Los Tellos de Meneses IILos Tellos de Meneses IIFélix Lope de Vega y CarpioActo II
Acto II
Salen la INFANTA y don ARIAS
INFANTA:
Satisfacerme es error,
don Arias; dejadme aquí.
ARIAS:
Señora, ¿en qué te ofendí
para usar tanto rigor?
INFANTA:
Arias, vuestra pretensión
pienso decir a mi hermano.
ARIAS:
Será persuadir en vano
su justa satisfación.
INFANTA:
No hará, si se prueba cuánto
llegasteis a pretender.
ARIAS:
Pues ¿cómo lo ha de creer
de quien me aborrece tanto?
INFANTA:
¿Quién os dio licencia a vos
de que adonde estoy entréis?
ARIAS:
No el rey, pues vos no queréis,
sino Amor; que Amor es dios.
INFANTA:
No es amor, sino intereses
del reino; bien lo entendí.
ARIAS:
¿No estará mejor en mí
que en los nietos de Meneses?
INFANTA:
¡Villano, desvergonzado!
Yo os haré cortar la lengua.
ARIAS:
Amaros a vos no es mengua,
sino excelente cuidado.
INFANTA:
Yo seré vuestra homicida.
Mandarélo, ¡vive Dios!
Vase
ARIAS:
¿Para qué, si tenéis vos
en vuestras manos mi vida?
Sale el REY
REY:
Don Arias, ¿qué es aquesto? ¿De qué sale
mi hermana tan airada?
ARIAS:
(No me vale (-Aparte-)
disculpa ni razón en este caso.)
Por vuestra alteza estas injurias paso;
sólo pretendo que viváis seguro;
que no hay tan fuerte muro
que no derribe la ambición de un reino.
REY:
Si justamente reino,
pacífico señor de León y Asturias,
¿por qué me han de inquietar vasallos locos,
muchos en arrogancia, en fuerza pocos?
ARIAS:
Sufrir del vulgo bárbaras injurias
no es prudencia de un rey, porque el castigo
temor engendra, y el temor respeto.
No deja el rey discreto
criar atrevimiento en el vasallo;
por esta parte se perdió Rodrigo;
el freno es la obediencia del caballo.
A Tello de Meneses se aficionan
los mal contentos, y su intento abonan
con que sus hijos son los que os heredan;
y es porque la mudanza
a los caídos pone en esperanza
que levantarse puedan,
y que podrán caer los levantados,
trocándose de todos los estados;
porque un reino, es sin duda
que cuando muda rey, todo se muda.
REY:
Yo he hecho diligencia
con los obispos de León y Oviedo
y con el arzobispo de Santiago,
para templar de Tello la insolencia
y librarme de algún atrevimiento,
sin hacer en su vida y tierra estrago,
para la nulidad del casamiento.
Responden que no puede dirimirse
ni en ley divina ni en derecho humano,
que envíe el pleito a Roma.
ARIAS:
Pretenden eximirse
por amistad de Tello, pero en vano,
si vuestra alteza toma,
como absoluto rey, el caso a pechos;
que bien sabrán, señor, los dos derechos
que se ha de disolver, siendo parientes,
no dispensando el papa.
REY:
De esa suerte,
con menos deshonor e inconvenientes
se puede remediar dentro de España.
Sale CRIADO 1
CRIADO 1:
Aquí está Tello, que ha venido a verte
con Garci-Tello.
REY:
¿Quién?
CRIADO 1:
García, su nieto.
REY:
¿Que Tello sale ya de la campaña?
Entre; pero será con poco efeto.
Vase CRIADO 1
ARIAS:
Oye con gusto un labrador discreto.
Salen TELLO VIEJO, GARCI-TELLO y MENDO
TELLO VIEJO:
Dadme los pies, gran señor,
y perdonad no humillarme;
que no podré levantarme
con el peso del dolor...
Iba a decir de la edad.
REY:
Vengáis, Tello, en hora buena.
Sosegaos, hablad sin pena.
TELLO VIEJO:
Vuestra grandeza y piedad
alientan mi flaco brío,
renuevan mi sangre fría.--
Besad la mano, García,
al rey mi señor, tu tío.
