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Los israelitas españoles y el idioma castellano: Artículo IV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
IV


LO que hemos registrado en el artículo anterior contiene manifestaciones y testimonios flamantes y autorizados de israelitas que expresan el estado actual de esta cuestión en Turquía, Rumania y Austria-Hungría, es decir, en tres núcleos principales del pueblo hebreo español, y de ellos se desprenden los importantes hechos siguientes:

Que el pueblo judío español, diseminado por Europa, África y Asia Menor, siente los efectos de esa concurrencia poderosa que en todas partes ahora se manifiesta activísima por acreditar el valor de ciertos idiomas y establecer su predominio [1].

Que los judíos españoles se han convencido de que su castellano familiar es muy imperfecto, y no responde cumplidamente á las exigencias de la vida pública, internacional y nacional.

Que á consecuencia de esta inferioridad, los elementos más intelectuales de la raza plantean en términos persuasivos la necesidad imperiosa de reformar gu lenguaje, dotándole de todas las bellezas, recursos y ventajas de un idioma enteramente desarrollado y excelente, como es el español contemporáneo, ó de abandonarle sustituyéndole con otro.

Que los israelitas españoles, saliendo de la obscuridad y de la modestia á que han venido contrayendo su cometido social durante el largo éxodo de cuatro siglos, acuden ahora á la lucha por la vida en los sendos países de su residencia, asaltando las universidades y academias, invadiendo las profesiones liberales y los cargos más distinguidos, y disputando á las capacidades de las demás razas sus puestos en todas las esferas y ministerios: armas, ciencias, política, etc.

Que por virtud de esta más amplia educación, se están creando en muchos pueblos escuelas israelitas, cada día más perfectas, donde la enseñanza del español se contrasta con la enseñanza de otras lenguas, además de la que sea propiamente nacional en el respectivo paraje.

Y que en esta enseñanza las escuelas israelitas no reciben inspiración, ayuda, ni elemento alguno de gu antigua madre patria; y solamente beben sus conocimientos en los manantiales revueltos y defectuosos, impuros y pobres, de los antiguos libros judaicos, romances, cantigas, consejas, biblias, exégesis, leyendas....., los cuales no sirven para depurar las naturales adulteraciones de su idioma familiar, ni para favorecerle en su natural evolución biológica.

Leyendo la manera cómo se expresan los testimonios que hemos registrado en nuestro artículo anterior, se puede asimismo aventurar tres afirmaciones, á saber:

Que no guardan los israelitas de su antigua madre España tan odiables recuerdos, ni abrigan contra ella tales inferiores sentimientos, que hubieran de rechazar sistemática y apasionadamente cualquiera dirección, auxilio y buen oficio que se sirviera dispensarles. Se duelen del menosprecio con que se les considera; pero en sus cantigas, en sus romances, en sus oraciones, al hablar de España la describen siempre como una nación tan hermosa y dulce, tan ideal y paradisiaca, y de su lengua, cuyas propias alteraciones ellos conocen, muestran tan sublime concepto, cual correspor de á la que sirve para que Dios hable con los ángeles, que seguramente la atención cariñosa de la vieja madre patria, por sencilla que fuere, había de ser recibida con profundisimo agradecimiento. Á cuento viene, para probar esto, referir que en la carta que hoy (5 de Febrero) recibo de mi hijo, de Viena, me dice así: «Ayer (30 de Enero) me visitó un joven que ha sido presidente de la Sociedad escolar la «Esperanza», porque deseaba interrogase al Embajador sobre si le recibiría y se mostraría propicio á aceptar una invitación para un gran baile que darán los judíos españoles este mes. Esta mañana he visitado al Embajador y me ha dicho que, naturalmente, aceptará la invitación.»

