIDA:
¡Con qué miedo llega Ester!
Parécele que la hora
es de su muerte llegada.
CONTEMPLACIÓN:
Si la ley no se deroga,
que es decreto general,
yo temo su muerte.
(Va ESTER hacia el trono y hace tres reverencias, y a la postrera se desmaya, y salta el REY del trono y tiénela en los brazos, y éste se desmaya.)
ASUERO:
¡Esposa!
DUDA:
¡Que ha caído Ester, Cuidado!
CUIDADO:
Iba a caer, pero dióla
la mano el Rey.
(Sale la ALEGORÍA.)
ALEGORÍA:
Si por dicha
has entendido la historia,
ella responda por mí.
BRÍGIDA:
Pues perdona, dama hermosa,
que quiero quitarte el velo. (Quítala el velo.)
Venciste mis dudas todas:
ya entiendo lo que dudaba.
¡Oh, hermosa Reina! ¡Oh, Señora
del cielo! ¡Oh, Virgen, de quien
hoy ha sido Ester la sombra!
Fuistes a caer, y el Rey,
desde su trono de gloria,
bajó a teneros, de un salto
que salvó la tierra toda.
Llena de gracia os dejó,
siempre limpia, siempre hermosa;
el que os quiso para Madre,
os preservó: denle gloria
los cielos. ¡Virgen divina,
desta ley excepción sola,
entre los brazos de Dios
os contemplo, dulce Esposa!
Salid, de amor y alegría,
¡oh, lágrimas venturosas!
y bañad mi rostro, en tanto
que el de Ester menudo aljófar.
¡Oh, Virgen santa! ¡Aquel punto
quede siempre en mi memoria
de tu limpia Concepción!
CONTEMPLACIÓN:
¡De puro contento llora!
BRÍGIDA:
¿Cómo pagará tributo
la tierra que entre mil rosas
produjo al gran Sacerdote,
pues en Egipto, Señora,
la tierra sacerdotal
no consiente se le imponga,
ni le paga a Faraón,
pagando las tierras todas?
ASUERO:
¡Ay, dulce esposa mía!
¿Por qué medrosas truecas
tus encarnadas rosas
en blancas azucenas?
¿Por qué te me desmayas?
¿Por qué temblando llegas,
si sabes que los brazos
de mi poder te cercan?
De tu desconfianza
formara dulces quejas;
pero es amor humilde;
temer quien ama es fuerza.
ESTER:
Temí tu ley, Rey mío,
y viendo tu grandeza,
caer pensé a tus plantas;
faltáronme las fuerzas.
Las de tu excelsa mano,
que sólo tú pudieras,
me tuvieron en alto
por tu Rëal clemencia.
Susténtanme tus brazos,
que tu invencible diestra
a la humildad ensalza,
y humilla a la soberbia.
ASUERO:
¡Oh, como eres hermosa,
toda graciosa y bella,
no hay en ti mancha alguna!
CONTEMPLACIÓN:
¡Qué dulce la requiebra!
ASUERO:
Tus ojos de paloma,
tu mansedumbre muestran;
tus cabellos, que el sol
para rayos quisiera,
parecen a las cabras,
que iguales lanas peinan,
subiendo por las cumbres
y verdes asperezas
del monte Galaad,
pirámides de yerba:
¡Oh, qué venda de grana
tus labios hermosea!
¡Qué púrpura de Tiro
tu dulce aliento cerca!
La torre de David
tu cuello representa,
inexpugnable alcázar
fundado en mi defensa,
de cuyos homenajes,
por las orillas cuelgan
mil dorados escudos,
mil aceredas piezas;
si en los del Macabeo,
que el rubio sol alegran,
bordan de luz los montes,
los tuyos las estrellas:
dos tiernos cabritillos
tus pechos son, que juegan
entre lirios azules
y cárdenas violetas,
hasta que caiga el día,
y por la tarde fresca,
las inclinadas sombras
sus luces oscurezcan:
ASUERO:
Ven, pues, esposa mía;
pondréte en la cabeza
una corona de oro
que al sol en rayos venza:
la de Amaná y Hermón,
y de Saín, te espera;
y el Líbano sus palmas
humilla a tu grandeza:
ven, reina a coronarte
de las ocultas cuevas
de pardos y leones
que tus Reales puertas
a todas horas guardan;
y hay quien te ronda y vela
con más abiertos ojos:
¡Tan cierta es tu defensa!
ESTER:
Aquí tienes tu esclava.
ASUERO:
Sólo de tu cabeza
un cabello me prende,
sólo una niña bella
de tus ojos, me tira
enamoradas flechas.
ESTER:
Señor, dijo la ley
que nadie a tu presencia
entre sin gusto tuyo,
o que si entrare, muera.
ASUERO:
Las leyes, dulce esposa,
exceptan a las reinas;
ésta por ti no ha sido,
sino por todos puesta.
(Vanse.)
CONTEMPLACIÓN:
No sé qué mejores modos,
Brígida, pudiera haber
para dártelo a entender.
BRÍGIDA:
No por ti, sino, por todos.
¿Hay ventura semejante?
¿Hay dicha como la mía?
CONTEMPLACIÓN:
Ya la Duda no porfía.
DUDA:
No hallo cosa repugnante,
[...]
[...]
