Los Tellos de Meneses IILos Tellos de Meneses IIFélix Lope de Vega y CarpioActo I
Acto I
Salen la INFANTA doña Elvira y doña
LAURA, con sombreros y rebociños,
y Músicos labradores cantando
MÚSICOS:
"Quien se levanta hermosa
y con salud, parida,
algo adivina.
Quien puede levantarse
con bríos montañeses
volver quiere a enfermarse
por otros nueve meses.
Quien hoy a sus Meneses
le pareció tan linda,
algo adivina."
LAURA:
Por muchos años, señora,
de la cama te levantes
a dar envidia a la aurora,
cuando con tiernos diamantes
baña los campos de Flora.
Por pizarras desiguales,
viendo que a los campos sales,
tropieza en su misma prisa
la nieve, deshecha en risa,
para que pises cristales.
Las flores de la ribera
salen a verte a porfía;
todo se esmalta y espera
de tus ojos alegría
y de tus pies primavera.
Todo tu salud lo viste
de contento, hermosa infanta;
hasta la tórtola triste
parece que alegre canta
después que al prado saliste.
No hay ave que de su empleo
no muestre dulce deseo;
que, con ser justa su pena,
aun no llora Filomena
los amores de Tereo.
Las hiedras, que en verdes techos
bañan acopados colmos,
de ramas y de hojas hechos,
con abrazos más estrechos
han enredado los olmos.
Aquestas voces suaves
que, ya risueñas ya graves,
con naturales acentos
suenan en dos elementos
son las fuentes y las aves.
INFANTA:
Laura mía, esos amores
no parecen de cuñada.
LAURA:
Pues ¿de qué serán mejores
que de una prima, templada
al gusto de tus favores?
¡Dichoso Tello, que fue
digno de tan bella esposa!
INFANTA:
Paso, prima; que vendré
a estar de entrambos celosa.
LAURA:
Ahora, Elvira, ¿por qué?
Ocho años han pasado
que yo los tuve de ti;
pero en viéndole casado,
con las esperanzas di
al vago viento el cuidado.
Yo confieso aquel deseo
de que tan lejos me veo;
digno fue de tu valor,
porque le guardaba amor
para más dichoso empleo.
A mucho te aventuraste;
por este bárbaro suelo
muchos trabajos pasaste;
pero ya, gracias al cielo,
en sus brazos descansaste.
INFANTA:
Al mísero navegante
truecan, Laura, en un instante
la alegre color de celos
en tanto luto los cielos
que no parece un diamante.
Sus claraboyas serenas
escupen balas de hielo,
truenan nubes de horror llenas
que, desquiciando su velo,
van arrastrando cadenas.
El uno y el otro polo
parece que sacudir
quieren la máquina, y solo
entre nubes de zafir,
no sabe su aurora Apolo.
Sube hasta el cielo arrogante
del mar el profundo abismo,
porque no hay sol que le espante;
y, cayendo de sí mismo,
es fulminado gigante.
Y ansí con las luces bellas
traslada la tempestad
la furia del mar, que entre ellas
ven los peces si es verdad
que los hay en las estrellas.
INFANTA:
Mas luego en tanta ruina
corre la oriental cortina
la aurora bañada en hielo,
y el sol, corazón del cielo,
la mar corona e ilumina.
Así yo tantas crueldades
padecí de mis desdichas
entre aquestas soledades,
hasta que el sol de mis dichas
serenó las tempestades.
Así del mar inhumano
mi pobre barca salió,
dándome el cielo su mano,
aunque mi padre murió,
y me aborrece un hermano.
Dos hijos tengo, y en quien
tengo el alma dividida,
dando su parte también
a Tello, porque no hay vida
adonde los tres no estén;
que esta necia presunción
de don Arias es locura.
LAURA:
Cuéntame por qué razón
volver contra ti procura
León al rey de León.
INFANTA:
A la margen de esa fuente,
que se queja y no lo siente,
quiero contarte su historia,
aunque ofenda la memoria
tan enojoso accidente.
LAURA:
Los necios son atrevidos.
INFANTA:
De todos le diferencio,
si amaron aborrecidos.
LAURA:
Pide a la fuente silencio
mientras te doy los oídos.
INFANTA:
Presto verás que a ninguna
tanta desdicha importuna,
pues, ni villana ni infanta,
me dejó con fuerza tanta
de perseguir la fortuna.
Vanse,
y salen don ARIAS y el REY con acompañamiento
ARIAS:
La muerte del invicto Ordoño, padre
de Vuestra Alteza, y el debido llanto
a sus claras virtudes vence tanto
ser vos el heredero,
príncipe soberano
de la parte mejor del reino ibero,
que ya el bramido de león hispano,
resuscitando en vos su heroico hijo,
las lágrimas convierte en regocijo.
