La profunda habilidad de dos concejales
Vinieron hace pocos años á Madrid dos labradores, comisionados por el concejo de su pueblo para encargar á un célebre escultor la estátua de San Sebastian, destinada al altar mayor de su iglesia.
El escultor aceptó el encargo, oyó á los labradores, leyó las cartas que le entregaron, y se convino con ellos en el precio y en el tiempo.
— Serviré al concejo, dijo á los comisionados; pero, para que pueda en todo darle gusto, deseo saber si quieren Vds. que represente al santo vivo ó muerto.
Los dos labradores se miraron uno á otro y no acertaron á resolver.
— ¡Pardiez! dijo á poco rato uno de ellos, nada reza sobre este particular la instruccion que nos han dado; pero lo mejor de todo será que lo represente V. vivo, porque si lo quieren muerto, allá lo mataremos.