GARCI-TELLO:
Aquí tenéis vuestra hechura;
dadme la mano a besar.
REY:
Que Tello os supo criar
se muestra en vuestra cordura.
Bien parecéis con espada.
GARCI-TELLO:
Con ella nací, señor.
ARIAS:
Bien parece en su valor
y en tu servicio empleada.
Y tiene muy buena madre.
TELLO VIEJO:
Señor, pues podéis hacello,
dadle silla a Garci-Tello,
que es nieto de vuestro padre.
REY:
Sentaos, Garci-Tello, aquí.
TELLO VIEJO:
Yo también me sentaré,
si vos mandáis, porque en pie
estará la edad por mí.
Siéntanse los tres
REY:
Antes no es inconveniente.
Sentaos, porque gusto yo
que quien hijo me llamó,
como mi padre se siente.
Al REY
ARIAS:
¿No es injusto atrevimiento?
Muy bien, señor, lo sentís.
REY:
Decid, Tello, ¿a qué venís?
TELLO VIEJO:
Estadme, señor, atento.--
Queriendo el rey Ordoño, que Dios haya,
casar a vuestra hermana doña Elvira
con el moro de Córdoba, Abenaya,
tan mal las paces afrentosas mira,
ya que la noche en la dorada raya
que deja el sol cuando al ocaso aspira
ponía el pie, que de sus sombras viste,
dejó el palacio fugitiva y triste.
En fin, como mujer que a Dios temía,
y que del moro temerosa estaba
que al verdadero Dios no conocía
y en el profeta bárbaro adoraba,
ásperos montes, por inculta vía,
para oculta vivir solicitaba,
dejando fama, en tanto desconcierto,
que con sus propias manos se había muerto.
A mi casa llegó desconocida
en hábito de pobre labradora,
donde, sirviendo en ella, fue servida
de Tello, que hoy la mereció y la adora.
El modo como ha sido conocida,
nadie, señor, presumo que lo ignora,
y que, con gusto suyo como nuestro,
se la dio por mujer el padre vuestro.
TELLO VIEJO:
Los años que vivió vos estuvisteis
a Portugal, Alfonso, gobernando;
heredasteis al fin, y a León venisteis
vuestra dichosa frente coronando;
el parabién os di, que recibisteis
mis cartas y presentes despreciando;
porque siempre os causó desabrimiento
de la infanta el humilde casamiento.
Y no es mejor el conde de Castilla
que Tello de Meneses, ¡vive el cielo!,
ni cuantos ciñe de una y otra orilla
el mar de España ni el celeste velo.
Del godo, que fue rayo y maravilla,
y para el moro le engendró en el cielo,
de esa montaña soy centella viva,
que de su misma sangre se deriva.
Si he vivido entre rudos labradores,
los paveses fidalgos ¿qué han perdido?,
que sus blasones, armas y labores
ni temen tiempo ni los cubre olvido.
Los abuelos de Dios fueron pastores;
y, pues que se honra de que lo hayan sido,
y fue el oficio antiguo de más nombre,
lo que Dios estimó, bien puede el hombre.
Quitasteis a la infanta su marido,
contra la ley de Dios; pero si efeto
de algún temor, aunque es injusto, ha sido,
dadme la infanta y os daré mi nieto;
criadle como fuéredes servido,
y tened de mi fe mejor conceto;
no todos somos reyes, pero todos
somo reliquias de los reyes godos.
TELLO VIEJO:
Si las tortillas son blasones nuevos,
en mi casa se hicieron, antes de ellas,
de cabezas de moros, no de huevos,
hasta que vino vuestra hermana a hacellas.
Mas, disculpando yerros de mancebos,
tales tortillas guisan las estrellas;
que, porque no haya diferencia alguna,
bate claras y yemas la Fortuna.
No le quitéis por miedo o por consejo,
a nadie su mujer; tratad de honrallos,
si vasallos queréis, que Tello el viejo
tiene dineros, armas y caballos.
