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Los ladrones de Londres/Capítulo XXVI

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AUN FAGIN Y COMPAÑIA.

MIENTRAS estos acontecimientos tenian lugar en la casa de Caridad, en cuestion. Mr. Fagin se hallaba en su vieja guarida (la misma que Oliverio había dejado en compañia de Nancy.) sentado ante la chimenea y teniendo sobre sus rodillas un fuelle con el que sin duda había procurado avivar el fuego, cuyo humo se esparcia por todo el aposento, con tufo sofocante. Sus codos sobre el fuelle y su cara apoyada sobre sus muñecas, miraba el hogar con aire distraido y parecia sumergido en profunda reflecsion.

En una mesa detrás de él, Cárlos Bates, Monsieur Chitling y el Camastron hacian una partida de wist, el último solo contra los otros dos. Su fisonomía expresiva siempre, se hizo todavia mas chocante por la seriedad con que estudiaba la partida y los vistazos que lanzaba de cuando en cuando, segun se presentaba la ocasion sobre las cartas de Monsieur Chitling, arreglando sábiamente su juego al tenor de las observaciones que había hecho sobre el de este último. Como hacia frio, (segun su costumbre) tenia puesto su sombrero. Apretaba entre los dientes una pipa de barro que no dejaba sino cuando juzgaba necesario recurrir á una medida de cobre colocada sobre la mesa y que de ante mano había sido llenada de grog para el bien de la compañia.

Maese Bates prestaba tambien mucha atencion á su juego; pero siendo de un carácter mucho mas jocoso que su incomparable amigo, recurrió mas á menudo á la medida de cobre y de consiguiente se permitió ciertas graciosidades y ciertas observaciones, del todo intempestivas, que de ningun modo convienen á un buen jugador, especialmente en el juego, de wist, que ecsije silencio y atencion. En vano el Camastron usando del derecho que le daba su intimidad para con él, le reprochó mas de una vez la inconveniencia de su conducta; Maese Bates se rió de él (y para servirme de su espresion) lo envió á paseo y por sus reincidencias tan vivas como espirituales, exitó en el mas alto grado la admiracion de Mr. Chitling.

Lo mas asombroso es que este último y su pareja perdian siempre y que esta circunstancia lejos de enfadar á maese Bates parecia divertirle infinito pues que reia á carcajadas al fin de cada partida asegurando que en su vida ni en sus dias, se había divertido tanto.

Al diablo las cartas! —dijo Chitling, con acento irritado sacando del bolsillo de su chaleco una media corona —Vaya una suerte insolente la que tienes Jac. Nos ganarias hasta el último sueldo... Por bueno que tengamos el juego Cárlos y yo, siempre perdemos!

A tal observacion hecha con tono lamentable, Bates soltó una carcajada que sacó al judío de sus reflecsiones y preguntó que sucedia.

—Señor Fagin! —esclamó Cárlos —Quisiera, que hubiereis podido ver el juego... Tomás Chitling no ha hecho un solo punto y yo era su pareja contra el Camastron.

—Ah! ah! —dijo el judío sonriendo de un modo que daba á comprender que no ignoraba la causa —Toma tu revancha Tom.. toma tu revancha!

—No Fagin; gracias. No quiero mas juego... El Camastron tiene una ventaja que no se puede resistir.

—Ah! ah! querido! —repuso el judío... Es preciso levantarse muy de mañana para poder ganar al Camastron.

—Levantarse muy de mañana? —esclamó Cárlos Bates. —No basta el levantarse de mañana! Es preciso que os pongais las botas en la víspera, tener un doble telescopio y unos anteojos entre vuestras dos espaldas si quereis lograr tal cosa.

Mr. Dawkins recibió este elogio lisongero con la mayor modestia y prometió decir al primer venido por la sencilla retribucion de un Sheling cada vez, la carta que éste hubiere pensado. Como nadie aceptó el desafio y su pipa estaba ya apagada, se divirtió en trazar el plano de la prision de Newgate con el lapiz que le había servido para apuntar el juego silvando entre tanto de una manera muy particular.

—Parece que no tienes humor de divertirte Tom! —dijo el Camastron, rompiendo el silencio que duraba desde mas de cinco minutos —Apuesto Fagin que no adivinais lo que le preocupa.

—Cómo quieres que lo adivine querido mio? —contestó el judío levantando la cabeza y volviendo el fuelle á su puesto. —Tal vez piensa en su dinero ó mejor en el asueto que acaba de hacer en la granja del tio negro. Ah! ah! ¿no es esto Tom?

—No dais en el quid. —replicó el Camastron en el momento que Chitling iba á responder —Qué dices tu de ello Cárlos?

—Yo! —respondió este —Yo pienso que se muere por Betsy —No lo dije! Mirad como le suben los colores! He ahí un mortal dichoso! Oh! Dios! Es posible! Tomás Chitling enamorado! Oh! Fagin, Fagin! que bella farsa!

—No hagas caso de ello Tom! —dijo el judío haciendo una señal de inteligencia á Dawkins y dando á Cárlos un golpecillo con el tubo del fuelle —Va... no les escuches! Betsy os amable.. es una muy buena muchacha! Tom adhiérate á ella! Sigue tus dulces impulsos!

—Y aun qué asi fuera! —replicó Chitling todavia mas colorado —Y aun que así fuera... es cosa que á nadie le imperta...

