Las beldades de mi tiempo/VIII

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CAPITULO VIII


Seria hacer las cosas mas que mal, si pasando por encima de los hechos, de épocas mas feliees, suprimiera con ellos a la vez, nombres de beldades clasicas y de indisputable popularidad, que no debo dejar en el tintero, aun a riesgo de caer en manos de algún Censor... pues digo, la opinion les quitó los del agua bautismal para llamarlas con los que el amor o la fama les designaba, al consagrarlas como beldades.

También la moda tuvo en ello sus supremas extravaganeias con los célebres peinetones hasta de una, y de una y cuarta vara de diámetro, los cuales ocasionaron tales y tan tremendas controversias, sobre mejor derecho a la vereda, que la Policia zanjó tan importante y amenazadora cuestión dictando una ordenanza por la cual se asignaba aquel perentorio derecho de transito, a la que llevaba la derecha.

Esta exageradisima moda es la que acabo por sustituir la peineta pequeña, complemento del tocado (no toilette), de las cabezas españolas, que colocada con cierta inclinación hacia un lado, era de efecto encantador, gracioso, si bien tenia por principal objeto sujetar el cabello, cuya abundancia era proverbial en las americanas hijas de española raza, que como bien dijo el otro: "El que lo hereda, no lo hurta"; comparando épocas y costumbres, de suyo, nos yiene a las mientes esta cuestión:

¡Hemos ganado o perdido? ¿Qué es mejor, las patriarcales costumbres de aquella época, o la civilizacion de la actual?...

Yo planteo la cuestión, pero a fin de evitar tachas de parcialidad, dejo a otros la tarea de resolverla; trabajo les imando con solo que no olviden la del oro oscilando entre 350 y 375, a pesar del decreto de suspension de pagos al Nacional y al Provincial en el breve espacio de 13 dias.

Pero el hecho es, y no lo niego, que a mi me trae tan preocupado, que a cada quisicosa me distraigo del asunto principal. ¡Esto no es vida; qué diferencia!...

La de aquellas épocas se deslizaba tranquila, sin estas exigencias ineludibles en que ninguno quiere ser menos que su vecino; las casas han de ser palacios; los trenes para ir a mostrarse en Palermo, lujosisimos; ostentando riquezas que no se poseen y haciendo catedra de mentiras, para tapar realidades, catedra que tampoco existia entonces.

Lo que habia, como ya lo dije en uno de mis capitulos anteriores, eran tertulias de confianza, en que se bailaba y se hacia sociedad, recitando versos de Echeverria, que, en aquella época, llené los salones con sus tiernas endechas, y cantos como La Cautiva y las preciosas canciones de La ausencia y La aroma. Esta última:

"Flor dorada que entre espinas
"tienes trono misrterioso;
"¡Cuanto sueño delicioso,
"Tú me inspiras a la vez!"

A las cuales ponia música el gran compositor argentino don Juan Pedro Esnaola. Recitabanse también trozos escogidos de alguna comedia festiva, entre las que primaban las de Bretón de las Herreros.

Como la declaración amorosa del usurero, don Elias a Isabel, una de las escenas mas tipicas y saladas del "Muérete y Veras", versos, cuya reproducción no ha de desagradar, seguro estoy de ello, a mis indulgentes lectoras...

Alla van como muestra:

Yo la voy a declarar
Mi amor, y laus tibi christe,
Para un asunto de urgencia
Que diré en lenguaje explícito,
Concédame usted, si es licito,
Cuatro minutos de audiencia
Yo la amo a usted. Mas conciso
Ningún amante seria,
Y es que entra en mi economia
No hablar mas de lo preciso.

¿Qué declaración de las del dia puede compararse a la de don Elias?

¿Hay nada mas espiritual en el sentido del hombre -dinero? Y eso que en la época en que tales versos recreaban a la sociedad, ni noticias habia de esta suba y baja del oro.

En la tertulia habia para todos los gustos de la época. Una de las diversiones consagradas era e1 juego de la loteria de cartones, juego en que todo el mundo tomaba parte y con mas razón los jóvenes, apostando, por supuesto, con la pretendida al ambo y dejando el terno y el cuaterno para la Señora de la Casa, que perdulablemente se sacaba la loteria, y muy pocas veces se le hacia cantar los números para rectificar y entregarle el producido. Pero también a este juego se hacian trampas.

¿Cuando no la hay si las faldas intervienen? Véase sino lo que Bretón, el mismo tuerto, pone en boca del ínclito Quevedo en su famosa letrilla del Corregidor de marras.

¿QUIEN ES ELLA?

