Las mil y una noches:815

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Las mil y una noches - Tomo V​ de Anónimo
Capítulo 815: y cuando llego la 846ª noche

Y CUANDO LLEGO LA 846ª NOCHE[editar]

Ella dijo:

"... el sol, y el oro hijo del sol, y la luna, y la plata hija de la luna, y que convertirá los guijarros en diamantes".

Y al oír esta respuesta la princesa hizo un signo de asentimiento; y dijo: "Ya que has sabido ¡oh joven! explicar el sentido oculto del matrimonio del hijo de Oriente con la hija de Occidente, también por esta vez escapas a la muerte suspendida sobre tu cabeza. ¿Pero podrás decirme ahora lo que da sus virtudes a los talismanes?"

Y el joven contestó desde su caballo: "¡Oh princesa! los talismanes deben sus virtudes sublimes y sus efectos maravillosos a las letras que los componen, porque las letras se relacionan con los espíritus. Y si me preguntaras qué es un espíritu, te diría que es un rayo o una emanación de las virtudes de la omnipotencia y de los atributos del Altísimo. Y los espíritus que residen en el mundo inteligible mandan en los que habitan en el mundo sublunar. ¡Y las letras forman las palabras, y las palabras componen las oraciones; y sólo los espíritus representados por las letras y reunidos en las oraciones escritas sobre los talismanes son los que hacen esos prodigios que asombran a los hombres vulgares, pero no turban a los sabios, que no ignoran el poder de las palabras y saben que las palabras gobiernan siempre al mundo, y que las frases escritas o proferidas pueden derribar a los reyes y arruinar sus imperios!"

Al oír esta respuesta del joven, que la multitud había acogido con exclamaciones de alegría y de asombro, la princesa dijo: "Has acertado ¡oh joven! a explicarme el poder de las palabras y de las frases que gobiernan el mundo y son más poderosas que los reyes todos. ¡Pero no sé si vas a poder responderme a la pregunta siguiente! ¿Sabrás decirme, en efecto, cuáles son los dos enemigos eternos?"

Y el joven, sobre su caballo, contestó: "¡Oh princesa! no diré que los dos enemigos eternos son el cielo y la tierra, porque la distancia que los separa no es una real, y el espacio que se abre entre ellos no es un espacio real, pues esa distancia y ese espacio, que parecen abismos, pueden llenarse en un instante, y el cielo puede unirse con la tierra en menos de un abrir y cerrar de ojos; que para operar esta unión no son necesarios ejércitos de genn y seres humanos, ni millares de alas, sino simplemente una cosa más poderosa que todas las fuerzas del genn y humanas, y más ligera y más dotada de virtud que las alas del águila y de la paloma, ¡y es la plegaria!

Y no te diré ¡oh princesa! que los dos enemigos eternos son la noche y el día, porque los une la mañana y los separa el crepúsculo, respectivamente. Y no te diré que los dos enemigos eternos son el sol y la luna, porque iluminan la tierra y están unidos por los mismos beneficios. ¡Y no te diré que los dos enemigos eternos son el alma y el cuerpo, porque si conocemos al uno, ignoramos completamente la otra, y no se puede emitir opinión acerca de lo que no se conoce! Pero sí te afirmo ¡oh princesa! que los dos enemigos eternos son la muerte y la vida, porque tan nefasta resulta la una como la otra, pues se sirven del ser creado como de un juguete que se disputan sin tregua a costa del tal juguete, y el juguete es quien acaba por ser la verdadera víctima de ese juego, en tanto que ellas no hacen más que crecer y prosperar. En verdad, he ahí a los dos enemigos eternos, enemigos de ellos mismos y enemigos de las criaturas".

Al oír esta respuesta del joven, la muchedumbre entera exclamó con una sola voz: "¡Loores a Quien te ha dotado de tanta prudencia y ha adornado tu espíritu con tanto raciocinio y saber!" Y la princesa, sentada en la torre en medio de las jóvenes vestidas, como ella, de púrpura real, dijo: "Has acertado ¡oh joven! en tu respuesta acerca de los dos enemigos eternos, enemigos de ellos mismos y enemigos de las criaturas. Pero no estoy segura de que contestes a la pregunta que voy a hacerte. ¿Puedes decirme, en efecto, cuál es el árbol de doce ramas que llevan cada una dos racimos, uno formado por treinta frutos blancos y otro por treinta frutos negros?"

Y el joven contestó, sin vacilar: "Esa pregunta ¡oh princesa! puede resolverla un niño. ¡Porque ese árbol no es otro que el año, que tiene doce meses, compuesto cada uno de dos partes, los dos racimos; pues cada racimo tiene treinta noches, que son los treinta frutos negros, y treinta días, que son los treinta frutos blancos!"

