Las mil y una noches:179

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Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 179: Y cuando llegó la 148ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 148ª NOCHE[editar]

Schehrazada dijo:

Cuento de la tortuga y el martín - pescador[editar]

Se cuenta en uno de mis libros antiguos, ¡oh rey afortunado! que un martín-pescador estaba un día a orillas de un río y observaba atentamente alargando el pescuezo, la corriente del agua. Pues tal era el oficio que le permitía ganarse la vida y alimentar a sus hijos, y lo ejercía sin pereza, desempeñando honradamente su profesión.

Y mientras vigilaba de tal modo el menor remolino y la ondulación más leve, vió deslizarse por delante de él, y detenerse contra la peña en que estaba observando, un cuerpo muerto de la raza humana. Entonces lo examinó, y viendo que tenía heridas de importancia en todos sus miembros y rastros de lanzazos y sablazos, pensó para sí: "¡Debe de ser algún bandido al cual han hecho expiar sus fechorías!"

Después levantó las alas y saludó al Retribuidor, diciendo: "¡Bendito sea Aquel que hace servir a los malos después de muertos para el bienestar de sus buenos servidores!" Y se dispuso a precipitarse sobre el cuerpo para arrancarle algunos pedazos, y llevárselos a sus crías, y comérselos con ellas. Pero enseguida vió que el cielo se oscurecía por encima de él con una nube de grandes aves de rapiña, como buitres y gavilanes, que empezaron a dar vueltas en grandes círculos, acercándose cada vez más.

Al ver aquello, el martín-pescador se sintió sobrecogido del temor de que lo devorasen aquellos lobos del aire, y se apresuró a largarse a todo vuelo lejos de allí. Y pasadas muchas horas se detuvo en la copa de un árbol que se hallaba en medio del río, hacia su desembocadura, y aguardó allí a que la corriente arrastrara hasta aquel sitio el cuerpo flotante. Y muy entristecido se puso a pensar en las vicisitudes y en la inconstancia de la suerte.

Y se decía: "He aquí que me veo obligado a alejarme de mi país y de la orilla que me vió nacer, y en la cual están mis hijos y mi esposa. ¡Ah, cuán vano es el mundo! ¡Y cuánto más vano todavía el que se deja engañar por sus exterioridades, y confiando en la buena suerte vive al día, sin ocuparse del mañana! ¡Si yo hubiese sido más prudente habría hacinado provisiones para los días de necesidad como el de hoy, y los lobos del aire no me habrían asustado al haber venido a disputarme mis ganancias! ¡Pero el sabio nos aconseja la paciencia en tales trances! ¡Tengámosla, pues!"

Y mientras recapacitaba de esta manera, vió a una tortuga que, saliendo del agua y nadando lentamente, avanzaba hacia el árbol en que él se encontraba. Y la tortuga levantó la cabeza, le vió en el árbol, y enseguida le deseó la paz, y le dijo: "¿Cómo es, ¡oh pescador! que has desertado del ribazo en que generalmente te hallabas?"

El pájaro respondió:

"Si bajo la misma tienda que te alberga y en tu mismo país llega a habitar un rostro desagradable, sólo una determinación has de tomar: déjale tu tienda y tu país y apresúrate a marcharte!"

"Y yo, !Oh buena tortuga! He visto mi ribazo dispuesto a ser invadido por los lobos del aire, y para que no me impresionaran de mala manera sus caras desagradables, he preferido dejarlo todo y marcharme hasta que Alah quiera compadecerse de mi suerte".

Cuando la tortuga oyó estas palabras, dijo al martín-pescador:

"Desde el momento en que es así, aquí me tienes entre tus manos, dispuesta a servirte con toda mi abnegación y a hacerte compañía en tu abandono e indigencia, pues ya sé lo desdichado que es el extranjero lejos de su país y de los suyos, y cuán dulce es para él hallar afecto y solicitud entre los desconocidos. Y yo, aunque sólo te conozco de vista, seré para ti una compañera atenta y cordial".

Entonces, el martín-pescador dijo:

"¡Oh tortuga de buen corazón, que eres dura por fuera y tierna por dentro! ¡Comprendo que voy a llorar de emoción ante la sinceridad de tu oferta! ¡Cuántas gracias te doy! ¡Y cuán razonables son tus palabras acerca de la hospitalidad que se ha de conceder a los extranjeros, y la amistad que se ha de otorgar a las personas en el infortunio! Porque verdaderamente, ¿qué sería la vida sin amigos y sin las conversaciones con los amigos, y sin las risas y las canciones con los amigos?"