Se comprende que, á pesar de los pesares, pueda subsistir todavía, ya que no verdadero amor por España, alguna propensión á sn respeto y á su cariño, porque los israelitas siguen siendo casi en todas partes el pueblo desterrado y perseguido, y sus desdichas pasadas y actuales atenúan el horror y calman la protesta que pudieran despertar las injusticias y persecuciones de la historia. Así, es fácil observar que, si los hebreos recuerdan gus geculares y terribles aflicciones, éstas no ponen en sus labios la queja y la ira, sino una resignada y doliente lamentación, que cede pronto á la esperanza de futuras reparaciones y justiciera estima. De los muchos judíos españoles con quienes he hablado, solamente un comerciante de Belgrado, dueño de un estanco, próximo al Konak, donde entramos á comprar tarjetas postales, nos manifestó un recuerdo duro y rencoroso por la expulsión de los Reyes Católicos. Era un israelita de avanzada edad, se expresaba con calor y rechazaba ofendido la idea de volver á España. Un hijo suyo, mancebo gallardo que estaba en la tienda, le oía sonriente y silencioso; y manifestando con su actitud cierta extrañeza por la exaltación de su padre, parecía querer decirle:—Pero ¿á qué incomodarse ahora por lo que sucedió hace tantísimos años?

Se puede afirmar también que, por instinto defensivo de raza y por sentimiento religioso, los judíos procurarán mantener el castellano en sus acuerdos, declaraciones y actos colectivos, pero que este lenguaje irá sufriendo las mermas y desestimación que se desprendan del progreso y las transformaciones que hoy realiza el hogar israelita, entregado á la tarea de educar mejor á sus hijos, en términos de que respondan á las necesidades de su actual elevación social. Solamente adquiriendo la convicción de que el idioma castellano es un factor conveniente para relacionarse con muchísimos pueblos que lo hablan, y que bien empleado, es decir, con todo el desarrollo, magnificencia y hermosura con que lo posee su madre patria, es una lengua que nada tiene que envidiar al alemán, inglés y francés, y aun bajo ciertos aspectos les supera, será cuando el pueblo israelita sumará á los dos motivos históricos: defensa de raza y culto religioso, los de utilidad y orgullo, que son tan necesarios para no renunciar á Su uso, siguiendo corrientes de modernismo y de revoluciones innovadoras.

Sin embargo, ya en algunos sitios se habla menos que antes, por ejemplo, en Servia, donde el actual rey D. Pedro I manifestó bien recientemente á los judíos españoles que era una lástima dejasen de hablar el castellano, porque es una lengua hermosísima, digna de ser cultivada.

Cabe asimismo afirmar, por último, que cuando se leen documentos y tratados hebreos españoles, escritos durante el período del destierro todo, se advierte que el castellano se va desfigurando y corrompiendo gradualmente, á medida que se desvía del punto de partida, en términos de que hoy los israelitas lo escriben y hablan peor que durante los siglos XVI, XVII y XVII, porque cada día se pronuncian más las causas y los efectos de una degeneración que, á fuer de organismo viviente y sometido á mil influencias nutritivas y biológicas, padece un idioma, como puede padecer cualquier otro organismo vivo. Hemos recibido dos interesantes documentos judío-españoles, publicados hace poco, que sirven de mucho para juzgar esta materia; uno es el Dictionnaire Bibliographique des auteurs juifs, de leurs ouvrages espagnols et portugais, debido al sabio húngaro M. Kayserling, y publicado en 1890, y es el otro el Recueil des romances judeo-espagnoles les chantées en Turquie, publicado por Abraham Danon, director del Seminario rabínico de Andrinópolis, en 1896; y leyendo ambos se recogen en seguida muy interesantes enseñanzas y sanas advertencias sobre la cuestión que tratamos.

Es una de ellas que estando escritos el primero en la capital de Hungría y el segundo en la más importante ciudad de la Turquía europea, después de Constantinopla, y tratando esencialmente de literatura española, se lanzan ambos al mundo de la publicidad en francés, con testimonios, inspiraciones y auxilios de otros pueblos, y se prescinde completamente en ellos de referencias, citas y concursos de la España actual. De esta suerte, Kayserling dedica á Steinschneider, de Berlín, eminente bibliógrafo, se meritoria labor; agradece á Loeb, de París, y á Davitcho, de Budapest, las reseñas y ayuda útiles que á ellos debe; agradece al comitévde la «fundación de Zunz», en Berlín, la subvención acordada para publicar un trabajo consagrado cá todos á quienes interese el estudio de la literatura española», y no se acuerda para nada del pueblo y de los hombres á quienes más puede y debe interesar dicho trabajo, el pueblo español.

