Las mil y una noches:110

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Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 110: Palabras de la primera joven


Y CUANDO LLEGO LA 79ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el rey Omar dijo a las doncellas: "¡Oh gentiles jóvenes! si es cierto que estáis versadas en el saber de las cosas que pasaron, que se adelante cada una de vosotras y me diga lo que mejor entienda de mi agrado".

Entonces la primera joven, cuya mirada era muy dulce, se adelantó, besó la tierra entre las manos del rey, y dijo:

PALABRAS DE LA PRIMERA JOVEN[editar]

"Sabed, ¡oh rey del tiempo! que la vida no existiría sin el instinto de ella. Y este instinto de la vida ha sido colocado en el hombre para que pueda, con ayuda de Alah, ser el dueño de sí mismo y acercarse a Alah el Creador. Y la vida ha sido dada al hombre para que desarrolle la belleza, poniéndose por encima de los errores. Y los reyes, que son los primeros entre los hombres deben ser los primeros en el camino de las virtudes y en la senda del desinterés. Y el hombre cuerdo, de espíritu cultivado, debe siempre proceder con dulzura y juzgar con equidad. Y debe guardarse prudentemente de sus enemigos y escoger cuidadosamente sus amigos, y cuando los haya escogido, ya no debe intervenir entre ellos para nada el juez, sino arreglarlo todo por medio de la bondad. Porque, o ha elegido a sus amigos entre los que viven apartados del mundo y dedicados a la santidad, y entonces debe oírlos respetuosamente y atenerse a su juicio, o los ha elegido entre los aficionados a los bienes de la tierra, y entonces debe velar por no herirlos en sus intereses, ni contrariar sus costumbres, ni contradecir sus palabras. La contradicción enajena hasta el afecto del padre y la madre ¡Y un amigo es una cosa tan preciosa! Porque el amigo no es como la mujer, de la cual se puede uno divorciar para sustituirla con otra. La herida hecha a un amigo no se cicatriza nunca, como dice el poeta:

"Piensa que el corazón del amigo es cosa muy frágil, y que se le debe cuidar como toda cosa frágil.
"¡El corazón del amigo, una vez herido, es como el cristal que una vez roto, ya no se puede componer!”
"Permite ahora que te recuerde algunas palabras de los sabios.

Sabe, ¡oh rey! que un kadí para dar una sentencia justa, debe mandar que se hagan las pruebas de una manera evidente, y tratar a ambas partes por igual, sin demostrar más respeto al acusado rico que al acusado pobre, aunque debe tender ante todo a la reconciliación, para que reine siempre la concordia entre los musulmanes. Y en la duda, debe reflexionar largamente, y volver varias veces sobre sus raciocinios, y abstenerse si prosigue la duda. La justicia es el primero de los deberes, y volver hacia la justicia, si se ha sido injusto, es mucho más noble que haber sido justo siempre, y mucho más meritorio ante el Altísimo. Y no hay que olvidar que Alah el Altísimo ha puesto a los jueces en la tierra solo para juzgar las cosas aparentes, pues se ha reservado para Él el juicio de las cosas secretas. Y es un deber del kadí no intentar nunca arrancar confesiones a un acusado sometiéndole al tormento ni al hambre, pues es indigno de los musulmanes.

Al-Zahrí ha dicho: "Tres cosas denigran a un kadí: manifestar condescendencia hacia un culpable de alta categoría, amar la alabanza y temer perder su cargo".

Habiendo destituido un día el califa Omar a un kadí, éste le preguntó: "¿Por qué me has destituido?" Y el califa respondió: "¡Porque tus palabras sobrepasaban a tus acciones!"

Y el gran Al-Iskandar (Alejandro), el de los Dos Cuernos, reunió un día a su kadí, a su cocinero y a su escriba, y dijo a su kadí: "Te he confiado la más alta y pesada de mis prerrogativas regias. ¡Ten, pues, alma regia!" Y al cocinero le dijo: "Te he confiado el cuidado de mi cuerpo, que depende de tu cocina. ¡Has de saber tratarlo con arte y con prudencia!" Y dijo a su escriba: "En cuanto a ti, ¡oh hermano de la pluma! te he confiado las manifestaciones de mi inteligencia. ¡Te conjuro a que me transmitas íntegro a las generaciones por medio de tu escritura!"

Y la joven, dichas estas palabras, se volvió a echar el velo por encima de la cara, y retrocedió hacia sus compañeras. Entonces se adelantó la segunda joven, que tenía...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.