Las pildoras sánalo todo
Un licenciado del ejército, que se retiraba á su casa sin oficio ni beneficio, halló por casualidad la receta de unas pildoras para curar todas las enfermedades habidas y por haber, y que se le habia perdido á un charlatán. Como no lo era él poco, se presentó en el pueblo diciendo que habia estudiado medicina, y creyéndolo buenamente sus paisanos, principió á ejercer la profesión con todo descaro, propinando siempre la misma medicina para todas las enfermedades, aunque la causa de ellas fuese contraria. Las pildoras obraban á las mil maravillas, algunos enfermos se curaron, otros se murieron, pero las pildoras no desmerecían por esto, y el charlatán menos.
Un dia se le acercó un paisano y le dijo:
— Las pildoras de V. ¿curan todas las enfermedades? ¿Podrán también curar la mia?
—De seguro, repuso nuestro hombre, con el aplomo de un charlatán. ¿Pero qué enfermedad es?
— Mi enfermedad, señor, es que se me ha perdido una burra, y por mas diligencias que practico no puedo encontrarla.
El médico se turbó con esta contestación, pero luego sacó media docena de pildoras, y le dijo con bastante seguridad:
— Tómelas V. , buen hombre, y verá prodigios.
El paisano las tomó con fé, y se salió al campo; y como la medicina le obligase á separarse del camino, se acercó á un espeso cañaveral y, ved aquí una coincidencia estraña; estaba allí su burra.
Esta cura prodigiosa ha sido la base de la fortuna del curandero, porque el campesino principió á publicar que aquel médico, no solo curaba las enfermedades, sino que daba recetas para encontrar las burras perdidas, que por cierto no es poco.