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Milagro XI - El labrador avaro

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Era en una tierra un omne labrador,
que usava la reia más que otra lavor:
más amava la tierra que non al Criador,
era de muchas guisas ome revolvedor.


Facíe una nemiga, fazíela por verdat:
cambiaba los mojones por ganar eredat:
facíe a todas guisas tuerto e falsedat,
avíe mal testimonio entre sus vecindat.


Queríe, pero que malo, bien a Sancta María,
udíe sus miráculos, davalis acogía:
saludávala siempre, decíela cada día:
«Ave gracia plena que parist a Messía.»


Finó el rastrapaia de tierra bien cargado,
en soga de diablos fue luego cativado,
rastravando por tienllas, de cozes bien sovado,
pechavanli a duplo el pan de que dio mudado.


Doliéranse los ángeles desta alma mezquina,
por quanto la levaban diablos en rapina;
quisieron acorrelli, ganarla por vecina,
mas pora fer tal pasta menguábalis farina.


Si lis dizíen los ángeles de bien una razón,
ciento dizíen los otros, malas que buenas non
los malos a los bonos teníendolos en rencón,
la arma por peccados non issíe de pressón.


Levantósse un ángel, disso: «Io so testigo,
verdat est, non mentira, esto que io vos digo:
el cuerpo, el que trasco esta alma consigo,
fue de Sancta María vassallo e amigo.


Siempre la ementava a iantar e a cena:
dizíeli tres palabras: «Ave gracia plena»;
la boca por qui essíe tan sancta cantilena,
non merecíe iazer en tal mal cadena.»


Luego que esti nomne de la Sancta Reina
udieron los diablos, cojiéronse ad ahína,
derramáronse todos como una neblina,
desampararon todos a la alma mezquina.


Vidiéronla los ángeles seer desemparada,
de piedes e de manos con sogas bien atada.
sedíe como oveia que iaze ensarzada:
fueron e adussíeronla pora la su maiada.


Nomne tan adonado e de vertut atanta,
que a los enemigos seguda e espanta,
non nos deve doler nin lengua nin garganta,
que non digamos todos: «Salve Regina Sancta»