México, como era y como es/19

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México, como era y como es
de Brantz Mayer
traducción de Wikisource
CARTA XIX.






CARTA XIX.
EL CALENDARIO MEXICANO. VENERACIÓN AL FUEGO, ETC.


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La piedra tallada, representada en la imagen fue encontrada en el año 1790, a unos seis pies debajo de la superficie de la Plaza, en la ciudad de México. Es la opinión de los mejores anticuarios, que era el Tonalponalli, o "cálculos solares" de los antiguos mexicanos, derivados por ellos probablemente de los Toltecas.

Antes de describir esta reliquia, presentaré una breve reseña de la división del tiempo entre estas Naciones, ilustrando de este modo y por la piedra misma, una rama de las Artes y las Ciencias, al menos, en la que habían hecho un gran y civilizado progreso.

Los mexicanos tenían dos calendarios mediante los cuales calculaban tiempo; el primero usado para "calcular la Luna" y la regulación de sus festivales religiosas y el otro para el "cálculo del sol," o propósitos civiles.

Su año civil constaba de 18 meses de 20 días cada uno, por cuya división le daban al año 360 días; pero los restantes cinco días eran añadidos al último mes y llevaban el nombre de nemoniemi, o "días inútiles".

El año tropical era seis horas mas largo de 365 días, ellos perdían un día cada cuatro años; pero este hecho parece haber sido totalmente ignorado por ellos en sus cálculos, hasta la expiración de su ciclo de 52 años; cuando, habiendo perdido, en total, 13 días, ellos añadían ese número para el período, antes de comenzar otro ciclo.

Los 18 meses tenían cada uno un nombre derivado de algún festival, ave, planta o frutas, que ocurría o aparecía en esa temporada, cuyo nombre era designado por un peculiar jeroglífico. Los 20 días del mes también tenían cada uno un nombre y una marca, que siempre era el mismo en los dieciocho. Ellos calculaban por ciclos de 52 años; y subdividían los meses en cuatro periodos o semanas de cinco días; cada día de los cuales iniciaba, como entre los romanos y otras naciones, al amanecer y se dividía en ocho porciones.*

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La piedra (de los cuales he presentado un dibujo sumamente preciso de uno realizado con esmero por De gama,) ahora está en la pared contra la base de una de las torres de Catedral, donde pasa por el nombre de Reloj de Moctezuma. Es una inmensa masa de basalto, de once pies 8 pulgadas de diámetro, y la porción circular se levanta por un reborde de unas 7½ pulgadas desde la escuadra de basalto rota, del cual originalmente todo fue tallado. Este borde está adornado con la escultura representada en la segunda figura.

De Grama, en su "Descripción Histórica," ha preparado una historia larga y muy erudita de las distintas figuras y símbolos con que está cubierto este calendario y de sus observaciones y las de Nebel, he


* McCulloch's Res 201, et seq.

desarrollado la siguiente descripción. Involucrado como casi toda investigación de antigüedades está en la oscuridad, y libre como los que participan en ellas son de mezclar sus fantasías y teorías casi sin el menor hecho sobre el cual fundamentar una hipótesis, confieso que no confío totalmente en las suposiciones de los escritores he citado. Sin embargo son las únicas personas que hasta ahora han intentado desentrañar el misterio, y por lo tanto estoy obligado a presentar sus conjeturas o ninguna.

La cabeza grande en el centro, con una lengua sobresaliendo, se dice que representa al sol; mientras que las figuras triangulares marcadas con la letra R, y las otras figuras marcadas con la letra L, denotan los rayos más grandes y menores con que los indios rodeaban al astro.

Alrededor de este sol central hay cuatro cuadrados, denotados por A, B, C, D, que, junto con las figuras circulares E F a los lados del triángulo, I, en la parte superior y el carácter H en la parte inferior, combinadas, (según De Gama) para formar el símbolo del movimiento del sol—o quizás los símbolos de las cuatro semanas en que se dividía el mes.

Los jeroglíficos marcados por los números 1, 2, 8, 4, 5, etc., hasta 20, son los días del mes, y el resto de las figuras alrededor de la zona se dice algo caprichosamente que representan la Vía Láctea conocida por los antiguos por el nombre de Citlalinycue. Por medio de la misma imaginación, las líneas ondeantes, marcadas V, se supone que indican nubes, que fueron veneradas como dioses llamados Almaque, los compañeros inseparables de Tláloc. De Gama considera que los pequeños cuadrados en e son símbolos de las montañas donde se forman las nubes. ¡Tales son las conjeturas satisfactorias de anticuarios!

Gnomon fueron colocados en los orificios en X, Z, PP, QQ y YY; la piedra fue puesta verticalmente hacia el este y el oeste, con su cara tallada en el sur, y por medio de hilos que se extendían desde arriba de los gnomon y las sombras que proyectaban en la superficie de la piedra, las estaciones del año y los períodos del día, eran determinaron con precisión astronómica.