Vos, Alfonso, seréis, en Dios lo espero,
de vuestro reino padre y la defensa
de España, vuestra madre,
que oprime el moro con injusta ofensa.
La religión, la paz y la justicia,
la ciencia y la milicia
se verán abrazadas,
de pacífica oliva coronadas.
Vivid siglos, vivid, y ¡plega al cielo
que, oyendo el justo celo
y el ánimo devoto,
vuestras banderas ponga en el remoto
margen del mar de España,
que las colunas baña
que el Tebano llamó fin de la tierra;
pues ya tenéis la torre en que se vían
las fuertes naves de la Gran Bretaña
cuando el mar discurrían,
amenazando guerra! Sólo resta
que nos deis sucesión, que os ha faltado
de nuestra gran señora,
y un sol leonés de castellana aurora.
REY:
Ese cuidado sólo me molesta
don Arias, por vivir desconfiado;
y así, prometo al cielo
visitar con piadoso heroico celo
al gran patrón de España,
a cuya espada debe tanta hazaña;
y desde aquí le ofrezco,
si tanto bien merezco,
labrar la parte que a su templo falta.
ARIAS:
La sucesión esmalta,
como al gobierno público las leyes,
las coronas y cetros de los reyes.
Salen MENDO y SANCHO
MENDO:
Ya no tengo aquel temor,
Sancho, que tener solía
cuando labrador vivía;
que ya no soy labrador.
Con reyes trato en efeto;
verdad es que a Dios y al rey
no por tratallos es ley
que se les pierda el respeto.
Quiero decir que he llegado
a hablarlos con libertad.
SANCHO:
¿No es hombre la majestad?
MENDO:
Sí; pero es hombre endiosado;
un rey es Dios en la tierra.
SANCHO:
Llega, que es buena ocasión,
pues en su coronación
a nadie las puertas cierra.
MENDO:
Invictísimo señor
que guarde y prospere el cielo...
REY:
¿Quién sois? Levantaos del suelo.
MENDO:
(Cobrándole voy temor.) (-Aparte-)
Criados somos de Tello,
vuestro cuñado.
REY:
¿De quién?
Hablan aparte SANCH0 y MENDO
SANCHO:
No escucha el "cuñado" bien;
enderezóse de cuello.
MENDO:
"Cuñado," aunque suele ser
tal vez amistad segura,
dicen que es añadidura
que dan con propria mujer;
de suerte que es como hueso
del matrimonio un cuñado,
que siempre viene forzado
para hacer cabal el peso.
SANCHO:
Vuelve a hablar.
MENDO:
Tello, señor,
con esta carta te envía
el parabién de este día;
y en prendas de justo amor,
Tello el viejo, y padre suyo,
un presente montañés
que, aunque indigno de tus pies,
ya viene en nombre de tuyo;
diez potros que pueden ser
por lo corpulento padres,
y cuatro yeguas sus madres,
que las pudiera poner
al carro de oro Faetonte,
a haber moras en el cielo;
porque del áfrico suelo
las trasladó nuestro monte;
trocando el color a veces,
dos son cisnes y dos cuervos,
aunque al correr fueran ciervos,
a no ser por los jaeces;
aunque los pies como truenos
corren y vuelan también;
que apenas ellas se ven,
cuanto más sillas y frenos;
y un caballo para ti,
que parece hijo del toro;
tales son las manchas de oro
que puedo decirlo ansí.
MENDO:
Con blanco en lo rojo bebe;
porque, para más belleza,
jugando naturaleza,
le tiró pellas de nieve.
Como liso terciopelo
el pelo vino a quedar,
y sobre lo rojo a estar
fondo en oro el blanco pelo.
Y don Tello de Meneses
el mozo, señor, te envía
seis alfanjes de ataujía,
diez jacos, veinte paveses.
Los jacos, por más decoro,
tienen, menudas y juntas,
por los collares y puntas,
un dedo de mallas de oro.
Los paveses, todos nuevos,
traen pintado el blasón
de Castilla y de León,
y las tortillas de huevos,
para memoria de aquélla
en que le puso su hija
del rey la oculta sortija,
y sus desdichas en ella.
Diez jaeces recamados
de aljófar y oro...
REY:
No más;
que parece que me das
los dos presentes pintados.
¡Qué gracioso embajador!
Como del dueño, en efeto.
MENDO:
No le hubo allá más discreto
en todo el monte, señor.
REY:
Leed, don Arias, la carta.
ARIAS:
Tello el viejo firma aquí.
REY:
Pues leedla.
ARIAS:
Dice ansí.
MENDO:
Carta y presente de carta.
Lee
ARIAS:
"Hijo, por muchos años os
coronéis rey de León; pareceos a
vuestro padre y seréis buen rey,
imitando sus virtudes, para que sea más
alegre vuestro reinado. Hoy os ha nacido otro
sobrino, hermano de Garci-Tello, que hoy
también cumple ocho años; de
suerte que ya tenéis dos sobrinos, y yo
dos nietos. La infanta, vuestra hermana y mi
hija, irá a veros luego que tenga salud.
