La vuelta de Martín Fierro (1879)/12
Aunque el gajo se parece
Al arbol de donde sale,
Solia decirlo ini madre
Y en su razon estoy fijo:
«Jamás puede hablar el hijo
Con la autoridá del padre.»
Recordarán que quedamos
Sin tener donde abrigarnos;
Ni ramada ande ganarnos
Ni rincon ande meternos
Ni camisa que ponernos
Ni poncho con que taparnos.
Dichoso aquel que no sabe
Lo que es vivir sin amparo;
Yo con verdá les declaro,
Aunque es por demas sabido—
Dende chiquito he vivido
En el mayor desamparo—
No le merman el rigor
Los mesmos que lo socorren—
Tal vez porque no se borren
Los decretos del destino,
De todas partes lo corren
Como ternero dañino.
Y vive como los vichos
Buscando alguna rendija—
El güerfano es sabandija
Que no encuentra compasion,
Y el que anda sin direcion
Es guitarra sin clavija.
Sentiré que cuanto digo
A algun oyente le cuadre—
Ni casa tenii, ni madre,
Ni parentela, ni hermanos;
Y todos limpian sus manos
En el que vive sin padre.
Lo cruza este de un lazazo,
Lo abomba aquel de un moquete,
Otro le busca el cachete
Y entre tanto soportar,
Suele á veces no encontrar
Ni quien le arroje un soquete.
Si lo recogen lo tratan
Con la mayor rigidez—
Piensan que es mucho tal vez
Cuando ya muestra el pellejo
Si le dan un trapo viejo
Pa cubrir su desnudez.
Me crié, pues, como les digo,
Desnudo á veces y hambriento,
Me ganaba mi sustento,
Y ansi: los años pasaban—
Al ser hombre me esperaban
Otra clase de tormentos.
Pido á todos que no olviden,
Lo que les voy á decir;
En la escuela del sufrir
He tomado mis leciones;
Y hecho muchas refleciones
Dende que empecé á vivir.
Si alguna falta cometo
La motiva mi inorancia,
No vengo con arrogancia;
Y les diré en conclusion
Que trabajando de pion
Me encontraba en una estancia.
El que manda siempre puede
Hacerle al pobre un calvario;
A un vecino propietario
Un boyero le mataron—
Y aunque á mí me lo achacaron
Salió cierto en el sumario.
Piensen los hombres honrados
En la vergüenza y la pena
De que tendria la alma llena
Al verme ya tan temprano
Igual á los que sus manos
Con el crímen envenenan.
Declararon otros dos
Sobre el caso del dijunto;
Mas no se aclaró el asunto,
Y el Juez por darlas de listo,
«Amarrados como un Cristo,
«Nos dijo, irán todos juntos.»
«A la Justicia Ordinaria
Voy á mandar á los tres.»—
Tenia razon aquel Juez,
Y cuantos ansí amenacen;
Ordinaria,... es como la hacen
Lo he conocido despues.
Nos remitió como digo
A esa Justicia Ordinaria—
Y fuimos con la sumaria
A esa cárcel de malevos,
Que por un bautismo nuevo
Le llaman Penitenciaria.—
El porque tiene ese nombre
Naides me lo dijo á mí
Mas yo me lo esplico ansi:—
Le dirán Penitenciaria—
Por la penitencia diaria
Que se sufre estando allí.
Criollo que cai en desgracia
Tiene que sufrir no poco—
Naides lo ampara tampoco
Sino cuenta con recursos—
El gringo es de mas discurso,
Cuando mata, se hace el loco.
No sé el tiempo que corrió
En aquella sepoltura;
Si de ajuera no lo apuran,
El asunto vá con pausa;
Tienen la presa sigura
Y dejan dormir la causa.
Inora el preso á que lado
Se inclinará la balanza—
Pero es tanta la tardanza
Que yo les digo por mi—
El hombre que dentre allí
Deje afuera la esperanza.
