Luces de bohemia/Escena segunda

De Wikisource, la biblioteca libre.

Escena segunda

La cueva de ZARATUSTRA en el Pretil de los Consejos. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes. Empapelan los cuatro vidrios de una puerta cuatro cromos espeluznantes de un novelón por entregas. En la cueva hacen tertulia el gato, el loro, el can y el librero. ZARATUSTRA, abichado y giboso -la cara de tocino rancio y la bufanda de verde serpiente-, promueve, con su caracterización de fantoche, una aguda y dolorosa disonancia muy emotiva y muy moderna. Encogido en el roto pelote de una silla enana, con los pies entrapados y cepones en la tarima del brasero, guarda la tienda. Un ratón saca el hocico intrigante por un agujero.


ZARATUSTRA: ¡No pienses que no te veo, ladrón!

EL GATO: ¡Fu! ¡Fu! ¡Fu!

El CAN: ¡Guau!

EL LORO: ¡Viva España!

Están en la puerta MAX ESTRELLA y DON LATINO DE HISPALIS. El poeta saca el brazo por entre los pliegues de su capa, y lo alza majestuoso, en un ritmo con su clásica cabeza ciega.


MAX: ¡Mal Polonia recibe a un extranjero!

ZARATUSTRA: ¿Qué se ofrece?

MAX: Saludarte, y decirte que tus tratos no me convienen.

ZARATUSTRA: Yo nada he tratado con usted.

MAX: Cierto. Pero has tratado con mi intendente, Don Latino de Hispalis.

ZARATUSTRA: ¿Y ese sujeto de qué se queja? ¿Era mala la moneda?

DON LATINO interviene con ese matiz del perro cobarde, que da su ladrido entre las piernas del dueño.


DON LATINO: El maestro no está conforme con la tasa, y deshace el trato.

ZARATUSTRA: El trato no puede deshacerse. Un momento antes que hubieran llegado... Pero ahora es imposible: Todo el atadijo, conforme estaba, acabo de venderlo ganando dos perras. Salir el comprador, y entrar ustedes.

El librero, al tiempo que habla, recoge el atadijo que aún está encima del mostrador, y penetra en la lóbrega trastienda, cambiando una seña con DON LATINO. Reaparece.


DON LATINO: Hemos perdido el viaje. Este zorro sabe más que nosotros, maestro.

MAX: Zaratustra, eres un bandido.

ZARATUSTRA: Ésas, Don Max, no son apreciaciones convenientes.

MAX: Voy a romperte la cabeza.

ZARATUSTRA: Don Max, respete usted sus laureles.

MAX: ¡Majadero!

Ha entrado en la cueva un hombre alto, flaco, tostado del sol. Viste un traje de antiguo voluntario cubano, calza alpargates abiertos de caminante, y se cubre con una gorra inglesa. Es el extraño DON PEREGRINO GAY, que ha escrito la crónica de su vida andariega en un rancio y animado castellano, trastocándose el nombre en DON GAY PEREGRINO: Sin pasar de la puerta, saluda jovial y circunspecto.


DON GAY: ¡Salutem plúriman!

ZARATUSTRA: ¿Cómo le ha ido por esos mundos, Don Gay?

DON GAY: Tan guapamente.

DON LATINO: ¿Por dónde has andado?

DON GAY: De Londres vengo.

MAX: ¿Y viene usted de tan lejos a que lo desuelle Zaratustra?

DON GAY: Zaratustra es un buen amigo.

ZARATUSTRA: ¿Ha podido usted hacer el trabajo que deseaba?

DON GAY: Cumplidamente. Ilustres amigos, en dos meses me he copiado en la Biblioteca Real el único ejemplar existente del Palmerín de Constantinopla.

MAX: ¿Pero, ciertamente, viene usted de Londres?

DON GAY: Allí estuve dos meses.

DON LATINO: ¿Cómo queda la familia Real?

DON GAY: No los he visto en el muelle. Maestro, ¿usted conoce la Babilonia Londinense?

MAX: Sí, Don Gay.


ZARATUSTRA entra y sale en la trastienda, con una vela encendida. La palmatoria pringosa tiembla en la mano del fantoche. Camina sin ruido, con andar entrapado. La mano, calzada con mitón negro, pasea la luz por los estantes de libros. Media cara en reflejo y media en sombra. Parece que la nariz se le dobla sobre una oreja. El loro ha puesto el pico bajo el ala. Un retén de polizontes pasa con un hombre maniatado. Sale alborotando el barrio un chico pelón montado en una caña, con una bandera.


EL PELÓN: ¡Vi-va-Es-pa-ña!

EL CAN: ¡Guau! ¡Guau!

ZARATUSTRA: ¡Está buena España!

Ante el mostrador, los tres visitantes, reunidos como tres pájaros en una rama, ilusionados y tristes, divierten sus penas en un coloquio de motivos literarios. Divagan ajenos al tropel de polizontes, al viva del pelón, al gañido del perro, y al comentario apesadumbrado del fantoche que los explota. Eran intelectuales sin dos pesetas.