Y es la otra que de su parte el rabino Danon, al iniciar la razón de su escrito, exaltando los sentidos recuerdos de su infancia, durante la cual oyera los romances castellanos, habla así:

«A pesar del piadoso cuidado con que se ha procurado conservar (á través de las generaciones) los numerosos romances, ya una gran parte de ellos estaba perdida, cuando yo oía á mi abuela recitar estos cantos tan dulces de la patria de otros tiempos. Yo la veo todavía soñadora, embargada por visiones lejanas, procurando reproducir harmonías medio desvanecidas, con la voz, la mirada y aun con el gesto. ¿Es el recuerdo de mis juveniles años lo que da penetrante encanto á estas canciones, muchas de las cuales son realmente medianas? Si mi entusiasmo de antaño se ha calmado un poco, confieso que continúo sintiendo un profundo respeto por estos restos del pasado de los judíos de España, y he considerado como un deber acudir á salvar del olvido lo que resta aún.»

Y es el caso que, leyendo esta colección de romances que cantan en Turquía los judíos españoles (su número es de 35), destrozados y desnaturalizados; con mezclas de frases persas, turcas y árabes; con injertos, sustituciones y olvidos que los hacen obscuros, cuando no disparatados, todavía en ellos siente también cualquier español, como siente Danon, ecos de sus primeros años, resonancias de los pasados tiempos, añoranzas de aldeas y apartados rincones del viejo solar castellano, infantilismos y donaires de una poesía popular naciente, y de cantigas y leyendas de nuestras abuelas, que levantan en el alma como polvos y efluvios de venerandas y ya desvanecidas edades.

A las Nochebuenas y Pascuas de Natividad con sus villancicos, por ejemplo, llevan derechamente el recuerdo estas gallardías y gentilezas que se leen en las siguientes coplas del romance XXXIV:

Por esta calle que vó,
Me dicen que no hay salida,
Yo la tengo que pasar
Aunque me coste la vida.



Por esta calle que vó
Echan agua y crece ruda,
Esta la pueden llamar
La calle de las agudas,


Ocho y ocho diez y seis
Veinte y cuatro son cuarenta,
La moza que me quere bien
Déjeme la puerta abierta.

Y es curioso leer la nota del autor, quien dice se pierde en conjeturas con motivo de los números enunciados en esta copla, los cuales atribuye á que hay ocho días de boda, y ocho días después del parto se realiza la circuncisión del recién nacido. ¿Acaso no sería más exacto atribuirlos á caprichosas rimas numéricas, algo usadas en nuestros juegos infantiles, quizás hasta como ejercicios de enseñanza escolar? ¿Quién no recuerda á este pro pósito aquella letra, mil y mil veces cantada por nuestras niñas en su juego del corro?

Dos y dos son cuatro,
Cuatro y dos son seis,
Seis y dos son ocho
Y ocho dieciséis,
Y ocho veinticuatro,
Y ocho treinta y dos,
Animas benditas
Me arrodillo yo.

Para dar idea de esta clase de romances, reproduciremos dos de los más cortos y mejor conservados, donde los lectores podrán juzgar su mucho parecido con nuestros antiguos romances de amor, y donde también podrán advertir cómo se usó y aun abusó en todo tiempo (¡cuántos y cuán notables ejemplos los que ya encierran la Ilíada y la Odisea!) de repetir el motivo fundamental del episodio, artificio retórico que hoy emplean, como si fuera novedad, los modernistas, para vigorizar la impresión estética.

ROMANCE XVII.

Arboleda, arboleda,
arboleda tan gentil;
en la rama de más arriba
hay una bolisa [2] d'Amadí;
peinándose sus cabellos
con un peine de marfil,
la raíz tiene de oro,
la cimenta de marfil.
Par allí pasó un caballero,
caballero tan gentil:
«—¿Qué buscáis, la mi bolisa?
¿qué buscáis vos por aquí?
—Busco yo á mi marido,
mi marido d'Amadí.
—¿Cuánto dabais, la mi bolisa,
que os le traigan aquí?

