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Las Fuerzas Extrañas/La inteligencia en el universo

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Las Fuerzas Extrañas
de Leopoldo Lugones
La inteligencia en el universo
NOVENA LECCIÓN


LA INTELIGENCIA EN EL UNIVERSO


Lo que acabamos de expresar es de tal modo extraño á las ideas corrientes, que requiere una explicación de los fenómenos estudiados, bajo un aspecto no percibido hasta aquí; el aspecto intelectual del universo, ó mejor dicho el universo como manifestación inteligente. Si el pensamiento es un producto de las combinaciones físico-químicas del organismo humano, donde quiera que haya análogas combinaciones, existirán efectos análogos. A iguales causas idénticos efectos.

Ahora, cuando se piensa que la vida obedece á leyes muy simples en su comienzo, y que no hay realmente diferencia entre la materia orgánica y la inorgánica, siéndoles común la sensibilidad, parece que no es ya tan absurdo buscar pensamiento en toda manifestación de la vida. Atribuirlo solamente al hombre, es caer ya en el antropocentrismo del ser singular creado ex profeso por los dioses de las religiones positivas; decir que es una actividad peculiar á su organismo, es negar la perfecta analogía é identidad substancial de éste con los del resto del mundo animal, sin excluir á los insectos cuya inteligencia es tan notable; limitarlo á los seres vivos, es volver á la separación de materias que no existe en realidad.

¿Qué derecho tendría el hombre para considerarse como el único ser inteligente del universo, si apenas es superior en su pequeño mundo?

Superior en absoluto? De ningún modo. Superior á él es el mineral en estabilidad; el vegetal en duración como ser vivo; el animal en muchas facultades. Víctima de la bacteria microscópica durante edades, hace muy poco que ha empezado contra ella una lucha desigual en la que, hasta ahora, lleva la peor parte. Durante edades ha sido la víctima de los más ínfimos del reino animal.

Esto para los materialistas. Los espiritualistas, especialmente los fieles de las religiones positivas, creen en entidades espirituales ó inteligencias superiores al hombre, conforme lo manifiestan sus complicadas angelologías, y en otras inferiores á él según sus demonologías más complicadas aún. Con estos nos bastará ponernos de acuerdo sobre el modus operandi de semejantes inteligencias.

Sentadas estas advertencias, podemos ya iniciar el asunto.

El pensamiento, nadie puede negarlo, es una forma de la energía, si bien no presenta identidad con ninguna de las otras. No es luz, calor, electricidad, aroma ó sonido; pero es lo que percibe de un modo consciente esas formas de energía, puesto que las estudia é investiga sus leyes. El pensamiento es la energía absoluta de que todo procede y á la que todo regresa, lo que en sí lleva potencialmente todas las formas de energía, sin tener sus cualidades, como es natural, pues no es ninguna de ellas parcialmente considerada. Él es realmente el ser absoluto cuya primera manifestación consiste en electricidad puramente dinámica, como se recordará, ósea el movimiento absolutamente lineal é inconcebible. Sabetodoel mundo que la actividad cerebral produce fenómenos eléctricos; y los sensitivos y lúcidos de de Rochas, dicen que durante dicho trabajo ven á las células cerebrales relumbrar como estrellas. Más recientemente aún, se ha observado que la actividad nerviosa aumenta la producción de rayos N.

Como energía sensible, el pensamiento es imponderable y no objetivo á la vez: no es materia absolutamente. Su indiferencia á la distancia y al tiempo, puesto que se traslada con prescindencia deambos y sin que ambos le estorben, prueba su superioridad sobre ellos; así como demuestra al concebirlos que los contiene y que puede crearlos. Las consecuencias de su lógica, anteriores al conocimiento de los hechos, puesto que los predice en ciertos casos, establece cuando menos la identidad de sus leyes con las que rigen el universo. Maxwell encontró como un resultado matemático, la onda eléctrica que Hertz hizo perceptible, sin realizar ninguna experiencia y bastante tiempo antes que Hertz. Estos hechos podrían multiplicarse.

Todas las manifestaciones de la vida son formas de pensamiento, puesto que lo son de la energía absoluta en su eterno doble trabajo de integrarse y desintegrarse; pero entonces también, las fuerzas son seres inteligentes en proporción con su mayor vecindad a la energía de donde proceden.