Mirad que sois agora nuevo espejo
en que se han de mirar vuestros vasallos;
no le manchéis, que no es de reyes sabios
entrar en la corona haciendo agravios.
REY:
Basta, Tello, no más; yo os tengo oído.
Si a vuestro hijo le quité a mi hermana
fue porque, el matrimonio dirimido,
pudiera ser condesa castellana.
Temiendo a Dios, la vuelvo a su marido.
Hoy la llevad, vuestra justicia es llana;
mas con dos condiciones.
TELLO VIEJO:
Habéis hecho
lo que esperé de tan heroico pecho.
REY:
Conmigo ha de quedarse mi sobrino.
TELLO VIEJO:
Eso es muy justo.
REY:
Yo os enviaré luego
la otra condición.
TELLO VIEJO:
Ya la imagino.
Yo os serviré si a la montaña llego.--
Mendo, quédate aquí.<poem>
REY:
¿Eres su deudo tú?
MENDO:
De una villana
soy hijo, aunque mudé también el pelo
después que nos hicimos cortesanos.
REY:
¿También entre vosotros hay villanos?
MENDO:
En cuanto a labradores solamente,
que en lo demás revienta la hidalguía.
REY:
¿De qué servís a Tello?
MENDO:
Entre su gente
guardar ganado pródigo solía.
¿Qué es pródigo ganado?
MENDO:
Cortésmente
quise encubrir el nombre que tenía;
que, por haberlo el Pródigo guardado,
es lo moreno pródigo ganado.
Y ¿qué oficio te dieron?
MENDO:
Gentilhombre.
REY:
Y ¿a esa traza mudaron los criados?
MENDO:
Los que tenían más ingenio y nombre.
REY:
¿Que muden ya los hombres los estados?--
Venid, García.
GARCI-TELLO:
Aunque llegar me asombre
de su alteza, señor, a los estrados,
dadme licencia y besaré su mano.
REY:
Venís de la montaña cortesano.
Vase
GARCI-TELLO:
Mendo, dile a mi padre lo que pasa.
MENDO:
Que me muero por irme te confieso.
Por momentos topara en nuestra casa
el pan, el vino, la cecina, el queso.
Aquí debe de ser la gente escasa;
sólo topo alabardas; pierdo el seso.
GARCI-TELLO:
¿De un hora estás quejoso?
MENDO:
Un hora ¿es poco?
GARCI-TELLO:
Por esto muere el mundo.
MENDO:
El mundo es loco.
Vanse. Salen LAURA y TELLO MOZO
LAURA:
Aunque me lastima el verte,
no me pesa de vengarme.
TELLO MOZO:
¿Es bajeza desearme
mayor dolor que la muerte?
LAURA:
Que ha sido castigo, advierte,
de la palabra quebrada.
TELLO MOZO:
Laura, la ofensa olvidada,
¿vuelves a tanto rigor?
LAURA:
Tello, de ofensas de amor
¿qué mujer se vio vengada?
TELLO MOZO:
En diez años ¿no se olvida?
LAURA:
¿Cómo se puede olvidar
lo que no puede dejar
de durar toda la vida?
Demás de estar yo ofendida,
fueron necios tus empleos
en blasones y trofeos,
de altezas y majestades;
que nunca desigualdades
lograron bien sus deseos.
¿Nunca viste enamorado
el gigante tornasol
crecer por llegar al sol
y quedar del sol burlado?
Abre el círculo dorado
que forma corona altiva
y, cuando más alta y viva
sus rayos de oro extendió,
el mismo sol que la abrió
ése mismo la derriba.
¿Nunca has visto trepadora
planta que un olmo reviste
y ella de flores se viste
a la risa de la aurora,
y que cuando el sol la dora
triste y marchita se ve?
Así tu esperanza fue;
salió el aurora de Elvira,
pero cuando el sol la mira
no puede tenerse en pie.
LAURA:
De mil flores se previno
el necio almendro temprano
que presumió que el verano
estaba ya de camino;
con espeso torbellino
esparció por su elemento
su vana hermosura el viento;
así, vestido de flores,
viento de fuerzas mayores
derribó tu pensamiento.
