Las espulgadoras

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Los poetas malditos (1921)
de Paul Verlaine
traducción de Mauricio Bacarisse
ilustración de Dehesa de Mena
Los boquiabiertos de Arthur Rimbaud

LAS ESPULGADORAS

Cuando la infantil frente en su roja tormenta
implora el blanco enjambre de los sueños borrosos,
sus dos hermanas llegan y cada una ostenta
las uñas argentinas de sus dedos graciosos.

Sientan al niño enfrente de una ventana abierta,
al aire azul que baña las abundantes flores
y por su pelamesa de rocío cubierta
pasan sus dedos crueles, finos y encantadores.

Y sus respiraciones medrosas y furtivas
con la miel de sus rosas le rozan sin cesar.

Solamente su soplo interrumpen salivas
chupadas por los labios o ganas de besar.

De las negras pestañas escucha las cadencias
en las pausas fragantes y, eléctricos y flojos,
siente que dan los dedos con grises indolencias
entre las regias uñas la muerte a los piojos.

Da el vino de la dulce Pereza su delicia
con acordes de harmónica que puede delirar
y el niño siente, al lento compás de la caricia,
cómo nacen y mueren las ganas de llorar.