Memorias Íntimas, Capítulo VI - Romea y el teatro de ''Variedades''

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​Obras Completas de Eusebio Blasco​
Tomo IV, Memorias Íntimas.
Capítulo VI - Romea y el teatro de Variedades
 de Eusebio Blasco

Nota: se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.

VI

Romea y el teatro de Variedades — Fracasa el estreno de mi primera comedia.— Noticia del fallecimiento de mi hermana.

Por los años 1862 al 65, Romea estaba ya muy enfermo; le sostenía el Dr. Espina, que tenía culto por el grande artista; apenas trabajaba. Pero el teatrito de Variedades, que él dirigía, era punto de reunión de la alta sociedad.

Cuando Pomea hacía El Hombre de mundo ó Súllivan ó La historia de una carta, se llenaba la sala. A los dos ó tres días recaía ó se fatigaba y hacían las comedias las segundas partes, y no iba nadie.

Pasábamos la noche en la sala media docena de amigos, de telón adentro, y en los entreactos subíamos a saludar al Dios de la casa; su tertulia era respetuosa de cuanto D. Julián decía. Hablaba de todo con gran conocimiento de causa, porque era ilustradísimo, y los amigos que le rodeaban eran todos, menos yo, literatos muy conocidos entonces. Luis Eguilaz, Diego Luque, Pérez Escrich, Ortíz de Pinedo, Mozo de Rosales, Moreno Gil, y rarísimas veces, porque también estaba muy malo, Ventura de la Vega.

D. Julián tenía como actores a la Carmen Berrobianco, que era lindísima y acababa de -salir del Conservatorio, la Palma, mujer del hermano de Romea, D. Florencio, y notable actriz; la Espejo, la Orgáz, la Felipa Díaz; los actores, muy jóvenes entonces, y en los principios de su carrera, eran Ricardo Míales, Emilio Mario, Infante, Palacios y el viejo Oltra, a quien se le llamó siempre en I03 periódicos el Concienzudo. Mala señal. Bailaba entre la comedia y el saínete La Nena, que era la bailarina más andaluza y más hermosa de su tiempo.

En el salón se veía, én las noches en que Romea trabajaba, a las duquesas de Medinaceli y Noblejas; las condesas de Torrejón, Toreno, Puñonrostro; baronesa de Hortega; marquesa de Santiago, marquesa de Benamejís... hermosuras de aquella época, que hoy vemos en otros teatros acompañando a sus hijas ó nietas.

Romea tenía una verdadera corte en su cuarto. Le rodeaban y vestían sus actrices favoritas . Eguilaz, que era el autor de moda entonces y iiabía proporcionado grandes entradas a la empresa con La Cruz del matrimonio, parecía ser el amo del cotarro.

Emparentado con las familias de González Bravo y Nocedal, los dos cuñados suyos, el gran actor no tenía nada de revolucionario; pero veía con miedo los albores de la revolución próxima. Ortiz de Pinedo y yo éramos allí los únicos liberales del corro y Nilo María Fabra, que también solía acudir algunas noches al cuartito del director de la casa.