Soñaste la majestad
del sol de Elvira, en razón
que en el signo de León
daba entonces claridad;
llegaste a su voluntad;
pero a tales pensamientos
faltaron merecimientos,
que los edificios altos
no duran si suben faltos
de primeros fundamentos.
TELLO MOZO:
Presto me verás morir
y tendrás mayor venganza.
LAURA:
Mi paciencia y mi esperanza
hasta hoy pudieron vivir.
TELLO MOZO:
¿Qué tienes ya que pedir
injustamente agraviada?
Envaina, Laura, la espada
de tan injusto rigor.
LAURA:
Tello, de ofensas de amor
¿qué mujer se vio vengada?
Sale INÉS
INÉS:
¡Albricias --y con razón
las pido-- dichoso Tello,
Laura, ¡albricias!
TELLO MOZO:
En desdichas
ni las doy ni las prometo,
que de no volverme a Elvira,
¿qué bien sin la muerte espero?
INÉS:
¡Ella y Tello, mi señor,
vienen!
TELLO MOZO:
¡Oh piadosos cielos!
Si viene la infanta, Inés,
quisiera que hasta los hierros
de esos cofres fueran de oro.
INÉS:
Yo me contento con menos.--
Y tú ¿no me das albricias?
LAURA:
No sé; después nos veremos.
Salen TELLO VIEJO, la INFANTA,
y MÚSICOS, cantando
MÚSICOS:
"Sea bien venida
la hermosa Elvira,
sea bien llegada
la hermosa infanta."
TELLO MOZO:
Déjame echar a los pies
de mi buen padre, primero
que te dé, Elvira, los brazos.
TELLO VIEJO:
Habla con tu esposa, Tello,
que si por ella te manda
Dios, por divino precepto,
que dejes tu padre y madre,
acertarás en hacerlo.
INFANTA:
Con justa razón me dejas,
Tello, por quien hoy tenemos
honra, vida y libertad.
TELLO MOZO:
Señora, por él merezco
verte en mis brazos; mas ya
que alegre en ellos te tengo,
habla a Laura, que llorando
por tu ausencia se ha deshecho.
INFANTA:
¡Laura!
LAURA:
¡Infanta, mi señora...!
INFANTA:
¡Gracias a Dios que te veo!--
¡Inés!
INÉS:
¡Señora del alma!
TELLO MOZO:
¿Mi hijo, padre, y tu nieto?
TELLO VIEJO:
Quedó con el rey.
TELLO MOZO:
Pues ¿cómo?
INFANTA:
Yo, Tello, se lo agradezco.
Allí se criará mejor;
porque los señores, pienso
que sólo en casa del rey
pueden aprender a serlo.
TELLO MOZO:
Tu cordura, Elvira, en fin,
a mí me enseña a ser cuerdo.--
Ea, bajen de esos montes
labradores y vaqueros;
celébrese tanta dicha,
que hoy quisiera ser Orfeo
para que fieras y plantas,
peñas, robles, hayas, tejos
se movieran a mi voz.
TELLO VIEJO:
Tello, suspende el contento
hasta ver lo que me escribe
el rey; que allá quedó Mendo
para traerlo.
TELLO MOZO:
Señor,
pediros quiere dineros.
TELLO VIEJO:
Claro está que no se habían,
con este acontecimiento,
de escapar del rey las doblas.
Sale MENDO
MENDO:
Cansado y rendido vengo.
TELLO VIEJO:
Pues, Mendo, ¿traes el papel?
MENDO:
Y me pesa de traerlo,
porque has de sentir las costas
del mal formado proceso.
TELLO VIEJO:
Lee, Tello, para todos.
TELLO MOZO:
Aquí dice lo primero:
"Condiciones..."
TELLO VIEJO:
¿Condiciones?
TELLO MOZO:
"...que han de guardar los dos Tellos:
primeramente, a mi hermana
ni en público ni en secreto
la habéis de llamar infanta..."
TELLO VIEJO:
¡Riguroso mandamiento!
TELLO MOZO:
"...sino Elvira de Meneses."
TELLO MOZO:
Baile, señora, te han hecho.