Dios os haga buen rey y Santiago os ayude."
Tello de los Godos y Meneses.
REY:
Hombres...
MENDO:
¿Señor?
REY:
Decid a los dos Tellos
que estoy muy ocupado;
que me alegro, como se alegran ellos,
de los hijos y nietos que han honrado
su casa con la mía;
y a mi hermana decid que no sería
razón que a León viniese
sin que yo la avisase y lo supiese.
MENDO:
Prospere el cielo tu real persona,
y ponga un mundo al pie de tu corona.
Hablan aparte SANCHO y MENDO
SANCHO:
No queda muy contento.
MENDO:
Siempre del alma el rostro fue argumento.
SANCHO:
Como no tiene hijos, le fatiga
esto de los sobrinos.
Vanse MENDO y SANCHO
REY:
¡Por qué varios caminos
la fortuna enemiga
trueca la gloria en pena!
¿Qué vida fue tan próspera y serena,
qué bien con tal exceso
que sin alteración de algún suceso
llegase hasta su fin gloriosamente?
¿Hijo me llama a mí Tello insolente?
¡Oh cuánto erró mi padre!
Pues no es posible que al gobierno cuadre
ni a la razón de estado
haber tan mal casado
con Tello de Meneses
mi hermana, aunque blasonen sus paveses
de las reales armas de los godos.
ARIAS:
Señor, si era voz pública de todos
que Tello el mozo...
REY:
Basta.
Si él fue atrevido y doña Elvira incasta,
cortarle la cabeza era justicia.
Demás, que siempre fue vulgar malicia
árbitro en los sucesos licenciosa;
que Elvira fue muy santa y virtüosa,
y sólo erró en amalle.
¿Un pobre labrador, señor de un valle,
con dos hijos que heredan mi corona,
y yo sin ellos?
ARIAS:
Gran señor, perdona
si te dijere que fue necio acuerdo
de un rey prudente y cuerdo.
Pero pienso que puedes remediallo,
si quieres, fácilmente;
que no te han de heredar injustamente
hijos de tu vasallo;
que, puesto que ya son de doña Elvira,
siempre la sucesión al padre mira.
REY:
Por la razón de más perfecto, al padre
da la filosofía
más parte que a la madre
que nueve meses al infante cría.
Pero, conde, los hijos de Meneses
¿han de ser reyes en León?
ARIAS:
Querría
que algún remedio en tanto mal pusieses.
REY:
Vamos; que yo daré remedio.
ARIAS:
El día
que se determinare vuestra alteza,
tendrá firme el laurel en la cabeza.
(¡Oh, Elvira, muerto Tello, serás mía Aparte
y, a pesar de las partes más contrarias,
rey de León don Arias!
Terrible cosa emprendo, pero es loco
quien piensa que lo mucho cuesta poco.)
Vanse,
y sale TELLO VIEJO
vestido de negro y
su hijo TELLO MOZO
TELLO VIEJO:
Mas ¿qué me quieres quitar
el seso con estas cosas?
TELLO MOZO:
Siempre te son enojosas
las que me pueden honrar.
TELLO VIEJO:
¿Coche has hecho? ¿Estás en ti,
sabiendo tú que en León
no hay más que el del rey?
TELLO MOZO:
No son
esas leyes para mí.
Y si es la infanta su hermana,
mi esposa, aunque mi señora,
¿será bien que viva ahora
como cuando fue villana?
Mas son achaques en ti
sólo por verme gastar;
que no te puede pesar
de que yo la sirva así.
La iglesia que se acabó
está lejos de tu casa,
y el arroyo que se pasa
no quiero ni gusto yo
que le pase en un pollino.
Y en las mulas, di ¿qué vienes
a gastar si ciento tienes?
TELLO VIEJO:
Para tan breve camino
¿coche es menester?
TELLO MOZO:
Y el día
que al campo quiere salir,
¿en un pollino ha de ir
una infanta y mujer mía?
TELLO VIEJO:
El diablo nos infantó;
mejor nos iba sin ella.
TELLO MOZO:
Cosa tan discreta y bella
y tan santa ¿te cansó?
TELLO VIEJO:
¿Cuánto te costó la caja?
TELLO MOZO:
Cien reales.
TELLO VIEJO:
¡Cien reales!
TELLO MOZO:
¡Pues,
si a las carretas que ves
apenas hace ventaja!
Esto y labrar la madera,
clavazón y tafetán
otros ciento costarán.
TELLO VIEJO:
¿Otros ciento?
TELLO MOZO:
Y más.
TELLO VIEJO:
Espera;
que lo quiero averiguar.
TELLO MOZO:
¡Qué gracia!
