Las mil y una noches:819
PERO CUANDO LLEGO LA 850ª NOCHE
[editar]Ella dijo:
... en un sitio que conocía, y desde donde podía ver todo lo que ocurriera en la casa sin ser visto.
Y no hacía una hora de tiempo que estaba en su escondite, cuando he aquí que vió entrar a un hombre a quien reconoció al punto el vendedor de cañas de azúcar establecido enfrente de la casa. Y llevaba en la mano una caña de azúcar escogida. Y en el mismo momento vió que su esposa le salía al encuentro al otro, contoneándose, y le decía: "¿Es ésa toda la caña de azúcar que me traes, ¡oh padre de las cañas de azúcar!?" Y dijo el hombre: "¡Oh dueña mía! ¡la caña de azúcar que estás viendo no es nada comparada con la que no ves!"
Y ella le dijo: "¡Dámela! ¡dámela!"
Y dijo él: "¡Tómala! ¡tómala!" Luego añadió: "Está bien; pero ¿dónde está el entrometido de mi trasero; tu marido el astrónomo?" Ella dijo: "¡Así Alah le rompa las piernas y los brazos! ¡Se ha marchado de viaje por cuatro días o tal vez por seis! ¡Ojalá le aplaste un minarete!"
Y el hombre sacó su caña de azúcar y se la dió a la joven, que supo mondarla y exprimirla y hacer con ella lo que se hace en semejante caso con todas las cañas de azúcar de esa especie. Y la besó él, y le besó ella, y la abrazó él, y también le abrazó ella, y la cargó él con una carga pesada e inexorable. Y se regocijó con sus encantos hasta que la hizo toda suya.
Luego la dejó y se fué por su camino.
¡Eso fué todo! Y el astrónomo veía y oía. Y he aquí que, al cabo de algunos instantes, vió entrar a otro hombre, a quien reconoció como el pollero del barrio. Y la joven le salió al encuentro, meneando las caderas, y le dijo: "La zalema contigo, ¡oh padre de los pollos! ¿Qué me traes hoy?" El contestó: "¡Un pollito ¡oh dueña mía! que es un excelente animalito, presumido y regordito, muy jovencito y revoltosito, fuerte de patitas, y tocado con un gorrito adornado de una crestecita que no tiene igual entre los pollitos, y que te ofrezco, si me lo permites!" Y dijo la joven: "¡Lo permito! ¡lo permito!" Dijo él: "¡Que te lo meto! ¡que te lo meto!"
Y con el pollito del pollero ¡oh mi señor! hicieron exactamente lo mismo que se había hecho antes con la caña de azúcar de las batallas. Tras de lo cual se levantó el hombre, estiró sus piernas y se fué por su camino.
¡Eso fué todo!
Y el astrónomo veía y oía. Y he aquí que al cabo de algunos instantes entró un hombre a quien reconoció al punto por el arriero mayor del barrio. Y la joven corrió a él, y le abrazó, diciéndole: "¿Qué traes hoy a tu ánade, ¡oh padre de los asnos!?" El dijo: "¡Un plátano, ¡oh dueña mía! ¡un plátano!" Ella dijo, riendo: "Alah te condene, ¡oh marrano! ¿Dónde está ese plátano?" El dijo: "¡Oh sultana! ¡oh dotada de piel suave y diáfana! ¡Este plátano lo recibí de mi padre cuando era él conductor de caravana y es mi única herencia llana!" Ella dijo: "¡No veo en tu mano más que tu palo de conductor de asnos! ¿Dónde está el plátano?" El dijo: "Es una fruta ¡oh sultana! que se amilana a la vista profana y que se esconde por miedo a que la estropeen. ¡Pero mira cómo se endereza! ¡mira cómo se endereza!"
¡Eso fué todo!
Pero antes de que se comiese ella el plátano, ¡oh mi señor! el astrónomo, que había visto y oído todo, lanzó un grito estridente y cayó convertido en cuerpo sin vida. ¡Sea con él la misericordia de Alah!
Y la joven, que prefería el plátano a la caña de azúcar y al pollo, se casó, después del plazo legal, con el arriero mayor de su barrio.
Y tal es mi historia, ¡oh rey lleno de gloria!"
Y el rey, al oír esta historia del verdulero, se tambaleó de satisfacción y se convulsionó de contento. Y dijo a su bufón: "Esta historia ¡oh padre de la sabiduría! es más enorme que tu historia. Y tenemos que otorgar a ese verdulero la gracia de sus dos testículos". Y dijo al hombre: "¡Y ahora a la fila!"
