Los viajes de Marco Polo/Libro II/Capítulo XII
CAPITULO XII.
Sabed que mientras el gran Kan reside, los tres meses que he dicho, en la capital del Catay, dispone que en el espacio de sesenta jornadas alrededor de su palacio se dediquen todos á cazar, y que los señores y otras gentes le lleven el mayor número po- sible d animales silvestres, tales como jabalíes, ciervos, venados, cabras y osos. Los cazadores que se hallan dentro del espacio de treinta jornadas ó más de camino le envían los anim les en carretas; los que á la distancia de sesenta, re iten sólo la carne y las pieles tundidas, y todo sirve para el ejéreito. El gran Kan mantiene muchos leopardos y lobos cervales amaestrados paracazar, y leones más garndes que los de Babilonia, de hermoso pelo y excelentes cazadores. Es cosa verdaderamente notable ver á tan terribles animales llevados á la caza en jaulas, juntamente con un perrillo. Hay tambien águilas adiestradas en coger lobos, zorros, venados y cabras: las destinadas á los primeros son extraordinariamente grandes, puesto que lo son tambien los animales que deben cazar.
Ahora hablaré de los perros del gran señor. Entre los magnates de la corte, hay dos hermanos llamados Baian y Mingan que llevan el título de cunici, esto es, guardadores de mastines. Cada uno de los magnates tiene die mil hombres á sus órdenes, unos vestidos de color azul y otros rojo. Cada vez que el gran señor sale de casa se visten aquellos el uniforme del color que les cor responde, y de los diez mil hay dos mil de los cuales cada uno conduce un mastin ó dos, porque el número de éstos es grande. Los dos hermanos, de quienes he hablado, siguen al gran señor con unos diez mil hombres y cincuenta mil perros, y ambos van cazando á distancia entre sí de una jornada, de modo que no hay animal silvestre que no cojan.
Despues que el gran Kan ha residido tres meses en Cambaluc, y cuando llega el mis de Marzo, sale on direccion al Mediodía y al Océano, que se halla á distancia de dos jornadas, llevando diez mil halconeros con quinientos gerifaltes y muchos halcones y buitres: no creais que éstos son los únicos, sino que los divide en tandas de ciento, doscientos y más, y la mayor p rte llevan la presa al gran señor. Cuando va cazando con sus gerifaltes, le acompañan dcce mil hombres esparcidos en parejas llamadas toscaor, esto es, guardianes, y cada uno lleva su reclamo para atraer los pájaros. Cuando el gran señor deja escapar alguna ave, no hay necesidad de perseguirla, pues que cae indefectiblemente en poder de los hombres que he dicho. Todas las aves cazadoras que pertenecen al gran señor ó á los dignatarios, llevan en las patas una tablilla de plata, dónde está grabado el nombre del dueño, para que sepa á quién corresponde la presa; si no se conoce el dueño, la caza es entregada á un noblell amado bulargusi ó custodoio de las cosas sin propietario. Cuando se encuentra un caballo, una espada ó una ave cuyo dueño se ignora, la ponen en manos de dicho noble, á fin de que la guarde: el que se apropia un objeto que no es suyo y no lo devuelve, es tenido por ladron. El bulargusi se establece, despleg ndo su bandera en una eminencia, para que todo el mundo sepa dónde está: con este recurso todos los objetos perdidos son devueltos á su dueño.
Yendo el gran señor en la direccion que he dicho y contemplando las hermosas vistas que se presentan, va sobre cuatro elefantes que transportau un palanquin de ricas maderas, preciosamenle entapizado con paños de oro batido por dentro, y por defuera cubier to con pieles de leones: en el interior se alberga el gran Kan con doce gerifaltes de los mejores y varios nobles para distraerle.
Cuando los magnates que van cabalgando á los lados le advierten que pasan grullas, hace abrir el techo del palanquin, y suelta el gerifalte que mejor le parece; se tiende de nuevo en los cojines, y desde allí contempla con mucho regocijo los lances de la caza.
Cuando llega el gran Kan á un sitio que llaman Cazar Modum encuentra ya los pabellones preparados para sí, sus hijos, magnates y mujeres; pabellones ó tiendas muy ricos. El suyo de corte es tan grande, que puede contener mil caballeros, y en él moran los dignatarios y otras gentes. La puerta se halla hacia el Mediodía. Junto á esta tienda y hacia la parte del Poniente, hay otra particular suya; cuando quiere hablar con alguno, le hace entrar en ella. Despues del gran salon, se entra en el hermoso aposento donde duerme; hay tambien otros, pero separados de éste. Cada uno de los dos primeros salones está sostenido por columnas de madera olorosa muy bien labradas y cubiertas de pieles de leones rayadas de negro, rojo y blanco; tan bien unidas, que ni el viento ni la lluvia pueden penetrar: el interior se lleva tapizado de pieles de armiño, cibelina y plumas de gran valorUna piel de cibelina suficiente para traje de un hombre vale, si es de buena calidad, dos mil monedas de oro: comunmente vale mil, y los tártaros la llaman la reina de las picles; es del grandor de una fuina. El aposento donde duerme el gran Kan se halla cu—ierto de la misma manera en el interior y en el exterior.
Las cuerdas con que sostienen los pabellones son de seda: tanto cuestan estos albergues que un reyezuelo no podría tenerlos. Alrededor campean las demas tiendas, muy bien ordenadas. Las concubinas del gran señor las tienen tambien de gran precio, y no faltan para los gerifaltes, halcones y otras aves. Allí concurren todos, y allí tiene el gran Kan sus médicos, sus astrónomos, sus halconeros y otros ministros como si estuviese en su capital. En aquel punto reside hasta que llega la Pascua de Resur reccion, y en todo el tiempo no hace más que cazar toda clase de aves.
Ni comerciantes, ni artesanos, ni labradores, pueden tener aves cazadoras á la distancia de veinte jornadas de donde se asienta el gran señor; pero en las otras provincias y tierras pueden cazar como quieran.
En todos los países que están ba o su dominio, nadie, por elevada que sea su jerarquía, tiene permiso para cazar liebres, cabras, venados, ciervos y otros animales que crian de Marzo á Octubre, pues de lo contrario incurren en graves penas: así está aquella comarca tan abundante de caza.