Así el primer movimiento en sentido lineal, ó bien la electricidad puramente dinámica, sería la primera idea, el primer ser que en su simple unidad lleva potencialmente todo el universo por desarrollarse—un dios verdaderamente; pero no la unidad neutra y extra-cósmica de las religiones, sino la síntesis de todas las energías, que hasta su tercer estado no es materia en realidad.

Oímos ya que se objeta con el panteísmo; pero los estados sucesivos no tienen lugar por diminución ó desaparición del primero, según lo prueba nuestro pensamiento en acción, pues coexiste con todo ellos y nunca deja de estar convirtiéndose. Así se explica que los universos acaben y vuelvan á empezar en el punto donde acabaron, no como un nuevo proceso de repetición, sino como una continuación del que lo precediera.

No siendo esa energía una magnitud, no puede disminuir, lo que explica su permanencia; y así está eternamente convirtiéndose y siendo la misma.

Las ruedas de luz en que luego se divide, forman la primera hueste de seres, multiplicados en los polígonos inscriptos en ellos, y sucesivamente en los poliedros del primer estado atómico; pero como estos seres no son materia de la nuestra, digamos así, es lorzoso considerarlos entidades incorpóreas, ó sea espíritus[1].

Unitarios en un principio, como que no son sino formas, se convierten en hermafroditas al volverse átomos, no por razones de sexo naturalmente, sino por reunir en el perfecto equilibrio que constituye su existencia, la materia y la fuerza bajo el estado potencial. El átomo es así un espíritu puro, y su conversión al estado de materia y de fuerza ya definido, su caída.

Entre tanto, los seres que fueron las primeras ruedas, y que como estados de energía no han dejado de existir, van dirigiendo su propio fraccionamiento evolucionado, por actos de conciencia y de voluntad; pues se recordará que no siendo nada material, resultan forzosamente espíritus: pensamiento en acción.

¿Quién duda, por otra parte, que cada pensamiento es una individualidad? Cuando leemos un pensamiento, no necesitamos recordar á su autor, ni se ve que aquél tenga ninguna identidad con éste, pues de ninguna manera es necesario conocer al autor de un pensamiento, ni saber nada sobre él, para entenderlo. Una vez creado, el pensamiento es una individualidad con vida propia; y si esto sucede en la humanidad, cualquiera advierte la importancia que revestirá cuando se trata de séres cósmicos.

La fuerza, cualquiera que ella sea, nunca posee esta individualidad, y he aquí otra demostración de que son cosas distintas, así sea toda fuerza una manifestación de pensamiento, como son cosas distintas el rastro y la planta que lo imprimió.

Aquellas primeras energías cósmicas debían poseer una potencia prodigiosa, dadas su libertad y la asimilación de energías que constituía su ser; pero esto no querrá significar nunca la omnipotencia ni la omniciencia, sino relativamente al intelecto humano. Los fracasos de mundos estallados en asteroides ó consumidos en las hogueras solares, tanto como la desaparición de especies animales que convivieron con otras aun existentes, prueban errores de criterio y de procedimiento en esas inteligencias primordiales[2].

Ahora, lo que es existencia corpórea, no la tuvieron sino cuando hubo materia voluminosa y extensión, correspondiendo entonces al calor su rango de primer numen[3]; pero el catálogo de las existencias cósmicas no tendría interés para el lector, sino como una nomenclatura estéril de personajes fantásticos.

Lo que sí interesa saber, es que todas estas manifestaciones son atómicas y susceptibles de transformarse en otras, es decir de crear, si ha de darse á este verbo su único sentido aceptable[4]. Son atómicas, como el hombre es celular, sin que su unidad de ser individual se resienta; y si están sujetas á la evolución que hemos descripto como una serie de consecuencias, este determinismo es el resultado de las causas desconocidas que actuaron sobre ellas en el universo anterior; pero ellas sabían lo que les pasaba, y ayudaban á la evolución dirigiéndola en los seres emanados de ellas, si bien no sin conflictos, es decir sin errores, como lo prueban los cataclismos cósmicos[5]. Si hubiera un Creador omniciente y omnipotente, el universo sería una maquinaria perfecta, sin ningún tropiezo posible.

Por lo demás, las fuerzas están demostrándonos á cada momento su inteligencia. Todos los fenómenos naturales nos revelan operaciones complicadísimas, ejecutadas con una precisión, con una economía tal de esfuerzo, con una adaptación tan perfecta á su objeto, que revelan direcciones muy superiores á nuestra razón. Compárese el trabajo que ésta ha debido ejecutar para repetir el más insignificante de esos fenómenos, y se tendrá la relación entre ella y las fuerzas directoras de éstos.