TELLO VIEJO:
¿A cómo costó
el tafetán?
TELLO MOZO:
No se halló,
después de regatear,
menos que a real la vara.
TELLO VIEJO:
¡A real el tafetán!
Perdidas las cosas van.
¡Jesús, qué cosa tan cara!
TELLO MOZO:
¿Santíguaste?
TELLO VIEJO:
Si compramos
para tu madre un jubón,
cuando con la bendición
de la iglesia nos juntamos,
dos varas de terciopelo
de lo mismo que sacó
la reina el suyo, y costó
--así goce ya del cielo--
a dos reales, y aún hoy vive,
¿no quieres tú que me espante?
TELLO MOZO:
No, siendo cosa importante,
pues gusto Elvira recibe...
TELLO VIEJO:
De suerte que costará
el coche doscientos reales
sin mulas.
TELLO MOZO:
Sí hará, y cabales.
TELLO VIEJO:
Acabarme quieres ya.
TELLO MOZO:
Señor, cuando labradores,
aunque godos, gusto fuera
que a ese modo se viviera;
no cuando somos señores.
TELLO VIEJO:
¡Ah, Tello! ¡Pluguiera a Dios
que entre aqueste verde muro
sin reyes, a lo seguro,
descansáremos los dos!
Conozco tu gran fortuna;
pero dime, ¿a quién levanta
puesto que ponga la planta
en la frente de la luna
--que aquellas manchas que ves
pienso que pisadas fueron
de dichosos que pusieron
sobre su rostro los pies--
que no le haya derribado
antes de acabar la empresa?
Que si del coche me pesa
no es por lo que había costado,
mas porque de mala gana
paso desde labrador
a imitar con el señor
la grandeza cortesana.
¿Que, mirando sus cuidados,
no sabes, Tello, que pierdes
en ciudades campos verdes
y por vasallos ganados?
Si a la mañana, entre gente
tan lucida como ingrata,
se lava en fuente de plata,
¿qué más plata que esa fuente?
TELLO VIEJO:
Si escuchando aduladores
oye lisonjas süaves,
¿qué más dulces que esas aves
que se están diciendo amores?
Si le dan manjares varios
los cocineros curiosos,
¿cuándo fueron provechosos,
sino a la salud contrarios?
Un capón, cuando le mates,
y una manida perdiz
come el señor, con telliz
de azúcar y disparates;
mas, cuando a comer te sientes,
aunque te falte limón,
¿qué ha menester un capón
sino buena gana y dientes?
Pues a la noche acostarse
mil hombres al rededor,
¿te parece que es mejor
que a sí mismo desnudarse?
¿Qué importa que mil acudan?
Mancos o imágenes son
los que otros sin ocasión
los visten y los desnudan.
Blasone el señor bizarro;
que nunca salió en rigor
cometa por labrador,
ni se dio veneno en barro.
TELLO MOZO:
Padre, de consejos tales
yo no os tengo qué decir;
ese modo de vivir
no es de hombres, es de animales.
Hasta ahora, desde Adán,
que el mundo estaba en mantillas,
y les daban las orillas
agua y las bellotas pan,
estudiaron policía
los hombres; las soledades
trocaron por las ciudades;
hubo rey y monarquía.
Las leyes fueron también
instituto celestial
para castigar el mal
y para premiar el bien.
Mal cumplieran con sus nombres,
ni fuera entre humanos ley
que hubiera entre abejas rey
y les faltara a los hombres.
Y creed que no es compás
de almas nobles, de hombres buenos,
estarse siempre a ser menos
y no llegar a ser más.
Si están cerca vuestros nietos
de ser reyes de León,
la villana imitación
¿será de hidalgos discretos?
TELLO VIEJO:
Tello, yo estoy viejo ya;
de la paz hablo, y quisiera
que aquesta paz no saliera
de la humildad en que está.
Haz lo que fuere tu gusto.
Salen la INFANTA doña Elvira
y LAURA, INÉS y damas
INFANTA:
A agradecerle venía
el coche, y está aquí el viejo.
Empieza a retirarse
TELLO VIEJO:
¿Por qué, Elvira, te retiras?
INFANTA:
Antes a besarte vengo
la mano, y Laura mi prima,
por el presente y la carta
que al rey, mi señor, envías.
TELLO VIEJO:
Ya estará de vuelta Mendo.
LAURA:
Es menester que le escribas
que venga a honrar el bautismo
y saque el niño de pila.
TELLO VIEJO:
No sé si me atreva, Laura;
no porque el rey no vendría,
mas porque darle aposento
entre estos robles y encinas
a tan grande majestad
atrevimiento sería.
INFANTA:
Como respondiere el rey,
que ya tendrá más altiva
la condición, trataremos
--pues que lo fue de García
su padre-- escribir que sea
padrino de Ordoño.
