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Las mil y una noches:0913

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Las mil y una noches - Tomo VI
de Anónimo
Capítulo 0913: y cuando llego la 931ª noche

Y CUANDO LLEGO LA 931ª NOCHE

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Ella dijo:

... Y al ver aquello, el jeique Eblis se echó a reír, y exclamó: "¡Vaya un grupo! ¡Sed amables, y cogedme entre vosotras dos!" Y una gran carcajada recorrió la asamblea de los genn. Y también se rió Tohfa. Y la bella Kamariya le dijo: "¡Oh hermana mía! te amo, y los corazones son tan profundos, que no pueden tener por testigos más que a las almas. Y mi alma es testigo de que yo te amaba ya antes de haberte visto". Y por no parecer mal educada, Tohfa contestó: "¡Por Alah! también tú me eres cara, ya setti Kamariya. Y me he tornado en esclava tuya desde que te he visto". Y Kamariya le dió gracias, y la besó más, y le presentó a sus tres hermanas, diciendo: "Estas están casadas con nuestros jefes". Y Tohfa hizo un saludo apropiado a cada una de ellas. Y ellas fueron por turno a inclinarse ante Tohfa.

Tras de lo cual entraron los esclavos de los genn con el bandejón de los manjares, y pusieron el mantel. Y la reina Kamariya invitó a Tohfa a sentarse con ella y sus hermanas en torno a la bandeja, en medio de la cual había grabado estos versos:

Estoy hecha para llevar manjares de todas clases; La generosidad es lo que soporto; comed, pues, sin dejar nada, de lo que traigo.
Las manos de los más poderosos vienen a hacerme señas; Que cada cual de vosotros me designe cuál es su preferencia insigne.
Merezco que tan gran honor se me asigne, a causa de los manjares que ostento.

Cuando leyeron estos versos, tocaron a los manjares. Pero Tohfa no comía con apetito, porque estaba preocupada con la contemplación de aquellos dos jefes de los genn, que tenían un rostro repulsivo. Y no pudo por menos de decir a Kamariya: "¡Por vida tuya, ¡oh hermana mía! que mis ojos no pueden ya sufrir la vista de ese que está ahí y de ese otro que está a su lado! ¿Por qué son tan horribles, y quiénes son?" Y Kamariya se echó a reír y contestó: "¡Oh mi señora! ése es el jefe Al-Schisbán, y ese otro es el magno Maimún, el portaalfanje. Si te parecen feos, es porque, a causa de su orgullo, no han querido hacer como todas nosotras y como todos los genn, cambiando su forma prístina por la de seres humanos. Porque has de saber que todos los jefes que estás viendo, en su estado normal, son semejantes a esos dos en la forma, y en el aspecto; pero hoy, para no asustarte, han tomado la apariencia de hijos de Adán, para que te familiarices con ellos y estés a gusto". Y Tohfa contestó: "¡Oh mi señora! en verdad que no puedo mirarlos. ¡Sobre todo, qué espantoso es ese Maimún! ¡Le tengo miedo verdaderamente! ¡Sí, me dan mucho miedo esos dos gemelos!" Y Kamariya no pudo por menos de echarse a reír a carcajadas. Y Al-Schisbán, uno de los dos jefes de cara espantable la vió reír y le dijo: "¿A qué vienen esas risas, ¡oh Kamariya!?"

Y ella le habló en una lengua que no podría entender ningún oído de hijo de Adán, y le explicó lo que Tohfa había dicho con respecto a él y con respecto a Maimún. Y el maldito Al-Schisbán, en vez de enfadarse, se echó a reír con una risa tan prodigiosa, que al pronto se creería que había irrumpido en la sala una tempestad violenta.

Y terminó la comida en medio de la risa general de los jefes de los genn. Y cuando todo el mundo se lavó las manos, llevaron los frascos de vinos. Y el jeique Eblis se acercó a Tohfa, y dijo: "¡Oh mi señora! regocijas esta sala y la iluminas y la embelleces con tu presencia. Pero ¿a qué exaltación no llegaríamos reinas y reyes, si quisieras hacernos oír algo tocado por tu laúd, acompañándolo con tu voz? Porque he aquí que ya la noche abrió sus alas para marcharse, y no tardará mucho tiempo en hacerlo. Antes, pues, de que nos deje, favorécenos, ¡oh Obra Maestra de los Corazones!"

Y Tohfa contestó: "¡Oír es obedecer!"

