Los consuelos/II

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= II =

Lara o la partida


A D. Y. P.


Fare thee well! and if for ever
still for ever, far thee well;
Byron



- I -

Tendido el lino la veloz barquilla
mueve en el Plata su ligera quilla,
al rayo matutino,
y por la faz undosa engalanada
se desliza del céfiro halagada
llevando al peregrino.


Al bajel llega, que arrogante oprime
del río el seno, que a su lado gime,
y airoso se pompea,
pronto a surcar por el cerúleo llano
ostenta al aire su vigor ufano,
y sus alas ondea


En el soberbio alcázar ya domina
del cómitre la voz y a la marina
gente imperiosa llama,
que con mustios acentos velozmente
da los linos al aire, o tristemente
en los mástiles clama.


Los hinche en globo el bonancible viento
y divide las aguas al momento,
en círculo espumoso,
la prora murmurando resonante,
y el alcázar del piélago nadante
levantando vistoso.


Reclinado en el borde, con mejillas
enjutas pero tristes, las orillas
de su patria contempla
Lara perderse, cual coposo monte,
en el lejano y diáfano horizonte
y su laúd dulce templa.


Dolor siente en el alma, mas sereno
brilla su rostro, que apuró el veneno
de congojas mortales,
y temprano aprendió del sentimiento
a sofocar las ansias o el contento,
al corazón fatales.


Preludió al fin la melodiosa lira,
y recordando de la suerte agravios,
el adiós tierno que la ausencia inspira
modularon sus labios.




- II -

El halagüeño júbilo del mundo
volver no puede al corazón burlado
la bella imagen de ilusión querida,
que voló fementida.


Pierde la flor su púrpura y su nieve,
su aroma grato y su verdosa pompa;
así se agosta el esplendor lozano
del corazón temprano.


Se rompe el velo mágico que al alma
pintaba glorias, esperanzas dulces,
cuando aun risueños los floridos años
brindan amor y engaños.


Fuese el encanto de mis bellos días,
fuese la lumbre de mi albor lúcido
y sólo es dado a mi enojosa vida
sentir gloria perdida.


Mas ¿qué es sentir cuando el prestigio grato,
que embellecía la existencia ha muerto,
e inexorable, aterrador destino
del bien cierra el camino?


Dulce esperanza, celestial imagen
vuelve a mi mente su divino fuego,
disipa un tanto la tiniebla umbría
que cerca el alma mía.


Tú me alentaste cuando el crudo anhelo
de la congoja marchitó mis días,
tú del regazo de mis tristes lares
me llevas a los mares.


Por ti mi patria y mis amores dejo
y en las regiones de la tierra extrañas
voy a buscar a mi ansiedad consuelo,
llena el alma de duelo.


Grata fue un tiempo a mi vivir la suerte,
brindome un tiempo deliciosas horas,
que sueños fueron de ilusión falaces,
sombras de bien fugaces.


En flor marchitas contemplé mis glorias
y sumergido el corazón de entonces
en triste noche, solitario abismo,
se consume a sí mismo.


¿Qué vale al pecho el palpitar de gozo
en el regazo de su dueño amado,
qué al alma vale el halagüeño encanto
que idolatraba tanto?


Si el placer vuela, el inefable hechizo
se desvanece, cual la lumbre fatua,
cuando al deleite la pasión apura;
y el sentimiento dura.


Vanos placeres, deliciosos lazos,
que al albedrío encadenáis tan dulces,
adiós por siempre, ya de vuestro halago
huyo libre el estrago.


Adiós amores, de la vida rosas,
que exhaláis grato vuestro aroma, un día
y perdéis luego el poderoso hechizo
que delirar nos hizo.


Y tú también angelical criatura,
guarda celeste de mi triste vida
que yo vi en sueño y en feliz instante
pude llamar mi amante.


Tú que supiste embelesar mi mente,
tú que las ansias de mi amor pagaste,
que el dulce néctar del amor me diste
y dichoso me viste.


Tú que sentías como yo sentía,
que a un solo acento de mi voz gozabas,
que en lo secreto de mi pecho vías
y conmigo sufrías.


Tú, en cuyos brazos sin contar las horas
pasé la flor de mis lozanos días
embebecido en éxtasis glorioso
de deleite amoroso.


Adiós por siempre, el inhumano tiempo
nuestras delicias devoró enemigo,
segó mis dichas, sin cesar me aqueja
y de ti al fin me aleja.





- III -

Brotaron una lágrima los ojos
de Lara enternecido,
al despertar de nuevo las memorias
de tan cumplidas glorias,
del tiempo avaro míseros despojos;
cayó su mano de la dulce lira.
espiró el canto y su ánimo abatido
quedó en tristes ideas sumergido.
desde la orilla, acaso, alguna bella,
con inquieto mirar, siguió la huella
del bajel que volando se alejaba
y su esperanza y corazón llevaba.