TELLO VIEJO:
Admiras
la mudanza con razón;
que puede ser que no admita
rey lo que príncipe hiciera.
INÉS:
Mendo y Sancho a toda prisa
bajan la cuesta del monte;
prevenidles las albricias;
que de las yeguas se apean.
TELLO VIEJO:
Dárselas el rey podía;
que ya le tengo contadas
cuatro mil doblas que habitan
el limbo de un cofre, a quien
descendieron desde niñas.
TELLO MOZO:
Pues, dasle cuatro mil doblas
al rey heredero, ¿y miras
en que con un coche yo
a Elvira y a Laura sirva,
que cuesta veinte ducados?
TELLO VIEJO:
Necio, ésas son demasías,
y estotras necesidades;
porque son las más precisas
cuando los reyes heredan.
Salen MENDO y SANCHO.
MENDO se dirige a los
del establo
MENDO:
Los frenos solos les quita,
y echarásles de comer. Dirígese a los que están en escena
Guarde el cielo vuestras vidas.
TELLO VIEJO:
Seas bien venido, Mendo.
¿Qué hay del rey?
MENDO:
¿No lo adivinas?
Pues no es tan malo de ver,
por corto que estés de vista;
que al rostro triste o alegre
llamaron papel sin firma.
La corona de León,
de Asturias y de Galicia
la frente adornaba apenas,
bellísima infanta Elvira,
a don Alfonso, tu hermano,
--que, de cinco que tenías,
quedó solo y fue el mayor--
cuando, puesto de rodillas
a la majestad humana,
imagen de la divina,
le doy la carta y refiero
de los presentes la lista,
hurtando pluma y pinceles
al que escribe y al que pinta.
El rey --la causa él la sabe--
mal me escucha y peor me mira;
y quien no escucha a quien habla,
claro está que se fatiga.
Mandó que abriese don Arias
la carta y, como decías
"hijo" en el primer renglón,
parecióle cosa indigna
de la grandeza de un rey,
aunque amorosa caricia,
que, sin ser padre, un vasallo
hijo le nombre y escriba.
MENDO:
Así leyó lo demás;
y me mandó que te diga
que responderá a su tiempo,
y que la Infanta desista
de la venida a León;
todas parecen enigmas.
Bajamos yo y Sancho al campo
del palacio, en que relinchan
los mal empleados potros,
murmurando la venida
de sus libres y anchos prados,
donde a su gusto mordían
ya las hierbas, ya las flores,
ya bebiendo en fuentes limpias
con tal gusto que el villano
que al agua los conducía
pudiera contar despacio
los tragos en las barrigas;
murmuraban finalmente
ver que a la corte venían
a estar en fuertes aldabas
que de libertad los privan.
MENDO:
Ellos, las yeguas, las armas,
paveses y jacerinas,
con los bordados jaeces,
entrego al conde Favila;
y, sin comer en León,
como un alarbe, en la silla
salto sin arzón, y vengo
a deciros que la envidia
de Garci-Tello y Ordoño,
hijos de la hermosa Elvira
y forzosos herederos,
alguna cosa imagina;
porque verse el rey sin ellos,
e imposible a Geloíra,
su esposa, hará que aborrezca
Alfonso su sangre misma.
INFANTA:
¿Eso responde mi hermano?
INÉS:
Sancho ¿es verdad o es mentira?
SANCHO:
Lo menos te ha dicho Mendo.
INFANTA:
¿Es posible que en el día
que se corona, aun no sepa
templar Alfonso la ira?
TELLO MOZO:
Conmigo debe de ser
el enojo.
TELLO VIEJO:
Como vivan
mis hijos y nietos, Tello,
para que a Dios y al rey sirvan,
hacienda tenéis y tierra
adonde paséis la vida
siendo reyes, sin ser reyes.
Pero, porque no reciba
como los potros las doblas,
no las verá si no envía
con muchos ruegos por ellas.
A la fe que de otra guisa
me trataba a mí su padre
cuando a estos montes venía.
Ea, no hay más que aguardar.
Hoy Ordoño se bautiza;
sea padrino su hermano.-
Vístele de gala, Elvira,
y cíñele espada y daga.
Ven, Laura, que mi alegría
no la ha de templar el rey
con la envidiosa malicia
de don Arias, pues ya entiendes
por los pasos que camina
a tan necias pretensiones.
LAURA:
¿Qué importan las fantasías
de sus locos pensamientos?
Vanse la INFANTA, LAURA e INÉS
TELLO VIEJO:
Tello, parte y solicita
lo que fuere necesario.
TELLO MOZO:
¿Sacarán las fuentes ricas?
TELLO VIEJO:
Y cuando fueran tan grandes
como las que se derivan
de la nieve de esos montes.
¿Es cosa de cada día
bautizar un nieto, nieto
de un rey?
TELLO MOZO:
Yo voy.