DON GAY: Es preciso reconocerlo. No hay país comparable a Inglaterra. Allí el sentimiento religioso tiene tal decoro, tal dignidad, que indudablemente las más honorables familias son las más religiosas. Si España alcanzase un más alto concepto religioso, se salvaba.

MAX: ¡Recémosle un Réquiem! Aquí los puritanos de conducta son los demagogos de la extrema izquierda. Acaso nuevos cristianos, pero todavía sin saberlo.

DON GAY: Señores míos, en Inglaterra me he convertido al dogma iconoclasta, al cristianismo de oraciones y cánticos, limpio de imágenes milagreras. ¡Y ver la idolatría de este pueblo!

MAX: España, en su concepción religiosa, es una tribu del Centro de África.

DON GAY: Maestro, tenemos que rehacer el concepto religioso, en el arquetipo del Hombre-Dios. Hacer la Revolución Cristiana, con todas las exageraciones del Evangelio.

DON LATINO: Son más que las del compañero Lenin.

ZARATUSTRA: Sin religión no puede haber buena fe en el comercio.

DON GAY: Maestro, hay que fundar la Iglesia Española Independiente.

MAX: Y la Sede Vaticana, El Escorial.

DON GAY: ¡Magnífica Sede!

MAX: Berroqueña.

DON LATINO: Ustedes acabarán profesando en la Gran Secta Teosófica. Haciéndose iniciados de la sublime doctrina.

MAX: Hay que resucitar a Cristo.

DON GAY: He caminado por todos los caminos del mundo, y he aprendido que los pueblos más grandes no se constituyeron sin una Iglesia Nacional. La creación política es ineficaz si falta una conciencia religiosa con su ética superior a las leyes que escriben los hombres.

MAX: Ilustre Don Gay, de acuerdo. La miseria del pueblo español, la gran miseria moral, está en su chabacana sensibilidad ante los enigmas de la vida y de la muerte. La Vida es un magro puchero; la Muerte, una carantoña ensabanada que enseña los dientes; el Infierno, un calderón de aceite albando donde los pecadores se achicharran como boquerones; el Cielo, una kermés sin obscenidades, a donde, con permiso del párroco, pueden asistir las Hijas de María. Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras. Su religión es una chochez de viejas que disecan al gato cuando se les muere.

ZARATUSTRA: Don Gay, y qué nos cuenta usted de esos marimachos que llaman sufragistas.

DON GAY: Que no todas son marimachos. Ilustres amigos, ¿saben ustedes cuánto me costaba la vida en Londres? Tres peniques, una equivalencia de cuatro perras. Y estaba muy bien, mejor que aquí en una casa de tres pesetas.

DON LATINO: Max, vámonos a morir a Inglaterra. Apúnteme usted las señas de ese Gran Hotel, Don Gay.

DON GAY: Saint James Squart. ¿No caen ustedes? El Asilo de Reina Elisabeth. Muy decente. Ya digo, mejor que aquí una casa de tres pesetas. Por la mañana té con leche, pan untado de mantequilla. El azúcar, algo escaso. Después, en la comida, un potaje de carne. Alguna vez arenques. Queso, té... Yo solía pedir un poco de cerveza, y me costaba diez céntimos. Todo muy limpio. Jabón y agua caliente para lavatorios, sin tasa.

ZARATUSTRA: Es verdad que se lavan mucho los ingleses. Lo tengo advertido. Por aquí entran algunos, y se les ve muy refregados. Gente de otros países, que no siente el frio, como nosotros los naturales de España.

DON LATINO: Lo dicho. Me traslado a Inglaterra. Don Gay, ¿cómo no te has quedado tú en ese Paraíso?

DON GAY: Porque soy reumático, y me hace falta el sol de España.

ZARATUSTRA: Nuestro sol es la envidia de los extranjeros.

MAX: ¿Qué sería de este corral nublado? ¿Qué seríamos los españoles? Acaso más tristes y menos coléricos... Quizá un poco más tontos... Aunque no lo creo.

Asoma la chica de una portera: Trenza en perico, caídas calcetas, cara de hambre.


LA CHICA: ¿Ha salido esta semana entrega d'El Hijo de la Difunta?

ZARATUSTRA: Se está repartiendo.

LA CHICA: ¿Sabe usted si al fin se casa Alfredo?

DON GAY: ¿Tú qué deseas, pimpollo?

LA CHICA: A mí, plin. Es Doña Loreta la del coronel quien lo pregunta.

ZARATUSTRA: Niña, dile a esa señora que es un secreto lo que hacen los personajes de las novelas. Sobre todo en punto de muertes y casamientos.

MAX: Zaratustra, ándate con cuidado, que te lo van a preguntar de Real Orden.

ZARATUSTRA: Estaría bueno que se divulgase el misterio. Pues no habría novela.

Escapa la chica salvando los charcos con sus patas de caña. EL PEREGRINO ILUSIONADO en un rincón conferencia con ZARATUSTRA. MÁXIMO ESTRELLA y DON LATINO se orientan a la taberna de Pica Lagartos, que tiene su clásico laurel en la calle de la Montera.