Los intereses creados: Acto II, Cuadro tercero, Escena V
DICHOS y DOÑA SIRENA, que sale porla segunda derecha, o sea el pasillo.
SIRENA.-¿Dais licencia, señor
Leandro?
LEANDRO.- ¡Doña Sirena.! ¿vos
en mi casa?
SIRENA.-Ya veis a lo que me
expongo. A tantas lenguas maldicientes.
¡Yo en casa de un caballero,joven, apuesto!
CRISPÍN.-Mi señor sabría hacer
callar a los maldicientes si alguno
se atreviera a poner sospechas en
vuestra fama.
SIRENA .-¿Tu señor? No me fío.
¡Los hombres son tan jactanciosos!
Pero en nada reparo por serviros.
¿Qué me decís, señor, que anoche
quisieron daros muerte? No se habla
de otra cosa... ¡Y Silvia! ¡Pobre
niña! ¡Cuánto os ama! ¡Quisiera saber
qué hicisteis para enamorarla de
ese modo!
CRISPÍN.-Mi señor sabe que to-do
lo debe a vuestra amistad.
SIRENA.-No diré yo que no me
deba mucho... , que siempre hablé
de él como yo no debía, sin cono
cerle lo bastante... A mucho me
atreví por amor vuestro. Si ahora
faltáis a vuestras promesas...
CRISPÍN.-¿Dudáis de mi señor?
¿NO tenéis cédula firmada de su
mano?...
SIRENA.-¡Buena mano y buen
nombre! ¿Pensáis que todos no nos
conocemos? Yo sé confiar y sé que
el señor Leandro cumplirá como
debe. Pero si vierais que hoy es un
día aciago para mí, y por lograr hoy
una mitad de lo que se me ha ofrecido,
perdería gustosa la otra mitad..
CRISPÍN.-¿Hoy decís?
SIRENA.- ¡Día de tribulaciones!
Para que nada falte, veinte años hace
hoy también que perdí a mi segundo
marido, que fue el primero,
el único amor de mi vida.
CRISPÍN.-Dicho sea en elogio
del primero.
SIRENA .-El primero me fue impuesto
por mi padre. Yo no le amaba,
y a pesar de ello supe serle fiel.
CRISPÍN .-¿Qué no sabréis vos,
doña Sirena?
SIRENA.-Pero dejemos los recuerdos,
que todo lo entristecen. Hablemos
de esperanzas. ,¿Sabéis que
Silvia quiso venir conmigo?
LEANDRO.-¿Aquí, a esta casa?
SIRENA.-¿Qué os parece? ¿Qué
diría el señor Polichinela? ¡Con toda
la ciudad soliviantada contra él,
fuerza le sería casaros!
LEANDRO.-No, no; impedidla que
venga.
CRISPÍN.-¡Chito! Comprenderéis
que mi señor no dice lo que siente.
SIRENA.-Lo comprendo... ¿Qué
no daría él por ver a Silvia a su
lado, para no separarse nunca de
ella?
CRISPÍN.-¿Qué daría? ¡No lo sabéis?
SIRENA.-Por eso lo pregunto.
CRISPÍN.-¡Ah, doña Sirena!...
Si mi señor es hoy esposo de Silvia,
hoy mismo cumplirá lo que os pro
metió.
SIRENA .-¿Y si no lo fuera?
CRISPÍN.-Entonces.., lo habréis
perdido todo. Ved lo que os conviene.
LEANDRO.-¡Calla,Crispín! ¡Basta!
No puedo consentir que mi amor
se trate como mercancía. Salid, doña
Sirena, decir a Silvia que vuelva a
casa de su padre, que no venga
aquí en modo alguno, que me olvide
para siempre, que yo he de huir
donde no vuelva a saber de mi nombre...
¡Mi nombre! ¿Tengo yo nombre acaso?
CRISPÍN.-¿No callarás?
SIRENA.-¿Qué le dio? ¡Qué lo
cura es ésta! ¡Volved en vos! ¡Renunciar
de ese modo a tan gran ventura!..
Y no se trata sólo de vos.
Pensad que hay quien todo lo fió
en vuestra suerte, y no puede burlarse
así de una dama de calidad
que a tanto se expuso por serviros.
Vos no haréis tal locura; vos os
casaréis con Silvia, o habrá quien
sepa pediros cuenta de vuestros engaños,
que no estoy tan sola en el
mundo como pudisteis creer, señor Leandro.
CRISPÍN.-Doña Sirena dice muy
bien. Pero creed que mi señor sólo
habla así ofendido por vuestra desconfianza.
SIRENA.-No es desconfianza en
él... Es, todo he de decirlo... , es
que el señor Polichinela no es hombre
de dejarse burlar... , y ante el
clamor que habéis levantado contra
él con vuestra estratagema de anoche...
CRISPÍN .-¿Estratagema decís?
SIRENA .-¡Bah! Todos nos conocemos.
Sabed que uno de los espadachines
es pariente mío, y los otros
me son también muy allegados...
Pues bien: el señor Polichinela no
se ha descuidado, y ya se murmura
por la ciudad que ha dado aviso a la
justicia de quién sois y cómo puede
perderos; dícese también que hoy
llegó de Bolonia un proceso.
CRISPÍN.- ¡Y un endiablado doctor
con él! Tres mil novecientos folios...
SIRENA.-Todo esto se dice, se
asegura. Ved si importa no perder
tiempo.
CRISPÍN.-¿Y quién lo malgasta y
lo pierde sino vos? Volved a vuestra
casa... Decid a Silvia...
SIRENA.-Silvia está aquí. Vino
junto con Colombina, como otra
doncella de mi acompañamiento. En
vuestra antecámara espera. Le dije
que estabais muy malherido...
LEANDRO.-¡Oh, Silvia mía!
SIRENA.-Sólo pensó en que podíais
morir... , nada pensó en lo
que arriesgaba con venir a veros.
¿Soy vuestra amiga?
CRISPÍN.-Sois adorable. Pronto,
Acostaos aquí, haceos el doliente y
el desmayado. Ved que si es preciso
yo sabré que lo estéis de veras.
(Amenazándole y haciéndole sentar
en un sillón.)
LEANDRO.-Sí, soy vuestro; lo sé,
lo veo... Pero Silvia no lo será.
Sí, quiero verla; decirle que llegue,
que he de salvarla a pesar vuestro,
a pesar de todos, a pesar de ella
misma.
CRISPÍN.-Comprender&s que mi
señor no siente lo que dice.
SIRENA.-No lo creo tan necio ni
tan loco. Ven conmigo. (Se va con Crispín por la segunda derecha, o sea el pasillo.)