—Daba yo los tres mis campos
que me quedaron d'Amadí.
El uno araba trigo
y el otro zengefíl [3],
el más chiquitico de ellos
trigo blanco para Amadi.
— ¿Mas qué dabais, la mi bolisa,
que os lo traigan aquí?
— Daba yo mis tres molinos
que quedaron de Amadi.
El uno molía clavo
y el otro zengefil,
el más chiquitico de ellos
harina blanca para Amadí.
— ¿Mas qué dabais, la mi bolisa,
que os le traigan aquí?
—Daba yo las tres mis hijas
que me quedaron de Amadí,
la una para la mesa,
la otra para servir,
la más chiquitica de ellas
para holgar y para dormir.
— Dádos á vos, la mi bolisa,
que os le traigan aquí.
—Mal año, tal caballero
que tal me quiso decir.
— ¿Qué señal dais, la mi bolisa,

que os le traigan aquí?
—(Bajo la teta izquierda
tiene un benq maví) [4].
—No maldigáis, la mi bolisa,
yo soy vuestro marido Amadí.
Echados vuestro trenzado,
me subiré yo por allí.»
(Tomaron mano con mano
y se fueron á holgar.)



ROMANCE XXII.

Levantíme, madre,
un lunes por la mañana;
me laví las mis manos,
tambien mi linda cara.
Me asentí en la ventana,
vide pasar un mancebico,
alto era como el pino.
Se lo demandí á mi padre
me lo diera por marido.
Mi padre, por no descontentarme
presto atorgó conmigo,
Lo demandí á mis hermanos
que me lo dieran por marido.
Mis hermanos, por no descontentarme
presto atorgaron conmigo.

Lo demandí á mi madre
que me lo diera por marido.
Mi madre por contentarme
presto atorgó conmigo.
A la entrada de la puerta
me pareció un cirio encendido.
A la subida de la escalera
me pareció un cirio florido.
A la entrada de la sala
me pareció una almenara.
Á la entrada de la cama
me pareció un viudo entendido [5].
Si se lo digo á mi padre
me dice: tú te lo quixistes.
Si se lo digo á mis hermanos,
me lo toman por mal hadado.
Si se lo digo á mi madre,
luego se mete á llorar conmigo.
(Ahora, por mis pecados,
me lo llevo yo conmigo).

Kayserling publica al final de su Diccionario, ya citado, una serie de refranes ó proverbios españoles de los que usan los judíos, y se advierte en seguida gu prístina cepa española. Muchos son los que hoy usamos todavía, Reproduciremos algunos de los menos conocidos.

Sobre amistad:
Quien no da migas, no tiene amigas.
Si tu enemigo es una hormiga, cóntalo como un camello.
Un corazón, espejo de otro.

Sobre amor:
De mi quieres á ti quiero, hay grande diferencia.
Quien quiere á la rosa, non mire al espino.

Sobre avaricia:
Derroca una pared para avanzar un clavo.
Quien tiene colcha y no se cobija, no es de agodear.

Axiomas:
Del espino sale la rosa, de la rosa sale el espino.
Más vale un asno que me lleva, que un caballo que me echa.
Quien vende el sol, merca la candela.
Tres cosas feas hay en el mundo: rico mentiroso, pobre gabiente y viejo putañero.
Boca dulce abre puertas de hierro.
Cara alegre, dos candelas.
El gamello vee sólo la corcova de otros, y no la suya.
Más vale caer en un río furiente, que en boca de la gente.

Deja tu casa, ven á la mía, verás un buen día.
Quien mi vee mi goza, quien mi tiene mi llora.
León que está dormiendo, no lo espiertes.
No hables mal del día hasta que no anochese.
Si negra la culpa, más negra la disculpa,
Más tura un tiesto roto, que uno gano,
Ni miércoles sin sol, ni viuda sin dolor, ni mochacha sin amor.
El bostezo va de boca en boca, como el vino de bota en bota....., etc., etc.

De los conocidísimos, ó muy usuales, citaremos varios:
Dame gorduras, te daré hermosuras.
El comer y el arrascar es todo comenzar.
Cuando crecerá á la rana pelos.
El cántaro va al agua hasta que non se rompe.
A ti te lo digo mi hija, que lo entienda la mi nuera.
Camina con buenos, te hacerás uno de ellos.

Quien tiene techo de vidrio, no eche piedra onde el vecino...., etc., etc. No dan clara idea los textos publicados de las al teraciones que ha sufrido el castellano judío, que si parecen grandes leyéndole, aún resultan mayores oyéndole, porque ciertas letras (la x y la j, por ej.) cambian el sonido, y las consonantes i y e juegan de un modo confuso para nosotros.

