La segunda parte de Lazarillo de Tormes/VI
Capítulo VI
En que cuenta Lázaro lo que al capitán Licio, su amigo, le aconteció en la corte con el gran capitán.
Pues, estando assí, como he contado, a ratos caçando, a ratos exercitando las armas con aquellos que diestros se habían hecho, dende a ocho días que mi amigo se había partido, nos llegó una nueva, la cual manifestó la tristeza que llevaba al partir con hacernos a todos los más tristes peces de todo el mar. Y fue el caso que, cuando el capitán general se hubo comigo tan ásperamente como he contado, él quisiera que me fuera luego del exército, y que los apassionados a quien yo había hecho ofensa me ofendieran y dieran muerte, y aun, como después se supo, él había mandado a ciertos atunes que, viéndome desmandado, me matassen, y averiguado, no por más de por parecelle, como era verdad, ser yo tal testigo de su cobardía, porque otra causa yo no hallaba, sino por do merecía ser gratificado. Mas Dios no dio lugar a esta maldad, poniendo, como puso, a Licio en coraçón el favor que me hizo; lo cual sabido por el general, tomó assí mismo con él gran odio y mala voluntad, afirmando y jurando que lo que Licio hizo por mí fue por dalle a él pesar; y sabiendo también que en él tenía mal testigo, por estar junto a mí cuando el general entró en la cueva diciendo: «Paz, paz».
Juntóse todo, y lo que en mí había hecho el buen capitán, y mejor que él. Procuró con todas sus malas mañas hacer, y como fue en la corte, luego fue con grandes quexas al rey infamándole de traidor y aleve, diciendo que una noche, teniendo el dicho capitán Licio en cargo la guarda y la más cercana centinela, por muchos dineros que le había dado por libralle de serla. Y esto decían él y otros muchos más. Y assí le ayude Dios como dixo la verdad, que Lázaro de Tormes no le podía dar sino muchas cabeças dellos que tenía a sus pies, y dispuso dél, diciendo que había traído de partes estrañas un atún malo y cruel, el cual atún había muerto gran número de los de su exército con una espada que en la boca traía, de la cual jugaba tan diestramente que no era possible sino ser algún diablo que para destrución de los atunes tomó su forma, y que él, viendo el daño que el mal atún había hecho, lo desterró y, so pena de muerte, le mandó se apartasse del campo; y que el dicho Licio, en menosprecio del real mandado y de la real corona, y a su despecho, lo había acogido en su compañía y dado favor y ayuda, por do había incurrido en crimen lese majestatis, y por derecho y ley debía de ser hecha dél justicia, porque fuesse castigo de su yerro y en él otros tomassen exemplo, porque dende adelante nadie fuesse contra los mandamientos reales.
El señor rey, assí mal informado y peor consejado, dando crédito a las palabras de su mal capitán, con dos o tres malos y falsos testigos que juraron lo que él les mandó, y con una probança hecha en ausencia y sin partes, el mismo día que llegó a la corte el buen Licio, muy inocente desto, mandó fuesse luego preso y metido en una cruel mazmorra y echada a su garganta una muy fuerte cadena. Y mandó al general hiciesse con toda solicitud poner en él guarda y llevar a pura y debida execución su castigo, el cual luego proveyó más de treinta mil atunes que le hiciessen la guarda.