Y esta respuesta, acogida con admiración, como las anteriores, hizo decir a la princesa: "Has acertado, ¡oh joven! ¿Pero crees que podrás decirme cuál es la tierra que no ha visto el sol más que una vez?"

El contestó: "¡El fondo del mar Rojo al pasar por él los hijos de Israel por orden de Moisés! (¡Con El la plegaria y la paz!)".

Ella dijo: "¡Sí, por cierto! ¿Pero puedes decirme quién ha inventado el gong?"

El contestó: "Quien ha inventado el gong no es otro que Noé, cuando iba a bordo del arca".

Ella dijo: "¡Está bien! ¿Pero sabrás decirme cuál es la acción ilegal, hágase o no se haga?"

El contestó: "¡La plegaria de un hombre ebrio!"

Ella preguntó: "¿Y cuál es el lugar de la tierra que está más cerca del cielo? ¿Es una montaña o una llanura?"

El dijo: "¡La Kaaba santa, en la Meca!"

Ella dijo: "¡Acertaste ¿Pero puedes revelarme cuál es la cosa amarga que hay que tener oculta?"

El contestó: "La pobreza, ¡oh princesa! Porque, aunque joven, ya he probado la pobreza, y aunque soy hijo de rey, he experimentado su amargura. ¡Y me ha parecido que es más amarga que la mirra y que el ajenjo! Y hay que ocultarla a todos los ojos, pues los primeros que se reirían de ella serían los amigos y los vecinos; y las lamentaciones sólo desprecio traen consigo!"

Ella dijo: "Has hablado con precisión y de acuerdo con mi pensamiento. ¿Pero quieres decirme qué cosa es más preciosa después de la salud?"

El contestó: "La amistad cuando es tierna. Pero para encontrar el amigo capaz de ternura es preciso ponerle a prueba primero y escogerle luego. Y una vez que se haya escogido este primer amigo, no hay que renunciar a él nunca, pues no se conservará por mucho tiempo al segundo. Por eso, antes de escogerle, hay que examinarle bien para ver si es sabio o ignorante, porque más fácil sería que se volviera blanco el cuervo que hacer que el ignorante comprenda la sabiduría; pues las palabras del sabio, aunque nos pegue con un bastón, son preferibles a las alabanzas y a las flores del ignorante, que el sabio no deja escapar de su boca una palabra sin haber consultado a su corazón".

Ella preguntó: "¿Y cuál es el árbol más difícil de enderezar?" Y el joven contestó sin vacilar: "¡El mal carácter! Cuentan que había un árbol plantado a orillas del agua, en un terreno propicio, y no daba frutos. Y después de prodigarle toda clase de cuidados, sin obtener el menor resultado, su dueño quiso talarlo, y el árbol le dijo: "¡Transpórtame a otro paraje y te daré frutos!" Y su dueño le dijo: "Estás aquí a la orilla del agua y no has producido nada. ¿Cómo vas a ser fecundo si te transporto a otra parte?" ¡Y lo taló! Y el joven se interrumpió un momento, y dijo: "Cuentan también que un día se hizo entrar a un lobo en una escuela para enseñarle a leer. Y a fin de enseñarles los elementos de la lengua, le decía el maestro: "Alef, Ba, Ta..." Pero el lobo contestaba: "Carnero, cabrón, oveja ...", porque eso era lo que estaba en su pensamiento y en su naturaleza. Y también cuentan que se quiso acostumbrar a un burro a que fuera limpio e inspirarle gustos delicados. Y le hicieron entrar en el hammam, y le dieron un baño, y le perfumaron y le instalaron en una sala magnífica, y le hicieron sentarse sobre rica alfombra. Y he aquí que él hizo todo lo que de insólito puede hacer un burro en un herbazal, desde los ruidos más inconvenientes hasta las exhibiciones menos delicadas. Tras de lo cual derribó en la alfombra con la cabeza la estufa de cobre que estaba llena de ceniza, y se puso a revolcarse en la ceniza con las cuatro patas al aire, y las orejas hacia atrás, restregándose con ella el lomo y ensuciándose a su sabor. Y su amo dijo a los esclavos que acudieron para corregirle: "Dejadle que se revuelque; luego cogedle y dejadle en libertad en su cuadra. Porque no podríais cambiar su temperamento. Y por último, cuentan que un día decían a un gato: "Abstente de robar y te haremos un collar de oro, y a diario te daremos de comer hígado y pulmón y riñones y huevos de pollo y de ratón". Y el gato contestó francamente: "Si robar ha sido el oficio de mi padre y de mi abuelo, ¿cómo queréis que renuncie a él por daros gusto?"

¡Eso fué todo...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.