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Luces de bohemia/Escena primera

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Escena primera

Hora crepuscular. Un guardillón con ventano angosto, lleno de sol. Retratos, grabados, autógrafos repartidos por las paredes, sujetos con chinches de dibujante. Conversación lánguida de un hombre ciego y una mujer pelirrubia, triste y fatigada. El hombre ciego es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales, MÁXIMO ESTRELLA. A la pelirrubia, por ser francesa, le dicen en la vecindad MADAMA COLLET


MAX: Vuelve a leerme la carta del Buey Apis.

MADAMA COLLET: Ten paciencia, Max.

MAX: Pudo esperar a que me enterrasen.

MADAMA COLLET: Le toca ir delante.

MAX: ¡Collet, mal vamos a vernos sin esas cuatro crónicas! ¿Dónde gano yo veinte duros, Collet?

MADAMA COLLET: Otra puerta se abrirá.

MAX: La de la muerte. Podemos suicidarnos colectivamente.

MADAMA COLLET: A mí la muerte no me asusta. ¡Pero tenemos una hija, Max!

MAX: ¿Y si Claudinita estuviese conforme con mi proyecto de suicidio colectivo?

MADAMA COLLET: ¡Es muy joven!

MAX: También se matan los jóvenes, Collet.

MADAMA COLLET: No por cansancio de la vida. Los jóvenes se matan por romanticismo.

MAX: Entonces, se matan por amar demasiado la vida. Es una lástima la obcecación de Claudinita. Con cuatro perras de carbón, podíamos hacer el viaje eterno.

MADAMA COLLET: No desesperes. Otra puerta se abrirá.

MAX: ¿En qué redacción me admiten ciego?

MADAMA COLLET: Escribes una novela.

MAX: Y no hallo editor.

MADAMA COLLET: ¡Oh! No te pongas a gatas, Max. Todos reconocen tu talento.

MAX: ¡Estoy olvidado! Léeme la carta del Buey Apis.

MADAMA COLLET: No tomes ese caso por ejemplo.

MAX: Lee.

MADAMA COLLET: Es un infierno de letra.

MAX: Lee despacio.

MADAMA COLLET, el gesto abatido y resignado, deletrea en voz baja la carta. Se oye fuera una escoba retozona. Suena la campanilla de la escalera.


MADAMA COLLET: Claudinita, deja quieta la escoba, y mira quién llamado.

LA VOZ DE CLAUDINITA: Siempre será Don Latino.

MADAMA COLLET: ¡Válgame Dios!

LA VOZ DE CLAUDINITA: ¿Le doy con la puerta en las narices?

MADAMA COLLET: A tu padre le distrae.

LA VOZ DE CLAUDINITA: Ya se siente el olor del aguardiente!

MÁXIMO ESTRELLA se incorpora con un gesto animoso, esparcida sobre el pecho la hermosa barba con mechones de canas. Su cabeza rizada y ciega, de un gran carácter clásico-arcaico, recuerda los Hermes.


MAX: ¡Espera, Collet! ¡He recobrado la vista! ¡Veo! ¡Oh, cómo veo! ¡Magníficamente! ¡Está hermosa la Moncloa! ¡El único rincón francés en este páramo madrileño! ¡Hay que volver a París, Collet! ¡Hay que volver allá, Collet! ¡Hay que renovar aquellos tiempos!

MADAMA COLLET: Estás alucinado, Max.

MAX: ¡Veo, y veo magníficamente!

MADAMA COLLET: ¿Pero qué ves?

MAX: ¡El mundo!

MADAMA COLLET: ¿A mí me ves?

MAX: ¡Las cosas que toco, para qué necesito verlas!

MADAMA COLLET: Siéntate. Voy a cerrar la ventana. Procura adormecerte.

MAX: ¡No puedo!

MADAMA COLLET: ¡Pobre cabeza!

MAX: ¡Estoy muerto! Otra vez de noche.