Sólo "echad acá mis nueces"
faltaba en ese decreto.
INFANTA:
Mal lo entendió el rey mi hermano;
que por más honor lo tengo
que el título de León.
LAURA:
¡Bien haya tu entendimiento!
TELLO MOZO:
Dice más: "Que vuelvan todos
a sus vestidos primeros,
como proprios labradores,
los criados y los dueños,
sin exceptuar ninguno."
TELLO VIEJO:
Cumpliéronse mis deseos;
que ¡vive Dios! que me daban
pesadumbre por momentos
estos follados o fuelles,
con que pienso que parezco
al conde don Julián
cuando salió de Marruecos.
Pues ¡la capita y la gorra!
Milagro ha sido del cielo
no haber caído en palacio
los pajes del rey en ello.
MENDO:
Bien sé yo que el alegría
no tiene ese fundamento,
sino el no haberte pedido
el rey algunos dineros.
Ahora bien; ¿qué hemos de hacer,
que está mi señor suspenso?
TELLO VIEJO:
Elvira, Inés, Tello y Laura,
Mendo y los demás, no es tiempo
de pensar en sinrazones.
INFANTA:
Todos estos son consejos
de mi enemigo don Arias.
TELLO VIEJO:
El rey lo manda; no quiero
examinar atrevido
si es bien hecho o si es mal hecho;
eso es justo, que el rey manda.
TELLO MOZO:
Digo, señor, que obedezco;
pero no puedo negarte
el debido sentimiento
por mi esposa.
INFANTA:
Pues ¿por qué?
Ya te he dicho que no tengo
más honra yo que ser tuya.
TELLO VIEJO:
Hijo, desnudaos de presto;
volvamos a nuestra paz
y a nuestro antiguo sosiego;
que algún poderoso envidia
la que en el campo tenemos.
¿No habéis visto en las comedias
que el villano es caballero,
y el caballero villano?
Pues lo mismo represento;
desnudaos; que puede ser
que antes del acto postrero
volvamos a ser señores.
TELLO MOZO:
No me sirven de consuelo
mudanzas de la Fortuna.
INFANTA:
A mí sí; que las padezco
por tu amor y por el mío.
Vanse, y quedan MENDO e INÉS
MENDO:
Pues, Inés, ¿qué dices de esto?
INÉS:
Que me vuelvo al delantal,
a la sarta y al sayuelo
de mala gana, pues ya
de chapines altos vengo
a chinelas con listones.
MENDO:
¡Mal año para mis celos,
si no me alegro de ver
que humilles los pensamientos,
que estábades insufribles!
Dejad los ámbares necios,
volved a oler a tomillo;
que una labradora en peto
es flor de espino en el soto,
y en las viñas flor de almendro.
Voyme a vestir mi sayal;
que andaba en estos grigüescos
como después de los grillos
no acierta pasos el preso.
INÉS:
Aunque el viejo disimula,
yo sé que no va contento.
MENDO:
Tú ¿querrásme a lo villano?
INÉS:
No sé; después nos veremos.
Haz lo que te manda el rey.
MENDO:
Los reyes son como el tiempo;
hacen y deshacen hombres.
Caro nos cuesta el ejemplo.
Vanse.
Salen el REY, don ARIAS
y GARCI-TELLO
ARIAS:
Hay mil razones contrarias.
REY:
La razón hace la ley.
GARCI-TELLO:
(Escuchando voy al rey (-Aparte-)
lo que habla con don Arias.)
ARIAS:
Para asegurar tu vida,
¿qué importan dos montañeses?
REY:
La sangre de los Meneses
es por lealtad conocida
desde el tiempo de Pelayo.
No tengo yo que temer.
ARIAS:
Sin trueno suele caer
de pequeña nube el rayo.
GARCI-TELLO:
(¡Caiga, traidor, sobre ti!) (-Aparte-)
REY:
Porque obispos y letrados
dicen que están bien casados,
a su mujer le volví.
También tenemos los reyes
jüez, y tan poderoso,
que es Dios, y es justo y forzoso
temerle y guardar sus leyes.
