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La vuelta de Martín Fierro (1879)/0

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Nota: Se respeta la ortografía original de 1879.
CUATRO PALABRAS DE CONVERSACION
CON LOS LECTORES


Entrego á la benevolencia pública, con el titulo LA VUELTA DE MARTIN FIERRO, la segunda parte de una obra que ha tenido una acogida tan generosa, que en seis años se han repetido once ediciones con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares.

Esto no es vanidad de autor, porque no rindo tributo á esa falsa diosa; ni bombo de Editor, porque no lo he sido nunca de mis humildes producciones.

Es un recuerdo oportuno y necesario, para esplicar porque el primer tirage del presente libro consta de 20 mil ejemplares, divididos en cinco secciones ó ediciones de 4 mil números cada una—y agregaré, que confio en que el acreditado Establecimiento Tipográfico del Sr. Coni, hará una impresion esmerada, como la tienen todos los libros que salen de sus talleres.

Lleva tambien diez ilustraciones incorporadas en el testo, y creo que en los dominios dé la literatura es la primera vez que una obra sale de las prensas nacionales con esta mejora.

Así se empieza.

Las láminas han sido dibujadas y calcadas en la piedra por D. Cárlos Clerice, artista compatriota que llegará á ser notable en su ramo, porque es jóven, tiene escuela, sentimiento artístico, y amor al trabajo.

El grabado ha sido ejecutado por el Sr. Supot, que posée el arte, nuevo y poco generalizado todavia entre nosotros, de fijar en láminas metálicas lo que la habilidad del litógrafo ha calcado en la piedra, creando ó imaginando posiciones que interpreten con claridad y sentimiento la escena descrita en el verso.

No se ha omitido, pues, ningun sacrificio á fin de hacer una publicacion en las mas aventajadas condiciones artísticas.

En cuanto á su parte literaria, solo diré; que no se debe perder de vista al juzgar los defectos del libro, que es copia fiel de un original que los tiene, y repetiré, que muchos defectos están allí con el objeto de hacer mas evidente y clara la imitacion de los que lo son en realidad.

Un libro destinado á despertar la inteligencia y el amor á la lectura en una poblacion casi primitiva, á servir de provechoso recreo, despues de las fatigosas tareas, á millares de personas que jamás han leido, debe ajustarse estrictamente á los usos y costumbres de esos mismos lectores, rendir sus ideas é interpretar sus sentimientos en su mismo lenguage, en sus frases mas usuales, en su forma mas general, aunque sea incorrecta;, con sus imágenes de mayor relieve, y con sus giros mas caracterlsttcos, á fin de que el libro se identifique con ellos de una maneera tan estrecha é íntima, que su lectura no sea sino una continuación natural de su existencia,

Solo asi pasan sin violencia del trabajo al libro; y solo así, esa lectura puede series amena, interesante y útil.

¡Ojalá hubiera un libro que gozára del dichoso privilegio de circular incesantemente de mano en mano en esa inmensa poblacion diseminada en nuestras vastas campañas, y que bajo una forma que lo hiciera agradable, que asegurára su popularidad, sirviera de ameno pasatiempo á sus lectores, pero;—

Enseñando que el trabajo honrado es la fuente principal de toda mejora y bienestar—

Enalteciendo las virtudes morales que nacen de la ley natural y que sirven de base á todas las virtudes sociales—

Inculcando en los hombres el sentimiento de veneracion hácia su Creador, inclinándolos á obrar bien—

Afeando las supersticiones ridículas y generalizadas que nacen de una deplorable ignorancia—

Tendiendo á regularizar y dulcificar las costumbres, enseñando por medios hábilmente escondidos, la moderacion y el aprecio de sí mismo; el respeto á los demas; estimulando la fortaleza por el espectáculo del infortunio acerbo, aconsejando la perseverancia en el bien y la resignacion en los trabajos—

Recordando á los Padres los deberes que la naturaleza les impone para con sus hijos, poniendo ante sus ojos los males que produce su olvido, induciéndolos por ese medio á que mediten y calculen por sí mismos todos los beneficios de su cumplimiento—

Enseñando á los hijos como deben respetar y honrar á los autores de sus dias—

Fomentando en el esposo el amor á su esposa, recordando á esta los santos deberes de su estado; encareciendo la felicidad del hogar, enseñando á todos á tratarse con respeto recíproco, robusteciendo por todos estos medios los vínculos de la familia y de la sociabilidad—

Afirmando en los ciudadanos el amor á la libertad, sin apartarse del respeto que es debido á los superiores y magistrados—

Enseñando á hombres con escasas nociones morales, que deben ser humanos y clementes, caritativos con el huérfano y con el desvalido; fieles á la amistad; gratos á los favores recibidos; enemigos de la holgazanería y del vicio; conformes con los cambios de fortuna; amantes de la verdad, tolerantes, justos y prudentes siempre.

Un libro que todo esto, mas que esto, ó parte de esto enseñara sin decirlo, sin revelar su pretension, sin dejarla conocer siquiera, seria indudablemente un buen libro, y por cierto; que levantaria el nivel moral é intelectual de sus lectores aunque dijera naides por nadie, resertor por desertor, mesmo por mismo, ú otros barbarismos semejantes; cuya enmienda le está reservada á la escuela, llamada á llenar un vacio que el poema debe respetar, y á corregir vicios y defectos de fraseología, que son tambien elementos de que se debe apoderar el arte para combatir y estirpar males morales mas fundamentales y trascendentes, examinándolos bajo e) punto de vista de una filosofia mas elevada y pura.

El progreso de la locucion no es la base del progreso social, y un libro que se propusiera tan elevados fines, deberia prescindir por completo de las delicadas formas de la cultura de la frase, subordinándose á las imperiosas exigencias de sus propósitos moralizadores, que serían en tal caso el éxito buscado.

