La perfecta casada: Capitulo 9

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La perfecta casada
de Fray Luis de León
Capitulo 9

Ciñóse de fortaleza y fortificó su brazo. Tomó gusto en el granjear; su candela no se apagó de noche. Puso sus manos en la tortera, y sus dedos tomaron el huso.


Tenga valor la mujer, y plantará viña; ame el trabajo, y acrecentará su casa; ponga las manos en lo que es proprio de su oficio, y no se desprecie dél, y crecerán sus riquezas; no se desciña, esto es, no se enmollezca, ni haga de la delicada, ni tenga por honra el ocio, ni por estado el descuido y el sueño, sino ponga fuerza en sus brazos y acostumbre a la vela sus ojos, y saboréese en el trabajar, y no se desdeñe de poner las manos en lo que toca al oficio de las mujeres, por bajo y por menudo que sea; y entonces verá cuánto valen y adónde llegan sus obras.

Tres cosas le pide aquí Salomón, y cada una en su verso: que sea trabajadora, lo primero; y lo segundo, que vele; y lo tercero, que hile. No quiere que se regale, sino que trabaje.

Muchas cosas están escriptas por muchos en loor del trabajo, y todo es poco para el bien que hay en él; porque es la sal que preserva de corrupción a nuestra vida y a nuestra alma; mas yo no quiero decir aquí nada de lo general. Lo que propriamente toca a la mujer casada, eso diré solamente: porque cuanto de suyo es la mujer más inclinada al regalo y más fácil a enmollecerse y desatarse con el ocio, tanto el trabajo le conviene más. Porque, si los hombres, que son varones, con el regalo conciben ánimo y condición de mujeres, y se afeminan, las mujeres ¿qué serán, sino lo que hoy día con muchas dellas? Que la seda les es áspera, y la rosa dura, y les quebranta el tenerse en los pies, y del aire que suena se desmayan, y el decir la palabra entera les cansa, y aun hasta lo que dicen lo abortan, y no las ha de mirar el sol, y todas ellas son un melindre y un lijo, y un asco; perdónenme porque les pongo este nombre, que es el que ellas más huyen, o, por mejor decir, agradézcanme que tan blandamente las nombro.

Porque quien considera lo que deben ser y lo que ellas mismas se hacen, y quien mira la alteza de su naturaleza, y la bajeza en que ellas se ponen por su mala costumbre, y coteja con lo uno lo otro, poco dice en llamarla así; y, si las llamase cieno, que corrompe el aire y le inficiona, y abominación aborrecible, aún se podía tener por muy corto. Porque, teniendo uso de razón, y siendo capaces de cosas de virtud y loor, y teniendo ser que puede hollar sobre el cielo y que está llamado al gozo de los bienes de Dios, le deshacen tanto ellas mismas, se aniñan así con delicadez, y se envilecen en tanto grado, que una lagartija y una mariposilla que vuela tiene más tomo que ellas, y la pluma que va por el aire, y el aire mismo, es de más cuerpo y substancia. Así que debe mirar mucho en esto la buena mujer, estando cierta que, en descuidándose en ello, se volverá en nada. Y como los que están de su naturaleza ocasionados a algunas enfermedades y males, se guardan con recato de lo que en aquellos males les daña, así ellas entiendan que viéndose dispuestas para esta dolencia do nadería y lindrería, o no sé cómo la nombre, y que en ella el regalo es rejalgar, y guárdense dél como huyen la muerte, y conténtense con su natural poquedad, y no le añadan bajeza ni la hagan más apocada; y adviertan y entiendan que su natural es femenil, y que el ocio, él por si afemina, y no junten a lo uno lo otro, ni quieran ser dos veces mujeres.

He dicho el extremo de nada a que vienen las muelles y regaladas mujeres, y no digo la muchedumbre de vicios que desto mismo en ellas nacen, ni oso meter la mano en este cieno, porque no hay agua encharcada y corrompida que críe tantas y tan malas sabandijas, como nacen vicios asquerosos y feos en los pechos destas damas delicadas de que vamos hablando. Y en una dellas, que pinta en los Proverbios (cap. V) el Espíritu Sancto, se vee algo desto; de la cual dice así:

«Parlera y vagabunda, y que no sufre estar quieta, ni sabe tener los pies en su casa, ya en la puerta, ya en la ventana, ya en la plaza, ya en los cantones de la encrucijada, y tiende por dondequiera sus lazos. Vió un mancebo, y llegóse a él, y prendióle, y díjole con cara relamida, blanduras: «Hoy hago fiesta y he salido en tu busca, porque no puedo vivir sin tu vista, y al fin he hecho en ti presa. Mi cámara he colgado con hermosas redes, y mi cuadra con tapices de Egipto; de rosas y de flores, de mirra y lináloe está cubierto el suelo todo y la cama. Ven, y bebamos la embriaguez del amor, y gocémonos en dulces abrazos hasta que apunte el aurora».

Y si todas las ociosas no salen a lo público de las calles, como ésta salía, sus abscondidos rincones son secretos testigos de sus proezas, y no tan secretos que no se dejen ver y entender. Y la razón y la naturaleza de las cosas lo pide, que cierto es que produce malezas el campo que no se rompe y cultiva, y que con el desuso, el hierro se toma de orín y se consume, y que el caballo holgado se manca.

Y demás desto, si la casada no trabaja, ni se ocupa en lo que pertenece a su casa, ¿qué otros estudios o negocios tiene en que se ocupar? Forzado es que, si no trata de sus oficios, emplee su vida, en los oficios ajenos, y que dé en ser ventanera, visitadora, callejera, amiga de fiestas, enemiga de su rincón, de su casa olvidada y de las casas ajenas curiosa, pesquisidora de cuanto pasa, y aun de lo que no pasa inventora, parlera y chismosa, de pleitos revolvedora, jugadora también, y dada del todo a la risa y a la conversación y al palacio con lo demás que por ordinaria consecuencia se sigue, y se calla aquí agora, por ser cosa manifiesta y notoria.

Por manera que, en suma y como en una palabra, el trabajo da a la mujer, o el ser, o el ser buena; porque sin él, o no es mujer, sino asco, o es tal mujer, que sería menos mal que no fuese. Y si con esto que he dicho se persuaden a trabajar, no será menester que les diga y enseñe cómo han de tomar el huso y la rueca, ni me será necesario rogarles que velen, que son las otras dos cosas que les pide el Espíritu Sancto, porque su misma afición buena se las enseñará; y así dejando esto aquí, pasaremos a lo que sigue: