Los lagos de San VicenteLos lagos de San VicenteTirso de MolinaActo III
Acto III
Acompañamiento y el Rey FERNANDO
por una puerta; por otra MOROS,
don TELLO, AXA y Santa CASILDA,
de mora
CASILDA:
Déme vuestra majestad
la mano.
FERNANDO:
Dé vuestra alteza
parabienes a Castilla,
pues ha merecido verla
ennoblecer su corona
desde hoy, con razón soberbia;
pues usurpa el sol al Tajo
trasladándola a sus sierras.
Deudor quedaré a los baños
desde hoy, puesto que no sepa
el sitio que los oculta
ni las virtudes que encierran.
Pues merezco por su causa
que la hermosura posea
de vuestra alteza, Castilla,
temerosa ya en perderla.
Ojalá, Casilda hermosa,
la fama que los celebra
la salud os restituya
que ofende vuestra belleza.
Estimarélos yo en más
que cuantas preciosas venas
por los cuerpos de estos montes
oro en vez de sangre engendran.
CASILDA:
No dudo yo, gran Fernando,
que en provincia donde reina
un príncipe tan afable
salga la esperanza cierta
que los cielos me aseguran;
no en humanas experiencias
estriba mi confianza,
pocas veces verdadera;
impulsos más superiores
me sacaron de mi tierra
y al rey, mi padre, inclinaron
el permitirme a la vuestra
donde a vos su dueño os llaman;
donde en la paz y en la guerra
vive la seguridad,
por ser vos quien la gobierna.
¿Quién duda que también
viva la salud, si ya comienza
a retirarse, con veros,
la causa de mis tristezas?
Ya yo por puntos mejoro.
TELLO:
Y yo, que en vuestra presencia,
gran señor, patrocinado
de la infanta tengo puestas
todas mis felicidades
en serviros, si licencia
me dais, diré la embajada
con que vengo.
FERNANDO:
Alzad de tierra;
alzad, don Tello, decid.
TELLO:
El Rey Almenón, que intenta
trocar en perpetuas paces
con vos estas breves treguas,
la mitad del alma os fía
y con la Infanta os entrega
el reino que el Tajo abraza
y estima en poco sin ella.
Lágrimas y persuasiones,
que es la mayor elocuencia
que en la mujer amor puso,
le bastaron a hacer fuerza
para dividir de sí
el apoyo en que sustenta
la duración de sus canas,
que remozaba con verla.
El príncipe Alí Petrán,
que sucediendo en la herencia
después de él de su corona
es blasón de la nobleza,
estaba ausente en Sevilla
cuando el sentir que padezca
su padre amoroso eclipse
la luz de Casilda tierna,
y que el abril de sus años
malogre las flores frescas
del más gallardo vergel
que esmaltaron primaveras,
al llanto permitió hechizos
con que la infanta no deja
hora ni instantes al ocio
en que no le intime quejas
amorosas por los baños
que, de su salud profetas,
dice que esconde Castilla,
cifrando en ellos sus medras.
TELLO:
Afirma que el cielo mismo
con misteriosas promesas
le pronosticó en sus aguas
saludables evidencias;
que es imposible cobrarla
de otra suerte, y si desea
su bien, será menos daño
llorarla ausente que muerta.
Convocó el rey los alcaides
de Madrid y Talavera,
Guadalajara y Ocaña,
Alcalá, Yepes y Cuenca.
Propúsoles este asunto,
y aunque opiniones diversas
ya afirman, ya contradicen,
finalmente se sujetan
al gusto de quien los manda,
porque la lisonja lleva
en todos los tribunales
la razón tras la potencia.
Concluyóse, en fin, la paz,
gran señor, con vuestra alteza,
pidiendo en esta jornada
vuestra permisión, y de ella
obligado y satisfecho
su expedición me encomienda.
Por su embajador me envía,
con palabra de que vuelva
brevemente a restaurarle
la vida con la presencia
del alma que se le aparta,
de la luz que se le ausenta.
TELLO:
Despidiéronse los dos
y ella, que, toda clemencia,
de los cautivos cristianos
aliviaba las miserias,
pidiendo su libertad
al padre piadoso, deja
despojadas las mazmorras,
inútiles sus cadenas.
Dos mil de Toledo saca,
que ya en su patria se alegran,
digna que tal redentora
en anales permanezca.
El rey de Toledo, en fin,
gran Fernando, para muestras
de la fe con que os obliga
y la amistad que os profesa,
os remite cien caballos
que, con otras tantas yeguas,
Córdoba al Betis usurpa,
Toledo admiró en su vega;
cien acémilas cargadas
de los desvelos del Persa,
de los esquilmos del Parto,
de los tesoros de Grecia,
de los metales monarcas,
granas, alcatifas, telas,
a vuestros pies reales postra;
y porque en su estima venza
las dádivas de Alejandro,
pródigo os da en una prenda
la mejor de su corona,
la mayor de sus riquezas,
el alma y vida en la infanta,
que es cifra de sus grandezas.
FERNANDO:
Cuerdamente habéis sabido,
don Tello, aplacar ofensas,
pues servicios semejantes
más obligan que destemplan.
¿Adónde está doña Blanca?
TELLO:
En la villa de Briviesca
goza de dos libertades:
la del cuerpo la primera
a su patria reducida,
y la del alma, que exenta
de las pensiones de amor
ya es señora de sí mesma.
FERNANDO:
¿No sois vos esposo suyo?
TELLO:
No, señor.
FERNANDO:
¿Por qué?
TELLO:
No fuera
lícito en provincia extraña,
sin vuestro gusto y licencia.
FERNANDO:
Pues ¿cómo decís agora
que, libre ya, su alma reina
de sí misma, si es que os ama?
TELLO:
Mudanzas la dicha alteran
del mar del primer amor.
Como cansa la asistencia,
y yo siempre la he servido,
ya me olvida.
FERNANDO:
Su extrañeza,
don Tello, ha de estaros mal;
porque aquí la competencia
de don Diego os ha de hacer
mal tercio, que adora en ella.
Yo os restituyo a mi gracia;
y aunque a la suya quisiera,
dudo que en jurisdicciones
de amor poder un rey tenga.
Notable ocasión perdiste;
pues cuando las aprovecha
todo solícito amante
malograste las de ausencia.
O servidla u olvidadla,
que yo, sin haceros fuerza,
neutral con don Diego y vos,
y atento a las diligencias
del que fuera más feliz,
premiaré al uno con ella.
Y vos, infanta y señora,
sin extrañar diferencias
de leyes y de regiones,
juzgaos en la patria vuestra,
que si allí fuisteis infanta,
en Castilla seréis reina,
dichoso todo mi estado
en que serviros merezca.
CASILDA:
Segura yo de la fama
que justamente celebra
vuestro valor, me dispuse
a experimentarla y verla.
Ni a mi patria ni a mi padre
echo menos, que ofendiera
el favor que os reconozco
si me juzgara en la ajena.
Por mi padre os tengo yo
y como tal me conceda
licencia, que sólo busque
estos Lagos, vuestra Alteza.
Yo sé que impiden hallarlos
ostentaciones soberbias
de aplausos y compañías;
el cielo me dio sus señas
y él mismo inclina mis pasos
para que mis diligencias
sin presunciones humanas
hallar su sitio merezcan.
Esta merced os suplico.
FERNANDO:
Admire nuestra tibieza,
infanta, vuestro fervor,
y no se impida esta empresa;
por mí, con vos Tello vaya,
y como a mí os obedezcan
cuantos lugares y villas
gozaren vuestra presencia.
Que si, como en Dios confío,
vuestra fe saliese cierta
y hallando el agua admirable
que ignoramos, tengo nuevas
de vuestra salud, mi corte
os recibirá a la vuelta
con triunfos que satisfagan
mis deseos y sus fiestas.
CASILDA:
El cielo, invicto Fernando,
la monarquía os conceda
de España, que dividida
en tantos reinos, tragedias
del godo infelice llora,
para que en vuestra cabeza
totalmente restaurada
a su antiguo esplendor vuelva.
Vanse el REY y los suyos
AXA:
Solo un mes, prima mía,
de plazo dio tu padre a la porfía
con que aquí hallar esperas
estos Lagos--mejor diré, quimeras--
pues que te descaminas
por patrias y regiones peregrinas.
Busquémoslos, si es cierto
que esconde tal milagro este desierto.
Que, ya, Infanta, en sus valles,
ya en sus montes, remedio y salud halles,
o ya, conforme creo,
quimérico te engañe tu deseo,
el término cumplido
nos hemos de volver.
CASILDA:
Quien me ha traído
hasta aquí sin recelo
de tanto inconveniente, que es el cielo,
nunca, prima, se estrecha
en límites humanos; satisfecha
estoy, aunque te asombres
de hallar salud aquí, ya que en los hombres
se muere mi esperanza;
qué sabes tú si estriba en la tardanza
que Dios tiene dispuesta
mi salud? Lo difícil mucho cuesta.
Ya un mes, un año aguarde
el bien; si viene, nunca llega tarde;
ojalá la fe mía,
discurriera sin vuestra compañía
por estas soledades,
hallara en ellas yo felicidades
que, por la vuestra ciega,
me las dilata el cielo o me las niega.
AXA:
Ya estás, prima, entendida;
ya yo la causa sé de tu venida;
no en lagos mentirosos
estriban tus deseos amorosos,
que éstos imaginados
encubridores son de tus cuidados.
Lagos, sí, que de llamas
ilícitas te encienden, pues que sé que amas
a don Tello, de suerte,
que el honor atropellas y la muerte.
Celos de doña Blanca
en Castilla te abrieron puerta franca,
por ver que si venía
con ella, y tu esperanza enflaquecía;
con ilusiones vanas
del rey tu padre enterneciste canas,
y disfrazando engaños,
hechizos diste a sus postreros años,
para que permitiese
que consigo don Tello te trajese.
Doña Blanca, ofendida
de ti, y don Tello que por ti la olvida,
apenas de su tierra
pisó la raya, cuando se destierra
de agravios que a la vista
ofenden más; don Tello, en fin, asista
a tus ojos, que en ellos
duplicarás por ser cristal los Tellos.
TELLO:
Axa atrevida, enfrena
la lengua torpe de malicias llena.
¿Qué has visto en mí y la Infanta
que pueda ocasionar blasfemia tanta?
AXA:
He visto que te adora,
que olvida nuestra ley; que Blanca llora
tu ingratitud y olvido;
que a su padre y hermano, fementido,
pagas el ampararte
en su reino, y ahora asegurarte
la patria, hacienda y vida
en robarle la infanta que perdida
por ti con torpe llama
su ley, su sangre y su corona infama.
CASILDA:
Mi Dios, a Vos os toca
mirar por mi opinión contra esta loca,
que su malicia muestra;
por mi causa volved, y por la vuestra.
Vuela la Santa CASILDA.
Dentro dice una VOZ
VOZ:
Sí haré, Casilda mía.
No te merecen, ven, y en mí confía.
TELLO:
¿Qué es esto, cielos santos?
AXA:
Hechizos tuyos son; serán encantos
de tu ley que nos vende
traiciones por milagros; ya se entiende
el fin de tus cautelas.
TELLO:
Paloma pura que amorosa vuelas
a la estación segura
donde vive sin riesgos la ventura,
¿por qué cruel conmigo?
Alas tiene mi amor, las tuyas sigo.
Vase don TELLO
AXA:
¿Su amor sigue su vuelo?
Luego es ya certidumbre mi recelo;
luego para gozarla
con hechizos intenta remontarla.
¡Ay rabiosas sospechas!
Al vuelo los matad, tiradlos flechas;
mas ¿qué flechas mayores
que celosas venganzas y rigores?
Yo haré que en vez de espigas
cubran los campos armas enemigas;
despoblaré a Toledo
por que a Castilla, al mundo, ponga miedo.
Provocaré esta injuria
al príncipe y al rey a tanta furia,
que con su gente toda
renueve el llanto a la tragedia goda.
Marchemos a Toledo,
que si con celos viva llegar puedo,
verá Fernando presto
el peligro mortal en que está puesto,
y que, si en él se apoya,
será Casilda Elena, Burgos Troya.
Vase AXA.
Salen ALÍ Petrán y ABÉN Rogel, moros
ALÍ:
No hay fiar en amistad
de cristiano, pues sALÍó
falsa la de Tello; no
en prendas y calidad,
de nobleza castellana.
Engañóme fementido,
Tello, desagradecido;
llevóme el honor y hermana;
que así paga beneficios
quien respetos atropella.
Amaba yo a Blanca bella,
y por deslumbrar indicios
de mi pena y no agraviarle,
de suerte incendios reprimo
que a que la ausente le animo,
¡qué mal hice en no matarle!
Pues corriendo por su cuenta
correspondencias de amigo,
yo con su dama le obligo
y él con mi hermana me afrenta.
ABÉN:
No injuries, príncipe, así
la virtud más conocida
que dio a la alabanza vida.
Míralo bien, vuelve en ti.
La infanta es toda pureza,
su padre el rey, todo amor;
Fernando, todo valor;
don Tello, todo nobleza.
Ciegamente satisfaces
la fama de tu opinión.
Con esa imaginación
no quiebres, señor, las paces
con Fernando establecidas,
que si en su poder está
la infanta, ocasión tendrá
en que vengarse.
ALÍ:
No hay vidas
en toda la cristiandad
que puedan venganza darme.
En vano intentas templarme
con quimeras su amistad.
Rompió don Tello conmigo,
de la infanta enamorado;
mi amistad ha profanado
por llevársela consigo.
Fingió lazos milagrosos
que al rey mi padre engañaron;
que me ausentase aguardaron,
traidores y cavilosos.
¿Qué lagos, qué aguas divinas
tiene Castilla excelentes
que en mortales accidentes
aseguran medicinas?
¿Son en Toledo distintos
cristales de más virtud?
Si hay aguas que den salud,
fuentes tiene de jacintos
Toledo, donde pudiera,
cuando los venera España,
la infanta que nos engaña
cobrar la salud que espera.
ALÍ:
Más oro que peces cría
nuestro Tajo en sus arenas,
que para ALÍviar sus penas,
curar su melancolía,
si ella no fuese mudable,
dieran remedio a su mal;
que el Tajo, todo cristal,
también es oro potable.
Tello y Casilda me ofenden.
En Cristo la infanta adora,
ni el rey Fernando lo ignora
ni es bien, aunque lo pretenden,
que desmienta mi recelo
mientras venganza no toma
de todos tres. ¡Por Mahoma,
que he de postrar por el suelo
cuantas poblaciones dan
a Fernando la obediencia!
No se fíe en la clemencia
Castilla de Alí Petrán.
¿Qué gente hemos cautivado?
ABÉN:
Trescientos, que a tus enojos
sirven de tristes despojos,
y la paz ha descuidado
de Toledo con Castilla.
ALÍ:
Yo mismo tengo de ser
su verdugo; yo verter
su sangre, yo destruílla.
Lavaré esta tarde en ellos
mi injuria; al cielo pluguiera
que tantos Tellos hubiera
como hoy pienso segar cuellos,
que con todos no apagara
la sed que ocasión me da
a su muerte.
ABÉN:
De aquí está
no lejos Guadalajara;
venderlos será mejor
en ella, si pagar quieres
tus moros, que hay cien mujeres
y treinta niños. Señor,
templa tu enojo, enriquece
con la presa a tus soldados.
ALÍ:
Al paso que mis cuidados,
la venganza de ellos crece.
Atadlos todos, dejad
que imagine en cada cuello
una Castlda y un Tello,
oprobio de la amistad.
ABÉN:
Véngate, pues, riguroso.
Tu acero en su sangre baña
si es digna tan torpe hazaña
de un príncipe generoso.
Vase ABÉN Rogel.
Quédese ALÍ Petrán y
luego sale nuestra señora,
Santa MARÍA
ALÍ:
¡Oh, cobarde! ¿tú también
me injurias? Por Alá santo
que tengo de ser espanto
del bautismo en cuantos ven
mis ojos. No me mitigues
piedad hasta aquí afectada.
Triunfe de ingratos mi espada.
Quiere entrarse ALÍ, la espada desnuda.
Ábrese al paso una higuera,
y entre las ramas se aparece
nuestra señora Santa MARÍA. cáese ALÍ asombrado,
e hinca la rodilla.
Quédase con la espada como amenazando a la imagen
MARÍA:
Petrán, ¿por qué me persigues?
ALÍ:
Todo el cielo sea conmigo.
¿Qué hielo es el que me abrasa?
¿Qué fuego en nieve traspasa
el alma que en él mitigo?
¿Quién eres, luz milagrosa,
formidable y apacible,
suave cuando terrible,
tierna cuando rigurosa?
¿Quién eres, que tal espanto
has puesto en el alma mía
que tiembla?
MARÍA:
Yo soy María,
a quien tú persigues tanto.
Contra estímulos del cielo
vana resistencia haces.
ALÍ:
Saulo afirman que hizo paces
con Cristo postrado al suelo
cuando otro tanto le dijo,
si es bien que crédito dé
a ministros de su fe.
MARÍA:
Ése es Dios, y ése es mi Hijo.
ALÍ:
Ése por ti mi fe adora.
¿Qué quieres hacer de mí?
MARÍA:
Un Saulo segundo.
ALÍ:
En ti
mi ventura se mejora.
MARÍA:
Cristiano quiero que seas,
que a servirme te apercibas,
que en esta soledad vivas,
que el amor que en Blanca empleas
lo mudes en mí.
ALÍ:
Favor
digno de esa enano franca,
vos sois pura, vos sois blanca,
vos las medras de mi amor.
Con vos, cándida Señora,
la nieve que aurora pisa,
comparada es etiopisa;
la noche ella, vos la aurora.
Soldados, alcaides, gentes,
moros, venid a admirar
un árbol que sabe dar
por fruto el sol en su oriente.
Estrellas lleva por flores
que exhalan aromas samios,
celebrad epitalamios,
exagerad mis amores,
alcaides, moros, cautivos.
MARÍA:
No te canses en llamarlos,
mi vista pudo asombrarlos,
pocos de ellos huyen vivos;
libres mis cautivos gozan
la patria que les negaste.
ALÍ:
Los rayos que fulminaste
enamorando destrozan;
causado han contrario efecto
Señora, en ellos y en mí.
MARÍA:
Quiérote yo sólo a ti,
que el firme amor es secreto;
finezas son voluntades,
y éstas méritos subliman;
los que se aman más estiman
que imperios las soledades.
En ésta quiero que asistas.
Tu hermana, de mi Hijo esposa,
sierras habita amorosa.
Hoy sale en ellas a vistas.
Imítala tú oficioso,
pues por mi prenda te elijo;
ella esposa de mi Hijo
y tú de su madre esposo.
Aquí has de vivir, Petrán,
para blasón del bautismo,
conquistador de ti mismo,
de mi imagen capellán.
Yo propia he de bautizarte.
ALÍ:
¡Hay tan inmortal favor!
Ministro tendré mejor
que el Hombre Dios si en tal parte
la primer gracia me das
que las almas eterniza,
pues si a Cristo Juan bautiza
a mí su madre, que es más.
¿Pero adónde hallar podremos
agua que materia dé
al principio de su fe
si seco este valle vemos?
MARÍA:
Más puedo yo que Moisés,
que soy de Jesé la vara.
Fuente milagrosa y clara
brotará el campo a tus pies.
Vente á bautizar en ella.
ALÍ:
Esferas de eterno ornato,
suplid hoy el aparato
de mi bautismo; luz bella
del sol, sírveme esta vez
de vela sobre la fuente
de tu globo transparente.
Aurora, tu candidez
de la pureza me vista
que la gracia al alma da;
lluevan los cielos maná
en que el pan de amor asista,
que es mazapán verdadero
que al bautismo da eficacia;
la paloma, toda gracia,
será la sal y el salero.
El manantial perenne
del Uno y Tres, que ya adoro,
será el aguamanil de oro
pues de Él todo el bien nos viene.
Serafines y querubes,
de luz argentando el viento,
honren mi acompañamiento
sobre carrozas de nubes,
que la mayor jerarquía
bien puede venir por vos,
donde es el padrino Dios
y me bautiza María.
Música.
De dos nubes bajan al tablado seis ÁNGELES,
tres de cada una, con masapán, vela, salero,
fuente, capillo y aguamanil.
El mismo árbol baja hasta poner en el tablado
a Santa MARÍA; éntranse en dos hileras,
detrás ella y a su lado el príncipe ALÍ Petrán
MARÍA:
Todos los que has convidado
quiero yo que honra te den.
ALÍ:
Racimos de luz se ven
que el Olimpo han despoblado.
MARÍA:
A quien es mi Capellán
de esta suerte sé yo honralle;
ven, y llámese este valle
de tu nombre, Sopetrán.
Vanse los dos.
Salen PASCUAL y CARRASCO,
villanos
PASCUAL:
¿De aquí a ocho días?
CARRASCO:
Sin duda.
PASCUAL:
¿Mari Pabros y Gilote?
CARRASCO:
Mari Pabros con su dote.
PASCUAL:
¿Se me muda?
CARRASCO:
Se te muda.
PASCUAL:
¿Y que se chere casar?
CARRASCO:
Herlo de semana espera.
PASCUAL:
¿Hasta que el otro se muera?
CARRASCO:
Hasta llegarlo a enterrar.
PASCUAL:
¿Con Gilote?
CARRASCO:
¿Pues con quién?
PASCUAL:
¿Mari Pabros?
CARRASCO:
Mari Pedros.
PASCUAL:
Verá el diabro con los medros
que sale quien chere bien.
Idvos, que me chero ahorcar.
CARRASCO:
¿Cuándo?
PASCUAL:
¿Qué diabrós sé yo?
¿Que se mudó?
CARRASCO:
¡Se mudó!
PASCUAL:
¿Mari Pabros?
CARRASCO:
¡Pescudar!
PASCUAL:
Pues ya mi engaño quillotra
la venganza más extraña
que ha vido nuesa montaña.
CARRASCO:
¿Cuál es?
PASCUAL:
Casarme con otra.
CARRASCO:
Si pudieses bien harías.
PASCUAL:
Pues ¿por qué no han de poder?
Olalla es moza y mujer.
Mas, en fin, ¿de aquí a ocho días
se matrimeñan los dos?
CARRASCO:
Su tía lo ha concertado.
PASCUAL:
¿La del ojo arremangado?
CARRASCO:
Ésa.
PASCUAL:
Maldígala Dios. Vase CARRASCO
Marica, pues te mudaste
en medio año que tardé,
a tu boda cantaré
que no hay [otro aquí] quien baste. Canta
"Contra la voluntad grande porfía
de un Gil, de Mari Pabros y su tía."
Baja MARI Pablos las peñas hilando y
canta
MARI:
"De hoy en ocho días si le prace a Dios
¡hu, hu, hu, los dos, hu,hu, hu,los dos!"
PASCUAL:
¿Los dos? Mal año y mal mes;
sí, hilad, hilad: Bercehú
vos hile; cantá el ¡hui ihu!
que muy buena hillaza hacés.
Echá tela para el dote
y de mí no se vos liembre;
hilad, que muy buen urdiembre
haredes vos y Gilote.
MARI:
¿Pascualillo? ¿Pascualejo?
¿Pascualote el mi llorado? Baja
¡Que no estabas cativado!
No me cabe en el pellejo
el gozo: embracíjame.
PASCUAL:
Arredraos, la engilotada,
que muy gentil ensalada
habéis hecho, sí a la he.
MARI:
Si enfinito no te chero,
si más por ti no he llorado
que un andalubio ñublado,
que todo un diciembre entero,
que junto al hogar un bizco,
que cuando cebollas topo,
que en un entierro un guisopo,
que un arroyo por un risco,
mala landre...
PASCUAL:
En ocho días,
si le prace, prace a Dios,
¡hu, hu, hu, hu, hu, hu, los dos!
MARI:
Endiviné que venías
a la matrimoñadura,
que por puntos aguardaba
y cantando convidaba
vecinos, alcalde y cura
porque viniesen a honrarnos
después que te lloré muerto.
PASCUAL:
Mari Pabros, ¿esto es cierto?
MARI:
Como el finar y enterrarnos.
PASCUAL:
¿Que no tenes voluntá
a Gilote el del hu, hu?,
MARI:
Verá: ¿yo a Gilote? ¡Pú!
PASCUAL:
Escopid la otra metá
y escopiréis vueso nombre.
MARI:
Ea, desenójesé.
No chero que murrio esté,
que es garrido y gentil hombre.
Él mi manso, él mi pachón
encaja aquí.
PASCUAL:
Mari Pabros,
estaos queda con los diabros,
que me da el arremetón.
Salen el rey FERNANDO
y doña BLANCA
BLANCA:
Huyó de tu compañía
la infanta mora y don Tello,
tu Alteza puede sabello
de los moros que traía.
Si de tí su rey se fía
y después su ofensa sabe
peligro amenaza grave
a tu reino y su opinión,
mientras la satisfacción
estas sospechas no lave.
FERNANDO:
Doña Blanca, si es verdad
lo que afirmas, y no creo,
caro lé saldrá el empleo
de su torpe voluntad;
Tello, en mi severidad,
hallará justos castigos,
y yo en Toledo testigos,
cuando a su infanta les dé,
que amistades guardar sé
como vencer enemigos.
No me los han de esconder
cuantos riscos dificultan
las sierras que los ocultan
los valles que llego a ver.
Mas primero he detener
quien de esto me certifique,
que mis enojos publique.
PASCUAL:
Mosca le dio a nueso reye.
Huyamos, aho...
MARI:
Bien se veye.
PASCUAL:
Par Dios, que mos crucifique.
Vanse estos dos.
Sale don TELLO
TELLO:
Oye, Fernando invicto, novedades
que ilustren, por divinas, tu memoria;
desmentirán novelas sus verdades
dando aplausos al cielo, a España historia;
no en bronces, pero sí en eternidades,
a Castilla blasón, a Burgos gloria,
la fama envidia a nuestros siglos canta,
ocasionada de Casilda santa.
Ésta, que del blasfemo barbarismo
del pseudo Cristo que idolatra Meca,
fénix renace sólo de sí mismo,
única y fresca flor de planta seca
para triunfos eternos del bautismo;
coronas pisa; por desiertos trueca
del solio augusto aclamaciones reales,
púrpuras ya en Casilda los sayales.
Estorbaba deseos la malicia
de su infiel compañía, cuando anhela
retiros el afecto, y la noticia
del amoroso ardor que la desvela;
volvió por la inocencia la justicia,
peregrina impresión regiones vuela,
garza veloz que penetrando vientos
aires engaña y vuela pensamientos.
TELLO:
Siguiéronle mis ojos, mis suspiros,
éstos se lleva y se remonta a aquéllos,
diamante flor en prados de zafiros,
del sol opositores sus cabellos.
Registré soledades y retiros,
voces y pasos aventuro entre ellos;
mas ¿qué importa, si en vano, aunque veloces,
desmaya pasos y enronquece voces?
Pródigo de la vista, la dilato
desde una elevación que, presumida,
monarca es de diamante, cuyo ornato
trono es del sol cuando amanece vida,
lince de un valle el fin, a Flora grato,
sobre un enano mar miro vestida
del mismo sol que se incorpora en ella
retratarse en sus vidrios una estrella.
Yacen dos lagos en distancia breve
al pie de esa apacible pesadumbre,
néctar de Apolo que abrasado bebe
cuando le causa sed su misma lumbre,
y es su pechera en desatada nieve
desde el verde coturno hasta la cumbre,
la sierra su vecina que entre espumas
aloja escamas y naufraga plumas.
Casilda, pues, en la arenosa orilla,
norte suyo la estrella precursora,
falaces yo en los pies para seguilla,
mis voces huye y de estación mejora;
un césped se le acerca, maravilla
que pasma al mismo tiempo que enamora,
pues ya leve bajel sin vela y remo
la traslada instantánea al otro extremo.
TELLO:
Toca apenas cristales con la planta
cuando su enfermedad huye vencida,
santas sus aguas por Casilda santa
pues ya ofrecen salud, ya voz de vida;
su virgíneo contacto virtud tanta
al lago comunica, que se olvida
la sangre fugitiva o se restaña
de quien llega mortal y en él se baña.
Deja aquel valle, pues, y yo la sigo,
juzgando por atajos los rodeos,
hasta una cueva donde fui testigo
de mártires victorias y trofeos.
Vicente, desde el tiempo en que Rodrigo
tan mala cuenta dió de sus empleos
y el africano tiraniza a España,
con sus reliquias honra esta montaña.
En ella hallé a Casilda, en ella erige
mausoleo a Vicente donde pueda
su culto venerar que en ella elige
la habitación con que su amor hospeda;
convoca jornaleros y dirige
cuanto oro, plata, joyas, perlas, seda,
del poder de su padre son indicio
para que abrevie el premio su edificio.
Vuela la fama y los extremos toca
de España, que escuchándola se admira
multiplicada en lenguas, que una es poca,
verdad toda esta vez, las más mentira.
A ver este prodigio se convoca
cuanta nobleza, cuanto vulgo mira
desde sus atalayas la Bureva,
sus valles población, corte su cueva.
Éstos los Lagos son de San Vicente,
incógnitos hasta hoy, ya medicina
de toda enfermedad, todo accidente.
Ángel la infanta ya de esta piscina,
Magdalena segunda penitente,
pero cándida virgen que encamina
al cielo afectos que la den corona
y España la venere por patrona.
FERNANDO:
Testigos falsos, Blanca, son los celos,
enemigos sofísticos de casa.
BLANCA:
Dichosa la verdad que en sus desvelos
el mal redime y a la envidia abrasa.
FERNANDO:
Vamos a ver prodigios de los cielos
que, si como don Tello, afirma, pasa,
pies de Casilda adorarán mis labios.
BLANCA:
¡Ay celos de alquitrán, padres de agravios.
Vanse todos.
Salen cuatro cuadrillas por entrambas
puertas, cada una de por sí, todos los de la
compañía cantando con pandero, sonajas,
tamboril y gaita, vestidos de villanos
MÚSICO 1:
"¡Ay que a las velas de Casilda santa
Quintana de Bureva se lleva la gala!"
MÚSICO 2:
"¡Ay que a la vela de la ermita nueva
Rojas y Galbarros la gala se llevan!"
MÚSICO 3:
"¡Ay que a la vela de los lagos nuesos
a todos se la gana la gaita de Bueso!"
MÚSICO 1:
"Bueso."
MÚSICO 2:
"Quintana."
MÚSICO 3:
"Rojas y Galbarros."
MÚSICO 4:
"¡Vitor Quintana, cola todos cuatro!"
CARRASCO:
No tengamos carambola,
si a velar venido habemos,
son asentarse y callemos.
MARI:
¡Vitor Bueso y todos cola!
UNO:
Si empezáis a daros, vaya,
en pendencia acabaremos
la fiesta. Amigos, bailemos
todos juntos.
CARRASCO:
Vaya.
MARI:
Vaya.
Cantan
UNOS:
"Que el pandero y la gaita de Ontoria
táñela tú, que a mí no me toca."
Bailan
OTROS:
"Quien tuviere flujo de sangre
entre en los Lagos y en ellos se bañe."
TODOS:
"Tócala tú, que a mí no me atañe."
OTROS:
"La mujer que no es paridera
lléguese al baño y tírele piedras."
TODOS:
"Tócala tú, que a mí me da pena,
que el pandero y la gaita de Ontoria
táñela tú, que a mí no me toca."
En lo alto de las peñas PASCUAL
PASCUAL:
¡Mari Pabros! ¡Ha de abajo!
Serranos no os lo bailéis
todo, aguardad.
MARI:
Hao, ¿qué heis?
PASCUAL:
Echar por esotro atajo.
MARI:
¿Quién diabro os encaramó
el mi Pascual?
PASCUAL:
Pide olores
Casilda y cójola flores
para el altar que labró
a San Vicente en la cueva.