¡El sabio es el que sabe encontrar amigos conforme a su temperamento, pues no se puede considerar amigos s los seres con los que hay que tratar en razón del oficio, como yo trataba con los martín- pescadores de mi especie, que me envidiaban por mis pescas y mis hallazgos! Así es que ahora deben estar muy contentos con mi ausencia esos tristes compañeros, que sólo saben mostrar sus mezquinos intereses, ¡pero nunca piensan en elevar su alma hacia el Dador! Siempre están con el pico vuelto hacia la tierra. ! Y tienen alas, pero no las utilizan! ¡Por eso la mayoría de ellos no podría volar aunque quisiera! ¡Sólo se sumergen y a veces se quedan en el fondo del agua!

Al oír estas palabras, la tortuga, que escuchaba silenciosa, exclamó: "¡Oh martín-pescador, baja para que te abrace!" Y él bajó del árbol, y la tortuga le besó entre los ojos, y le dijo:

"Verdaderamente, ¡Oh hermano mío! No has nacido para vivir en comunidad como las aves de tu raza, que están completamente desprovistas de sutileza, y no poseen modales exquisitos! ¡Quédate conmigo, y nuestra vida será agradable en este rincón de la tierra, perdido en medio del agua, a la sombra de este árbol y entre el rumor de las olas!"

Pero el martín pescador le dijo: "Te doy las gracias hermana tortuga, pero: ¿y los niños? ¿Y mi esposa?"

La tortuga respondió:

"¡Alah es grande y misericordioso! ¡Nos ayudará a transportarlos hasta aquí, y pasaremos días tranquilos y libres de toda zozobra! " Al oírla, el martín-pescador dijo: "¡Oh tortuga! demos juntos gracias al Optimo, que ha permitido que nos reuniéramos!" Y exclamó:


¡Loor a Nuestro Señor! Da riquezas a unos y pobreza a otros. Sus designios son sabios y bien calculados.

¡Loor a Nuestro Señor! ¡Cuántos pobres son ricos en sonrisas! ¡Cuántos ricos son pobres de alegría!


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

Entonces el rey Schahriar dijo: "¡Oh Schehrazada! tus palabras alejan de mí los feroces pensamientos. ¡Quisiera saber si conoces historias de lobos, por ejemplo, o de animales montaraces!"

Y contestó Schehrazada: "¡Precisamente son las historias que mejor conozco!"

Entonces el rey Schahriar dijo: "¡Apresúrate, pues, a contarlas!"

Y Schehrazada prometió contarlas en la noche venidera.

El pastor y la joven[editar]

Cuentan que en una montaña de entre las montañas del país musulmán había un pastor dotado de una gran cordura y de una fe constante. Este pastor llevaba una vida pacífica y retirada, contentándose con su suerte, y viviendo con la leche y la lana, productos de su rebaño. Y este pastor tenía tanta dulzura, y reunía tantas bendiciones, que las bestias feroces nunca atacaban a su rebaño, pues tanto lo respetaban, que al verle de lejos le saludaban con sus gritos y aullidos. Este pastor siguió viviendo así largo tiempo, sin interesarle, para su mayor dicha y tranquilidad, nada de lo que pasaba en las ciudades del universo.

Pero un día Alah el Altísimo quiso probar el grado de su cordura y el valor real de sus virtudes, y no encontró tentación más fuerte que enviarle la beldad de la mujer. Encargó, pues, a uno de sus ángeles que se disfrazase de mujer, y no escatimara ninguno de los artificios femeniles para hacer pecar al santo pastor.


Y un día en que el pastor, hallándose enfermo, estaba tendido en su gruta, y glorificaba en su alma al Creador, vió entrar de pronto en su albergue, risueña y gentil, a una joven de ojos negros, a quien se podía tomar también por un muchacho. Y al entrar se perfumó su gruta, y el pastor sintió que se estremecía su carne de viejo. Pero frunció el ceño, y se hizo un ovillo en un rincón, y dijo a la intrusa: "¿Qué vienes a hacer aquí, ¡oh mujer desconocida!? ¡Ni te he llamado, ni me haces ninguna falta!"

La joven se acercó entonces, se sentó junto al viejo, y le dijo: "¡Mírame! ¡Todavía no soy mujer, sino virgen, y vengo a ofrecerme a ti, sencillamente por gusto, y por lo que he sabido de tu virtud!"

