Las mujeres de la independencia/II

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

II


Camilo Henriquez.— Su influencia sobre las mujeres.


En los dias de incertidumbres i de temores que antecedieron a la declaración de la independencia, los hombres mas atrevidos vacilaban i temian: vacilaban en presencia de lo enorme de la aventura; temian el fracaso de la empresa que seria la caida de sus cabezas. Los mas audaces se mantenían en una semioscuridad asomando apénas el perfil de su fisonomía a la luz clara de la aurora revolucionaria. Martínez de Rozas reconocia la soberania de Fernando VII, creia que la América le pertenecia en propiedad siempre que viniera a establecerse en el centro de sus vastos dominios; don Manuel Salas iba mas léjos todavía, declaraba que los chilenos debian obediencia a Fernando VII una vez que fuera restituido al trono español, i que él seria el primero en prestarle esa obediencia. Don Bernardo Vera, uno de los hombres de mas injenio de su época, viéndose acusado de traición i encerrado en un calabozo, imploró la clemencia de sus jueces con tanta humillacion i cobardía, que nos hace ruborizar a traves de tres cuartos de siglo.

En medio de estas caidas vergonzosas, de estas vacilaciones supremas, de estas timideces impropias de hombres que se habian comprometido en una empresa audaz i gloriosa, la revolucion corria el riesgo de fracasar si no se presentaba uno de esos salvadores providenciales, uno de esos caracteres poderosos que dominan los sucesos, que levantan el espíritu público a la altura del heroísmo i de los sacrificios. No era posible realizar la independencia por medio de declaraciones indirectas, ni era posible mover las masas que se lanzan a las grandes luchas, empleando pequeños resortes mas propios de la intriga cortesana que de soldados i apóstoles de una gran causa. Ese hombre destinado a desempeñar tan importante papel apareció en medio del sombrío desconcierto que amenazaba a la revolucion; i para que su influencia fuera mas eficaz i pudiera descender hasta las masas ignorantes i fanatizadas, apareció rodeado de un carácter inviolable: era un fraile de la Buena Muerte, llamado Camilo Henriquez.

A la aparición de Camilo Henriquez, todas las falsas protestas de adhesiones a la reyecía se estinguieron como por encanto: a las cobardes vacilaciones sucedió la propaganda desenmascarada i audaz que imprimió a la lucha este carácter indomable. Hubo un violento cambio de escena. Todos comprendieron desde el primer momento el papel grandioso que este hombre iba a desempeñar. Se notó un movimiento jeneral de asombro i de curiosidad. Parece que aquella jeneracion se hubiera empinado para ponerse a la altura del nuevo apóstol.

Camilo Henriquez llegó asegurando que en el libro eterno de las naciones estaba inscrito el nombre de un pueblo nuevo, de una república de Chile, nacida a la libertad para engrandecimiento de la humanidad. Declaraba con franqueza i enerjía la necesidad de la independencia absoluta, fulminaba a Fernando VII i a toda la raza de los Borbones calificándolos de tiranos i de autores de todas las desgracias de sus pueblos, ponia en relieve el hecho ridículo de que los chilenos, pudiendo gobernarse por sí mismo, fueran a solicitar la direccion de sus propios negocios a tiranos incapaces, a gobiernos arbitrarios i corrompidos que vivian a tres mil leguas de distancia de nuestro suelo.

Este lenguaje nuevo, valiente, verdadero, envalentonaba a los tímidos i exaltaba a los apasionados. Los escritos de Camilo Henriquez no solo se desparramaron por nuestras ciudades sino que pasaron pronto la frontera de nuestro territorio i en Lóndres misma eran dados a la publicidad en junio de 1811.

I este hombre de carácter, que fué el primero en lanzar audazmente la gran palabra de independencia que los mas valientes tenian oculta en el fondo de su alma, tuvo tambien sus horas de flaqueza, dejándose contajiar por el temor que dominaba a los gobernantes del pais, por los peligros que podria traer una actitud demasiado clara i sobre todo hostil a los derechos de Fernando VII, lo que esplica el por qué en el primer número de La Aurora se veian estas palabras: ¡Viva la Union, la Patria i el Rei! tributo pagado a las preocupaciones de la época. Pero pronto volvió a tomar la pluma del austero i valiente revolucionario i, desde entónces no se apartó de la senda que le trazaron sus puros antecedentes i su poderosa razón.

Ademas de su gran mision en la prensa, Camilo Henriquez ejerció una influencia benéfica en el pueblo: contribuyó a dar cierto carácter sagrado a la revolución. Aquella jeneracion nacida a la sombra del fanatismo colonial, víctima de todas las viejas supersticiones, acostumbrada a ver en el sacerdote al supremo juez de sus destinos, no pudo ménos de creer justa i santa la causa revolucionaria que sostenia con tanta fé i entusiasmo ese fraile sublime. Las mujeres sobre todo eran misteriosamente arrastradas por aquella figura pálida i sentimental, de ojos ardientes i de sonrisa melancólica; las costumbres puras de Camilo Henriquez alejaban la natural desconfianza que su propaganda anti-relijiosa podría despertar; no se le temia, porque se revelaba en su fisonomía el alto ideal que constituía la aspiración de su vida. La sotana negra que vestia, con una cruz roja sobre el pecho, único traje de esa especie que se veia en toda la milicia sacerdotal, contribuia tambien a hacer de él una figura única.

Los servicios que con su influencia entre las mujeres prestó Camilo Henriquez a la causa de la independencia, fueron inmensos: su actitud al frente de la revolucion debilitaba la propaganda subterránea que hacia una parte del clero a favor de los derechos del monarca español, al cual creia vinculado su poder i prestijio.