MARI:
¿Y si dais de colodrillo?
PASCUAL:
Vo a cortar aquel tomillo
que enrame la ermita nueva.
MARI:
Ojo con la mata, asilda,
no haya enterrorio después.
Deslízase PASCUAL y cae quedándose
asido de un tomillo todo el cuerpo en el aire
PASCUAL:
Huéronseme dambos pies.
¡Válgasme Santa Casilda!
CARRASCO:
¡San Vicente sea contigo!
TODOS:
¡Jesús!
PASCUAL:
Todo me bazuco
tomillo, a ser vos sahuco
sino es que hué cabrahigo
la remembranza de Judas
representa Juan Pascual,
Mari Pabros, sin dogal
me ahorcan, las tocas viudas
vos poned.
MARI:
¡Triste soceso!
CARRASCO:
Hombre, encomiéndate a Dios.
PASCUAL:
Encomendaos por mi vos
que yo no estó para eso.
El mi tomillo salsero,
vuélveteme mechinal,
que de tu tomillo y sal
componer mi nombre chero.
Tomé de la Sal seré;
mi mujer será Tomasa,
Tomillos los de mi casa
mi apóstol Santo Tomé.
Santa mora ya cristiana,
Casilda la ermitañesa,
la amorosa, la infantesa
la virgen, la toledana,
doleos la santa de mí
pues vine con vos del Tajo.
Parece que va ancia bajo,
dando el tomillo de sí.
Descuélgome poco a poco.
Vase alargando el tomillo
y él bajando
MARI:
¡Milagro!
TODOS:
¡Milagro extrañol
Llega abajo
PASCUAL:
Del mi suelo, año buen año;
con los hocicos vos toco.
Besa el suelo
MARI:
¡El mi dueño, el mi carillo!
Llega y embracíjamé.
PASCUAL:
Cuido que no os oleré
Mari Pabros a tomillo.
MARI:
Bien haya quien en vos creye,
Santa.
PASCUAL:
¡Hao! ¿qué gente es ésta?
CARRASCO:
El rey que viene a la fiesta
PASCUAL:
No es mi algalia para el reye.
Salen rey FERNANDO
y doña BLANCA
FERNANDO:
Celos, doña Blanca hermosa,
tienen ímpetus franceses,
rigurosos al principio,
después ni activos ni fuertes.
Nieblas enlutan al sol,
mas en humo las resuelve
la eficacia de sus rayos
que, aunque acometidos, vencen.
Sol es la verdad, en fin,
puesto que eclipsarla intenten
nieblas del amor celosas,
que cuando amenazan mueren.
Vos habéis cuerda elegido
prenda en don Tello a quien debe
vuestro amor perseverancias
dignas que con vos se premien.
Don Diego ya no compite
con él, antes interceden
en su favor amistades
que indignaron accidentes;
daréisle en Burgos la mano.
BLANCA:
Sois vos, Fernando el clemente,
el iris de nuestras paces,
el espejo de los reyes.
Sale don TELLO
TELLO:
Nuestra infanta, gran señor,
tanto con los cielos puede
que eslabonando milagros
admiraciones suspende.
A costa de sus tesoros
templo fabrica solemne
al César aragonés,
al siempre invicto Vicente.
Mas el común enemigo,
envidioso de que herede
Casilda a Dios los milagros
con que esta tierra ennoblece,
lo que labrara de día,
de noche, torpe y aleve,
por el suelo derribaba,
porque el edificio cese.
Pidió favor a su esposo,
Casilda, y entre la ardiente
suspensión de sus discursos,
éxtasis toda celeste,
inmóvil el cuerpo virgen,
oye que Dios la promete
su fábrica restaurarle
sobre ese risco eminente.
Juntáronse las ruinas
y por sí solas se mueven
los ángeles de este alcázar
artífices solamente.
Toda la fábrica vuela
por las nubes, de la suerte
que de Palestina a Italia
lo que en el Oreto tiene
asiento felices siglos.
Tanto Casilda merece
que ya las piedras son plumas,
por ella lo grave es leve.
Música.
Sube una ermita toda y en ella,
abiertas las puertas,
de rodillas la santa CASILDA elevada,
y asiéntase el edificio sobre lo más
enriscado de las peñas
FERNANDO:
¡Oh asombro de los milagros!
¡Oh virgen! Que porque vueles
águila, al trono del sol,
hasta su esfera te atreves.
Patrón seré de tu casa.
TELLO:
Toledo envidie y celebre
si venturoso el criarte,
lloroso y triste el perderte
la patrona de Castilla.
Los Lagos de San Vicente
son estos. En la segunda,
Tirso, su fin os promete.