Las elecciones
Ansí pasó el pericón
¡días aura verán la güeva!
Quiero sacar de la cueva
un tigre que no es pichón;
y es la mentada Elicion
decretada por la lay.
Jue día aquel que me rai
con tanta gana y contento;
que al rilatarme este cuento
cuasi de espaldas me cai.
Cuando yegó el grande día
de presientarse a votar,
los nuestros sin recular
cumplieron con valentía.
Ni pa remedio se bía
Ayí ningún colorao,
pues todos se habían sentao,
sin esplicar el porqué;
pero pronto contaré
como quedaron burlaos.
Ansí es, que solos botaron,
con toda legalidá,
y pa más siguridá
firmes ayí se quedaron;
en sus puestos esperaron
con los pingos desponidos,
pa si algunos atrevidos
iban a pedir barato,
mostrarles en poco rato
que nunca viven dormidos.
En medio de la junción
llegó un chasque apuradaso
y dijo, que cerca el paso
se vía una gran riunión.
Saavedra en esa ocasión
los salió a reconocer,
y en cuanto los pudo ver
formó su escalón de frente,
y tan solo con sus veinte
les hizo el rumbo perder.
Quiso saber quienes eran
y los salió persiguiendo,
¡pero qué! Si iban juyendo
como yeguada matrera;
ni atrás miraban siquiera
y castigando a dos laos
iban tirando los miaos
de un modo ruin y cobarde
y al Cerrito, al caer la tarde
yegaron tuitos pelaos.
BALIENTE
¡Lo diesen contra una esquina
al que mandaba esa gente!
CENTURIÓN
¡Ha de ser algún baliente
de agayas como gayina!