Las mil y una noches:0989

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Las mil y una noches - Tomo VI​ de Anónimo
Capítulo 0989: pero cuando llegó la 983ª noche

PERO CUANDO LLEGÓ LA 983ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

... Y llegó al punto a presencia de Al-Hadi, que le dijo: "Ve en seguida al cuarto de mi hermano Al-Raschid, y tráeme su cabeza".

Al oír estas palabras, que eran la sentencia de muerte de aquel a quien había criado, Massrur quedó estupefacto, aturdido y como herido por el rayo. Y murmuró: "De Alah somos y a El retornaremos". Y acabó por salir, semejante a un hombre ebrio.

Y en el límite de la emoción, fué en busca de la princesa Khaizarán, madre de Al-Hadi y de Harún Al-Raschid. Y le vió ella azorado y trastornado, y le preguntó: "¿Qué hay ¡oh Massrur!? ¿Qué ha sucedido para que vengas aquí a hora tardía de la noche? Dime qué te pasa". Y Massrur contestó: "¡Oh mi señora! ¡no hay recurso ni fuerza más que en Alah el Todopoderoso! He aquí que nuestro amo el califa Al-Hadi, tu hijo, acaba de darme esta orden: "Ve en seguida al cuarto de mi hermano Al-Raschid, y tráeme su cabeza".

Y al oír estas palabras del portaalfanje, Khaizarán se sintió llena de terror; y se albergó en su alma el espanto; y la emoción le apretó el corazón hasta romperle. Y bajó la cabeza y se recogió en sí misma un instante. Luego dijo a Massrur: "Ve inmediatamente al cuarto de mi hijo Al-Raschid, y tráele aquí contigo". Y Massrur contestó con el oído y la obediencia, y partió.

Y entró en el aposento de Harún. Y en aquel momento Harún estaba ya desnudo en el lecho, con las piernas debajo de la manta. Y Massrur le dijo atropelladamente: "Levántate, en nombre de Alah, ¡oh mi señor! y ven conmigo inmediatamente al cuarto de tu madre, mi señora, que te llama". Y Al-Raschid se levantó, y vistiéndose de prisa, pasó con Massrur al aposento de Sett Khaizarán.

En cuanto ella vió a su hijo preferido, se levant6 y corrió a él y le besó, sin decir una palabra, y le empujó a una pequeña habitación disimulada, cerrando la puerta tras él, que ni siquiera pensó en protestar o en pedir la menor explicación.

Y hecho esto, Sett Khaizarán envió a buscar en sus casas, donde estarían durmiendo, a los emires y a los principales personajes del palacio califal. Y cuando estuvieron todos reunidos en las habitaciones de ella, la princesa, desde detrás de la cortina del harén, les dirigió estas sencillas palabras: "En nombre de Alah el Todopoderoso, el Altísimo, y en nombre de su Profeta bendito, os pregunto si oísteis decir alguna vez que mi hijo Al-Raschid haya estado en connivencia, relación o trato con los enemigos de la autoridad califal o con los heréticos Zanadik, o que alguna vez haya tratado de hacer la menor tentativa de insubordinación o rebeldía contra su soberano Al-Hadi, hijo mío y señor vuestro".

Y todos contestaron con unanimidad: "No, jamás".

Y Khaizarán repuso al punto: "Pues bien; sabed que al presente, ahora mismo, mi hijo Al-Hadi pide la cabeza de su hermano Al-Raschid. ¿Podéis explicarme por qué motivo?" Y los presentes quedaron tan aterrados y espantados, que ninguno de ellos osó articular una palabra. Pero el visir Rabiah se levantó y dijo al portaalfanje Massrur: "Ve en esta hora y en este instante a presentarte entre las manos del califa. Y cuando, al verte, te pregunte: "¿Has acabado?", le responderás: "Nuestro señora Khaizarán, tu madre, esposa de tu difunto padre AlMahdi, madre de tu hermano, me ha sorprendido cuando yo me precipitaba sobre Al-Raschid; y me ha detenido y me ha rechazado. Y beme aquí ante ti, sin haber podido ejecutar tu orden".

Y Massrur salió y al punto se presentó al califa.

Y en cuanto le vió Al-Hadi, le dijo: "Está bien, ¿dónde está lo que te he pedido?" Y Massrur contestó: "¡Oh mi señor! mi señora la princesa Khaizarán me ha sorprendido abalanzándome sobre tu hermano Al-Raschid; y me ha detenido, y me ha rechazado, y me ha impedido cumplir mi misión".

Y el califa, en el límite de la indignación, se levantó y dijo a Ishak y a la cantarina Ghader: "Seguid en el sitio en donde estáis, y esperad a que vuelva yo".