Y el verdulero retrocedió hasta la fila de sus compañeros y se adelantó el tercer fornicador, que era el carnicero de carne de carnero. Y pidió el mismo favor, y el sultán, como era justiciero, no pudo negárselo, aunque imponiéndole las mismas condiciones que a los otros. Entonces el carnicero, que también fué el bicorne Iskandar, dijo:
HISTORIA CONTADA POR EL CARNICERO
[editar]En El Cairo había una vez cierto hombre, y aquel hombre tenía una esposa ventajosamente conocida por su gentileza, su buen carácter, su ligereza de sangre, su obediencia y su temor al Señor. Y tenía ella en su casa un par de patos cebados y rollizos con deliciosa grasa; y también tenía, pero en el fondo de su astucia y de su casa, un amante por el que estaba completamente loca.
Y ocurrió que el tal amante fué un día a hacerle una visita en secreto, y vió con ella a los dos maravillosos patos; y de improviso se le abrió el apetito; y dijo a la mujer: "¡Oh mi amada! debieras guisar estos dos patos, y rellenarlos de la manera más excelente, a fin de que diéramos gusto al gaznate con ellos. Porque mi alma anhela hoy ardientemente carne de pato". Y ella contestó: "Nada más sencillo, y mi gusto es satisfacer tus anhelos. Y por tu vida, ¡oh mi amado! que voy a degollar los dos patos y a rellenarlos; y te daré los dos; y los tomarás y te los llevarás a tu casa, y te los comerás para delicia y satisfacción de tu corazón. ¡Y de ese modo no podrá enterarse de a qué saben ni a qué huelen el funesto entrometido de mi esposo!"
Y preguntó él: "¿Y cómo vas a arreglarte?" Ella contestó: "Le jugaré una mala pasada de las mías que le dé que sentir; y te daré a ti los dos patos; que nadie me es tan querido como tú, ¡oh luz de mis ojos! Y así ese entrometido no se enterará de a qué saben ni a qué huelen estos patos". Y acto seguido se abrazaron mutuamente. Y mientras se condimentaban los patos, el joven se fué por su camino. Y he aquí lo referente a él.
Pero, volviendo a la joven, cuando, al ponerse el sol, regresó de su trabajo su marido, ella le dijo: "En verdad, ¡oh hombre! ¿cómo aspiras a esa calificación de hombre, estando de tal modo desprovisto de la virtud de la generosidad, que es la que hace a los hombres verdaderamente dignos de este nombre? Porque jamás has invitado a tu casa a nadie, ni me has dicho ningún día entre los días: "¡Oh mujer! hoy tengo un huésped en casa". Y tampoco te has dicho nunca a ti mismo: "Si continúo viviendo con tanta avaricia, la gente acabará por declarar que soy un miserable ignorante de las vías de la hospitalidad". Y el hombre contestó: "¡Oh mujer! ¡nada más fácil que reparar ese olvido! Y mañana ¡inschalah! te compraré carne de cordero y arroz; y guisarás para comer o para cenar cualquier cosa excelente de tu agrado, a fin de que yo invite a comer a alguno de mis amigos íntimos". Y dijo ella: "No, por Alah, ¡oh hombre! En vez de esa carne, prefiero que me compres picadillo de carne, con objeto de que haga un relleno que me servirá para rellenar nuestros dos patos después que tú me los degüelles. Y los asaré. Porque nada hay tan sabroso como los patos asados y rellenos, y nada puede blanquear mejor que los patos el rostro del huésped ante su invitado". Y contestó él: "¡Por encima de mi cabeza y de mis ojos! ¡Así sea!"
Y al amanecer del siguiente día el hombre degolló a los dos rollizos patos, y fué a comprar un ratl de picadillo de carne, y un ratl de arroz, y una onza de especias picantes y otros condimentos. Y lo llevó todo a casa, y dijo a su esposa: "Procura tener a punto los patos rellenos para mediodía, porque vendré a esa hora con mis invitados". Y se fué por su camino.
Entonces se levantó ella y desplumó los patos, y los limpió, y los rellenó con un relleno maravilloso compuesto de picadillo de carne, arroz, alfónsigos, almendras, uvas, piñones y especias finas, y calculó la cocción hasta que estuvo perfectamente en su punto. Y mandó a su negrita que llamase a su bienamado el joven, quien acudió en seguida. Y le abrazó ella, y la abrazó él, y después de endulzarse y satisfacerse mutuamente, le entregó ella los dos deliciosos patos enteros, continente y contenido. Y los tomó él y se fué por su camino.
Y esto es definitivamente lo referente a él ...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.