Vase
TELLO VIEJO:
Date prisa.--
Y vosotros, Mendo y Sancho,
descansad, porque querría
que el bautismo se celebre
de manera que se escriba
por cosa rara en León.
MENDO:
Tú verás que regocijan
los bailes y luminarias
campos, valles, caserías,
pastores, árboles, aves,
cuantos la montaña habitan.
Vanse MENDO y SANCHO
TELLO VIEJO:
La pena que me ha dado
la respuesta del rey áspera y dura,
puesto que me ha turbado,
disimulé con prudencial cordura;
que, si a entenderla diera,
mayor cuidado el de mis hijos fuera.
¡Oh Tello, cuán seguro
vivías tú, señor de la montaña
que con eterno muro
defiende y fortalece el mar de España!
¿Qué engaño entre tus bueyes
aposentó caballos de los reyes?
Aquí ¿no te alabaste
que despertabas con la blanca aurora
a ver el verde engaste
de la voz de cristal, fuente sonora,
en el trigo los grillos,
y en la selva pintados pajarillos?
¿No alabaste las noches,
las horas sin reloj siempre quietas?
¿Quién vio rodando coches
por los sulcos de frágiles carretas,
que, rompiendo pizarras,
imitaban sus ruedas las cigarras?
¿No decías que hallaba
su paz el alma en soledad? ¿Quién trujo
la corte donde estaba
de los yermos de Tebas el dibujo?
Y ¿quién en triste día
engirió con el "vos" la "señoría"?
Pues, Tello, haced paciencia;
si os quisisteis meter a caballero
con tanta inadvertencia,
sabed que la inquietud es lo primero;
que es la caballería
dulce cansancio, envuelto en cortesía.
Sale GARCI-TELLO, niño, con espada
GARCI-TELLO:
Mi madre dice que ya
está prevenido todo.
TELLO VIEJO:
¡Oh, buen nieto! ¡Oh, fuerte godo!
¡Qué bien la espada os está!
GARCI-TELLO:
Sólo a vuestra señoría
aguardan.
TELLO VIEJO:
No me llaméis
"señoría," aunque podéís,
pues que ser señor solía.
¡Por mi fe, que os tiene puesto
galán Elvira!
GARCI-TELLO:
Señor,
Dios sabe con el temor
que me ha vestido y compuesto.
TELLO VIEJO:
¿Temor? Pues ¿de qué, García?
GARCI-TELLO:
De que os soléis enojar,
y a los vestidos llamar
excusada demasía.
TELLO VIEJO:
La seda no me molesta,
nieto; que lo que me enfada
es la seda acuchillada,
que está antes rota que puesta.
Y con vos no hay intereses
de hacienda, sábelo Dios;
que os quiero yo mucho a vos,
sí, por vida de Meneses.
Era yo de vuestra edad
como ahora os vengo a ver...
Fue muy linda mi mujer,
y mujer de calidad.
Hoy la tengo el mismo amor.
GARCI-TELLO:
¿Lloráis?
TELLO VIEJO:
No.
GARCI-TELLO:
Pienso que sí.
TELLO VIEJO:
¿Hay alguno por ahí
que nos vea?
GARCI-TELLO:
No, señor.
TELLO VIEJO:
A fe, que os he de abrazar.
GARCI-TELLO:
Pues ¿qué doncella soy yo?
TELLO VIEJO:
No quiero que piensen, no,
que me podéis obligar
a mudar la condición
de la aspereza pasada;
y abrazaros con espada
no ha sido sin ocasión;
que me habéis dado placer
en el pesar de algún daño
porque, si yo no me engaño,
presto la habréis menester.
Y advertid que al ser tan bello
lo fuerte igualéis.
GARCI-TELLO:
Sí haré.
TELLO VIEJO:
No digáis que os abracé
a vuestra madre ni a Tello,
y poneos esta cadena.
Dale una carta
GARCI-TELLO:
Bésoos la mano, señor.
TELLO VIEJO:
Y si Elvira mi valor
de miserable condena,
mil ducados os señalo
cada año para vestiros;
tanto, de veros y oíros
tan hombre ya, me regalo.
GARCI-TELLO:
Son tan nobles alimentos,
abuelo, como de vos.
TELLO VIEJO:
¡Abuelo! Pues, vive Dios,
que os añada otros quinientos.
GARCI-TELLO:
Señor, en tantos favores,
uno os quiero suplicar.
TELLO VIEJO:
Lo que tardáis en hablar
dejarán de ser mayores.
GARCI-TELLO:
Los mozos de nuestra casa
quieren correr seis novillos;
no se atreven a pedillos,
no porque juzgan escasa
vuestra mano liberal,
pero porque yo los pida.
TELLO VIEJO:
¿Quién hay, nieto, que os impida
serlo vos en fiesta igual?