Y cogió el laúd y lo tañó maravillosamente, hasta el punto de que a todos los que la escuchaban les pareció que el palacio bailaba con ellos, como un navío anclado, lo cual era efecto de la música.

Y cantó ella estos versos:

¡La paz sea con todos vosotros, que habéis jurado guardarme fidelidad!
¿No habíais dicho que me encontraría con vosotros, ¡oh vosotros los que os encontráis conmigo!?
¡Os haré reproches con una voz más dulce que la brisa de la mañana, más fresca que el agua pura cristalizada!
¡Porque tengo destrozados mis párpados, fieles a las lágrimas, por más que la sinceridad esencial de mi alma es un remedio para los que la ven!, ¡oh amigos míos!

Y al oír estos versos y su música, los jefes de los genn llegaron al éxtasis del gozo. Y aquel perverso y feo Maimún se entusiasmó tanto, que se puso a bailar con un dedo metido en el culo.

Y el jeique Eblis dijo a Tohfa: "¡Por favor, cambia de tono, porque al entrar en mi corazón el placer ha detenido mi sangre y mi respiración!" Y la reina Kamariya se levantó y fué a besarla entre ambos ojos, diciéndole: "¡Oh frescura del alma! ¡Oh corazón de mi corazón!" Y la conjuró para que tañera más.

Y Tohfa contestó: "¡Oír es obedecer!" Y cantó esto, con acompañamiento:

¡A menudo, cuando aumenta la languidez, consuelo a mi alma con la esperanza!
¡Maleables como la cera serán las cosas difíciles, si tu alma conoce la paciencia; y cuando está lejos se acercará, si te resignas!

Y fué cantando con tan hermosa voz, que todos los jefes de los genn se pusieron a bailar. Y Eblis se acercó a Tohfa, y le besó la mano y le dijo: "¡Oh maravillosa! ¿sería abusar de tu generosidad pedirte un nuevo cántico?" Y Tohfa contestó: "¿Por qué no me lo pide Sett Kamariya?" Y al punto acudió la joven reina, y besando ambas manos a Tohfa, le dijo: "¡Por mi vida sobre ti, canta otra vez!" Y Tohfa dijo: "¡Por Alah! tengo la voz cansada de cantar; pero, si quieres, os diré, sin cantarlos, sino recitándolos con su ritmo, los cantos del céfiro, de las flores y de las aves. Y para empezar, os diré primero el canto del céfiro".

Y dejó a un lado su laúd, y en medio del silencio de los genn, y bajo la sonrisa entusiasmada de las jóvenes reinas de los genn, dijo: "He aquí el Canto del céfiro:

Soy el mensajero de los amantes; llevo los suspiros de los que se lamentan a causa del amor.
Transmito con fidelidad los secretos de los enamorados, y repito las palabras como las he oído.
Soy tierno para los viajeros del amor. Ante ellos, mi aliento se torna más dulce, y me desahogo en mimos y lagoterías.
Amoldo mi conducta a la del amante. Si es bueno, le acaricio con un soplo aromático; pero si es malo, le molesto con un soplo inoportuno.
Cuando mi inquietud agita el follaje, el que ama no puede contener los suspiros. Y en cuanto mi murmullo le acaricia, dice sus penas al oído de su dueña.
Mi esencia se compone de dulzura y ternura, y soy como un laúd en el aire incandescente.
Si soy inquieto, no es por efecto de un capricho vano, sino por seguir a mis hermanas las estaciones en sus cambios y en su curso.
Se me cree útil, cuando solamente soy encantador. En la estación de primavera, soplo desde el Norte, fertilizando así los árboles y haciendo la noche comparable al día.
En la estación cálida, parte de Oriente mi carrera para favorecer a los frutos y vestir a los árboles con su hermosura plena.
En otoño, vengo del Sur para que mis bienamados los frutos lleguen a su perfección y maduren convenientemente.
En invierno, por fin, parte de Occidente mi carrera. Y de tal suerte, alivio a mis amigos los árboles del peso fatigoso de sus frutos, y seco las hojas por conservar la vida de las hermosas ramas.
Yo soy quien hace conversar a las flores con las flores, quien mece las mieses, quien otorga a los arroyos sus cadenas argénteas.
Yo soy quien fecunda a la palmera, quien revela a la amante los secretos del corazón que ella ha inflamado, y es mi aliento perfumado quien anuncia al peregrino del amor que se acerca a la tienda de su bienamada.

"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! --continuó Tohfa-, os diré el Canto de la Rosa...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.