Pero el anciano exclamó: "¡Oh tentadora del infierno, aléjate! ¡Déjame entregarme a la adoración de Aquel que no muere!"

Entonces la joven movió lentamente las flexibilidades de su cintura, miró al viejo, que trataba de retroceder, y suspiró:

"¡Dime!, ¿Por qué no me quieres? ¡Te traigo un alma sumisa y un cuerpo a punto de derretirse de deseo! ¡ Mira si mi pecho no es más blanco que la leche de tus ovejas. Y si mi desnudez no es más fresca que el agua de la sierra! Toca mi cabellera, ¡oh pastor! ¡Es más sedosa que el bello del cordero al salir del vientre de su madre! ¡Mis caderas son finas y resbaladizas, y apenas se dibujan en mi primera eflorescencia! ¡Y mis senos, que comienzan a hincharse, se estremecerían sólo con que los rozara ligeramente tu mano! ¡Ven! ¡Mis labios, que siento vibrar se derretirán en tu boca! ¡Mis dientes tienen mordiscos que infunden vida a los viejos moribundos! ¡Ven, que mi miel está pronta a caer gota a gota de todos los poros de mi cuerpo! ¡Ven!"

Pero el viejo, aunque le temblaban todos los pelos de la barba, exclamó: "¡Huye, ¡oh demonio! o te echaré de aquí con este garrote!"

Entonces la joven celestial le echó frenéticamente los brazos al cuello y le murmuró al oído: "¡Soy un fruto exquisito; cómelo y curarás! ¿Conoces el perfume del jazmín... ? ¡Te parecería muy basto, si olieras mi virginidad!"

Pero el anciano exclamó: "¡El perfume de la plegaria es el único que perdura! ¡Fuera de aquí miserable seductora!" Y la rechazó con ambos brazos.

Entonces la joven se levantó, se quitó rápidamente la ropa y se quedó erguida, toda desnuda, blanca, sólo bañada en las oleadas de sus cabellos.

Y su mudo llamamiento, en la soledad de aquella gruta, era más terrible que todos los gritos del delirio.

Y el viejo no pudo dejar de gemir, y para no ver ya aquella azucena viviente se cubrió la cabeza con su manto, y exclamó:

"¡Vete, vete, ¡oh mujer de ojos traicioneros! ¡Desde el principio del mundo eres la causa de nuestras calamidades! ¡Perdiste a los hombres de las edades primeras y siembras la discordia entre los hijos del mundo! ¡El que te escucha renuncia para siempre a los goces infinitos, que sólo podrán disfrutar aquellos que te expulsan de su vida!"

Y el viejo ocultó más la cabeza entre los pliegues del manto.

Pero la joven repuso: "¿Qué dices de los antiguos? ¡Los más sabios entre ellos me adoraron, y me cantaron los más severos! ¡Y mi belleza no les hizo desviarse del camino derecho, sino que iluminó sus pasos y constituyó la delicia de su vida! ¡La verdadera cordura, ¡oh pastor! es olvidarlo todo en mi seno ! ¡Vuelve a la sabiduría! ¡Estoy dispuesta a abrirme a ti y a llenarte de la verdadera sabiduría!"

Entonces el viejo se volvió del todo hacia la pared, y exclamó: "¡Atrás, engendro de malicia! ¡Te abomino y te rechazo! ¡A cuántos hombres buenos has hecho traición, y a cuántos malvados has protegido! ¡Tu hermosura es falsa! ¡En cambio, al que sabe orar se le aparece una belleza que nunca podrán ver los que te miran! ¡Atrás!"

Oídas estas palabras, la joven exclamó: "¡Oh pastor santo! ¡Bebe la leche de tus ovejas, y vístete con su lana, y reza al Señor en la soledad y en la paz de tu corazón!"

Y la visión desapareció.

Entonces, desde todos los puntos de la montaña, acudieron hacia el pastor las alimañas silvestres, que besaron la tierra entre sus manos para pedirle su bendición.

En ese momento de su narración, Schehrazada se detuvo, y el rey Schahriar, entristecido, le dijo: "¡Oh Schehrazada! el ejemplo del pastor me da verdaderamente qué pensar. ¡Y no sé si lo mejor para mí sería retirarme a una gruta, y huir por siempre de las preocupaciones de mi reino, y no tener más ocupación que apacentar ovejas! ¡Pero antes quiero oír cómo continúa la Historia de los Animales y las Aves!"