GARCI-TELLO:
También os pido licencia
para torear, señor.
TELLO VIEJO:
¡Cómo se asoma el valor
a pesar de la experiencia!
GARCI-TELLO:
¿Este principio os admira,
señor, sabiendo quién soy?
TELLO VIEJO:
Venid; que licencia os doy,
si quieren Tello y Elvira.
Vanse.
Salen SANCHO e INÉS
SANCHO:
¿No fuiste al bautismo, Inés?
INÉS:
Quedéme a guardar la casa.
SANCHO:
A la montaña se pasa
la corte del rey leonés.
No se ha visto fiesta en ella
de tan grande autoridad.
INÉS:
No pienso que la ciudad
puede competir con ella.
SANCHO:
¿Hay cena de ostentación?
INÉS:
No hay grandeza que no excedan;
sin caza pienso que quedan
las montañas de León.
El bautismo de García,
con ser el hijo mayor,
fue con aplauso menor,
aunque con más alegría. Sale MENDO
Mendo viene de la fiesta.--
¿Qué hay, Mendo? ¿Acabaron ya?
MENDO:
Un cielo imitando está
la iglesia, nueva y compuesta.
Salió el bautismo, por estar tan lejos
el nuevo templo de la Ester dichosa,
la que tuvo de Dios tantos reflejos
que, ya que no fue sol, fue luna hermosa,
adornando el camino verdes tejos,
por la senda más fácil y arenosa,
en caballos famosos que los prados
a tanta juventud dieron prestados.
Después de aquesta gente, que sería
de treinta mozos, luz de la montaña,
Pelayo un rico aguamanil traía,
que fue del rey restaurador de España.
Tras él, Laín con Almendor venía;
dos fuentes llevan, donde el sol se baña,
que daba con su luz, nadando en ellas,
ondas de rayos, agua de centellas.
Cubría un velo de brillante plata
el capillo, la vela y el salero,
en que la fe evangélica retrata
las armas del cristiano caballero;
y luego sobre un paño de escarlata,
blasón de Tello, en un caballo overo,
un mazapán que de León trajeron,
que deudas monjas de la Infanta hicieron.
No hay mapa que mejor ciudad describa
que el azúcar formaba un baluarte,
almenas, muros, pórticos, y arriba
un muro con un bárbaro estandarte;
éste, cercado de muchachos iba,
con esperanza de alcanzar su parte;
que desta fruta y género de roscas
son con los ojos importunas moscas.
MENDO:
Aquí vieras el coche, que el camino
por novedad parece que rehusaba,
en que Rosenda al niño cristalino
con el desnudo pecho regalaba;
los dos Tellos, la Infanta y el padrino,
no el rey, como su hermana lo esperaba;
pero no menos Garci-Tello airoso,
lo que faltó de rey, sobró de hermoso.
Llegaron a la iglesia, en cuya puerta
el nuevo cura estaba revestido.
Allí la fe, que el alma le despierta,
le abrió con sal la boca y el oído.
Laura, por parecer dama, tan muerta
como sabéis, cuando mudó vestido,
al cura, que lo estuvo más de oírlo,
por responderle "volo," dijo "virlo."
A la pila en efeto le llevaron,
y "Ordoño" por su abuelo le pusieron,
en el Jordán del cielo le pusieron,
y con el olio soberano ungieron.
A su madrina Laura le entregaron,
y la comadre y ella le envolvieron,
encargando al padrino y la madrina,
después del Evangelio, su dotrina.
Llevara el mazapán muy sin recato
el sacristán, entre él y un monacillo;
pero, como tocaron a rebato,
ganaron los muchachos el castillo;
y aunque el entralle no salió barato,
ni le quedó muralla ni portillo;
que aun la sobrepelliz desde ese día
servirá para bandas de sangría.
Suena un tamboril y vaya entrando el bautismo,
TELLO VIEJO, TELLO MOZO, la INFANTA doña Elvira,
LAURA, GARCI-TELLO, y el CURA
TELLO VIEJO:
Sentaos, que vendréis cansados;
y en estas fuentes nos traigan
colación; que el señor cura
tendrá sed, porque son largas
las oraciones.
CURA:
Señor,
nunca lo que obliga cansa,
demás de haberos servido;
y ¡plegue a Dios que de España
veáis reyes esos nietos!
[
MENDO:
]
Cuando esa dicha alcanzaran,
no os hubiera estado mal.
INFANTA:
García, ¿en qué le emplearas
al señor cura?
CURA:
Señora,
hablad, por Dios, como infanta,
y no como labradora.
INFANTA:
La dignidad es tan alta
que más honor se le debe.
GARCI-TELLO:
Si yo, señores, reinara,
hiciera al cura arzobispo.
CURA:
La mano en mercedes larga,
como por la posesión,
os beso por la esperanza.
MENDO:
¿Y a mí, señor, qué me hicieras?