Se reclina en el respaldo del sillón. La mujer cierra la ventana, y la guardilla queda en una penumbra rayada de sol poniente. El ciego se adormece, y la mujer, sombra triste, se sienta en una silleta, haciendo pliegues a la carta del Buey Apis. Una mano cautelosa empuja la puerta, que se abre con largo chirrido. Entra un vejete asmático, quepis, anteojos, un perrillo y una cartera con revistas ilustradas. Es DON LATINO DE HISPALIS. Detrás, despeinada, en chancletas, la falda pingona, aparece una mozuela: CLAUDINITA.


DON LATINO: ¿Cómo están los ánimos del genio?

CLAUDINITA: Esperando los cuartos de unos libros que se ha llevado un vivales para vender.

DON LATINO: ¿Niña, no conoces otro vocabulario más escogido para referirte al compañero fraternal de tu padre, de ese hombre grande que me llama hermano? ¡Qué lenguaje, Claudinita!

MADAMA COLLET: ¿Trae usted el dinero, Don Latino?

DON LATINO: Madama Collet, la desconozco, porque siempre ha sido usted una inteligencia razonadora. Max había dispuesto noblemente de ese dinero.

MADAMA COLLET: ¿Es verdad, Max? ¿Es posible?

DON LATINO: ¡No le saque usted de los brazos de Morfeo!

CLAUDINITA: Papá, ¿tú qué dices?

MAX: ¡Idos todos al diablo!

MADAMA COLLET: ¡Oh, querido, con tus generosidades nos has dejado sin cena!

MAX: Latino, eres un cínico.

CLAUDINITA: Don Latino, si usted no apoquina, le araño.

DON LATINO: Córtate las uñas, Claudinita.

CLAUDINITA: Le arranco los ojos.

DON LATINO: ¡Claudinita!

CLAUDINITA: ¡Golfo!

DON LATINO: Max, interpon tu autoridad.

MAX: ¿Qué sacaste por los libros, Latino?

DON LATINO: ¡Tres pesetas, Max! ¡Tres cochinas pesetas! ¡Una indignidad! ¡Un robo!

CLAUDINITA: ¡No haberlos dejado!

DON LATINO: Claudinita, en ese respecto te concedo toda la razón. Me han cogido de pipi. Pero aún se puede deshacer el trato.

MADAMA COLLET: ¡Oh, sería bien!

DON LATINO: Max, si te presentas ahora conmigo en la tienda de ese granuja y le armas un escándalo, le sacas hasta dos duros. Tú tienes otro empaque.

MAX: Habría que devolver el dinero recibido.

DON LATINO: Basta con hacer el ademán. Se juega de boquilla, maestro.

MAX: ¿Tú crees?...

DON LATINO: ¡Naturalmente!

MADAMA COLLET: Max, no debes salir.

MAX: El aire me refrescará. Aquí hace un calor de horno.

DON LATINO: Pues en la calle corre fresco.

MADAMA COLLET: ¡Vas a tomarte un disgusto sin conseguir nada, Max!

CLAUDINITA: ¡Papá, no salgas!

MADAMA COLLET: Max, yo buscaré alguna cosa que empeñar.

MAX: No quiero tolerar ese robo. ¿A quién le has llevado los libros, Latino?

DON LATINO: A Zaratustra.

MAX: ¡Claudina, mi palo y mi sombrero!

CLAUDINITA: ¿Se los doy, mamá?

MADAMA COLLET: ¡Dáselos!

DON LATINO: Madama Collet, verá usted qué faena.

CLAUDINITA: ¡Golfo!

DON LATINO: ¡Todo en tu boca es canción, Claudinita!

MÁXIMO ESTRELLA sale apoyado en el hombro de DON LATINO. MADAMA COLLET suspira apocada, y la hija, toda nervios, comienza a quitarse las horquillas del pelo.


CLAUDINITA: ¿Sabes cómo acaba todo esto? ¡En la taberna de Pica Lagartos!