Sin perfecionar las leyes
Perfecionan el rigor—
Sospecho que el inventor
Habrá sido algun maldito—
Por grande que sea un delito
Aquella pena es mayor.
Eso es para quebrantar
El corazon mas altivo—
Los llaveros son pasivos,
Pero mas secos y duros
Tal vez que los mesmos muros
En que uno gime cautivo.
No es en grillos ni en cadenas
En lo que usté penará,
Sinó en una soledá
Y un silencio tan projundo,
Que parece que en el mundo
Es el único que está.
El mas altivo varon
Y de cormillo gastao,
Allí se veria agoviao
Y su corazon marchito,
Al encontrarse encerrao
A solas con su delito.
En esa cárcel no hay toros,
Allí todos son corderos;
No puede el mas altanero
Al verse entre aquellas rejas,
Sinó amujar las orejas
Y sufrir callao su encierro.
Y digo á cuantos inoran
El rigor de aquellas penas—
Yo que sufrí las cadenas
Del destino y su inclemencia:
Que aprovechen la esperencia,
Del mal en cabeza agena.
Ay! madres, las que dirigen
Al hijo de sus entrañas,
No piensen que las engaña,
Ni que les habla un falsario;
Lo que es el ser presidario
No lo sabe la campaña.
Hijas, esposas, hermanas,
Cuantas quieren á un varon—
Diganles que esa prision
Es un infierno temido—
Donde no se oye mas ruido
Que el latir del corazon.
Allá el dia no tiene sol,
La noche no tiene estrellas—
Sin que le valgan querellas
Encerrao lo purifican;
Y sus lágrimas salpican
En las paredes aquellas.
En soledá tan terrible
De su pecho oye el latido—
Lo sé, porqué lo he sufrido
Y creameló el aulitorio,
Tal vez en el purgatorio
Las almas bagan mas ruido.
Cuenta esas horas eternas
Para mas atormentarse,
Su lágrima al redamarse
Calcula en sus aficiones,
Contando sus pulsaciones,
Lo que dilata en secarse.
Allí se amansa el mas bravo—
Allí se duebla el mas juerte—
El silencio es de tal suerte
Que cuando llegue á venir,
Hasta se le han de sentir
Las pisadas á la muerte.
Adentro mesmo del hombre
Se hace una revolucion—
Metido en esa prision
De tanto no mirar nada,
Le nace y queda gravada
La idea de la perfecion.
En mi madre, en mis hermanos,
En todo pensaba yo—
Al hombre que allí dentro
De memoria mas ingrata—
Fielmente se le retrata
Todo cuanto ajuera vió.
Aquel que ha vivido libre
De cruzar por donde quiera,
Se ailige y se desespera
De encontrarse allí cautivo;
Es un tormento muy vivo
Que abate la alma mas fiera.
En esa estrecha prision
Sin poderme conformar,
Yo cesaba de esclamar
¡Qué diera yo por tener,
Un caballo en que montar
Y una pampa en que correr!
En un lamento costante
Se encuentra siempre embreteao—
El castigo han inventao
De encerrarlo en las tinieblas—
Y allí está como amarrao
A un fierro que no se duebla.
No hay un pensamiento triste
Que al preso no lo atormente—
Bajo un dolor permanente
Agacha al fin la caheza—
Porque siempre es la trizteza
Hermana de un mal presente.
Vierten lágrimas sus ojos
Pero su pena no alivia;
En esa costante lidia
Sin un momento de calma,
Comtempla con los del alma
Felicidades que envidia.
Ningun consuelo penetra
Detras de aquellas murallas—
El varon de mas agallas,
Aunque mas duro que un perno,
Metido en aquel infierno
Sufre, gime, llora y calla.
De furor el corazon
Se le quiere reventar,
Pero no hay sinó aguantar
Aunque sosiego no alcance—
¡Dichoso en tan duro trance
Aquel que sahe rezar!—
Dirige á Dios su plegaria
El que sahe una oracion!
