Las Fuerzas Extrañas/Los átomos

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​Las Fuerzas Extrañas​ de Leopoldo Lugones
Los átomos
CUARTA LECCIÓN


LOS ÁTOMOS


Las ruedas de luz continúan moviéndose en el espacio con la velocidad del rayo de que proceden; pero esta velocidad que era infinita en la longitud absoluta, lo cual da un carácter más abstracto aún á ese primer mundo de una dimensión, se convierte en rotatoria por la forma circular de las manchas. Éstas, seres unitarios como formas, si bien como vidas[1] son ya compuestas por el equilibrio de dos fuerzas, constituyen toda la población del espacio.

Sin embargo, la luz no era uniforme en todos los puntos de su superficie, pues se debilitaba hacia el centro; y sucedió que los puntos de mayor intensidad fueron los vértices de otros tantos polígonos regulares, primeras formas en la rueda luminosa que era la única hasta entonces.

Nuestra electricidad reproduce ahora este fenómeno; pues es sabido que en el fluido eléctrico acumulado sobre la superficie de un cuerpo, se provoca la formación de polígonos regulares por la proximidad de varios mecheros que ionizan[2] la electricidad. Esta propiedad de engendrar en su seno formas geométricas por acciones análogas, es común á todos los fluidos, así sean líquidos dispuestos en capas delgadas, ó metales en fusión bruscamente enfriados; y es ella la que, constituyendo una ley primordial como acaba de verse, engendra la tendencia hacia la cristalización, que todos los sólidos manifiestan. Pero ya veremos esto mejor en la parte relativa al origen de la vida orgánica.

Dichos polígonos son las primeras diferenciaciones individuales de la energía absoluta, consistiendo su tarea vital en marchar armónica y proporcionalmente con la rotación y la traslación de la mancha luminosa donde toman origen, y en el mismo sentido que ella. No existe, pues, para ellos, adelante ni atrás, conservando desde este punto de vista la tendencia del rayo primordial hacia el movimiento en un solo sentido. Disminuídas ó aceleradas sus velocidades, la línea que los íorma se rompe y el ser perece: reingresa en el no ser, que es para él el ser absoluto, el infinito. Este es el concepto superior de la muerte.

Semejantes seres, son lo que en nuestro lenguaje se llama "espíritus", es decir existencias incorpóreas, bien que limitadas y dinámicas; y así es cómo procediendo la materia, de la energía pura localizada en movimiento, en íorma, en extensión, el esplritualismo resulta una consecuencia lógica de la organización universal, y la inmortalidad del alma un fenómeno natural en el universo. Más adelante veremos que esas fuerzas primordiales tienen que ser inteligencias y voluntades en acción, si la ciencia positiva no quiere caer en el mismo contrasentido que las religiones, asignando al hombre un papel extranatural.

La vida que para esos seres rectilíneos es moverse en una sola dirección, dinamiza á su paso la luz amorfa incorporándola á cada uno de ellos, pero sin conservarla en él. En realidad lo único que permanece es la idea de la figura, una existencia puramente espiritual[3], como que es una idea solamente, y á la vez inmaterial, sin emociones y sin desgaste. Rotos los polígonos, se desvanecen en un ángulo infinito, pues son organismos unitarios en su esencia, bien que ya poseen forma, magnitud y movimiento. Su tarea es preparar la luz amorfa para la futura atomización, pues estas formas geométricas superficiales son los esbozos de los átomos.

Las ruedas luminosas han seguido, entre tanto, su curso por el infinito; pero como proceden de muchos puntos á la vez, y como su traslación se verifica en sentido rectilíneo bajo el impulso del rayo primordial, hay entre ellas acercamientos y conflictos. Estos no son otra cosa que la absorción de unas ruedas por otras de mayor magnitud ó velocidad, es decir, nuevos cambios de estado equivalentes á nuevas formas de vida.

Pero las fuerzas tangenciales que estos choques engendran[4], unidas á una menor actividad central de las ruedas, por efecto de su propia forma, inicia en éstas un principio de expansión que las convierte en lentejas, originando la tercera dimensión y por consiguiente nuestro espacio. Esta fuerza obra de dentro hacia afuera, hasta convertir las lentejas en esferas huecas, existiendo en nuestro mundo una analogía sencillísima para objetivar el procedimiento. Nos referimos á las pompas de jabón, que la fuerza del soplo originario agranda, engendrando á la vez un rapidísimo movimiento rotatorio de sus partículas, perceptible claramente á simple vista[5].

