La noche de la verbena/VI
(Que oyó todo lo que dijo Antonio y mostrando una gran alegría y satisfacción.) ¡Gracias, Virgen mía, gracias!
Pero, chiquilla, ¿estabas ahí?
Oyéndolo todo, todo;¡qué alegría! no me engañaba el corazón.
Picaruela, no sabía que tú escuchabas.
Dios te lo pague; ¡cuánto me hiciste sufrir con tu vida de bullanga!
Eso pasó. (Muy cariñosamente.)
Sí, es cierto, me lo dice éste, (Señalando al corazón.) que no me engaña, (se sientan.) ¡Cuánto nos hemos querío!
Y cuánto nos tenemos que querer; porque yo ahora te quiero más que nunca.
Embustero.
¡Palabra, Carmencilla, palabra!
(Recordando con alegría tiempos pasados.) ¿Te acuerdes cuando éramos chavales?
Eso no se olvida.
A la que subía yo por la de Embajadores con mis compañeras de la fábrica, bajabas tú con una blusilla mu blanca y una cara mu morena y mu pícara; yo dije a mis amigas... me da vergüenza decirlo.
Dilo, tonta.
Pos dije, ¡vaya un modelo de mocito pa un querer; qué simpático es el albañilito!; lo cual que tú lo oiste y contestaste: Pos este albañilito la va a hacer a usté una casita con un cuartito pa los dos, y en el rincón una cunita pa el nene, porque yo tengo que ser el padre de esa criatura que a usté la llame madre.
¡Lo recuerdo bien! ¡Y tú te reíste y no te supo mal el caramelo.
¡Me supo a gloria! Desde aquel día te quise.
Nos quisimos, querrás decir.
Justo, nos quisimos mucho, mucho; tú me ibas entregando el jornalillo pa ahorrar pa la boda; yo guardaba aquello como una reliquia. Tó el barrio decía: ¡tié suerte la Carmen! ¡qué chico más bueno! ¡qué trabajador! ¡ese llegará! ¡ese será un hombre! Y yo escuchaba mu fantisiosa aquellas flores que te echaban, con las que me adornaba yo pa pasear por el barrio.
¿Te gusta recordar aquéllo?
Mucho; como que recordándolo aún se respira felicidad; aquél ir y venir de la fábrica, aquél afanar en el trabajo.
Aquella bohardilla de la calle de la Paloma, que arreglé yo pa ti con claveles y albahaca, y que parecía un estuche donde se iba a guardar una perla morena que eras tú.
¡Qué bohardillita aquella! cuántas noches de luna y mirando allá lejos, hacia la sierra del Guadarrama, me preguntaste: ¿Me quieres mucho? y yo te respondía: ¡Hasta la pared de enfrente!
¡Mi Carmencilla!
Y fuimos muy felices.
Yo empecé a maestrear, a ganar dinero, pa que tú no carecieras de ná.
¡Maldito dinero! Y entonces fué cuando carecí de tó, porque empezaste a ambicionar lo que antes no ambicionabas, y el pajarillo de aquel nido de amor voló en busca de torres más altas, y te dejaste engañar por las mariposas negras que venían hacia ti atraídas por el brillar de tus sortijas.
Calla, Carmen, calla.
No, tonto, si eso pasó, si ya lo sé que pasó... ¡Cuántos celos! ¡Cuántas lágrimas! y hoy que te apiadas de mí y que estás a mi lao, ya no te veo...
Qué importa que no me veas si me llevas dentro de tu alma.
Es verdad, estoy contenta, muy contenta, sí, porque cuando brillaban mis ojos no te veía nunca, y hoy, aunque mis ojos no te vean, te ve mi corazón y te tengo a mi lao, así, junto a mí.
Junto a ti siempre, mujercita buena.
¡Bendito Dios que con traerme tanta desgracia me dió tanta felicidad!
Te estás emocionando y habíamos quedado en que ibas a estar siempre alegre.
¡Muy alegre! ¿Cuándo iba a soñar yo con un lazarillo como tú?
Sí, como yo, bien mío, que te llevaré por el mundo cogida así, de mi brazo, y vé tranquila, que senda de flores ha de ser, mi alma, por donde tú pises.
¡Antoñillo!
¡Carmencilla! Pero, bueno, anda, que recordando cosas se va la noche; arréglate, y mientras tú te arreglas yo voy a terminar un plano; ponte las alhajas mejores; vamos, ponte como pa irnos a casar de nuevo.
¡Ilusiones!
¡Pues ahora es cuando me gustas más, chiquilla!
Pues ahora, si es tu gusto, es cuando más me voy a adornar. ¡Miálas, te lo prometo! (Mutis lateral izquierda.)
(Dirigiéndose lateral derecha a su despacho y limpiándose unas lagrimillas.) ¡Y que aún venga Matías a decirme que está allí la «Faroles»! (Vase.)