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Las mil y una noches:180

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Las mil y una noches - Tomo II
de Anónimo
Capítulo 180: Y cuando llegó la 149ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 149ª NOCHE

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Cuento del cuervo y el zorro

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Se cuenta que un zorro viejo, cuya conciencia estaba cargada de no pocas fechorías, se había retirado al fondo de un monte abundante en caza, llevándose consigo a su esposa. Y siguió haciendo tanto destrozo que acabó por despoblar completamente la montaña, y para no morirse de hambre, empezó por comerse a sus propios hijos y por estrangular una noche traidoramente a su esposa, a la cual devoró en un momento. Y hecho esto no le quedó nada a qué hincar el diente.

Era demasiado viejo para cambiar de residencia y no era bastante ágil para cazar liebres y coger al vuelo las perdices. Mientras estaba absorto en estas ideas, que le ennegrecían el mundo delante del hocico, vió posarse en la copa de un árbol a un cuervo que parecía muy cansado.

Y enseguida pensó: "¡Si pudiera hacerme amigo de ese cuervo, sería mi felicidad! ¡Tiene buenas alas que le permiten hacer lo que no pueden mis patas baldadas! ¡Así, me traería el alimento, y además me haría compañía en esta soledad que empieza a serme tan pesada!" Y pensado y hecho, avanzó hasta el pie del árbol en que estaba posado el cuervo, y después de las zalemas acostumbradas, le dijo: "¡Oh mi vecino! ¡No ignoras que todo buen musulmán tiene dos méritos para su vecino! ¡El de ser musulmán y el de ser su vecino! ¡Reconozco en t i esos dos méritos, y me siento conmovido por la atracción invencible le tu gentileza y por las buenas disposiciones de amistad fraternal que te supongo!

Y tú, ¡oh buen cuervo! ¿Qué sientes hacia mí?"

Al oír estas palabras, el cuervo se echó a reír de tan buena gana que le faltó poco para caerse del árbol. Después dijo: "¡No puedo ocultarte que es muy grande mi sorpresa! ¿De cuándo acá, ¡oh zorro! esa amistad insólita? ¿Y cómo ha entrado la sinceridad en tu corazón, cuando sólo estuvo en la punta de tu lengua? ¿Desde cuándo dos razas tan distintas pueden fundirse tan perfectamente, siendo tú de la raza de los animales y yo de la raza de las aves? Y sobre todo, ¡oh zorro! ya que eres tan elocuente, ¿sabrías decirme desde cuándo los de tu raza han dejado de ser de los que comen y los de mi raza los comidos? ¿Te asombras? ¡Pues ciertamente no hay por qué! ¡Vamos, zorro! ¡Viejo malicioso, vuelve a guardar todas esas hermosas palabras en tu alforja, y dispénsame de una amistad respecto a la cual no me has dado pruebas!"

Entonces el zorro exclamó: "¡Oh cuervo juicioso, cuán perfectamente razonas! Pero sabe que nada es imposible para Aquel que formó los corazones de sus criaturas, y ha engendrado en el mío ese generoso sentimiento hacia ti.

¡Y para demostrarte que individuos de distinta raza pueden estar de acuerdo, y para darte las pruebas que con tanta razón me reclamas, no encuentro nada mejor que contarte la historia que he llegado a saber, la historia de la pulga y el ratón, si es que quieres escucharla!"

El cuervo repuso: "Puesto que hablas de pruebas, dispuesto estoy a oír esa historia de la pulga y el ratón, que desconozco".

Y el zorro la narró de este modo:

"¡0h amigo, lleno de gentileza! los sabios versados en los libros antiguos y modernos nos cuentan que una pulga y un ratón fueron a vivir en la casa de un rico mercader, cada cual en el lugar que fué más de su agrado.

"Ahora bien; cierta noche, la pulga, harta de chupar la sangre agria del gato de la casa, saltó a la cama donde estaba tendida la esposa del mercader, se deslizó entre la ropa, se escurrió por debajo de la camisa para llegar a los muslos, y desde allí brincó hasta el pliegue de la ingle, precisamente en el sitio más delicado. Y notó realmente que aquel sitio era muy delicado, muy suave, muy blanco y liso a pedir de boca: No tenía ni arrugas ni pelos indiscretos. ¡Al contrario, ¡oh cuervo amigo! al contrario! Y fué el caso que la pulga se encastilló en aquel paraje y se puso a chupar la deliciosa sangre de la mujer hasta llegar a la hartura. Sin embargo, puso tan poca discreción en su trabajo, que la mujer se despertó al sentir la picadura, y llevó la mano velozmente al sitio picado, y habría aplastado a la pulga si ésta no se hubiese escurrido diestramente por el calzón, corriendo a través de los innumerables pliegues de esa prenda especial de la mujer, y saltando desde allí al suelo para refugiarse en el primer agujero que encontró. ¡Esto en cuanto a la pulga!

"En cuanto a la mujer, como lanzase un alarido de dolor que hizo acudir a todas las esclavas, advertidas éstas de la causa del sufrir de su señora, se apresuraron a remangarse los brazos y a buscar la pulga entre las ropas. Dos esclavas se encargaron de las faldas, otra de la camisa, y otras dos del amplio calzón, cuyos pliegues examinaron escrupulosamente uno tras otro. Entretanto, la mujer se hallaba completamente en cueros, y a la luz de los candelabros se registraba la parte delantera mientras que la esclava favorita le inspeccionaba minuciosa mente la trasera. ¡Pero ya te puedes figurar, ¡oh cuervo! que no encontraron nada! ¡Y esto es todo en cuanto a la mujer!"

El cuervo exclamó: "Pero a todo eso, ¿en dónde están las pruebas de que me hablabas?" El zorro repuso: "¡Precisamente vamos a ello!"

Y prosiguió de esta manera:

"He aquí que el agujero en que se había refugiado la pulga era la madriguera del ratón. . .

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.