Las mil y una noches:408
Y CUANDO LLEGO LA 408ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
... Delicia-del-Mundo anduvo un poco, y vio una jaula maravillosa, mucho más bonita que todas las demás jaulas. Aquella jaula aprisionaba a un pichón salvaje, que tenía al cuello un collar de perlas admirables. Y al ver Delicia-del-Mundo a aquel pichón, conocido por su canto melancólico y amoroso, y a la sazón preso en aquella jaula con un aire muy triste y soñador, empezó a sollozar, y recitó estos versos:
- ¡Oh pichón de los bosques frondosos! ¡Oh hermano de los amantes, compañero de las almas sensibles, yo te saludo!
- ¡Amo a una tierna gacela, cuya mirada penetró en mi corazón más profundamente que el filo de una hoja cortante!
- ¡Su amor abrasó mi corazón y mis entrañas, y su lejanía arruinó mi cuerpo con enfermedades!
- ¡Desde hace largo tiempo no saboreo las dulzuras del comer y del dormir!
- ¡De mi alma huyeron la paciencia y la tranquilidad, y la pasión vino a instalarse en ella para siempre!
- ¿Cómo podré en lo sucesivo encontrar alegría viviendo lejos de la amiga ausente? ¿Acaso no es ella mi aspiración, mi deseo y mi alma toda?
Cuando el pichón oyó estos versos de Delicia-del-Mundo, salió de su ensueño y empezó a gemir y a arrullar de manera tan quejumbrosa y melancólica, que parecía ser humana su voz, y que en su lenguaje recitaba estos versos:
- ¡Oh joven enamorado! ¡Acabas de recordarme la época de mi juventud sumergida en el pasado, cuando me seducía mi amigo, cuyas formas graciosas adoraba yo, porque era maravillosamente hermoso!
- ¡A través de las ramas del montículo arenoso, su voz sumíase en un éxtasis entusiasmado con los caros acordes de la flauta!
- ¡Un día tendió una red el cazador y le apresó! Y exclamó mi amigo: "¡Oh mi libertad en el espacio! ¡Oh felicidad fugitiva!"
- ¡Sin embargo, yo esperaba que el cazador se compadeciese de mi amor y me devolviera a mi amigo; pero fué cruel!
- ¡Y ahora son ya excesivas mis torturas, y mis deseos se avivan con el fuego de tan dura ausencia!
- ¡Oh! ¡Proteja Alah a los amantes enloquecidos y torturados por angustias como las mías! ¡Y ojalá alguno de ellos, al mirarme tan triste en mi jaula, me abra la puerta de ella y me devuelva a mi amigo!
Entonces Delicia-del-Mundo se encaró con su amigo el eunuco de Ispahán, y le dijo: "¿Qué palacio es éste? ¿Quiénes lo habitan? ¿Y quién lo construyó?" El eunuco contestó: "¡Es el visir de tal rey quien lo construyó para su hija, con objeto de resguardarla de los acontecimientos del tiempo y de los accidentes del Destino! Acá la confinó con sus servidores y su séquito. ¡Y no se abren sus puertas más que una vez al año, el día en que nos mandan provisiones!"
Al oír estas palabras, pensó para su alma Delicia-del-Mundo: "¡Por fin consigo mi propósito! Pero ¡cuán penoso me resulta tener que esperar tanto antes de verla!"
Y he aquí lo que a él atañe.
¡Pero he aquí ahora lo concerniente a Rosa-en-el-Cáliz!
Desde que llegó al palacio, no tuvo gusto ya para saborear el placer de beber y comer, ni el del reposo y el sueño. Por el contrario, sentía aumentar en ella los tormentos de sus transportes apasionados; y mataba el tiempo recorriendo todo el palacio en busca de una salida, pero sin resultado.
Y un día en que no podía más, estalló en sollozos, y recitó estos versos:
- ¡Para torturarme, me han aprisionado lejos de mi amigo, y en mi prisión me hacen sufrir toda clase de tormentos!
- ¡Con los fuegos de la pasión, me quemaron el corazón, alejándolo del amigo de mis ojos!
- ¡Me encerraron en fortificadas torres que alzaron sobre montañas entre los abismos marinos!
- ¿Es que con ello quisieron que olvidara? ¡Pues desde entonces creció más aún mi amor!
- ¿Cómo podré olvidar? ¿No se debe todo lo que sufro a una sola mirada que dirigí al rostro del amado?
- ¡Entre penas se deslizan mis días, y me paso la noche asaltada por tristes pensamientos!
- ¡Pero aunque carezco de la presencia amada, me queda su recuerdo para consolarme en la soledad!
- ¡Ah! ¡Ojalá, después de todo esto, pueda ver un día que el Destino me reúna con el bienamado!
Cuando acabó de recitar estos versos, Rosa-en-el-Cáliz subió a la terraza del palacio...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.