Los personajes colocados en escena deberían hablar en su lenguaje peculiar y propio, con su originalidad, su gracia y sus defectos naturales, porque despojados de ese ropaje, lo serían igualmente de su carácter típico, que es lo único que los hace simpáticos, conservando la imitacion y la verosimilitud en el fondo y en la forma.

Entra tambien en esta parte la eleccion del prisma á traves del cual le es permitido á cada uno estudiar sus tiempos. Y aceptando esos defectos como un elemento, se idealiza tambien, se piensa, se inclina á los demás á que piensen igualmente, y se agrupan, se preparan y conservan pequeños monumentos de arte, para los que han de estudiarnos mañana y levantar el grande monumento de la historia de nuestra civilizacion.

El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio idioma, y seria una impropiedad cuando menos, y una falta de verdad muy censurable, que quien no ha abierto jamás un libro, siga las reglas de arte de Blair, Hermosilla ó la Academia.

El gaucho no aprende á cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y majestuosos panoramas se estiende delante de sus ojos.

Canta porque hay en él cierto impulso moral, algo de métrico, de ritmico que domina en su organizacion, y que lo lleva hasta el estraordinario estremo de que, todos sus refranes, sus dichos agudos, sus proverbios comunes son espresados en dos versos octosílabos perfectamente medidos, acentuados con inflexible regularidad, llenos de armonía, de sentimiento y de profunda intencion.

Eso mismo hace muy difícil, sinó de todo punto imposible, distinguir y separar cuales son los pensamientos originales del autor, y cuales los que son recojidos de las fuentes populares.

No tengo noticia que exista ni qué haya existido una raza de hombre aproximados á la naturaleza, cuya sabiduría proverbial llene todas las condiciones ritmicas de nuestros proverbios gauchos.

Qué singular es, y qué digno de observacion, el oir á nuestros paisanos mas incultos, espresar en dos versos claros y sencillos, máximas y pensamientos morales que las naciones mas antiguas, la India y la Persia, conservaban como el tesoro inestimable de su sabiduría proverbial; que los griegos escuchaban con veneracion de boca de sus sábios mas profundos, de Sócrates, fundador de la moral, de Platon y de Aristóteles; que entre los latinos difundió gloriosamente el afamado Seneca; que los hombres del Norte les dieron lugar preferente en su robusta y enérgica literatura; que la civilizacion moderna repite por medio de sus moralistas mas esclarecidos, y que se hallan consagrados fundamentalmente en los códigos religiosos de todos los grandes reformadores de la humanidad.

Indudablemente, que hay cierta semejanza íntima, cierta identidad misteriosa entre todas las razas del globo que solo estudian en el gran libro de la naturaleza; pues que de él deducen, y vienen deduciendo desde hacen mas de tres mil años, la misma enseñanza, las mismas virtudes naturales, espresadas en prosa por todos los hombres del globo, y en verso por los gauchos que habitan las vastas y fértiles comarcas que se estienden á las dos márgenes del Plata.

El corazon humano y la moral son los mismos en todos los siglos.

Las civilizaciones difieren esencialmente. «Jamás se hará, dice el doctor Don V. F. Lopez en su prólogo á Las Neurosis, un profesor ó un catedrático Europeo, de un. Braema;» así debe ser: pero no ofrecería la misma dificultad el hacer de un gaucho un Braema lleno de sabiduría; sí es que los Braemas hacen consistir toda su ciencia en su sabiduría proverbial, segun los pinta el sábio conservador de la Biblioteca Nacional de Paris, en «La sabiduría popular de todas las Naciones» que difundió en el nuevo mundo el americano Pazos Kanki.

Saturados de ese espíritu gaucho hay entre nosotros algunos poetas de formas muy cultas y correctas, y no ha de escasear el género, porque es una produccion legítima y espontánea del país, y que en verdad; no se manifiesta únicamente en el terreno florido de la literatura.

Concluyo aquí, dejando á la consideracion de los benévolos lectores, lo que yo no puedo decir sin estender demasiado este prefacio, poco necesario en las humildes cóplas de un hijo del desierto.

¡Sea el público, indulgente con él! Y acepte esta humilde produccion, que le dedicamos como que es nuestro mejor y mas antiguo amigo.


La originalidad de un libro debe empezar en el prólogo.

Nadie se sorprenda por lo tanto, ni de la forma ni de los objetos que este abraza; y debemos terminarlo haciendo público nuestro agradecimiento hacia los distinguidos escritores que acaban de honrarnos con su fallo, como el Señor D. José Tomás Guido, en una bellísima carta que acogieron deferentes La Tribuna y La Prensa, y que reprodujeron en sus columnas varios periódicos de la República.—El Dr. D. Adolfo Saldias, en un meditado trabajo sobre el tipo histórico y social del gaucho. —El Dr. D. Miguel Navarro Viola, en la última entrega de la Biblioteca Popular, estimulándonos, con honrosos términos, á continuar en la tarea empezada.

Diversos periódicos de la ciudad y campaña, como El Heraldo, del Azul, La Pátria, de Dolores, El Oeste, de Mercedes, y otros, han adquirido tambien justos títulos á nuestra gratitud, que conservamos como una deuda sagrada.

Terminamos esta breve reseña con La Capital del Rosario, que ha anunciado La Vuelta de Martin Fierro, haciendo concebir esperanzas que Dios sabe si van á ser satisfechas.

Cierrase este prólogo, diciendo que se llama este libro La Vuelta de Martin Fierro, porque ese título le dió el público, antes, mucho antes de haber yo pensado en escribirlo; y allá va á correr tierras con mi bendicion paternal.

JOSÉ HERNANDEZ.