GARCI-TELLO:
Hiciérate del alcázar
de León alcaide.
MENDO:
Es poco.
GARCI-TELLO:
Mendo, menos arrogancias.
De los reyes, el que sirve
tiene por ley cortesana
tomar sin quedar quejoso.
LAURA:
¿Qué dieras, sobrino, a Laura?
GARCI-TELLO:
Acechárate dos días
a qué fidalgo mirabas,
y casárate con él.
LAURA:
¿Ése es premio a tu crianza?
GARCI-TELLO:
¡Qué desdicha de los reyes,
que, por más que den, no acaban
de contentar los quejosos!
INÉS:
¿Y a mí no me dieras nada?
GARCI-TELLO:
A Mendo te diera, Inés.
MENDO:
Señor, si todos los casas,
más eres cura que rey.
TELLO VIEJO:
Dad colación mientras cantan. Dan colación y cantan. Dentro, gran ruido
TELLO MOZO:
Paso, no cantéis; oíd.
INFANTA:
Gran gente llega con armas
a nuestra casa. ¿Qué es esto?
TELLO VIEJO:
¿Con armas a nuestra casa?
GARCI-TELLO:
Abuelo, ¿ahora es el tiempo
en que he menester la espada?
TELLO VIEJO:
No, nieto, hasta ver lo que es.
MENDO:
Señor, el rey y don Arias.
Salen el REY y don ARIAS
REY:
Queden los soldados fuera.
TELLO VIEJO:
Señor, ¿qué ocasión, qué causa
a mi casa os ha traído
con tanta gente de guarda?
¿Desciendo yo de traidores?
¿Ha quedado alguna raza
de moros en esos montes?
Esos paveses y lanzas
que mis paredes adornan,
¿tienen las armas hurtadas?
¿No me las dieron los godos?
Por menos que reyes llaman
mis ascendientes Meneses.
REY:
Tello, no gastéis palabras.
Yo no vengo por sospechas;
que pusiera a las montañas
fuego si tuviera alguna;
sólo vengo por mi hermana;
no quiero que esté con vos.
TELLO VIEJO:
Pues, señor, con vos se vayan
ella y su esposo en buen hora;
pero en honra de mis canas,
dejadme de dos un nieto.
REY:
Tello, no es ésa la causa.
Yo sólo a mi hermana quiero;
que, puesto que está casada
con Tello, no está a mi gusto.
A León quiero llevarla;
que ya me han dicho letrados
que puedo por muchas causas
disolver el matrimonio.
TELLO MOZO:
No habiendo en la sangre falta,
ni en los hijos ni en la fuerza,
¿a nulidad puede darla
causa en las leyes divinas
ni en las razones humanas?
REY:
Después lo veréis, Meneses.
TELLO MOZO:
Si mi señora la infanta
tiene disgusto conmigo,
sin pleito puede apartarla
de mis brazos vuestra alteza.
INFANTA:
Necio temor os engaña.
Y admírome, hermano mío,
que a diez años de casada
digas que apartarme puedes;
que todos los que se apartan
mienten a Dios, aunque al mundo
parezcan verdades claras;
que, cuando sin voluntad,
como sucede, los casan,
después consienten, pues tienen
una mesa y una cama.
Los jüeces juzgan bien,
que juzgan por la probanza;
pero Dios, de otra manera,
que está dentro de las almas.
Si yo quiero a mi marido
y él me quiere, ¿hay ley que valga
para que me aparte dél?
REY:
Ser él Tello y vos la infanta
de León, y yo sin hijos;
y si la razón es alma
de la ley, y es en los reyes
la voluntad la que basta
para hacer razón, ya es ley
querer un rey lo que manda.
Yo no vengo por Elvira,
ni a dar razón de llevarla,
sino a llevarla no más.
El rey soy, y ella mi hermana;
dame la mano.
INFANTA:
Señor,
¿a qué tigre le quitaran
dos hijos y su marido?
¡Ah consejos de don Arias!
ARIAS:
¿Yo, señora? El rey lo quiere;
que yo bien seguro estaba.
Si de mí teméis ofensa,
iréme a Lugo mañana.
Yo sólo sirvo a su alteza.
INFANTA:
Que ya os conozco.-- Adiós, Laura;
adiós, esposo; adiós, hijos;
adiós, Tello.
TELLO VIEJO:
¿Quién pensara
tal pesar en tal placer,
y en tal gloria pena tanta?
¿Por qué no le hablas, nieto?
GARCI-TELLO:
Porque callaban las canas,
y no es bien que hablen nueve años
adonde setenta callan.
TELLO MOZO:
Voy a ver mi muerte, y ver
cómo me llevan el alma.
INÉS:
¿Qué te ha parecido, Mendo,
de tan notable mudanza?
MENDO:
Inés, en cosas de reyes
más vive quien menos habla.