Las beldades de mi tiempo/VII

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CAPÍTULO VII


Era la tarde y la hora
En que el sol la cresta, dora,
De los Andes: el Desierto.
Inconmesurable ..., abierto
Y misterios a sus pies.

ECHEVARRÍA


Al continuar este asunto en otro capitulo, no he podido resistir a la tentación de intercalar la estrofa de nuestro inolvidable Echeverria. Quién que haya visto y contemplado la puesta del sol al fin de la cordillera no admiraré tan bellisima estrofa!... Es el cuadro natural perfecto, tal cual lo hemos contemplado en éxtasis tantas y tan repetidas veces. ¡Cómo no han de inspirarse con su vista los poetas!

Nosotros, cabalgando en nuestros pingos, saliamos al despuntar la aurora repitiendo la popular estrofa de Godoy, que hablando a su vez de la pampa argentina dice:

Qué bello es en la llanura
El despertar de la aurora,
Cuando con su lumbre pura,
La sábana, de verdura
El sol refulgente dora!

Campados en la falda de esa mole majestuosa de la Sierra de la Ventana, si la salida del sol de la

mañana puede parecer deslumbradora, como es imponente a los viajeros que la contemplan desde el Jardin Botanico de Rio de Janeiro, las puestas de este mismo luminar son doblemente interesantes aqui. Un grupo de nubes que se levantan, cuyos bordes matizan en su caida los reflejos con resplandores de fuego, porque la luz les viene de la otra cara y su refracción se parece a un gran incendio en el horizonte lejano, forma en los extremos de la nube picos de topacio y de esmeralda reluciente, hasta que la noche las disipa con su manto de oscuridad, para aparecer de muevo y en otras formas caprichosas con la luz del mismo sol en el nuevo dia a manera de auroras boreales desconocidas en este hemisferio.

Esto es lo que mañana y tarde se ve por alli en aquellas soledades de la majestuosa pampa argentina. Nosotros cabalgabamos (deciamos mas arriba) en nuestros caballos al despuntar de la aurora, y andabamos todo el dia —EN EL RODEO -¡así todo el dia! Trabajo terrible en que hay, no solo que emplear la resistencia, la fuerza y la astucia, sino lo que es mas aún, evitar el peligro con el animal vacuno a quien las mas veces hay que contener a pechadas, para obligarle a entrar al corral.

¿Qué tal haria este servicio un gaucho, en un caballo inglés de los de sangre pura, y fina ¡eh! ... ¿Y qué diremos de los mensajitos verbales mandados a treinta leguas de distancia? Vean, mis amables lectoras, la muestra de aquéllos.

"Oiga, don Pedro: ensille el ruano, y vayase a la pulperia de la Buena Moza, y cómpreme unos cigarros; ¡ah! y digale que si vé pasar la tropilla de azulejos, que me parece que unos gauchos alzados andan trabajando por ahi, que nos mande avisar al momento.

A1 dia siguiente salia el asistente en lo montado. Como a las quince leguas se bajaba, quitaba al mancarron el recado, para que se revolcara bien y echara un pienso, y media hora después poniale de nuevo el recado, lo enfrenaba y llegaba a la pulperia, en donde después de dar el mensaje y dormir un poco, salia con la luna llegando de un tirón, porque al ruano volviendo a la querencia, las leguas se le hacian cuadras.

Habia empleado 26 horas de ida y vuelta tragandose las 60 leguas. Como esto es vulgar allá por el sur, y todo el mundo lo sabe, no hay para qué presentar documentos comprobantes.

¿En cuántas semanas haria esta jornada uno de esos célebres caballos por los que se paga 100.000 pesos moneda nacional?- No puedo decirlo, patrón, me contestaria un gaucho a quien sometiera el caso, pero de juro no volvería ni en un mes.

Que vengan los ingleses con sus célebres caballos y les corro una carrera. Apuesto mi quinta de las Conchas, que actualmente ocupa mi amigo Mr. Diego Dowse, contra los miles que quieran. La distancia sera treinta leguas desde esta ciudad hasta Chascomús (al sud). Yo iré en mi viejo tostado, ("primero muerto que cansado"), dicho gaucho que es como sentencia.

Mi peso es de once arrobas del sistema español: pues desde la adopción del sistema métrico con sus kilos yo no me peso. Le daré de ventaja al jockey inglés que me pongan de contrario, una arroba de menos; es decir que solo peso diez arrobas.

Partiremos de la Piramide, de donde partieron los civicos de la Patria en la Revolucion de Mayo, para ir a sujetar la rienda a1 pie del Chimborazo como decia Mármol. Es seguro que cuanto partamos, el parejero de sangre pura y otras hierbas, saldria a la furia, y ni con el telescopio del observatorio astronémico do Cordoba lo alcanzariamos a ver; pero a las 7 leguas (tomo el número 7 por aquello del 7 por ciento axiomatico para toda garantia de ferrocarriles) ya estaria parado sin seguir adelante por habérsele acabado el capital. Alli lo alcanzaria de seguro; conversaria amistosamente con mi contrario y arribaria impertérrito a Chascomús para recibir los placemes y felicitaciones de los amigos tomando un cocktail con ellos, porque eso si, para los cocktail soy mas inglés que Jhon Bull, y que un yanqui, si se quiere, pues alguien que ha vivido con éstos largo tiempo en California, me ha dicho que el cocktail fué, si bien invención de un canadiense, pero de un canadiense largo tiempo residente en los Estados Unidos, y aun oficial en el ejército expedicionario a Méjico. Sea de ello lo que fuere, como me lo contaron as lo cuento.

A propósito de la apuesta que propongo, me viene a las mientes el recuerdo del lorito de doña Maria, según cuento de Sarmiento, cuento que allá va: Quién es, como y dónde vivió doña Maria, es cuento aparte, que suprimo por ahora.

Pues señor, doña Maria tenia un lorito muy hablador, que habia criado y enseñado a hablar. Para doña Maria (que era soltera) su lorito era su todo, y hasta su marido era, pues le llamaba mi esposito. Tenia tal confianza en su fidelidad (como deben tenerlo en el suyo todas las mujeres) que acabó por dejarlo suelto. Un dia, empero, pasando por alli una bandada de loros y batitus, se asentaron en lo mas alto del ramaje de un algarrobo cercano al rancho, y el lorito de doña Maria se incorporó al grupo. Esta señora lo llamaba, y él le contéstaba, pero no bajaba; hasta que de repente la bandada resolvió partir. (El lorito habia encontrado su pareja) y ya no hubo más amor por doña Maria, ni nada; y en el instante menos esperado, junto a la bandada, atenta y silenciosa oyó al lorito que dijo:

"Adiós, doña Maria; volveré el año que viene, pa-tiempo de choclos".

Con cuya anécdota, y dejando el comentario para mis lectoras, daremos por terminado el presente capitulo.