Las mil y una noches:0914
Apariencia
Y CUANDO LLEGO LA 932ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
"... Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! -continuó Tohfa-, os diré el Canto de la Rosa. Helo aquí:
- Soy la que hace su visita entre el invierno y el verano. Pero mi visita es tan corta como la aparición del fantasma nocturno.
- Apresuraos a disfrutar el corto espacio de mi floración, y acordaos que el tiempo es un alfanje afilado.
- Tengo el color de la amante a la vez que el traje del amante. Embalsamo a quien aspira mi aliento, y converso con la joven que me recibe de mano de su amigo, sintiendo una emoción desconocida.
- Soy un huésped que nunca resultó inoportuno; y quien espere poseerme por mucho tiempo se equivoca. Soy aquella de quien está enamorada el ruiseñor.
- Pero, con toda mi gloria, ¡ay! soy la más castigada de todas mis hermanas. Tierna aún, por doquiera que florezco, un círculo de espinas me oprime en todos sentidos.
- Como flechas aceradas, esparcen mi sangre por mis vestiduras y las tiñen de bermejo color. Estoy eternamente herida.
- Sin embargo, a pesar de cuanto sufro, sigo siendo la más elegante entre las efímeras. Me llaman Orgullo de la mañana. Brillante de lozanía, me adorno con mi propia hermosura.
- Pero he aquí la mano terrible de los hombres, que me coge de en medio de mi jardín de hojas para llevarme a la prisión del alambique, entonces se liquida mi cuerpo y se abrasa mi corazón; se desgarra mi piel y se pierde mi fuerza; corren mis lágrimas y nadie tiene piedad de mí.
- Mi cuerpo es presa del ardor del fuego, mis lágrimas de la sumersión y mi corazón del borboteo. El sudor que segrego es indicio irrecusable de mis tormentos.
- Aquellos a quienes consume un mal abrasador se alivian con mi alma volátil; y aquellos a quienes agita el deseo aspiran con delicia el almizcle de mis antiguos trajes.
- Así es que, cuando mi hermosura exterior abandona a los hombres, mis cualidades interiores con mi alma se quedan entre ellos.
- Y los contemplativos, que saben extraer de mis encantos pasajeros una alegoría, no añoran la época en que mi flor adornaba los jardines; pero los amantes querrían que durara siempre esa época.
"Y ahora, ¡oh señores míos y señoras mías! si queréis, os diré el Canto del Jazmín. Helo aquí:
- Cesad de apenaros, ¡oh vosotros todos los que a mí os acercáis! que soy el jazmín. En el azul estallan mis estrellas, más blancas que la plata en la mina.
- Nazco directamente del seno de la divinidad, y reposo en el seno de las mujeres.
- Soy un adorno maravilloso para llevarlo en la cabeza.
- Bebed vino en compañía, y burlaos de quien pasa su tiempo en languidez.
- Mi color recuerda el alcanfor, ¡oh mis señores! y mi olor es el padre de los olores, el me hace estar presente todavía cuando ya estoy lejos.
- Mi nombre, Yas-min, brinda un enigma cuyo significado verdadero no puede por menos de gustar a los novicios en la vida ingeniosa.
- Está compuesto de dos palabras diferentes, desesperación y error. Indico, pues, con mi lenguaje mudo, que la desesperación es un error.
- Por eso llevo conmigo la dicha y pronostico la felicidad y la alegría.
- Soy el jazmín. Y mi color recuerda el alcanfor, ¡oh mis señores!
"Y ahora, ¡oh señores míos y señoras mías! si queréis, os diré el Canto del Narciso. Helo aquí:
- No me ofusca mi hermosura porque mis ojos sean lánguidos, porque me balancee armoniosamente y porque tenga un noble origen.
- Siempre junto a las flores, me complazco en mirarlas; charlo con ellas a la luz de la luna, y constantemente soy su camarada.
- Mi hermosura me otorga el primer puesto entre mis compañeras, y no obstante, soy su servidor. Así, puedo enseñar a quienquiera que lo desee las obligaciones propias del servicio.
- Me ajusto a los riñones el cinturón de la obediencia, y me mantengo en pie como un buen servidor.
- No me siento con las demás flores, ni alzo la cabeza hacia mi comensal.
- Jamás soy avaro de mi perfume para aquel que desee aspirarlo, y jamás me rebelo a la mano que me coge.
- A cada instante aplaco mi sed en mi cáliz, que es para mí un vestido de pureza.
- Un tallo de esmeralda sírveme de base, y mi vestido está formado de oro y plata.
- Cuando reflexiono sobre mis imperfecciones, no puedo por menos de bajar, confundido, mis ojos hacia tierra. Y cuando medito en lo que un día llegaré a ser, mi tez cambia de color.