Y llegó a las habitaciones de su madre Khaizarán y vió a todos los dignatarios y emires congregados allí. Y al verle, la princesa se puso en pie; y los personajes que estaban con ella también se levantaron. Y el califa, encarándose con su madre, le dijo con voz sofocada por la cólera: "¿Por qué, cuando yo quiero y ordeno una cosa, te opones a mis voluntades?". Y Khaizarán exclamó "¡Alah me preserve, ¡oh Emir de los Creyentes! de oponerme a ninguna de tus voluntades! Sin embargo, deseo solamente que me indiques por qué motivo exiges la muerte de mi hijo Al-Raschid. Es tu hermano y sangre tuya; es, como tú, alma y vida de tu padre". Y Al-Hadi contestó: "Puesto que quieres saberlo, sabe que deseo desembarazarme de Al-Raschid a causa de un sueño que he tenido la noche última y que me ha penetrado de espanto.

Porque en ese sueño he visto a Al-Raschid sentado en el trono, en mi lugar. Y junto a él estaba mi esclava favorita Ghader; y él bebía y jugueteaba con ella. Y como amo mi soberanía, mi trono y mi favorita, no quiero ver por más tiempo a mi lado, viviendo sin cesar junto a mí como una calamidad, a tan peligroso rival, aunque sea hermano mío".

Y Khaizarán le contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! ésas son ilusiones y falsedades del sueño, malas visiones ocasionadas por los manjares ardientes. ¡Oh hijo mío! casi nunca resulta verídico un sueño". Y continuó hablándole de tal suerte, aprobada por las miradas de los presentes. Y se dió tanta maña, que consiguió calmar a Al-Hadi y desvanecer sus temores. Y entonces hizo aparecer a Al-Raschid, y le hizo prestar juramento de que jamás había abrigado en la imaginación el menor proyecto de rebeldía o la menor ambición, y de que jamás intentaría nada contra la autoridad califal.

Y después de estas explicaciones, desapareció la cólera de Al-Hadi. Y se volvió a la cúpula, donde había dejado a su favorita con Ishak. Y despidió al músico y se quedó solo con la bella Ghader, divirtiéndose, regocijándose y dejándose penetrar por las delicias mezcladas de la noche y del amor. Y he aquí que de repente sintió un fuerte dolor en la planta de un pie. Y al punto se llevó la mano al sitio dolorido que le desazonaba, y se rascó. Y en algunos instantes formóse allí un pequeño tumor, que aumentó, hasta tener el volumen de una avellana. Y se le irritó, produciéndole desazones intolerables. Y se lo rascó él de nuevo; y aumentó hasta tener el volumen de una nuez, y acabó por reventársele. Y al punto Al-Hadi cayó de espaldas, muerto.

La causa de aquello fué que Khaizarán, en los pocos instantes que estuvo el califa con ella, después de la reconciliación, le había dado a beber un sorbete de tamarindo, que contenía la sentencia del Destino.

El primero que se enteró de la muerte de Al-Hadi fué precisamente el eunuco Massrur. E inmediatamente corrió a ver a la princesa Khaizarán, y le dijo: "¡Oh madre del califa! ¡Alah prolongue tus días! Mi señor Al-Hadi acaba de morir". Y Khaizarán le dijo: "Está bien. Pero ¡oh Massrur! guarda secreto sobre esta noticia y no divulgues este acontecimiento súbito. Y ahora ve cuando antes en busca de mi hijo Al-Raschid, y tráemele".

Y Massrur fué en busca de Al-Raschid, y le encontró acostado. Y le despertó, diciéndole: "¡Oh mi señor! mi señora te llama al instante". Y Al-Raschid exclamó, trastornado: "¡Por Alah! mi hermano Al-Hadi le habrá vuelto a hablar en contra mía, y le habrá revelado algún complot tramado por mí, y del que jamás haya tenido yo idea".

Pero Massrur le interrumpió, diciéndole: "¡Oh Harún! levántate en seguida y sígueme. Calma tu corazón y refresca tus ojos, porque todo va por buen camino, y no encontrarás más que éxitos y alegría.

Acto seguido, Harún se levantó y se vistió. Y al punto Massrur se prosternó ante él, y besando la tierra entre sus manos, exclamó: "La zalema contigo oh Emir de los Creyentes, imán de los servidores de la fe, califa de Alah en la tierra, defensor de la ley santa y de lo impuesto por ella!"

Y Harún, lleno de asombro y de incertidumbre, le preguntó: "¿Qué significan esas palabras, ¡oh Massrur!? Hace un momento me llamabas por mi nombre sencillamente; y al presente me das el título de Emir de los Creyentes. ¿A qué debo atribuir estas palabras contradictorias y un cambio de lenguaje tan imprevisto?".

Y Massrur contestó: "¡Oh mi señor! ¡toda vida tiene su destino y toda existencia su término! Alah prolongue tus días, pues tu hermano acaba de expirar…

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.