Los Keneddy: Casi fuera de tiro
Ponen rumbo al Norte.
Aún queda una legua de camino pesado. Han de hacerla en el aire, de puntillas, sin rozar el silencio. Todavía costean las guardias. Hay tropas en todos los vados. Patrullan por las calles, acampan en la cruz de los caminos. Los Kennedy ven sus fogones. Hacen rodeo para no pisar las brasas. A cada instante surge un centinela. Se paran casi tocándole, a veces.
Imagino que debieron entornar los párpados para velar sus pupilas.
Siguen... Mario al frente, hacia su estrella de vanguardia, pucho de amigo, húmeda mirada de novia... Anda en el cielo mientras la intuición le resuelve los problemas de la tierra. Roberto ve en esa tenacidad la dureza india de Eduardo. Este Kennedy sigue hablando tan quedo como los otros. Camina en el aire también, aunque lleva lastre de plomo y a cada paso la pesadumbre quiere colgarse de su corazón. Hay que salir con el mensaje. Y saldrán!
No se trata de la vida. Estos varones ensangrentados, harapientos, sin descanso, sin cuartel, sin patria ya; “pero sin amo” tenían médico en casa, tierras, cuenta corriente en la banca, crédito sano en el concepto público, afectos, pasado y porvenir. Todo menos paz interior. Han salido a buscarla en la tormenta. La encontraron. Aquí el dolor no existe!
Llevan el puño chirriante, un guijarro de “La Paz” hecho ascuas, para mantener el fuego sagrado.
Se acerca el alba.
Cantan los primeros gallos.
La claridad puede sorprenderles en “descampao”. Es preciso ocultarse. Pero aún tienen sombra suficiente para alcanzar el rancho de un amigo.