Las mil y una noches:207

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Las mil y una noches - Tomo II​ de Anónimo
Capítulo 207: Y cuando llegó la 182ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 182ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

...sorprendiose en gran manera al encontrar en Dahnasch tanto talento unido a tanta fealdad; como, aunque mujer, estaba dotada de cierta dosis de buen juicio, no dejó de felicitar a Dahnasch, que se ensanchó en extremo. Y le dijo: "¡Verdaderamente, ¡oh Dahnasch! tienes un alma bastante delicada dentro de esa armazón que habitas; pero no creas que vences en el arte de los versos, ni Sett Budur vence tampoco en hermosura a Kamaralzamán!"

Y Dahnasch, sofocado, exclamó: "¿Lo crees así de veras?"

Ella dijo: "¡Seguramente!"

El dijo: "¡No lo creo!"

Ella dijo: "¡Toma!" Y de un aletazo le hinchó un ojo.

El dijo: "¡Eso no prueba nada!"

Ella dijo: "¡Bueno! ¡Mírame el trasero!"

El dijo: "¡Está bastante flaco!"

Al oír estas palabras, Maimuna, doblemente irritada, quiso precipitarse sobre Dahnasch y estropearle alguna parte de su individuo; pero Dahnasch, que lo había previsto, de pronto se convirtió en pulga y se refugió sigilosamente en la cama debajo de los dos jóvenes; y como Maimuna temía despertarlos, se vió obligada, para resolver aquel caso, a jurar a Dahnasch que ya no le haría más daño; y Dahnasch, oído el juramento, recobró su forma, pero se mantuvo en guardia.

Entonces Maimuna le dijo: "¡Oye, Dahnasch: no encuentro más medio para terminar esta disputa que recurrir al arbitraje de un tercero!" El dijo: "¡Me avengo a ello!"

Entonces Maimuna dió con el pie en el suelo, que se entreabrió y dió salida a un efrit espantoso, inmensamente horrible. En la cabeza tenía seis cuernos, cada uno de 4.430 codos de longitud; ostentaba tres rabos ahorquillados no menos extensos.

Uno de sus brazos tenía 5.555 codos de largo, y el otro medio codo nada más; era cojo y jorobado, y sus ojos estaban colocados en el centro de la cara y en sentido longitudinal; las manos, más anchas que calderos, acababan en garras de león; las piernas, rematadas con cascos, le hacían renguear; y su zib, cuarenta veces más gordo que el de un elefante, daba la vuelta por la espalda y surgía triunfador.

Se llamaba Kaschkasch ben-Fakhrasch ben-Atraseh, de la posteridad de Eblis Abú-Hanfasch.

Y cuando la tierra se volvió a cerrar, el efrit Kaschkasch distinguió a Maimuna, y en seguida besó la tierra entre sus manos, quedándose delante de ella humildemente con los brazos cruzados, y le preguntó: "¡Oh mi dueña Maimuna, hija de nuestro rey Domriatt! soy el esclavo que aguarda tus órdenes".

Ella dijo: "¡Quiero, Kaschkasch, que seas juez en la disputa que ha surgido entre ese maldito Dahnasch y yo! Ocurre tal y cual cosa. Te corresponde ser imparcial, y después de echar una mirada a ese lecho, decirnos quién te parece más hermoso, si mi amigo o esa joven".

Entonces Kaschkasch se volvió hacia la cama en que ambos jóvenes dormían tranquilos y desnudos, y al verlos, fué tal su emoción, que se agarró con la mano izquierda la herramienta que se le erguía por encima de la cabeza, y se puso a bailar, cogido con la mano derecha al triple rabo ahorquillado.

Después de lo cual dijo a Maimuna y a Dahnasch: "¡Por Alah! Bien mirado, me parecen iguales en belleza y diferentes sólo en el sexo. ¡Pero de todos modos, sé de un medio, único que puede dirimir la contienda!"

Ellos dijeron: "¡Date prisa a comunicárnoslo!" El contestó: "¡Dejadme primero cantar algo en honor a esa joven, que me alborota en extremo!"

Maimuna dijo: "¡Poco tiempo hay para eso! ¡Como no quieras decirnos versos acerca de ese hermoso adolescente!"

Y Kaschkasch dijo: "¡Acaso resulte algo extraordinario!"

Ella contestó: "¡Canta de todas maneras, siempre que los versos sean bien medidos y breves!"

Entonces Kaschkasch cantó estos versos oscuros y complicados:

¡Adolescente, me recuerdas que al consagrarte a un amor único, el cuidado y la zozobra ahogarían el fervor! ¡Sé prudente, corazón mío!
¡Gusta el azúcar de los besos en el labio virginal; pero para que el porvenir sea propicio, no dejes que se enmohezca la puerta de salida! ¡El sabor a sal es delicioso en los labios menos fáciles!

Entonces Maimuna dijo: "No quiero tratar de entender. ¡Pero dinos pronto el medio para saber quién acierta!" Y el efrit Kaschkasch dijo: "Mi opinión es que el único medio que se ha de emplear consiste en despertarlos sucesivamente, mientras nosotros tres permanecemos invisibles. ¡Y acordemos que aquel de los dos que manifieste amor más ardiente hacia el otro y demuestre más pasión en sus ademanes y actitud, será ciertamente el menos hermoso, pues se reconocerá subyugado por los encantos de su compañero!"

Oídas estas palabras del efrit Kaschkasch…

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y como era discreta, se calló.


Aclaración[editar]

El traductor une en este capítulo las noches 181 y 182.