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Se han descubierto varias otras piedras talladas con fines astronómicos, en diferentes tiempos a lo largo del Valle de México y sus alrededores. De Gama relata, que "en el año 1775, mientras que trabajadores excavaban en la colina de Chapultepec, pusieron al descubierto un cúmulo de rocas curiosamente esculpidos, las que, tras un examen cuidadoso, él pensó que alguna vez habían sido parte del sistema por el cual los mexicanos determinaban los períodos exactos del amanecer y el atardecer en las equinoccios y regulaban el tiempo durante el resto del año." Pero cuando regresó a la colina con el propósito de hacer más investigaciones, encontró que estas rocas y todos sus grabados habían sido destruida por excavadores ignorantes,


por la absoluta negligencia y descuido de las autoridades del lugar . La misma suerte tuvo otro monumento astronómico, que fue encontrado en la colina de Tezcosingo, en el lado oriental del lago de Texcoco, al que tendré ocasión de aludir con motivo de una visita que hice a las pirámides de San Juan Teotihuacán.

Estos son los pocos apresurados y muy imperfectos bocetos que he recogido, para ilustrar una rama del arte y la ciencia de estas personas; y los concluyo con una historia de singular superstición que está relatada por el Barón de Humboldt, que existió, relacionada con la terminación del ciclo de 52 años. ¡Ellos firmemente creían que el sol no volvería a salir de su curso diurno y que los espíritus malignos descenderían para destruir a la humanidad!

"El último día del gran ciclo se extinguían los fuegos sagrado en todos sus templos y viviendas, y la gente se dedicaba a orar. Al acercarse la noche, nadie se atrevía a prender una llama—rompían sus recipientes de arcilla, sus vestidos rotos, y cualquier cosa preciosa era destruida como inútil ante la inminente ruina. En esta superstición loca, las mujeres embarazadas eran objeto de peculiar horror para los hombres; se cubrían los rostros con máscaras de papel, las encerraban en los graneros; y creían cuando ocurriera la catástrofe final, estas desafortunadas hembras, se transformarían en tigres, se unirían a los demonios y vengarían de la injusticia y la crueldad de los hombres

"Tan pronto como oscurecía en esa horrible tarde, la gran y solemne procesión del "Fuego nuevo"se iniciaba. Los sacerdotes se vestían con las prendas de los diversos ídolos y seguidos por la gente triste y desconcertada, ascendían una colina a unas seis millas de la ciudad.

"Esta marcha triste era llamada la "procesión de los dioses" y supuestamente sería su partida definitiva de sus templos y altares.

"Cuando la solemne marcha alcanzaba la cima de la colina, esperaba hasta que las Pléyades ascendían al cenit y luego comenzaban el sacrificio de una víctima humana, extendida sobre la piedra de sacrificio y el pecho cubierto con un escudo de madera que el gran sacerdote encendía por fricción.

“La víctima recibía el golpe fatal o herida del cuchillo habitual de sacrificios de obsidiana, y tan pronto como perdía la vida, la acción de crear fuego se ponía sobre el tablero en su pecho. ¡Cuando se encendía la hoguera, el cuerpo se arrojaba sobre la enorme pila, las llamas instantáneamente ascendían al aire y hacían la promesa del retorno del sol! Todos los que no habían podido participar en la procesión sagrada de los dioses que partían, subían a las terrazas de las casas y las cimas de Teocallis, donde fijaban sus ojos hacia el lugar donde la llama de la esperanza debía aparecer y tan pronto como la veían, la aclamaban con gritos alegres y aclamaciones, como un símbolo de la benevolencia de los dioses y la preservación de su raza para otro ciclo.

"Corredores, colocados a distancias regulares entre sí, tomaban antorchas de pino resinoso, con las cuales llevaban el nuevo fuego de pueblo en pueblo, a todo el Imperio, de-

positando un nuevo fuego en cada templo, de donde se distribuía a las viviendas del pueblo.

"Cuando el sol salía sobre el horizonte al día siguiente, se renovaban los gritos y la alegría por la gente de la ciudad, a las que en ese momento regresaban los sacerdotes y la multitud de la marcha. ¡Era la restauración de sus dioses a sus santuarios vacíos!

"Las mujeres encarceladas eran liberadas inmediatamente; toda la población se vestía con ropa nueva; los templos eran purifica dos y blanqueados, y todo lo necesario para comodidad doméstica, esplendor o necesidad, era renovado bajo la promesa de vida renovada y la protección de los dioses.”

No existe apenas un país del mundo, en el que no hay o no hayan rastros de esta adoración al sol, la gran fuente de vida, luz, frutos y belleza; y entre los ritos brutales del sacerdocio mexicano, es gratificante observar un festival como este que tiene en sí algo natural y dramatico.*

* Para un documento estudiado sobre el Calendario Mexicano, Lenguaje etc., etc., por Alberto Gallatin, véase el primer artículo en el primer volumen de Transacciones de la Sociedad Americana Etnológica: Nueva York, 1845.