Los diez libros de Diógenes Laercio: Stratón
1. A Teofrasto sucedió en la escuela Stratón Lampsaceno, hijo de Arcesilao (de quien hace memoria en su testamento), varón elocuentísimo, llamado físico por su mucha aplicación en adelantar en la física. Fue también preceptor de Tolomeo Filadelfo, y dicen recibió de él 80 talentos. Empezó a regentar la escuela, como dice Apolodoro en las Crónicas, en la Olimpíada CXXIII, y la regentó dieciocho años. Quedan de él los libros siguientes: tres Del reino; tres De la justicia; tres De lo bueno; tres De los dioses; tres Del gobierno; De las vidas; De la felicidad; De la filosofía; De la fortaleza; Del vacuo; Del cielo; De la respiración; De la naturaleza humana; De la generación de los animales; Del concúbito; Del sueño; De los sueños; De la vista; Del sentido; Del deleite; De los colores; De las enfermedades; De los juicios; De las fuerzas; De las máquinas metálicas; Del hambre; De la oscuridad; Del leve y grave; Del entusiasmo; Del tiempo; Del comer y aumento; De los animales dudosos; De los animales fabulosos; De las causas; Solución de ambigüedades; Proemios a los tópicos; Del accidente; De la definición; De lo más y menos; De lo injusto; De lo primero y postrero; Del primer género; Del propio; De lo venidero; Dos catálogos de inventos; Comentarios, bien que se duda de ellos; Cuatrocientas cincuenta cartas, cuya inscripción es: Stratón a Arsínoe, obrar bien, etc.
2. Dícese que era tan delicado y débil, que murió sin sentirlo. Hay unos versos míos a él que son éstos:
- Débil era de cuerpo, aunque se ungía,
- Stratón Lampsaceno.
- Luchó continuamente
- con dolencias añejas,
- y murió sin saber que se moría.
Hubo ocho Stratones: el primero fue discípulo de Isócrates; el segundo éste de quien hablamos; el tercero fue médico, discípulo de Erasístrato o, según otros quieren, alumno; el cuarto fue historiador de los hechos bélicos de Filipo y Perseo contra los romanos[1]. El sexto fue poeta epigramático; el séptimo un médico antiguo, como dice Aristóteles; y el octavo fue peripatético, habitante en Alejandría.
3. De nuestro Estratón físico existen también los testamentos, concebidos en la forma siguiente: «Esta es mi disposición testamentaria por si algo me aconteciese. Cuanto tengo en casa lo dejo a Lampirión y Arcesilao. Del dinero que tengo en Atenas curarán primero mis ejecutores de lo perteneciente a mi entierro y de lo que a él se sigue por ley, no haciendo nada de superfluo ni escaso. Ejecutores del testamento serán Olímpico, Arístides, Mnesígenes, Hipócrates, Epícrates, Górgulo, Diocles, Licón y Atenes. Dejo la escuela a Licón, por razón que los demás unos son viejos y otros están ocupados; todos los cuales harán bien ratificándolo y aprobándolo. Déjole también todos mis libros, excepto los que yo he compuesto; todos los vasos de cocina, los manteles y vasos de mesa.
4. »Darán los ejecutores a Epícrates quinientas dracmas y uno de los muchachos, el que pareciere a Arcesilao. Lo primero que harán Lampirión y Arcesilao es dejar libre a Daípo de las obligaciones que contrajo por Ireo; y nada deberá ni a Lampirión ni a sus herederos, sino que quedará libre de toda obligación. Daránle también los ejecutores quinientas dracmas, uno de los muchachos, el que a Arcesilao pareciere, a fin de que habiéndome ayudado mucho en el trabajo y sídome muy útil, tenga lo necesario para vivir y ser respetado. Dejo también libres a Diofanto, a Diocles y a Abo; pero devuelvo a Simias a poder de Arcesilao. Igualmente dejo libre a Dromón. Cuando haya venido Arcesilao, computará Ireo con Olímpico, Epícrates y demás ejecutores los gastos hechos en mi entierro y demás funerales. El resto del dinero lo entregará Arcesilao a Olímpico; pero sin que sea molestado sobre los plazos y tiempo. Quitará también Arcesilao las obligaciones que hizo Stratón a Olímpico y a Aminias, existentes en poder de Filócrates, hijo de Tisameno. En orden a mi monumento se ejecutará lo que pareciere bien a Arcesilao, Olímpico y Licón.» Esto es lo dispuesto en el testamento que anda suyo, como lo recogió Aristón Ceo[2].
5. Fue, pues, Stratón, según arriba se dijo, varón digno de ser admirado, versado en toda especie de ciencias, singularmente en la física, como a más antigua y más estudiada.