Las mil y una noches:0876
PERO CUANDO LLEGÓ LA 897ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"... No cesemos de regocijarnos con el canto y las palabras hasta que cierre el día y venga la noche con las tinieblas".
Y a continuación ordenó el joven a los esclavos que fueran a buscar caballos. Y obedecieron al punto los esclavos; y ofrecieron al huésped de su señor una yegua de reyes. Y ambos saltaron a lomos de sus monturas, y se dedicaron a recorrer Damasco y a mirar el espectáculo de los zocos y de las calles, hasta que llegaron ante una fachada brillantemente iluminada y decorada con linternas de todos colores; y delante de una cortina había una lámpara grande de cobre cincelado que colgaba de una cadena de oro. Y dentro de la morada había pabellones rodeados de estatuas maravillosas y conteniendo todas las especies de aves y todas las variedades de flores; y en medio de todos aquellos pabellones había una sala con cúpula y ventanas de plata. Y el joven abrió la puerta de la tal sala. Y apareció ésta como un hermoso jardín del paraíso, animado por los cantos de los pájaros y los perfumes de las flores y el susurrar de los arroyos. Y la sala entera resonaba con los diversos lenguajes de aquellos pájaros, y estaba alfombrada con alfombras de seda y bien provista de cojines de brocado y plumas de avestruz. Y también contenía un número incalculable de toda clase de objetos suntuosos y de artículos de precio, y estaba perfumada por el olor de las flores y de las frutas; y encerraba un número inconcebible de cosas magníficas, como platos de plata, vasos de plata, copas preciosas, pebeteros y provisiones de ámbar gris, polvo de áloe y frutas secas.
En una palabra, era como aquella morada descripta en estos versos del poeta:
- ¡La casa era perfectamente espléndida, y brillaba con todo el resplandor de su magnificencia!
Y cuando Giafar se hubo sentado, el joven le dijo: "¡Con tu llegada, ¡oh señor e invitado mío! han descendido del cielo sobre nuestra cabeza un millar de bendiciones!" Y aún le dijo otras cosas amables, y le preguntó por fin: "¿Y cuál es el motivo a que debemos el honor de tu llegada a nuestra ciudad? ¡Aquí encuentras familia y holgura con toda cordialidad!"
Y Giafar contestó: "Yo soy ¡oh mi señor! soldado de profesión, y mando una compañía de soldados. Y soy oriundo de la ciudad de Bassra, de donde vengo en este momento. Y la causa de mi llegada aquí es que, no pudiendo pagar al califa el tributo que le debo, me he asustado por mi vida, y he emprendido la fuga, cabizbajo, con terror. Y no he cesado de correr por llanuras y desiertos hasta que el Destino me ha conducido hasta ti". Y el joven dijo: "¡Oh llegada bendita! ¿Y cuál es tu nombre?" El aludido contestó: "Mi nombre es como el tuyo, ¡oh mi señor!" Y al oír esto, el joven sonrió y dijo, risueño: "¡Oh mi señor! ¡entonces te llamas Abul´ Hassán! Pero te ruego que no tengas ninguna opresión de pecho ni ninguna turbación de tu corazón". Y dió orden para que los sirvieran. Y les llevaron bandejas llenas de todas clases de cosas delicadas y deliciosas; y comieron y quedaron satisfechos. Tras de lo cual se levantó la mesa y se les llevó el jarro y la jofaina. Y se lavaron las manos, y fueron a la sala de las bebidas, que estaba llena de flores y frutas. Y el joven habló a la joven, refiriéndose a la música y al canto. Y ella los encantó a ambos y los deleitó con la perfección de su arte; y hasta la morada y sus muros se conmovieron y agitaron. Y Giafar, en el paroxismo de su entusiasmo, se quitó la ropa y la arrojó a lo lejos después de hacerla trizas. Y el joven le dijo: "¡Ualahí! ¡ojalá sea efecto del placer esa desgarradura, y no efecto del sentimiento y de la pena! Y Alah aleje de nosotros la amargura del enemigo". Luego hizo señas a uno de sus esclavos, quien al punto llevó a Giafar ropas nuevas que costaban cien dinares, y le ayudó a ponérselas. Y el joven dijo a la joven: "¡Cambia el tono del laúd!" Y ella cambió el tono y cantó estos versos:
- ¡Mi mirada celosa está clavada en él! ¡Y si mira él a otro, me tortura!
- ¡Doy fin a mis deseos y a mi canto, gritando!: "¡Mi amistad hacia ti durará hasta que la muerte se albergue en mi corazón!"
Y terminado este cántico, de nuevo Giafar se despojó de sus ropas, gritando. Y el joven le dijo: "¡Ojalá mejore Alah tu vida y haga que su principio sea su fin y que su fin sea su principio!" Y los esclavos volvieron a poner a Giafar otras ropas más hermosas que las primeras. Y la joven ya no dijo nada durante una hora de tiempo, en tanto que charlaban los dos hombres. Luego el joven dijo a Giafar: "Escucha ¡oh mi señor! lo que el poeta ha dicho del país adonde te ha conducido el Destino, para dicha nuestra, en este día bendito".