Esta fuerza expansiva transforma los polígonos absolutamente superficiales, en poliedros; es decir, divide la luz dentro de la cual eran formas lineales, en partículas poliédricas. Ahora bien, si las ruedas de luz conservaban la velocidad del rayo primordial, y los polígonos formados en ellas marchaban con la misma velocidad según hemos visto; como en cada punto donde se hallaban dichas figuras dinamizaban la luz amorfa, geometrizándola[6] á la vez en otros tantos polígonos, y como aquella velocidad era prácticamente infinita, resulta que no había punto de la rueda que no estuviera contenido en una de dichas formas. Al convertirse estas en poliédricas por efecto de la expansión de toda la masa, que adquirió así la tercera dimensión, dicha masa quedó formada por poliedros innumerables, que constituyeron los átomos. Las masas fueron lo que conocemos astronómicamente por nebulosas.

Ahora, una explicación más detallada del fenómeno:

Cualquiera entiende que el número de puntos en que puede dividirse una superficie (las ruedas de luz) es infinito; y si es infinita también la velocidad de la fuerza divisora, quiere decir que la masa, en cualquier momento, se encuentra dividida en infinito número de puntos. No pudiendo éstos ser materiales por causa de su divisibilidad infinita, deben ser simples centros de hurza, y la expansión de ésta tiene que resultar poliédrica para que todos sus planos de desarrollo puedan coincidir y no queden huecos en la masa.

Esto fué lo que sucedió, según hemos visto[7]. Así, pues, tenemos que la primera manifestación de la energía absoluta en que se resol vio, al concluir su ciclo de existencia, el universo predecesor del nuestro, fué un movimiento de desarrollo absolutamente longitudinal, un rayo γ; y que este movimiento engendró el espacio. El rayo en cuestión llevaba en su propio curso la segunda dimensión, puesto que serpenteaba; y sus ondulaciones al acentuarse, concluyeron por dividirlo en arcos cuyos extremos, faltos de toda solicitud hacia una ú otra parte, por no haber en el infinito más existencias, se unieron formando ruedas y engendrando el espacio de segunda dimensión.

En el ámbito de estas ruedas formáronse (ya vimos cómo) polígonos que fueron los primeros seres, con una existencia análoga á la de los que conocemos, y que constituyeron los prototipos lineales de los átomos.

Las ruedas luminosas se atrajeron, y al chocar ó absorberse según sus magnitudes, se desarrolló en ellas el volumen á que tendían, tranformándolas en lentejas, en ovoides y en esferoides, y engendrando por consecuencia el espacio de tercera dimensión, nuestro espacio, al par que la rotación planetaria. Los polígonos se convirtieron en poliedros y nacieron los átomos, que son centros de fuerza individualizada.

Naturalmente, esto no es más que un desarrollo esquemático del proceso cósmico.

  1. Recuérdese nuestra definición de la vida.
  2. Es decir que producen iones- Los iones surgidos de los mecheros, son los productores del fenómeno. En las manchas de luz primordial, los puntos luminosos vienen á ser las fuentes de ionización
  3. Las analogías entre estas vidas con los fenómenos del mundo actual, no implican identidades. Los fenómenos de aquéllas, son los prototipos de nuestros fenómenos; son parecidos, pero no iguales.
  4. Como siempre que hay choque de dos magnitudes de forma circular.
  5. El sol, que es sin duda una esfera fluida, no tiene achatamicnto polar alguno, como una pompa de jabón, aunque su densidad sea sólo una cuarta parte de la terrestre, y su fuerza centrífuga cuatro veces mayor. A su tiempo recordaremos esta singularidad solar.
  6. El pensamiento divino geometriza en el Cosmos, decía Platón que sabía á qué atenerse.
  7. Conviene quizá advertir que el exaedro es la única forma material perceptible que realice estas condiciones, si bien un agregado de exaedros nunca puede componer un todo perfecto, estando limitado siempre por ángulos abiertos. Es lo que ocurre con la materia en eterno trabajo de desintegración que la pone en contacto con la absoluta energía, como los ángulos abiertos con el infinito á nuestro conjunto de exaedros.