- Porque quiero, con la humildad de mis miradas, confesar mis defectos y hacerme perdonar mis guiños de ojos, y si a menudo bajo la cabeza, no es por mirarme en las aguas y admirarme, sino para pensar en el momento cruel de mi término.
"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto de la Violeta. Helo aquí:
- Estoy vestida con el manto de una hoja verde y con un ropón de honor ultramarino. Soy una cosita ínfima de aspecto delicioso.
- Llámase a la rosa Orgullo de la mañana. Yo soy su misterio.
- ¡Pero cuán digna de envidia es mi hermana la rosa, que vive la vida de los bienaventurados y muere mártir de su hermosura!
- Yo me amustio desde mi infancia, consumida de pena, y nazco vestida de luto.
- ¡Qué cortos son los instantes en que disfruto una vida agradable! ¡Ay! ¡ay! ¡qué largos son los instantes en que vegeto seca y despojada de mis trajes de hojas!
- Ved. En cuanto abro mi corola, vienen a cogerme y a separarme de mis raíces sin darme tiempo de llegar al término de mi desarrollo.
- No faltan entonces gentes que, abusando de mi debilidad, me tratan con violencia sin que las conmuevan mi modestia ni mis atractivos.
- Hablo de placer a los que están junto a mí, y gusto a los que me advierten. Sin embargo, apenas pasa un día, y hasta menos de un día, no se me estima ya.
- Y se me vende al más bajo precio tras de hacer el mayor caso de mí; y acábase por encontrarme defectos tras de haberme colmado de elogios.
- De noche, por influjo del Destino enemigo, mis pétalos se enrollan y se mustian; y por la mañana, estoy pálida y seca.
- Entonces es cuando me recogen las gentes estudiosas que conocen mis virtudes, con mi auxilio, alejan los males, aplacan los dolores y dulcifican los caracteres secos.
- Fresca, hago disfrutar a los hombres la dulzura de mi perfume, el encanto de mi flor; seca les devuelvo la salud.
- Pero, entre los hijos de los hombres, cuántos ignoran mis cualidades interiores y no se dignan escrutar mis ribetes de sabiduría.
- Ofrezco, sin embargo, tantos motivos de reflexión a los meditativos, que procuran instruirse estudiándome. Porque mi modo de ser atrae a los que escuchan la voz de la razón.
- Pero me consuelo de ser desconocida tan a menudo, viendo cómo mis flores, sobre sus tallos, se asemejan a un ejército cuyos jinetes, con cascos de esmeralda, hubieran adornado de zafiros sus lanzas y arrebatado oportunamente con sus lanzas las cabezas de sus enemigos.
"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del nenúfar. Helo aquí:
- Tan temeroso y púdico es mi natural, que, no pudiendo decidirme a vivir desnudo al aire, rehuyo las miradas y me escondo en el agua. Y con mi corola inmaculada, me dejo adivinar más bien que ver.
- Escuchen con avidez mis lecciones los enamorados, y tengan miramientos conmigo, y pórtense con prudencia.
- Los lugares acuáticos son mi lecho de reposo, porque me gusta el agua límpida y corriente, y no me separo de ella ni por la mañana ni por la noche, ni en el invierno ni en el verano.
- Y ¡qué cosa tan extraordinaria! atormentado de amor por esa agua, no ceso de suspirar tras ella, y presa de la sed ardiente del deseo, la acompaño por doquiera.
- ¿Vióse jamás nada parecido? Estar en el agua y sentirse devorado por la sed más ardiente.
- De día, bajo los rayos del sol, despliego mi cáliz dorado; pero cuando la noche envuelve a la tierra con su manto y se extiende sobre las aguas, la onda me atrae hacia sí.
- Y se inclina mi corola, y hundiéndome en el seno nativo, me retiro al fondo de mi nido de verdor y de agua y vuelvo a mis pensamientos solitarios, porque mi cáliz, sumergido en el agua nocturna, contempla entonces, como un ojo vigilante, lo que hace su dicha.
- Y los hombres irreflexivos no saben ya dónde estoy, y no sospechan mi dicha escondida, y ningún censor viene a importunarme para alejarme de mi fresca bienamada.
- Además de que, adonde quiera que me llevan mis deseos, mi bien. amada permanece al lado mío.
- Si le ruego que alivie el ardor que me inflama, me empapa ella en su dulce licor, y si le pido asilo, complaciente, ábreme su seno para ocultarme en él.
- Mi existencia se halla ligada a la suya, y la dulzura de mi vida depende del tiempo que viva ella conmigo.
- Ella sola puede darme el último grado de la perfección, y sólo a sus cualidades debo mis virtudes.
- Tan temeroso y púdico es mi natural, que, no pudiendo decidirme a vivir desnudo al aire, huyo las miradas y me escondo en el agua. Y con mi corola inmaculada, me dejo adivinar más bien que ver.
"Y ahora, si queréis, ¡oh señores míos y señoras mías! os diré el Canto del Alelí...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.