[...]
puesto que una se me ofrece:
si fue como esta caída
la de la Virgen sagrada,
tan a tiempo preservada,
bien pudo ser redimida,
que el que dijo cautiverio,
dijo esclavo; si no, dime:
¿quién vió, pues, que se redime
donde no hubo cautiverio?
CONTEMPLACIÓN:
¿No has leído que intentaba
un filisteo estrenar
la espada en David, y al dar
el golpe con furia brava,
en medio se atravesó
y previno a Abisaí?
Pues David confiesa allí
lo que Labán confesó.
Redimir es dar salud;
pues di, ¿qué quieres dudar?
¿Caso que no ha de faltar
por ser todo de virtud?
BRÍGIDA:
De duda entiendo que sales;
admira la prevención;
que tan alta redención
es de personas Reales.
De suerte que de mil modos
podéis decir, Virgen, vos,
pues así os excepta Dios:
no por mí, sino por todos.
(Vanse la SANTA y la CONTEMPLACIÓN.)
DUDA:
¡Oh, qué divina alegría!
¡Oh, qué suceso tan raro!
Ya no soy Duda, ni quiero;
llámenme ya Desengaño,
nadie me llame la Duda;
que no dudaré, si alcanzo
un leño hacerme Golías,
que tenga manchego el brazo.
Desde agora se lo digo
que el Desengaño me llamo:
¡Vítor la Virgen divina!
¡Vítor mil veces!
(Sale el PECADO.)
PECADO:
¡Villano!
¿Qué es aquesto?
DUDA:
¿Qué ha de ser
pues que me ha estado escuchando,
sino que ayer era Duda,
y hoy me vuelvo Desengaño?
PECADO:
Pues ¿quién ha sido tu Ovidio?
DUDA:
¡Pardiez! Señor licenciado,
la Piedad y la Razón
en esto me transformaron.
PECADO:
Pues, Duda, ¿no eres tú mía?
DUDA:
¿Quién sois vos, señor hidalgo?
PECADO:
¿Al Pecado no conoces?
DUDA:
Habló por boca de ganso:
¡El Pecado! Linda cosa,
¿no le dice con empacho?
¡Qué apellido solariego,
montañés o guipuzcoano!
PECADO:
Si dicen que el más antiguo
es el mayor hijodalgo,
¿quién más antiguo que yo?
¿No se sabe que pecaron,
luego al principio del mundo,
Duda, sus dos protoplastos?
DUDA:
Protoplasto o protonecio,
idos a hablar al establo,
y no os metáis con la Virgen;
que os daré doscientos palos;
que a la llaga que sabéis,
ya Dios le puso un emplasto,
lavóla en vino y aceite,
como buen Samaritano.
Y a vos, sierpe, que la hicistes
con un leño de dos manos
os igualó las costillas
y el cogote a garrotazos.
Escuchad: ¿de qué os reís?
¿No sabéis que un gran soldado,
mofador del pueblo hebreo,
y vuestro gran paniaguado,
saliendo enojado un día
con David lidiando al campo,
con su zurrón pastoril
y su cavado en la mano,
le dijo: «Niño, ¿soy perro
que me amenazas con palo?»
Pues mirad cómo le fue,
que el pastor tuvo buen brazo,
y a dos por tres, en la frente
le clavó un gentil guijarro;
que al pasar un limpio arroyo,
apañó cinco callando:
del arroyo los cogió,
porque para vos, Pecado,
el agua es bravo elemento,
preguntádselo a los carros
del soberbio Faraón,
que al agua aprisa se echaron;
pero volvió el mar sobre ellos
con olas como peñascos.
PECADO:
¡Qué grande hablador te has hecho!
DUDA:
Aquí os duele. Qué, ¿enojaisos
porque os tiré cinco piedras?
pues otra tengo en la mano.
¿No conocéis a la Virgen,
concebida sin resabio
del pecado original?
PECADO:
Mucho te vas despeñando.
DUDA:
Vos sois el que os despeñáis;
que caísteis de tan alto,
que yo digo que lo oí,
y aun juro que revelaron
a Brígida mi señora...
PECADO:
¿Qué le han dicho?
DUDA:
¿Qué? Que cuando
nació la divina Virgen
os tuvieron bien atado,
y no pudistes mordella.
PECADO:
Yo haré que por muchos años
se sepulte esa verdad,
aunque agora peno y rabio.
DUDA:
Una vez, en un librito
leí que un hombre encantado,
sólo por el pie podía
ser herido.
PECADO:
¡Muero, rabio!
DUDA:
Aplico, y digo: vos siempre
estuvistes acechando
a todos cuantos nacieron
desde aquel principio errados:
por el suyo Adán nació
de cabeza; que el pecado.
fue pecado de cabeza,
y por eso le heredaron:
pues como siempre nacían
pies arriba, boca abajo,
íbades a los talones
a morder a vuestro salvo.
Nació esta Niña de pies,
que fue el incendio más claro
de su dicha y de la nuestra,
y estuvistes esperando
si de cabeza nacía,
y con el pie os ha quebrado
la vuestra, que ya tenéis
como, granada los cascos.
PECADO:
Voyme al infierno.
DUDA:
Acertáis,
si tenéis allá algún cuarto
que sea de invierno caliente,
y sea fresco de verano.
¡Vítor la Virgen, señores,
concebida sin pecado!