La ley del menor esfuerzo, la tendencia á la regularidad de las formas, que la ciencia llama "inclinación natural" de la materia, que son sino deliberaciones inteligentes? No implican acaso, comparación entre dos términos? Todavía si el universo fuera de una estabilidad perfecta, se explicaría esa precisión como un equilibrio resultante de largas oscilaciones; perocuando todo cambia incesantemente, las fuerzas ciegas son inexplicables.

Al no asignar inteligencia sino al hombre, la ciencia cae en el error antropocéntrieo de las religiones, ó está obligada á suponerla en toda manifestación físico-química, en todo fenómeno cuya dirección tenga analogía con un raciocinio, una comparación, una modalidad intelectual en una palabra; mucho más cuando esa modalidad resulte, como hemos visto, superior á las suyas. Electos análogos, suponen causas semejantes.

¿Qué será, finalmente, si parangonamos al hombre con el planeta que habita, y cuyas manifestaciones físico-químicas mucho más poderosas y complicadas que la suya (como que él es una en el planeta) supone una inteligencia mucho más vasta, así sea ella la causa (esplritualismo) ó el efecto (materialismo) de esas manifestaciones?

¿O sería osado el hombre á suponerse más perfecto como ser, que el planeta—el ser enorme—en el cual aquél no es sino una célula?...[6].

Hay, sin embargo, otro aspecto muy interesante del asunto.

Si la radioactividad de la materia en forma de luz, calor, electricidad, olor, sonido, es un trabajo de regreso hacia la energía absoluta, percibir esas manifestaciones por medio de los sentidos es incorporarlas á dicha energía, es decir al pensamiento. Esto explica á la vez la percepción y la naturaleza etérea (radioactividad absoluta) del pensamiento. De aquí que el mejor aparato para apoderarse de la energía etérea, sea el hombre, que al llevarla en sí está en ella y es ella, como entidad espiritual naturalmente.

Así, pues, toda luz, todo sonido, todo calor, todo fenómeno olfatorio ó gustativo, son trabajos de desintegración de la materia, y toda percepción inteligente de estos fenómenos es reintegración de materia á la energía absoluta.

Esto acarrea una consecuencia racional inesperada, y que resuelve uno de los mas obscuros problemas filosóficos. Sábese, en efecto, que el espacio como extensión infinita é incorpórea, vale decir el movimiento absoluto, puesto que es el movimiento loque engendra al espacio—es á un tiempo inconcebible é imprescindible para nuestra mente. Si el pensamiento es la energía absoluta, nuestro pensamiento y el espacio son una misma cosa, ó sea éter infinito é incondicionado donde no hay magnitud ni tiempo; resultando así inconcebible como sensación, bien que imprescindible porque constituye nuestro propio ser. Los términos al parecer antagónicos, se hallan así conciliados.

He aquí el esplritualismo y la inmortalidad del alma como soluciones racionales de una concepción cosmogónica, es decir aceptables sin conflicto con la ciencia ó con la razón. Posición intermedia, bien que sólo por razones de distancia, entre el materialismo y el super-naturalismo, la nuestra considera todos los fenómenos como naturales, pero no los deriva totalmente de la materia; y lejos de someterlos á la arbitrariedad del azar ó de un dios ex nihilo, los considera determinados por una existencia anterior. Todas las consecuencias que se derivan del esplritualismo así concebido: solidaridad humana, inmortalidad, causalidad del destino humano, son consecuencias racionales.

  1. He aquí por qué llamamos ideación al ternario superior de nuestro esquema.
  2. Conviene no olvidar que si el pensamiento es la energía primordial, todas las fuerzas (energía manifestada son pensamiento, es decir seres inteligentes.
  3. El calor, como se recordará, es una forma de la electricidad, que en estado puramente dinámico, es pensamiento.
  4. Si de la nada, nada sale, crear es sólo transformar.
  5. El calor mata ó vivifica según el poder y las circunstancias de su acción. Por otra parte, no hay evolución posible sin errores; es decir progreso, causalidad, fenómenos. La absoluta perfección, ó sea el Dios de las religiones, implica la absoluta esterilidad.
  6. El capítulo siguiente dilucidará esta cuestión.