Los tres asientos en la diligencia
La señora doña Genara pesa mas de 18 arrobas, y si entra en la diligencia no tiene bastante con cinco asientos.
Pero es una señora muy de su casa y muy económica, y como tal, queriendo marchar á Zaragoza en la diligencia de ayer, mandó á un criado que solo le tomase tres, creyendo buenamente que se podria acomodar en ellos no llevando el perro y alijerándose de ropa.
Llegó la hora de la partida, todo el mundo estaba en su puesto, la diligencia casi llena, y el mayoral á punto de marchar.
—¿Cómo se llama V.? preguntó el empleado de la diligencia. — Doña Genara.
— Efectivamente: berlina, núm. 3.
— ¿Y los otros dos asientos?
— Están ocupados.
— Entonces no es el mió.
Espere V. espere V., dijo el empleado mirando la hoja. Interior, núm. 6.
— Bien; y los otros cinco?
— Tomados.
— Pero, señor, gritó entonces doña Genara casi desesperada; yo he mandado á mi criado que tomase tres asientos para poder ir con alguna comodidad; ¿en dónde están, dígame V. en dónde están?
— ¡Ah! ¿tres asientos para V. sola? Pues bien; no se perderán, aquí los tiene V.: uno en la berlina, otro en el. interior, y otro en la rotonda. Tres, justos y cabales, uno en cada departamento; no se ha podido servir á V. mejor.
La pobre señora se desmayó, y creo que no ha recobrado el sentido.