Las mil y una noches:109

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Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 109: Historia de la muerte del rey Omar Al-Neman y las palabras admirables que la precedieron


PERO CUANDO LLEGO LA 78a NOCHE[editar]

Ella dijo:

Entonces el rey Daul'makán, vestido con su traje regio, fué a sentarse en el trono levantado en medio de la tienda, debajo de la alta cúpula. Y colocó entre sus rodillas el gran sable de mando, apoyó las manos en él, y aguardó inmóvil. Los mamalik de Damasco y los antiguos guardias del chambelán fueron a colocarse a su alrededor con el alfanje desnudo. Y el chambelán, respetuosamente, se puso de pie a la derecha del trono.

Inmediatamente, cumpliendo las órdenes del chambelán, empezó el homenaje. Entraron los jefes del ejército de diez en diez, empezando por los grados inferiores, y prestaron juramento de fidelidad en manos del rey y besaron silenciosamente la tierra. Y así hicieron todos. Y ya no faltaban más que los cuatro grandes kadíes y el gran visir Dandán. Y los cuatro grandes kadíes entraron y prestaron juramento de fidelidad y besaron la tierra entre las manos del rey.

Pero cuando entró el gran visir, el rey se levantó del trono en honor suyo, avanzó a su encuentro, y exclamó: "¡Bienvenido sea el padre de todos nosotros, el muy venerable y muy digno gran visir, aquel cuyos actos están perfumados por la alta sabiduría, aquel cuyas acciones hablan de unas sabias y prudentes manos!"

Entonces el gran visir prestó juramento sobre el Libro Noble y besó la tierra entre las manos del rey.

Y mientras el chambelán salía para preparar el festín, disponiendo los manteles, los manjares y el servicio de coperos, el rey dijo al gran visir:

"Ante todo, para festejar mi advenimiento, quiero obsequiar con largueza a los soldados y a sus jefes; y para esto, manda repartir entre ellos todo el tributo que traemos de la ciudad de Damasco, sin economizar nada. Y hay que darles de comer y beber hasta la saciedad. Y hasta entonces, ¡oh gran visir! no vengas a contarme los pormenores de la muerte de mi padre y la causa de su muerte".

Y el visir Dandán se acomodó a las órdenes del rey, y dió tres días de libertad a los soldados para que pudieran divertirse, y avisó a sus jefes que el rey no quería recibir a nadie durante aquellos tres días. Entonces todo el ejército hizo votos por la vida del rey y por la prosperidad de su reinado. Y el visir volvió a la tienda del rey. Pero el rey ya había ido a buscar a su hermana Nozhatú, y le había dicho:

"¡Oh hermana! hemos sabido la muerte de nuestro padre el rey Omar, pero desconocemos todavía la causa de su muerte. Ven conmigo, para oírla contar de labios del gran visir". Y la llevó a la tienda, y la ocultó tras una gran cortina de seda colocada a espaldas del trono.

Entonces el rey dijo al visir Dandán: "¡Ahora, ¡oh visir! cuéntanos los detalles de la muerte del más sublime de los reyes!" Y el visir dijo: "¡Escucho y obedezco!" Y relató lo siguiente:


HISTORIA DE LA MUERTE DEL REY OMAR AL-NEMAN Y LAS PALABRAS ADMIRABLES QUE LA PRECEDIERON[editar]

Un día entre los días, el rey Omar Al-Nemán, sintiéndose agobiado por el dolor de vuestra ausencia, nos había llamado a todos para que tratáramos de distraerle, pero de pronto vimos llegar a una anciana de rostro venerable que acompañada de cinco jóvenes de pechos redondos, virginidad intacta y bellas como lunas, tan admirablemente bellas, que ningún lenguaje podría expresar sus perfecciones. Y a su belleza unían su cultura, pues sabían asombrosamente el Corán, los libros de la ciencia y las palabras de todos los sabios de entre los musulmanes.

La venerable anciana adelantó entre las manos del rey, besó respetuosamente la tierra y dijo: "¡Oh rey! te traigo cinco joyas, como no las posee ningún soberano del mundo. Te ruego que examines su hermosura y las sometas a prueba; porque la belleza sólo se aparece al que la busca con amor".

El rey Omar se quedó encantado en extremo al oír estas palabras, le inspiró un gran respeto el aspecto de la anciana, y contempló a las cinco jóvenes, que le agradaban infinito. Y dijo a las doncellas...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.