En todo humano litigio
No hay remedio!
A no obrar Dios un prodigio
Habrá faldas de por medio.
Danza en ello una mujer
Casada, viuda o doncella,
Luego el hito esta en saber
Quién es ella.

Ya ven mis amables léctoras que no es juicio mio, sino de uno de los más renombrados poetas.

La mujer es tramposa por instinto, hablo con debido respeto, y asi nos pasábamos por debajo de la mesa (incitados por ellas) los números; y por esto los envidiosos solian decir en medio del silencio en que no se oia sino cantar: los dos patitos, la horca de los catalanes (e1 número 11); lo se anteojos de Pilatos; de repente salia una voz con este domingo 7 ¡un Padrenuestro y un Avemaria, para una mano que se ha perdido! y todos, como era natural, todos sacábamos la mano izquierda de debajo de la mesa, y la mostrábamos, en prueba de que ninguna, se habia extralimitado en nada... ¿Ustedes me entienden?

¡0h! inolvidables noches aquellas: ¡qué distintas a las de hoy en que todo es a la francesa y mucho comet ajustadisimo, figurando cinturas imposibles, que, a Dios gracias, no existen tales, pues serian contrahechos sus cuerpos que perderian asi la curvatura de las lineas, que son las bellas, según la estética! Alguien ha dicho, y dicho bien: "que las mujeres son las mayores enemigas de si mismas”. Sobre unos trajes blancos, generalmente sencillos, sin adornos de coloretes chocantes, sino matizados con cinturones, las más veces celestes, simblizando el patriotismo, con que aprisionaban aquellos lindos cuerpos de mujeres que voy a citar en seguida, y que bajo sus dominios tenian aquella mozada de lindos tipos (que también nombraré), productos de la raza española sin mezcla de gringo, o gringa, que, si embellece el todo del nuevo producto, descompone, agrandando las extremidades. Ya ustedes saben a lo que aludo.

Entre los mozos, como aqui llaman las muchachas a los jovenes, hubo dos que si nada debieron a la belleza, tenian, en cambio, la gracia, natural y festiva en el decir; eran hombres ocurrentes y muy festejados de todo el mundo. El uno fué el doctor don Nicanor Albarellos que quedé cojo de resultas de una herida de bala en la pierna; y el otro el conocido Ibarvals (de Salta), estudiante de la Universidad, en donde hacia raya entre los demás de su clase.

Ibarvals era más alto que Albarellos, y cuando al encontrarse se saludaban de una a otra vereda, éste le hacia sentir su superioridad, indicándole con la mano que quedaba más abajo, hasta que un dia que Ibarvals venia distraido, al encontrarlo Albarellos se trepá a la reja de una ventana en la calle Florida, por donde merodeaban ambos, y desde alli lo saludo, dejándolo vencido, pues no tuvo una igual donde treparse Ibarvals a su vez. Y estas cosas no pasaban desapercibidas; pues las historietas iban luego a parar a los salones con los correspondientes comentarios.

Asi vivian éstos en perpetuo jolgorio con todo el mundo; recuerdo el episodio de una carta dirigida a un condiscipulo no muy aventajado en sus estudios de la Universidad. Vivia éste en Cordoba, donde habia sido nombrado Ministro de Gobierno, cosa que les causó, como era natural, grandisima sorpresa; Ibarvals le dirigió una epistola de felicitación llena de intenciones. Júzguenlo mis lectoras, decia asi:

Señor don Fulano de Tal (aqui el nombre del flamante Ministro).

"Felicito al Gobierno de Cordoba por la acertada elección que ha hecho en la persona de V. E. Efectivamente, qué son Pitt, Chatan y “Lord Aberdéén al lado de vos, Señor?... Son como menguadas palomas al lado de un avestruz"...

Parece que el hombre tragó el anzuelo, porque contestó agradecido a esta fineza, que fué ocurrencia muy aplaudida, y quedó consignada en las imborrables páginas de la historia.

Pero volvamos a mi cuento.

¡Ahora hablan de mujeres lindas!... ¡Convenido! pero si hubieran visto ustedes las mujeres de aquel tiempo se darian contra un colchón matándose de pena ya que vivimos en la época de los suicidios.

Eran criollas pure sang, como se dice hoy, de esas que ahora todos pretenden y buscan; de raza árabe, con ojos negros cargados de sal y pimienta que picaban; con pestañas largas rizadas de esas que ya escasean, pues conozco muchas que se han cambiado el color castaño del pelo, que participa de las dos bellezas, por el cabello dorado qué resulta en constante pugna con el matiz de los ojos. ¡Y esto de enmendarle la plana a la sabia naturaleza, tiene más de siete bemoles!

Pero ya he dieho, y no me cansaré de repetirlo, que las mayores enemigas de las mujeres, son ellas mismas.