Los primeros judíos, según Kayserling, después del destierro, cultivaron muy bien la literatura española, y por eso los tratados, discursos, leyendas..... entonces publicados, tienen una limpieza y gallardía de expresión que á las veces pueden rivalizar con las de nuestros más galanos y correctos escritores sexcentistas. Basta leer los enunciados y títulos de muchas de las obras que contiene la biblioteca de Kayserling para convencerse de ello; pero después el lenguaje se corrompe y desarticula; el léxico cambia, porque muchos vocablos son sustituídos por otros hebreos, persas, turcos, árabes, franceses, italianos.....; se altera el valor preciso de las preposiciones; las concordancias y régimen se vician; la música y la majestad del período se pierde, y todo cae en un barbarismo lamentable. Los judíos instruídos mantuvieron bien el idioma en algunas naciones, como en el Sud de Francia, en Italia y en Holanda, donde se publicaba mucho; pero en Oriente se formó pronto una jerga, especie de lengua vulgar que se conoce ordinariamente con el nombre de «Ladino», «Ladino español», vocablo que, según Rosanes, de Roustchouk, proviene de latino, latinar, ladinar. Traducir al español era y es «meldar en ladino».

Ya en este lenguaje ladino hasta la estructura de muchos vocablos se altera: unas veces intercalando la m y la n, por ej.: amvisar (avisar), munchos (muchos); otras trasponiendo letras: vedrad por verdad; vedre, por verde; pedrer, por perder.

Si á esto se agrega que ya los autores judíos han tenido diferente ortografía en sus escritos, pues tratándose de nombres propios, por ej., se leen los siguientes: Yshac, Ishac, Isac; Moseh, Mosse-Mosé; Aboab, Abuab, Abohab....., y que las mujeres de Oriente, principales educadoras allí, como en todas partes, del niño, no gustaban de la lectura, se comprende muy bien la alteración que han sufrido todos los elementos prosódicos del habla, la de toda su dinámica y mecanismo gramaticales, y la decadencia del idioma.

Sin embargo, con este Ladino más ó menos viciado se publican en Belgrado, Constantinopla, Salónica, Esmirna, Bucarest, ete., periódicos, estatutos, reglamentos, boletines, documentaciones religiosas, y él sigue siendo siempre la lengua vulgar para los judios de Oriente, en términos de que Kayserling manifiesta que ninguna otra lengua ha podido reemplazar enteramente á la lengua del país, más que la lengua española, amada por los judíos á través de los siglos.

Terminaremos este artículo reproduciendo una canción mixta de palabras hebreas y españolas[6]:

Vendra el señor de la redencion
A decir á todos: vamos á Zion
[7] בשורות טובות esperemos nos vendran
A poco, á poco, se sentiran,
[8] אליהו הנביא para alustrar á hijos de Zion,
ya vendra etc.
De las cuatro partes nos acogera,
á [9] ירושלים venid! nos dira,
iremos diciendo nueva [10] שירה
Cantar de los cantares que á Zion,
ya vendra etc.
Da aqui en poco luego sera
que á todos los muertos avivara,
todos los [11] אומות se levantaran
para ir á ver á hijos de Zion,
ya vendra etc.
Ya vendra Moseh el pastor [12] נאמן,
que por su [13] זכות descendo [14] מן,
y agora presto vendra el [15] זמן,
de rescatar á hijos de Zion,
ya vendra etc.


  1. La Alianza israelita universal, que tiene la Junta directiva en París, está fundando escuelas en todas partes y les impone la enseñanza del francés.
  2. Palabra hebrea corrompida, equivalente á señora.
  3. Arabe: jengibre
  4. Palabra turca: expresa una mancha azul.
  5. Y también: un mal tendido.
  6. ם'שיר נאמן (Amsterdam 1793); v. Orient (1814) p. 683, comm. par A. Ink. (Jellinek).
  7. Mensages buenos.
  8. Elias el profeta.
  9. Jerusalem.
  10. Canción.
  11. Pueblos.
  12. Fiel.
  13. Mérito.
  14. Maná.
  15. Tiempo.