El judío viendo que le picaba la mosca á Chitling se apresuró á asegurarte de que nadie se burlaba y para prueba de lo que decia llamó á maese Bates el principal ofensor. Desgraciadamente al ir á decir este que en su vida había estado mas serio, se le escapó tal carcajada que Chitling viéndose mistificada, se abalanzó de improviso sobre el zumbon y le descargó un puñetazo, que éste evitó felizmente, el cual cayendo pesadamente sobre el pecho del viejo chulo, lo envió al otro estremo del aposento contra la pared en donde abria toda su boca para respirar mientras que le miraba cas aire consternado.

—Escuchad! —esclamó el Camastron en este momento —dijo la bachillera.

Esto diciendo tomó la luz y subió cautelosamente la escalera.

Mientras que la compañia estaba á obscuras, sonó otra vez la campanilla con violencia. Un instante despues, volvió el Camastron y habió misteriosamente á Fagin al oido.

—Viene solo? —esclamó éste.

El Camastron hizo un movimiento de cabeza afirmativo y poniendo su mano ante la luz indicó á Cárlos que haria muy bien en detener su loca alegria por un cuarto de hora; luego fijó la vista en el judío como para esperar sus órdenes.

El viejo llevó sus dedos violados á la boca y reflecsionó un momento. Los músculos de su rostro parecian rudamente contraidos todo este tiempo como si sospechára alguna desgracia y temiera saberla. Al fin levantó la cabeza.

—Dónde se halla? —preguntó al Camastron.

—Este señaló con el dedo el piso superior y se disponia á dejar el aposento.

—Sí! —dijo el judío adivinando la pregunta —Díle que baje. Silencio! Cállete tu Cárlos! Poco á poco Tom! Amigos mios pasad á vuestro cuarto! Dejadnos solos!

Cárlos y Chitling se retiraron sin hacer el menor ruido. Un profundo silencio reinaba en el aposento cuando el Camastron bajó la escalera llevando la luz y seguido de un hombre vestido de blusa, quien despues de haber lanzado una rápida ojeada á su alrededor desató una red de lana que le envolvia toda la parte inferior del rostro y dejó ver la fisonomia del flamante Tobias Crachit pálido hosco y horriblemente fatigado.

—¿Cómo vamos Fagin? —dijo el jóven elegante, haciendo una señal de cabeza al judío. —Tu Camastron mete esta red dentro mi castor para que lo encuentre cuando me iré... Aquí... esto es! Serás algun dia un famoso hurraca y valdrás algo mas que los antiguos.

Esto diciendo levantó su blusa y la arrolló en su cintura; luego acercó una silla al fuego y puso sus piés sobre el guarda cenizas.

—Mirad Fagin! —dijo con tono lastimero, señalando con el dedo sus botas llenas de barro. Ni una sola gota de lustre desde que sabeis! Vaya no me mireis así! Cada cosa á su tiempo. Me es imposible hablar de negocios antes de comer un bocado. Con que poned el rancho sobre la mesa. —Van ya tres dias que no me ha pasado nada por el gaznate.

El judío hizo señal al Camastron de que llevára lo que hubiera de comestibles y sentándose frente del bandido esperó que le diera la gana de hablar.

A juzgar por las apariencias Tobias no llevaba ninguna prisa de entablar conversacion. Por de pronto el judío se contentó con observar su fisonomía, para procurar adivinar en ella, la noticia que traia; pero fué trabajo inútil.

—Fagin pues espiaba con una ansiedad indefinible cada tajada que Tobias llevaba á la boca, paseando arriba y abajo del aposento para matar el tiempo que le parecia tan largo; nada adelantó por eso. Este continuó engullendo hasta que no pudo mas y entonces despues de haber dicho al Camastron que se largára al objeto de quedar solo con el judío y despues de haberle cerrado él mismo la puerta, se llenó un vaso de grog y se dispuso á hablar.

—En primer lugar Fagin... dijo.

—Ah! sí, sí! —replicó el otro acercando su silla á la mesa.

El Señor Crachit se paró para tragar su vaso de grog y para declarar que la ginebra era escelente; luego estirando sus piernas sobre el suelo del hogar, para contemplar con mas satisfaccion sus botas continuó tranquilamente.

—En primer lugar Fagin ¿cómo vá Guillermo?

—Qué! —esclamó el judío levantándose bruscamente de la silla.

—Cómo? —dijo Tobias palideciendo... ¿No queréis decir?

—No quiero decir! —gritó el judío pateando el suelo con furor —¿Dónde están Sikes y el niño? Dónde están? Dónde han estado? Dónde se ocultan? Por qué no han venido aquí?

—El golpe ha fracasado! —dijo Tobias con acento triste.

—Lo sé! —contestó el judío sacando un periódico de su faltriquera y señalándole con el dedo al artículo que hablaba de ello —¿Y luego?

—Han disparado y herido al nene. Hemos jugado las piernas por entre las Layas y las zanjas llevándole entre los dos. Corriamos mas que el viento. Nos han dado la caza. Condenacion! todo el pais estaba en pié y los perros nos tenian la pista!

—El niño? —dijo el judío con tono azorado.

—Guillermo lo había puesto sobre sus espaldas y brincaba con él; nos hemos detenido para llevarlo entre los dos; su cabeza pendia sobre su pecho y estaba frio como el mármol. Ya nos pisaban los talones... entonces cada uno para si y sálvese quien pueda! Cada uno ha tirado por su lado despues de haber dejado al chiquillo dentro una zanja muerto ó vivo. Esto es todo lo que sé.

—Sin dar tiempo á Tobias para reponerse el judío lanzó un grito agudo arrancándose los cabellos y se precipitó del aposento á la escalera y de la escalera á la calle.