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Mirando atrás desde 2000 a 1887 Capítulo 16

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A la mañana siguiente me levanté algo antes de la hora del desayuno. Según bajaba por las escaleras, Edith entró en el vestíbulo saliendo de la habitación donde había tenido lugar la escena de la entrevista matutina descrita hace unos capítulos.

"¡Ah!" exclamó, con una expresión encantadoramente traviesa, "pensaba escabullirse silenciosamente sin que nadie lo supiera, para irse a dar otra de esas solitarias caminatas matutinas que tienen esos agradables efectos sobre usted. Pero ya ve que me he levantado demasiado pronto para usted esta vez. Le han pillado, claramente."

"Desacreditas la eficacia de tus propias curas," dije, "suponiendo que darme tal caminata traiga ahora malas consecuencias."

"Me alegro mucho de oir eso", dijo. "Estaba aquí colocando unas flores para la mesa del desayuno cuando he oído que bajaba, y he imaginado que había detectado algo subrepticio en sus pasos sobre los peldaños de la escalera."

"No me has hecho justicia," repliqué. "No se me había pasado por la cabeza salir, en absoluto."

A pesar de sus esfuerzos para dar una impresión de que mi interceptación era puramente accidental, tuve a la vez una vaga sospecha de lo que después supe que era el caso, a saber, que esta dulce criatura, en su prosecución de su autoasumida custodia de mi persona, se había levantado durante los últimos dos o tres días a una hora inaudita, para asegurarse de que no hubiese posibilidad de que yo saliese a deambular por ahí solo, en caso de que me viese afectado como en la anterior ocasión. Recibiendo permiso para ayudarla en la confección del ramo de flores para el desayuno, la seguí a la habitación de la que había emergido.

"¿Está seguro," preguntó, "de que se le han pasado del todo aquellas terribles sensaciones que tuvo aquella mañana?"

"No puedo decir que no tenga a veces sensaciones decididamente raras," repliqué, "momentos en los que mi identidad personal parece una cuestión abierta. Después de mi experiencia, esperar no tener tales sensaciones ocasionalmente sería esperar demasiado, pero en cuanto a ser arrastrado por completo fuera de mi, como estuve a punto de serlo aquella mañana, creo que el peligro ha pasado."

"Nunca olvidaré el aspecto que tenía aquella mañana," dijo.

"Si meramente me hubieses salvado la vida," continué, "podría, quizá, encontrar palabras para expresar mi gratitud, pero fue mi razón lo que salvaste, y no hay palabras que no resten importancia a mi deuda contigo." Hablé con emoción, y sus ojos se humedecieron repentinamente.

"Todo esto es demasiado para creerlo," dijo, "pero es muy encantador oirte decir eso. Lo que hice fue muy poco. Estaba angustiadísima por ti, lo sé. Mi padre siempre piensa que nada debería asombrarnos cuando puede ser explicado científicamente, como supongo que este largo sueño tuyo puede serlo, pero incluso imaginarme a mi misma en tu lugar me hace tambalear la cabeza. Sé que yo no lo habría aguantado en absoluto."

"Eso dependería," repliqué, "de si un ángel hubiese venido a apoyarte con su compasión en tu estado de crisis, al igual que uno vino en mi ayuda." Si mi rostro es siquiera capaz de expresar los sentimientos que tenía derecho a tener hacia esta dulce y encantadora joven, que había jugado un papel tan angelical hacia mi, mi expresión debió de haber sido muy fervorosa justo entonces. La expresión o las palabras, o ambas a la vez, causaron que ahora ella dejase caer su mirada con un encantador rubor.

"Por eso," dije, "si tu experiencia no ha sido tan sorprendente como la mía, debe de haber sido bastante abrumador ver a un hombre que pertenece a un extraño siglo, y que lleva aparentemente muerto cien años, volver a la vida."

"De hecho, al principio parecía extraño más allá de cualquier descripción," dijo, "pero cuando comenzamos a ponernos en tu lugar, y a comprender cuán extraño debía de parecerte a ti, creo que olvidamos bastante nuestros propios sentimientos, al menos sé que yo lo hice. Entonces no pareció tan asombroso como interesante y conmovedor más allá de todo lo que jamás había oído."

"Pero, ¿no te resulta asombroso sentarte a la mesa conmigo, viendo quien soy?"

"Debes recordar que no nos pareces tan extraño como nosotros debemos parecertelo a ti," respondió. "Pertenecemos a un futuro del cual no podías formarte una idea, una generación de la cual no sabías nada hasta que nos viste. Pero tú perteneces a una generación de la cual nuestros antepasados formaban parte. Sabemos todo acerca de ella; los nombres de muchos de sus miembros son palabras familiares para nosotros. Hemos hecho un estudio de vuestros modos de vida y de pensar; nada de lo que digas o hagas nos sorprende, mientras que nosotros no decimos ni hacemos nada que a ti no te parezca extraño. Así que ya ves, Sr. West, que si te parece que con el tiempo vas a poder acostumbrarte a nosotros, no debe sorprenderte que desde el principio apenas nos hayas resultado extraño en absoluto."

"No había pensado en ello de ese modo," repliqué. "De hecho hay mucho de verdad en lo que dices. Uno puede mirar atrás cien años más fácilmente que cincuenta hacia delante. Un siglo no es tan largo en retrospectiva. Podría haber conocido a tus bisabuelos. Posiblemente lo hice. ¿Vivían en Boston?"