Y dijo a la joven: "Cántanos las palabras del poeta referente al valle nuestro que en la antigüedad se llamaba valle de Rabwat".
Y la joven cantó:
- ¡Oh generosidad de nuestra noche en el valle de Rabwat, adonde lleva sus perfumes el delicado céfiro!
- ¡Es un valle cuya hermosura es como un collar: lo rodean árboles y flores! ¡Sus campos están tapizados con flores de todas las variedades, y los pájaros vuelan por encima de ellas!
- ¡Cuando sus árboles nos ven sentados debajo, nos arrojan por sí mismos sus frutos!
- ¡Y mientras cambiamos sobre el césped las copas desbordantes de la charla y de la poesía, el valle es generoso con nosotros y su céfiro nos trae lo que las flores nos envían.
Cuando la joven hubo acabado de cantar, Giafar se despojó de sus ropas por tercera vez. Y el joven se levantó, y le besó en la cabeza, e hizo que le pusieran otra vestidura. Porque aquel joven, como se verá, era el hombre más generoso y el más magnífico de su tiempo, y la largueza de su mano y la alteza de su alma eran por lo menos tan grandes como las de Hatim, jefe de la tribu de Thay. Y continuó charlando con él acerca de los acontecimientos de aquellos días y utilizando otros motivos de conversación y contando anécdotas y hablando de las obras maestras de la poesía. Y le dijo: "¡Oh mi señor! no apesadumbres tu espíritu con cavilaciones y preocupaciones". Y Giafar le dijo: "¡Oh mi señor! he abandonado mi país sin tomarme tiempo para comer ni beber. Y lo he hecho con intención de divertirme y de ver mundo. Pero si Alah me concede el regreso a mi país, y mi familia, mis amigos y mis vecinos me interrogan y me preguntan dónde he estado y qué he visto, les diré los beneficios con que me has favorecido y los favores que has amontonado sobre mi cabeza en la ciudad de Damasco, en el país de Scham. Y les contaré lo que he visto por acá y lo que he visto por allá, y les dedicaré hermosos discursos y charlas instructivas acerca de todo aquello con que se enriquezca mi espíritu junto a ti en la ciudad". Y el joven contestó: "¡Me refugio en Alah ¡contra las ideas de orgullo! El es el Único generoso". Y añadió: "¡Estarás conmigo el tiempo que quieras, diez años o más, lo que gustes! Porque la casa es tu casa, con su dueño y con lo que contiene".
Y entretanto, como la noche avanzaba, entraron los eunucos y dispusieron para Giafar un lecho delicado en el sitio de honor de la sala. Y extendieron un segundo lecho al lado del de Giafar. Y se fueron después de disponerlo todo y ponerlo todo en orden. Y Giafar el visir, al ver aquello, dijo para sí: "¡Por lo visto, mi huésped es soltero! Y por eso han dispuesto su lecho al lado del mío. Creo que podré aventurar una pregunta". Y efectivamente, aventuró la pregunta, interrogando a su huésped: "¡Oh mi señor! ¿eres soltero o casado?" Y el joven contestó: "¡Casado!, ¡oh mi señor!" Y Giafar replicó a esto: "¿Por qué, pues, si estás casado, vas a dormir al lado mío, en lugar de entrar en tu harén y de acostarte como los hombres casados?" Y el joven contestó: "Por Alah, ¡oh mi señor! No va a echar a volar el harén con su contenido y ya tendré más tarde tiempo de ir a acostarme allá. Pero ahora sería en mí incorrecto y grosero y descortés dejarte solo para ir a acostarme en mi harén, tratándose de un hombre como tú, de un visitante, ¡de un huésped de Alah! ¡Una acción así sería contraria a la cortesía y a los deberes de hospitalidad! ¡Y mientras tu presencia ¡oh mi señor! se digne favorecer esta casa, no reposaré mi cabeza en mi harén, ni me acostaré allí, y obraré de este modo hasta que nos despidamos tú y yo en el día que te convenga y elijas, cuando quieras volver en paz y seguridad a tu ciudad y a tu país!" Y Giafar dijo para sí: "¡Qué cosa tan prodigiosa y tan excesivamente maravillosa!" Y durmieron juntos aquella noche.
Y al día siguiente muy de mañana, se levantaron y fueron al hammam, donde ya el joven -que, en realidad, se llamaba Ataf el Generoso- había enviado para uso de su huésped un envoltorio con vestidos magníficos. Y después de tomar el más delicioso de los baños, montaron en caballos espléndidos que se encontraron ensillados ya a la puerta del hammam, y se dirigieron al cementerio para visitar la tumba de la Dama, y pasaron todo aquel día recordando las vidas de los hombres y sus muertes. Y continuaron viviendo de tal suerte, a diario visitando tan pronto un sitio como otro, y durmiendo de noche juntos, de la manera consabida, y así en el transcurso de cuatro meses...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.