En esa tribulacion
Gime olvidado del mundo,
Y el dolor es mas projundo
Cuando no halla compasion.
En tan crueles pesadumbres,
En tan duro padecer,
Empezaba á encanecer
Despues de muy pocos meses—
Allí lamenté mil veces
No haher aprendido á ler.
Viene primero el furor,—
Despues la melancolia—
En mi angustia no tenia
Otro alivio ni consuelo,
Sinó regar aquel suelo
Con lágrimas noche y dia.
A visitar otros presos
Sus familias solian ir!
Naides me visitó á mí
Mientras estuhe encerrado—
¡Quién iba á costiarse allí
A ver un desamparado!!
¡Bendito sea el carcelero
Que tiene buen corazon!!
Yo sé que esta hendicion
Pocos pueden alcanzarla,—
Pues si tienen compasion
Su deher es ocultarla.
Jamas mi lengua podrá
Espresar cuanto he sufrido;
En ese encierro metido,
Llaves, paredes, cerrojos—
Se graban tanto en los ojos
Que uno los vé hasta dormido.
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El mate no se permite—
No le permiten hablar,
No le permiten cantar
Para aliviar su dolor—
Y hasta el terrible rigor
De no dejarlo fumar.
La justicia muy severa
Suele rayar en crueldá:
Sufre el pobre que allí está
Calenturas y delirios,
Pues no esiste pior martirio
Que esa eterna soledá.
Conversamos con las rejas
Por solo el gusto de hablar—
Pero nos mandan callar
Y es preciso conformarnos;
Pues no se dehe irritar
Aquien puede castigarnos.
Sin poder decir palabra
Sufre en silencio sus males—
Y uno en condiciones tales
Se convierte en animal,
Privao del don principal
Que Dios hizo á los mortales.
Yo no alcanzo á comprender
Porque motivo será,
Que el preso privado está
De los dones mas preciosos,
Que el justo Dios bondadoso
Otorgó á la humanidá.
Pues que de todos los bienes,
En mi inorancia lo infiero,
Que le dió al hombre altanero
Su Divina Magestá;
La palabra es el primero,
El segundo es la amistá.
Y es muy severa la ley
Que por un crímen ó un vicio,
Somete al hombre á un suplicio
El mas tremendo y atroz,
Privado de un heneficio
Que ha recebido de Dios,
La soledá causa espanto
El silencio causa horror—
Ese contínuo terror
Es el tormento mas duro—
Y en un presidio siguro
Está de mas tal rigor—
Inora uno si de allí
Saldrá pa la sepoltura—
El que se lialla en desventura
Busca á su lado otro ser;
Pues siempre es bueno tener
Compañeros de amargura.
Otro mas sabio podrá
Encontrar razon mejor,
Yo no soy rebuscador,
Y esta me sirve de luz;
Se los dieron al Señor
Al clavarlo en una cruz—
Y en las projundas tinieblas
En que mi razon esiste,
Mi corazon se resiste
A ese tormento sin nombre—
Pues el hombre alegra al hombre,
Y el hablar consuela al triste.
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Grabenlo como en la piedra
Cuanto he dicho en este canto—
Y aunque yo he sufrido tanto
Debo confesarlo aqui;
El hombre que manda allí
Es poco menos que un santo.
Y son buenos los demas,
A su ejemplo se manejan—
Pero por eso no dejan
Las cosas de ser tremendas;
Piensen todos y compriendan
El sentido de mis quejas—
Y guarden en su memoria
Con toda puntualidá,
Lo que con tal claridá
Les acabo de decir—
Mucho tendrán que sufrir
Si nó cren en mi verdá;
Y si atienden mis palabras
No habrá calabozos llenos—
Manejense como buenos;
No olviden esto jamas:
Aquí no hay razon de mas;
Mas bien las puse de menos.
Y con esto me despido
Todos han de perdonar—
Ninguno dehe olvidar
La historia de un desgraciado.
Quien ha vivido encerrado
Poco tiene que contar—