La supresión del tiempo
La preciosa, la encantadora Abelina, niña de diez y seis años, esperaba ayer impaciente á su primo Ricardo. Eran las cuatro, y su primo debia llegará las seis: ¡ah! pero cómo esperar dos horas una niña tan linda. El tiempo es siempre un viejo perezo so que apenas puede andar para el que espera la dicha; un minuto es muchas veces en la vida mas largo que una hora.
Es necesario azotar al viejo del tiempo para que corra; es necesario suprimirlo.
— ¡Va! dice la hermosa: ¿quién espera dos horas pudiendo hacer que pasen en un instante? ¿quién deja la manecilla del reloj que siga su curso con tanta pausa, cuando de un salto la puedo poner en las seis y llegar á la hora deseada?
Dicho y hecho; abre el reloj, coge la manecilla, y zas, ya son las seis.
— Qué imbécil he sido, dice sonriendo; hace media hora que podian haber dado las seis si se me hubiera ocurrido esta idea.