Las mil y una noches:730

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Las mil y una noches - Tomo V​ de Anónimo
Capítulo 730: pero cuando llego la 765ª noche

PERO CUANDO LLEGO LA 765ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

"... Escupo en tu cara, ¡oh hijo de bastardos y de zorras! Piso tu cabeza, ¡oh Aladino alcahuete! ¡oh perro hijo de perro! ¡oh pájaro de horca! ¡Oh rostro de pez y de brea!" Y durante una hora de tiempo estuvo escupiendo al aire y al suelo, hollando con los pies a un Aladino imaginario y abrumándole a juramentos atroces y a insultos de todas las variedades, hasta que se calmó un poco. Pero entonces resolvió vengarse a toda costa de Aladino y hacerle expiar las felicidades de que en detrimento suyo gozaba con la posesión de aquella lámpara mágica que le había costado al mago tantos esfuerzos y tantas penas inútiles. Y sin cavilar un instante se puso en camino para la China. Y como la rabia y el deseo de venganza le daban alas, viajó sin detenerse, meditando largamente sobre los medios de que se valdría para apoderarse de Aladino; y no tardó en llegar a la capital del reino de China. Y paró en un khan, donde alquiló una vivienda. Y desde el día siguiente a su llegada empezó a recorrer los sitios públicos y los lugares más frecuentados; y por todas partes sólo oyó hablar del emir Aladino, de la hermosura del emir Aladino, de la generosidad del emir Aladino y de la magnificencia del emir Aladino.

Y se dijo: "¡Por el fuego y por la luz que no tardará en pronunciarse este nombre para sentenciarlo a muerte!"

Y llegó al palacio de Aladino, y exclamó al ver su aspecto imponente: "¡Ah! ¡ah! ¡ahí habita ahora el hijo del sastre Mustafá, el que no tenía un pedazo de pan que echarse a la boca al llegar la noche! ¡ah! ¡ah! ¡pronto verás, Aladino, si mi Destino vence o no al tuyo, y si obligo o no a tu madre a hilar lana, como en otro tiempo, para no morirse de hambre, y si cavo o no con mis propias manos la fosa adonde irá ella a llorar!" Luego se acercó a la puerta principal del palacio, y después de entablar conversación con el portero consiguió enterarse de que Aladino había ido de caza por varios días.

Y pensó: "¡He aquí ya el principio de la caída de Aladino! ¡En ausencia suya podré obrar más libremente! ¡Pero, ante todo, es preciso que sepa si Aladino se ha llevado la lámpara consigo o si la ha dejado en el palacio!" Y se apresuró a volver a su habitación del khan, donde cogió su mesa geomántica y la interrogó. Y el horóscopo le reveló que Aladino había dejado la lámpara en el palacio.

Entonces el maghrebín ebrio de alegría, fué al zoco de los caldereros y entró en la tienda de un mercader de linternas y lámparas de cobre, y le dijo: "¡Oh mi señor! ¡necesito una docena de lámparas de cobre completamente nuevas y muy bruñidas!" Y contestó el mercader: "¡Tengo lo que necesitas!" Y le puso delante doce lámparas muy brillantes y le pidió un precio que le pagó el mago sin regatear. Y las cogió y las puso en un cesto que había comprado en casa del cestero. Y salió del zoco.

Y entonces se dedicó a recorrer las calles con el cesto de lámparas al brazo, gritando: "¡Lámparas nuevas! ¡A las lámparas nuevas! ¡Cambio lámparas nuevas por otras viejas! ¡Quien quiera el cambio que venga por la nueva!" Y de este modo se encaminó al palacio de Aladino. En cuanto los pilluelos de las calles oyeron aquel pregón insólito y vieron el amplio turbante del maghrebín dejaron de jugar y acudieron en tropel. Y se pusieron a hacer piruetas detrás de él, mofándose y gritando a coro: "¡Al loco! ¡al loco!" Pero él, sin prestar la menor atención a sus burlas, seguía con su pregón, que dominaba las cuchufletas: "¡Lámparas nuevas! ¡A las lámparas nuevas! ¡Cambio lámparas nuevas por otras viejas! ¡Quien quiera el cambio que venga por la nueva!" Y de tal suerte, seguido por la burlona muchedumbre de chiquillos, llegó a la plaza que había delante de la puerta del palacio y se dedicó a recorrerla de un extremo a otro para volver sobre sus pasos y recomenzar, repitiendo, cada vez más fuerte, su pregón sin cansarse. Y tanta maña se dió, que la princesa Badrú'l-Budur, que en aquel momento se encontraba en la sala de las noventa y nueve ventanas, oyó aquel vocerío insólito y abrió una de las ventanas y miró a la plaza. Y vió a la muchedumbre insolente y burlona de pilluelos, y entendió el extraño pregón del maghrebín. Y se echó a reír. Y sus mujeres entendieron el pregón también y se echaron a reír con ella, y le dijo una: "¡Oh mi señora! ¡precisamente hoy, al limpiar el cuarto de mi amo Aladino, he visto en una mesita una lámpara vieja de cobre! ¡Permíteme, pues, que vaya a cogerla y a enseñársela a ese viejo maghrebín, para ver si, realmente, está tan loco como nos da a entender su pregón; y si consiente en cambiárnosla por una lámpara nueva!" Y he aquí que la lámpara vieja de que hablaba aquella esclava era precisamente la lámpara mágica de Aladino. ¡Y por una desgracia escrita por el Destino, se había olvidado él, antes de partir, de guardarla en el armario de nácar en que generalmente la tenía escondida, y la había dejado encima de la mesilla! ¿Pero es posible luchar contra los decretos del Destino?

Por otra parte, la princesa Badrú'l-Budur ignoraba completamente la existencia de aquella lámpara y sus virtudes maravillosas. Así es que no vió ningún inconveniente en el cambio de que le hablaba su esclava, y contestó: "¡Desde luego! ¡Coge esa lámpara y dásela al agha de los eunucos, a fin de que vaya a cambiarla por una lámpara nueva y nos riamos a costa de ese loco!"

Entonces la joven esclava fué al aposento de Aladino, cogió la lámpara mágica que estaba encima de la mesilla y se la entregó al agha de los eunucos. Y el agha bajó al punto a la plaza, y le dijo: "¡Mi señora desea cambiar esta lámpara por una de las nuevas que llevas en ese cesto!"

Cuando el mago vió la lámpara la reconoció al primer golpe de vista y empezó a temblar de emoción. Y el eunuco le dijo: "¿Qué te pasa? ¿Acaso encuentras esta lámpara demasiado vieja para cambiarla?" Pero el mago, que había dominado ya su excitación, tendió la mano con la rapidez del buitre que cae sobre la tórtola, cogió la lámpara que le ofrecía el eunuco y se la guardó en el pecho. Luego presentó al eunuco el cesto, diciendo: "¡Coge la que más te guste!" Y el eunuco escogió una lámpara muy bruñida y completamente nueva, y se apresuró a llevársela a su ama Badrú'l-Budur, echándose a reír y burlándose de la locura del maghrebín ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.