Si digo que por Dios reino,
mirémoslo bien los dos;
que rey que no teme a Dios
poco gozará del reino.
Basta mandarle volver
al primer traje que tuvo,
si acaso arrogante estuvo
de verse con tal mujer;
que, puesto en tanta bajeza,
jamás tendrá atrevimiento,
conociendo en su elemento
su misma naturaleza.
ARIAS:
Si vuestra alteza, señor,
se consuela de tener
su propia hermana mujer
de un villano labrador
que ayer iba tras los bueyes,
aunque haya ejemplos tan llanos
de griegos y de romanos
que hubo labradores reyes,
León no ha de permitir
que salgan de una montaña
para gobernar a España.
GARCI-TELLO:
(Ya no lo puedo sufrir.) (-Aparte-)
ARIAS:
Si temo lo que imagino,
es por vos; que no por mí.
REY:
Hablad bajo; que está aquí
Garci-Tello, mi sobrino.
GARCI-TELLO:
Ya la prevención es tarde,
y hame pesado, señor,
que manchen vuestro valor
los consejos de un cobarde.
Mi padre nunca ha tenido
pensamientos de ser más
de lo que hoy es; que jamás
será más de lo que ha sido;
porque quien ha sido tanto,
ni ha de ser más ni ser menos;
aconsejaos con los buenos,
y reinaréis como un santo.
No temáis los montañeses,
pues ninguno fue traidor.
Mas ya alabasteis, señor,
la lealtad de los Meneses.
Decir que han sido villanos
mi abuelo y padre es mentira;
y que lo sufráis me admira,
teniendo poder y manos.
Pero, pues que yo lo oí,
y es razón tan mal hablada,
me obliga a sacar la espada;
yo por vos la saco así.
Dadle licencia al villano
que saque la suya.
REY:
Quedo,
sobrino.
GARCI-TELLO:
Tendráme miedo
viéndome el rayo en la mano.
REY:
Sois niño, que no sabéis
el respeto de los reyes.
GARCI-TELLO:
Antes le debo a las leyes
de Dios.
REY:
¿Cómo lo entendéis?
GARCI-TELLO:
¿No me manda honrar mi padre?
REY:
Es verdad.
GARCI-TELLO:
Pues mirad vos
si hacer lo que manda Dios
es honrar mi padre y madre.
Pero, pues respeto os debo,
como a mi rey y señor,
salga a ese campo el traidor;
verá que solo le espero.
ARIAS:
No, no; seamos amigos;
que no lo entendisteis bien.
GARCI-TELLO:
De esto quiero que me den
testimonio con testigos;
por lo demás, yo me postro
al rey con toda humildad.
ARIAS:
El cetro os dará la edad,
y el tiempo la barba al rostro;
para entonces yo recibo
el desafío, antes no.
GARCI-TELLO:
Cuando tenga barbas yo,
¿habíades de estar vivo?
Vase
ARIAS:
¿Parécele a vuestra alteza
que se va echando de ver
lo que en éstos ha de hacer
su fiera naturaleza?
Si esto hace en esta edad,
¿qué espera en otra mayor?
REY:
Más que parece valor,
ha sido temeridad.
Confieso que me ha pesado
de ver que, airado y resuelto,
por Tello, su padre, ha vuelto.
ARIAS:
No viene mal enseñado.
¡Ah, señor! Vendrá algún día
en que os acordéis que fui
quien este consejo os di.
REY:
¿Qué he de hacer, si es sangre mía?
ARIAS:
¿Tello es sangre vuestra?
REY:
No.
ARIAS:
Pues quitad la vida a Tello.
REY:
Eso ¿cómo puedo hacello,
sin que parezca rigor?
ARIAS:
Las montañas de Castilla,
que llaman de Guadarrama,
pasó Almanzor a Toledo;
y, aunque sus condes levantan
gente y las armas previenen,
a Zamora y Salamanca
dicen que ha llegado el moro;
mandad a Tello que vaya
por general de mil hombres,
y que a su costa los haga,
el viejo dará el dinero;
el mozo con arrogancia
querrá mostrar que le dieron
sangre los godos de España.
