La que á nadie no perdona

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XCVII


L

a que á nadie no perdona,

á reyes ni á ricos homes,
á mí, fincado en Valencia,
llegó á mi puerta y llamóme;
y fallándome dispuesto
á su voluntad conforme,
fago así mi testamento,
y mi voluntad al postre:
«Yo, Rodrigo de Vivar,
»llamado por otro nombre
»el bravo Cid Campeador
»de las morismas naciones,

»el alma encomiendo á Dios
»que en su reino la coloque;
»y el cuerpo, fecho de tierra,
»mando que á su centro torne;
»y después que sea finado,
»con los untos de los botes
»que me endonó el rey de Persia
»le unten, compongan y adoben;
»y puesto sobre Babieca
»tras mi seña y mis pendones,
»lo enseñedes al rey Búcar
»y á todos sus valedores.
»Y mando que á mi Babieca
»lo sotierren y lo adofen,
»non coman canes caballo
»que carnes de canes rompe;
»y para facerme obsequias
»se junten mis infanzones,
»los de mi pan y mi mesa,
»los buenos conqueridores;
»y á la santa cofradía
»del rico Lázaro pobre,
»mando el prado de Vivar,
»ende, aquende, y sus quiñones.
»Item, mando que no alquilen
»plañideras que me lloren,
»bastan las de mi Jimena
»sin que otras lágrimas compre.
»Y en San Pedro de Cardeña
»junto al santo Pescadore
»me fabriquen un fosal
»con su túmulo de bronce.
»Item, mando que al judío,
»que engañé estando tan pobre,
»lo que pesare él de arena
»le dén de plata otro cofre.

»Y á Gil Díaz tornadizo,
»que de moro á Dios volvióse,
»le mando mis femolarias,
»mis corazas y quijotes.
»El noble rey don Alfonso
»y el buen obispo don Lope,
»y mi sobrino Alvar Fáñez
»sean mis cabezadores:
»y lo demás de mi haber
»se reparta entre los pobres,
»que son entre el hombre y Dios
»padrinos y valedores.»