"Eso creo."

"¿Entonces no estás segura?"

"Sí," replicó. "Ahora creo que sí."

"Yo tenía un círculo de amistades muy grande en la ciudad," dije. "No es improbable que los conociese o supiese de alguno de ellos. Quizá pude haberlos conocido bien. ¿No sería interesante si tuviese la fortuna de poder decirte todo acerca de tu bisabuelo, por ejemplo?"

"Muy interesante."

"¿Sabes tu genealogía lo suficientemente bien para decirme quienes eran tus antepasados en el Boston de mi época?

"Oh, sí."

"Entonces, quizá me dirás alguna vez cuáles eran algunos de sus nombres."

Ella estaba absorta en aderezar un problemático ramillete verde, y no me respondió enseguida. Unos pasos por las escaleras indicaban que los otros miembros de la familia estaban bajando.

"Quizá alguna vez," dijo.

Después del desayuno, el Dr. Leete sugirió llevarme a inspeccionar el almacén central y observar la maquinaria de distribución verdaderamente en operación, lo cual Edith me había descrito. Mientras nos alejábamos de la casa andando, dije, "Ya hace varios días que vivo en su familia en la posición más extraordinaria, o más bien en ninguna en absoluto. No he hablado de este aspecto de mi posición antes porque había tantos otros aspectos todavía más extraordinarios. Pero ahora que estoy comenzando un poco a sentir mis pies debajo de mi, y a comprender que, como quiera que haya venido aquí, aquí estoy, y debo tomarlo lo mejor posible, debo hablarle sobre este punto."

"En cuanto a que sea un invitado en mi casa," replicó el Dr. Leete, "le suplico que no comience a sentirse incómodo por ello, porque quiero que se quede mucho tiempo todavía. Con toda su modestia, usted no puede sino comprender que un invitado tal como usted es una adquisición de la que uno no está dispuesto a desprenderse."

"Gracias, doctor," dije. "Sería absurdo para mi, ciertamente, herir cualquier hipersensibilidad acerca de aceptar la hospitalidad temporal de alguien a quien debo el no estar todavía esperando el fin del mundo en una tumba viviente. Pero si voy a ser un ciudadano permanente de este siglo debo tener estatus en él. O sea, en mi época una persona más o menos que entrase en el mundo, como quiera que entrase, no sería percibida en medio de la muchedumbre desorganizada de la humanidad, y podría hacerse un lugar para sí misma en cualquier parte que eligiese si fuese lo suficientemente fuerte. Pero hoy en día todos son parte de un sistema en el que tienen un lugar y función definidos. Yo estoy fuera del sistema, y no veo cómo puedo entrar; no parece haber manera de entrar, excepto naciendo en él o viniendo como emigrante desde alguno de los otros sistemas."

El Dr. Leete se rió con ganas.

"Admito," dijo, "que nuestro sistema es defectuoso por falta de previsión para casos como el suyo, pero ya ve que nadie previó incorporaciones al mundo excepto por el proceso habitual. Es necesario, sin embargo, que no tenga miedo de que no seamos capaces de encontrarle un lugar y una ocupación a su debido tiempo. Hasta ahora ha sido puesto en contacto únicamente con los miembros de mi familia, pero no debe suponer que he guardado su secreto. Al contrario, su caso, incluso antes de su resucitación, e inmensamente más desde entonces, ha despertado el más profundo interés de la nación. En vista de su precaria condición nerviosa, pensé que era lo mejor que me ocupase en exclusiva de usted en un principio, y que usted, a través de mi y mi familia, recibiría una idea general de la clase de mundo al que había regresado, antes de que comenzase a presentarle al resto de sus habitantes. En cuanto a encontrarle una función en la sociedad, no había duda respecto a cuál sería. Pocos de nosotros tenemos en nuestro poder el dispensar tan gran servicio a la nación como el que usted podrá dispensar cuando deje de estar bajo mi techo, lo cual, sin embargo, no debe pensar en hacer todavía durante una buena temporada."

"¿Qué podría hacer yo?" pregunté. "Quizá imagina usted que tengo algún oficio, o arte, o habilidad especial. Le aseguro que no tengo nada de eso. Nunca gané un dólar en mi vida, ni hice ni una hora de trabajo. Soy fuerte, y podría ser un trabajador común, pero nada más."

"Si ese fuese el servicio más eficiente que usted fuese capaz de dar a la nación, encontraría que esa ocupación es considerada tan respetable como cualquier otra," replicó el Dr. Leete; "pero usted puede hacer algo mejor. Con mucho, es usted el maestro de todos nuestros historiadores, sobre cuestiones relacionadas con la condición social de la última parte del siglo diecinueve, para nosotros uno de los periodos más absorbentemente interesantes de la historia: y cuando a su debido tiempo se haya familiarizado suficientemente con nuestras instituciones, y esté dispuesto a enseñarnos algo concerniente a las de su tiempo, encontrará que un puesto de conferenciante en una de nuestras universidades le está esperando."

"¡Qué bien! Requetebien de hecho," dije, muy aliviado por tan práctica sugerencia sobre un punto que había comenzado a turbarme. "Si su gente está realmente tan interesada en el siglo diecinueve, será de hecho una ocupación hecha para mi. No creo que haya otra cosa con la cual pudiese ganarme mi salario, pero ciertamente puedo aducir sin vanidad que tengo algunas cualidades especiales para un puesto tal como el que usted describe."