Sin experiencia y sin gente,
en la primera batalla
vos quedaréis sin sospecha
y con luto vuestra hermana.
REY:
¿Quién enviaremos a Tello?
ARIAS:
Yo mismo iré.
REY:
Pues, don Arias,
muera Tello de esta suerte,
y quede libre la infanta;
que no he de andar cada día
recelando que me matan
hijos y nietos de Tello,
que saben sacar la espada
a mis ojos, sin tener
aún manos para tomarla.
Vanse.
Sale TELLO MOZO de labrador
TELLO MOZO:
Castigado y corrido
os vengo a ver, montañas,
en el hábito rústico primero,
podré nunca ofendido.
¡No son dignas hazañas
tratar tan mal un hombre caballero!
Pero si considero
que en estas soledades
me ha de dejar la envidia,
¿para qué me fastidia
que desconozca el rey tantas lealtades,
y me trate de suerte
que fuera menos mal darme la muerte? Sale la INFANTA de labradora
INFANTA:
Tello...
TELLO MOZO:
Señora mía...
¿Vos por mí labradora?
INFANTA:
Pues ¿puedo yo tener mayor ventura?
TELLO MOZO:
Hoy parece que el día
con disfrazada aurora
las sombras a las selvas asegura.
Tal suele rosa pura
amanecer helada
y encubrir la corona;
mas, como perfeciona
su esmalte rojo la del sol dorada,
los rústicos despojos
diamantes son al sol de vuestros ojos.
INFANTA:
Tello, afrentas mayores,
si aquéstas son afrentas,
padeciera mi amor, por ti contento.
Entre aquestos rigores,
que son iras violentas,
de nuestro hijo solamente siento
la ausencia, si el intento
del rey pasa adelante
en tan necia sospecha.
TELLO MOZO:
Para cosa mal hecha
no hayas miedo que el ánimo levante;
antes es dicha mía,
que al rey le sobra amor, si el rey le cría. Salen TELLO VIEJO y LAURA, INÉS y MENDO
MENDO:
Aunque reciba disgusto,
tenemos de andar así.
¿Qué te parezco?
TELLO VIEJO:
Ahora sí
que vienes, Mendo, a mi gusto.
MENDO:
¿Hablaré en la lengua antigua
que solíamos hablar?
TELLO VIEJO:
Podíante castigar
si el delito se averigua.
Habla como labrador,
pues ya no eres caballero.
MENDO:
Este lenguaje grosero,
si es el proprio, es el mejor.
Un hombre que ausente estaba
vino y, hallando otros trajes
y diferentes lenguajes,
les preguntó quién reinaba. Sale don ARIAS de camino
ARIAS:
Yo llego a buena ocasión,
pues juntos os hallo a entrambos.
TELLO VIEJO:
¡Señor don Arias...!
TELLO MOZO:
¡Señor...!
ARIAS:
Bien podéis darme los brazos.
INFANTA:
(¡Ay, Laura, que el corazón (-Aparte-)
me ha dado en el pecho saltos!
¿A qué vendrá mi enemigo?)
ARIAS:
Perdonad si no he llegado,
gran señora, a vuestros pies.
INFANTA:
Advertid que estáis hablando
con Elvira de Meneses;
que ansí lo manda mi hermano.
ARIAS:
Vos sois quien sois; con el sol
y con las estrellas hablo;
hablo con el mismo cielo,
o a lo menos su retrato.
Vengo a daros buenas nuevas;
que, sabiendo que ha pasado
con gran ejéricito el moro
de las márgenes del Tajo
a los montes de Castilla,
para atajarle los pasos
nombra general a Tello,
y quiere que forme un campo
de mil hombres, en afrenta
de los condes castellanos
que le han dejado llegar
al Tormes, con tanto estrago
de los pueblos convecinos
y sus campos como cuando
rompe las puentes soberbio,
temblando los montes altos
de ver que el agua revuelve
los robles y los peñascos.
Ea, ¿no merezco albricias?
TELLO VIEJO:
Yo, por mi parte, que tanto
debo al rey en este honor,
las que señaléis os mando.
