Ir al contenido

Los intereses creados: Acto II, Cuadro tercero, Escena IV

De Wikisource, la biblioteca libre.
Los intereses creados
Acto II: Cuadro tercero, Escena IV
de Jacinto Benavente

LEANDRO y CRISPÍN.
LEANDRO .-¿Qué es esto, Crispín? ¿Qué pretendes? ¿Hasta dónde has de llevarme con tus enredos? ¿Pien sas que lo creí? Tú pagaste a los espadachines; todo fue invención tuya. ¡Mal hubiera podido valerme contra todos si ellos no vinieran de burla!
CRISPÍN.-¿Y serás capaz de reñirme, cuando así anticipo el logro de tus esperanzas?
LEANDRO.-No, Crispín, no. ¡Bien sabes que no! Amo a Silvia y no lograré su amor con engaños, suceda lo que suceda.
CRISPÍN.-Bien sabes lo que ha de sucederte... ¡Si amar es resignarse a perder lo que se ama por sutilezas de conciencia... , que Silvia misma no ha de agradecerte!...
LEANDRO.-¿Qué dices? ¡Si ella supiera quién soy!
CRISPÍN.-Y cuando lo sepa, ya no serás el que fuiste: serás su esposo, su enamorado esposo, todo lo enamorado y lo fiel y lo noble que tú quieras y ella puede desear... Una vez dueño de su amor... , y de su dote, ¿no serás el más perfecto caballero? Tú no eres como el señor Polichinela, que con todo su dinero, que tantos lujos le permite, aún no se ha permitido el lujo de ser honrado... En él es naturaleza la truhanería; pero en ti, en ti fue sólo necesidad... Y aun si no me hubieras tenido a tu lado, ya te hubieras dejado morir de hambre de puro escrupuloso. ¡Ah! ¿Crees que si yo hubiera hallado en ti otro hombre me hubiera contentado con dedicarte a enamorar?... No; te hubiera dedicado a la política, y no al dinero del señor Polichinela, el mundo hubiera sido nuestro... Pero no eres ambicioso, te contentas con ser feliz...
LEANDRO.-Pero no viste que mal podía serlo? Si hubiera mentido para ser amado y ser rico de este modo hubiera sido porque yo no amaba, y mal podía ser feliz. Y si amo, ¿cómo puedo mentir?
CRISPÍN.-Pues no mientas. Ama, ama con todo tu corazón, inmensamente. Pero defiende tu amor sobre todo. En amor no es mentir callar lo que puede hacernos perder la estimación del ser amado.
LEANDRO.-Ésas sí que son sutilezas, Crispín.
CRISPÍN.-¿Que tú debiste hallar antes si tu amor fuera como dices. Amor es todo sutilezas, y la mayor de todas no es engañar a los demás, sino engañarse a sí mismo.
LEANDRO.-Yo no puedo engañarme, Crispín. No soy de esos hombres que cuando venden su conciencia se creen en el caso de vender también su entendimiento.
CRISPÍN.-Por eso dije que no servías para la política. Y bien dices. Que el entendimiento es la conciencia de la verdad, y el que llega a perderla entre las mentiras de su vida, es como si se perdiera a sí propio, porque ya nunca volverá a encontrarse ni a conocerse, y él mismo vendrá a ser otra mentira.
LEANDRO .-¿Dónde aprendiste tanto, Crispín?
CRISPÍN.-Medité algún tiempo en galeras, donde esta conciencia de mi entendimiento me acusó más de torpe que de pícaro. Con más picardía y menos torpeza, en vez de remar en ellas pude haber llegado a mandarlas. Por eso juré no volver en mi vida. Piensa de qué no seré capaz ahora que por tu causa me veo a punto de quebrantar mi juramento.
LEANDRO.-¿Qué dices?
CRISPÍN.-¿Que nuestra situación es ya insostenible, que hemos apurado nuestro crédito, las gentes ya empiezan a pedir algo efectivo. El hostelero, que nos albergó con toda esplendidez por muchos días, esperando que recibieras tus libranzas. El señor Pantalón, que, fiado del crédito del hostelero, nos proporcionó cuanto fue preciso para instalarnos con suntuosidad en esta casa... Mercaderes de todo género, que no dudaron en proveernos de todo, deslumbrados por tanta grandeza. Doña Sirena misma, que tan buenos oficios nos ha prestado en tus amores.. Todos han esperado lo razonable, y sería injusto pretender más de ellos, ni quejarse de tan amable gente... ¡Con letras de oro quedará grabado en mi corazón el nombre de esta insigne ciudad que desde ahora declaro por mi madre adoptiva! A más de éstos... ¿olvidas que de otras partes habrán salido y andarán en busca nuestra? ¿Piensas que las hazañas de Mantua y de Florencia son para olvidarlas? ¿Recuerdas el famoso proceso de Bolonia?... ¡Tres mil doscientos folios sumaba cuando nos ausentamos alarmados de verle crecer tan sin tino! ¿Qué no habrá aumentado bajo la pluma de aquel gran doctor jurista que le había tomado por su cuenta? ¡Qué de considerandos y de resultandos de que no resultará co sa buena! ¿Y aún dudas? ¿Y aún me reprendes porque di la batalla que puede decidir en un día de nuestra suerte?
LEANDRO.-¡Huyamos !
CRISPÍN.- ¡No! ¡Basta de huir a la desesperada! Hoy ha de fijarse nuestra fortuna... Te di el amor, dame tú la vida.
LEANDRO .-Pero ¿cómo salvarnos? ¿Qué puedo yo hacer? Dime.
CRISPÍN.-Nada ya. Basta con aceptar lo que los demás han de ofrecernos. Piensa que hemos creado muchos intereses y es interés de todos el salvarnos.

<<< Parte anterior Título de esta parte Parte siguiente >>>
Escena III Acto II - Cuadro tercero, Escena IV Escena V