ARIAS:
De la raza de los vuestros
no quiero más que un caballo.
MENDO:
(Mejor tomara la yegua (-Aparte-)
el conde, si no me engaño.)
TELLO VIEJO:
A mí sólo por Elvira
me pesa; en lo demás no hallo
dificultad en volver
a caballero y soldado
desde villano quien pudo
de caballero a villano.
En fin, el rey se obedezca.--
Aposentadle en el cuarto
que estaba, cuando el baustismo,
para el rey aderezado.
LAURA:
Venid, señor.
ARIAS:
No viniera,
si no presumiera daros
gusto, honor, y últimamente
la gracia del rey; que tanto
sentimiento y tal silencio
da a entender que os ha pesado.
TELLO MOZO:
No, señor; pero quien ama
teme la ausencia y el daño
que suele traer la guerra;
pero estimo y siento cuánto
me favorece su alteza
con aqueste ilustre cargo.
Contento y agradecido
iré a besarle la mano.
ARIAS:
Aquí se ha de hacer la gente;
que quiere el rey obligaros
con que a vuestra costa sea.
TELLO VIEJO:
¡Mil hombres! No hay para cuatro
en toda nuestra hacendilla.
ARIAS:
Vos lo miraréis de espacio.
Vanse don ARIAS y LAURA
INFANTA:
Bien pudiera responder...
TELLO MOZO:
¿Qué quieres que respondamos?
Por ventura, ¿piensa el rey,
o por deudo o por cuñado,
que nos favorece en esto?
TELLO VIEJO:
Hijo, el que es noble fidalgo
con vida y hacienda sirve
al rey de quien es vasallo.
Paciencia y tomar las armas.
Quitaos el capote pardo,
pero guardadle también
donde le halléis, por si acaso
el rey os manda otro día
que volváis a ser villano.
TELLO MOZO:
Mendo, pues has de ir conmigo,
espadas y armas te encargo.
Haz que estén todas a punto.
MENDO:
En fin, ¿a la guerra vamos? Vanse TELLO MOZO y MENDO. Dentro GARCI-TELLO
GARCI-TELLO:
Este caballo tened.
INFANTA:
¡Ay, Tello; o ha sido engaño
del amor, o es Garci-Tello!
Sale GARCI-TELLO
GARCI-TELLO:
Dadme, ¡oh mis padres!, los brazos.
TELLO VIEJO:
¿Qué es esto, García?
GARCI-TELLO:
Señor,
mi venida quiere espacio.
Delante del rey mi tío
tuve con cierto fidalgo
palabras; saqué la espada
con ánimo de matarlo.
Enojóse de esto el rey;
salí de palacio al campo,
esperéle y no salió;
di de espuelas al caballo,
y he venido, como ves,
por no volver a palacio.
TELLO VIEJO:
Cuando os di la espada, nieto,
os dije, pronosticando
para más tarde el suceso,
no para tan tiernas manos,
que la habrí[ais] menester.
GARCI-TELLO:
Si él sale cuando le aguardo,
abuelo, ésta es la hora
que tocan por el fidalgo.
TELLO VIEJO:
¡Vive el cielo, que lo creo!
Ya nos tenéis con cuidado;
decidnos quién es.
GARCI-TELLO:
Señor,
perdonad, porque hasta tanto
que de él esté satisfecho,
juré la vida de entrambos
que no he de decir su nombre.
TELLO VIEJO:
Nieto, vos sois muy honrado,
y lo habéis hecho muy bien.
Hoy, por veros tan gallardo,
añado a los alimentos
otros quinientos ducados.--
Descanse, Elvira, mi nieto.
INFANTA:
Piedad fue del cielo santo
para la ausencia de Tello.
MENDO:
Oye, Inés.
INÉS:
Oigo, soldado.
MENDO:
¿Quieres casarte conmigo?
INÉS:
Ya estoy casado con Sancho.
MENDO:
¿Qué falta has hallado en mí?
Este tallejón ¿es barro?
INÉS:
¿Parécete poca falta
ser celoso?
MENDO:
¡Malos años!
¿Marido buscas sin celos?
El lleva gentil despacho.